Es bien avanzada la madrugada cuando Big Cojones y Matisse abandonan el coche de Magosto. Fuera del vehículo se veían las luces centellear y reflejarse contra los edificios de cristal. Ese vestigio de tecnología que a Magosto le recordaba la evolución y le llevaba a la nostalgia de otro tiempo.
Barbará se giró y miró a su jefe.
—¿Dónde vamos?
Vamos allá. Si te parece me vas diciendo lo que quieres hacer y yo te digo el tiempo que inviertes en ello y a qué hora nos lleva cada acción, para que tengas un poco de control de la situación.
Con respecto a la pregunta que me hacías de los espíritus: total libertad. No hace falta que me tires para invocar un espíritu esta vez. Úsalos directamente dentro del entorno narrativo y sorpréndeme. Te dejo libertad de elección para que decidas si el contacto que vas a visitar está o no disponible. Me sirve que me justifiques mínimamente por qué está disponible y listo.
Así que, todo tuyo.
- A casa.- Informó Magosto.- Es tarde. Todos estamos cansados y no son horas de ir llamando a la puerta de nadie.
Fueron en silencio durante el trayecto. Bárbara siempre era silenciosa. Magosto iba ensimismado en su encargo. Mirando más allá del asfalto.
Al llegar se despidó de su chófer hasta dentro de unas horas.
Subió, se puso cómodo y aunque le apetecía una copa prefirió no hacerlo. El alcohol y la magia nunca se llevaban bien. Al menos no si querías mantener una concentración decente.
Lo primero fue dibujar los típicos círculos de invocación en tiza de hueso para llamar a sus siervos astrales. Nunca habían sido personas encarnadas. Era más fácil así. Seres de puro éter. Se sentía mejor pensando que no usaba a gente que hace tiempo tenía cuerpo. Para Magosto el término demonio era lo que Sócrates consideraba su daimon personal. Ayudantes.
- Adramelec, Asera, Tamuz. Acudid a mi presencia.- Cuando sintió su presencia cercana sonrió con verdadero amor al ver como habían acudido a su llamada una vez más.- Id. Escuchad los murmullos de los vuestros. En la ciudad ha llegado un objeto de los Viejos Tiempos con fuerte presencia en vuestro plano. En él deben esconderse las voces de los dioses griegos. Hermes, Atenea, Afrodita, Ares... Quizás alguien ha escuchado su voz, ha olido sus cabellos o ha visto su fulgor en esta noche. Id. Preguntad. Magosto quiere saber. Recompensará a aquellos que quieran hablar con Magosto. Id hijos mios. Pero antes, tomad.- Y deja un cuenco con una mezcla de sangre, harina y huevo.- El viaje es largo y Magosto no es un ingrato con sus amorosos hijos y amantes.- Dice, rememorando, a su manera, el rito nigromántico de los relatos de Homero.*
Tras ese ritual ya se sentía cansado, pero antes debía hablar con Aiwass, el ser astral creado por el Ordo Templi Orientalis como una especie de vigilante perpetuo de su órden mágica. Siempre estaba disponible para actuar en nombre de la órden que representaba y, de hecho, con el paso de los años, era el miembro más destacado. Los magos morían, pero el espíritu era más fuerte que nunca después de décadas alimentándose de la esencia mágica de los miembros del Ordo. Era astuto como una vieja zorra y el espacio astral era su medio natural.
Y tenía la ventaja añadida que los espíritus no duermen y debía ser el único miembro accesible a aquellas horas.
Sacó sus talismanes para guiar su viaje y puso cierta vieja canción de inicios del siglo XXI. Una vieja canción que le servía para activar el mantra para un viaje astral más apetecible.
- Can you walk...- Empezó la canción, y él llamó a la parte de su psique donde residía su guía astral. Ella, que era él, que le tomaría de la mano para iniciar el viaje.
Ya estaba fuera. Qué fácil era con ella. Y qué fuerte se sentía allí. No tenía achaques, ni cansancio, ni molestas sensaciones físicas. Pura energía.
- ¿Dónde vamos?- Dijo la voz del familiar, como un eco lejano. Sus palabras le hicieron pensar en Bárbara como una resonancia de su verdadero guía.
Voló en busca de Aiwass. En busca de respuestas.
* Resumiendo la paja mental, que quiero ver si se pueden enviar vigias astrales para seguir un rastro mágico como debe ser el de la piedra. No espero sacar nada concluyente, pero quizás enmarcarlo en una zona amplia, o sacar una pista que luego ayude a descartar alguna opción... Lo que veas. Si se necesita tirada... me encomendaré a los dioses.
En la tranquilidad de su casa el viejo Magosto era capaz de manipular el espacio astral y jugar con sus seres para que hicieran ese trabajo que él no podía hacer. Tras la sencilla orden los vigilantes astrales surcaron el astral en busca de esas respuestas que Magosto había solicitado y mientras él, o más bien, su presencia astral, iba a visitar a un viejo conocido.
—Respuestas, siempre respuestas —dijo la criatura astral anticipando la llegada de Magosto—. ¿Qué perturba tu atormentada mente, viejo? Aiwass responderá tus dudas.
¿Entiendo que declaramos a ese Aiwass como contacto?
Los vigilantes astrales pasaran toda la noche buscando lo que les has pedido y te informarán por la mañana.
Ahora mismo son las 3:00
Magosto miró a su interlocutor y se le dibujó una sonrisa por un momento. Luego se puso serio y lo miró ladeado.
- ¿Qué sería el mundo sin preguntas, viejo Aiwass?- Comentó lo que era la resonancia astral de la voz de Magosto. En ese lugar era joven otra vez. Poderoso. - Seguro que has sentido cierta perturbación de viejas fuerzas que han sido sacudidas. Una arqueóloga. Se llama Fiona Craig. Ha estado jugando con las viejas fuerzas y ha traído un artefacto mágico a la ciudad. Ha desaparecido. ¿Qué sabes de eso, Aiwass?- Preguntó. Tendría un precio. Todo lo tiene. Y más de un ser viejo y retorcido como Aiwass. Siempre se había preguntado si había sido un producto de Crowley, de alguno de sus seguidores tras el Despertar o bien si ya existía de forma independiente cuando Crowley aseguraba que le visitó.
¿Entiendo que declaramos a ese Aiwass como contacto?
Sííííí!! me motiva mil un contacto que sea un ser astral.
—Hay ciertas cosas que no conviene remover, viejo —dijo la presencia astral—. Han roto la reliquia Morel, lo sentí hace unas semanas. Tú también lo notaste, fue como un pellizco en tu mente, pero lo confundiste con un mal sueño.
La criatura cerró lo que podía intuirse como un párpado y concentró gran cantidad de energía a su alrededor.
—Pero no puedo localizarlo. El fragmento no emite huella astral. ¿Puedes creerlo?
- ¿Cómo no voy a creerlo? Creer lo imposible es mi profesión.- Replica el mago. Estaba claro que no iba a ser tan sencillo. Y era lógico. Si lo fuera no les necesitarían.- ¿Qué puedes contarme de la reliquia Morel? Lo que yo pueda saber de ella es un pálido reflejo de lo que debes saber.- Añadió, haciendo un poco la pelota al vanidoso espíritu. Después de todo, seres como Aiwass se alimentaban de la atención y la energía de los mortales.
—No puedo revelarte más. Es un artefacto ancestral y su conocimiento puede ser nocivo para vosotros —dijo el espíritu manteniendo su mirada perdida en el horizonte—. El conocimiento es poder y demasiado poder es demasiado control...
Las palabras del espíritu se esfumaron a la vez que su presencia.
Son las 3:30
Es tarde. Aiwass no quiere hablar más y mañana le espera al mago un día muy largo, así que decide ir a descansar. Ya tiene algo sobre lo que trabajar, y espera que sus espíritus vuelvan con más informaciones útiles.
Al regresar a su cuerpo mortal es como que le caen cincuenta años encima de golpe. Esa sensación siempre le ha disgustado. Y cada vez más.
- ¿Qué pasaría si no volviera?- Era una pregunta que siempre se hacía. En teoría siempre se dice que el cuerpo astral se acaba diluyendo al no tener un cuerpo mortal como contrapunto para darle forma. Se dice que el cuerpo es como la botella y el alma el agua que contiene, pero no deja de ser teoría. Siempre se ha dicho a si mismo que cuando su cuerpo ya sea una carga insoportable, comprobará si esas teorías son verdad.
Se quedó dormido enseguida, con la mente llena de preguntas sobre la srta. Craig, la reliquia Morel que puede dañar a los mortales y quién coño eran el enano y el espíritu vigía del orco.
fin del día. O de la noche. O de lo que sea.