Mrs. White responde con tono suave a tus preguntas. -Tu imaginación les está dando vida. Y eso sucede porque estás despertando tu alma feérica- dice ella. Luego lo piensa un momento y añade -Eso significa que eres un chico extra especial. Porque no eres sólo un chico, eres un Kithain. Un Hada. Eres mágico- dice y una sonrisa dulce aparece en sus labios, cargada de felicidad sincera, al tiempo que una chispa enigmática ilumina sus bellos ojos.
Las siguientes preguntas hacen que tome algo más de tiempo. -Antes de que fueses Neakail, fuiste muchas otras personas. Ahora mismo no te acuerdas, pero con algo de suerte lo harás. Y cada una de esas personas fue una vida en la que te ocurrieron muchas cosas.- cuenta la mujer, con tono medido y rítmica similar a la de un cuento. -¿Quieres contarme luego lo que viste? ¿O prefieres que no hablemos de ello?- te pregunta cuando le señalas del dolor en tu costado. Finalmente tu última pregunta hace que tome mucho aire y diga en voz muy baja y tan triste, que el aire en el interior del coche parece helarse momentáneamente. -A veces las personas que aman se van aunque no quieras. No hay una razón detrás, simplemente... se van- dice y se gira.
Suspira de nuevo. -Lo siento pequeño, no hay nada que yo pueda hacer. Lo que te está sucediendo no depende de mí...- dice y luego se gira una vez más para mirarte. -Pero te diré qué. Dicen que si te concentras en recuerdos agradables, harás que lleguen memorias igualmente agradables.- y toma algo de valor. -Tenemos que llegar a mi hogar. Allí estarás más seguro, y podrás descansar un poco mientras... mientras todo esto pasa- añade. Y acomodándose en el asiento delantero, el coche se pone una vez más en movimiento.
Pronto los edificios estrechos de la ciudad van dando paso a casas de menor tamaño, cada vez más espaciadas, mientras pinceladas de un verde húmedo iban apareciendo allí y allá a manera de árboles. Los postes y las líneas que los unen avanzan a gran velocidad a través de la ventana llena de gotas estáticas, mientras la jungla de concreto adquiere un aspecto más silvestre, más natural, provisto de un brillo agradable en medio de la atmósfera fría causada por el mal clima.
El coche se detiene finalmente. A tu alrededor no quedan más que gotitas cristalizadas flotando a tu alrededor, como pequeñas esferas de agua salada que se deshacen ante el menor contacto. -Hemos llegado- anuncia Lady Bán, abriendo la puerta, saltando del coche y apresurándose a abrir la tuya.
Entonces puedes darle un vistazo a la casa frente a la que han aparcado. Siguiendo un sendero agradable, en medio del verde y de fondo un bosque, está una bonita edificación de dos pisos y de paredes blancas. Su techo parece rústico y sus cristales son protuberancias armoniosas que extruden a través de los muros. Una chimenea cilíndrica se alza hacia el cielo, sobrepasando el nivel del mismo techo, y un hermoso jardín colorido rodea el camino hacia la puerta principal, lleno de flores de diversas tonalidades. Aquella casa tiene el aspecto de ser un enorme pastel con glaseado blanco descansando plácidamente cerca al bosquecillo y con una apariencia tan apetitosa que difícil resulta de ignorar. Y justo en el inicio del sendero notas entonces la imponente presencia de dos enormes osos dorados, subidos en pedestales relucientes. En principio, parecen estatuas de gran detalle, bruñidas y brillantes, centinelas silenciosos observando al vacío, pero cuando Mrs. White se ofrece a alzarte, y te lleva con algo de prisa hacia su casa, puedes ver como las dos bestias mueven silenciosamente su cabeza para seguiros con la mirada en un silencio solemne: no hay forma de que estés imaginando eso, pues aún llegando al dintel de la puerta, ambos animales siguen con la cabeza girada mirandoos.
Ella te deposita suavemente en el umbral y busca en sus bolsillos las llaves. Ya tan sólo allí, el lugar se siente tan diferente, tan cálido, más cómodo que el frío ayuntamiento, y cuyo aroma era el mismo del césped en las mañanas.-¿Quieres descansar un poco?- dice la mujer intercalando miradas contigo y los objetos que sacaba de su abrigo. -Llamaré a un viejo amigo para que me ayude a cuidarte mientras... te adaptas a tus cambios. Tengo leche y galletas si lo prefieres, y creo que dormir te haría bien- dice y encuentra finalmente un llavero colorido. -Ajá- musita mientras abre la puerta al tiempo que enuncia -Bienvenido seas a mi humilde morada-
La hipnosis inducida por el canto, se quiebra cuando habla de “alma feérica”. El ceño de Neakail se frunce, formando surcos en su frente que no son más que una manifestación física de lo perdido que se siente ante semejante concepto. Algo había escuchado de almas. Mamá hablaba de almas, el padre Morrison hablaba de almas en sus sermones (aunque no le entendía muy bien porque a veces decía cosas muy raras), pero nunca había escuchado nada igual. Comienza a pensar que quizá papá tuviera razón en eso de que tenía algo mal por dentro. ¿Mal no era nada bueno, no? Por eso la explicación que después le da Mrs. White le termina de desencajar.
- No, soy Neakail...No Kip...Kiz... - le reprocha rápidamente a la chica, atascándose en aquel nombre. - No soy ese....
Los surcos de su mente se hacen más profundos, si cabe, para acabar negando. Claro que no quería hablar de eso. Puede que su mente inmadura no alcanzar a explicarle porqué. Solo sabía que hablar del tema le provocaba sensaciones extrañas que no le gustaban. Sensaciones tan dolorosas como el tacto de una alfiler clavándose en la yema de un dedo (mientras mamá cosía), el impacto de una mano abierta y adulta contra la mejilla de un pequeño niño (como cuando papá estaba tan enfadado), como el vértigo que se siente cuando extrañas a alguien que sabes no podrás volver a ver (como cuando pierdes a un ser querido). El hecho de tener que volver a evocar en la mente tales imágenes, le genera un un rechazo profundo. Pero sólo es capaz de expresarlo con amohínes y negaciones enérgicas con la cabeza.
Tanto es así, que acaba por tapar las orejas con su manos. Respondiendo así a Mrs a la sugerencia de hablar de nada. No obstante, cala en sus oídos lo de los recuerdos agradables. Es por eso que cierra los ojos y su alma flota, mientras el vehículo se desliza de nuevo sobre el asfalto mojado y sucio.
“Aquel día también fue lluvioso. Aún todavía algunas gotas descendían en picado desde un cielo en el que se podía, aun con todo, admirada un sol espléndido y cálido. El arco iris se recortaba al fondo. La atmósfera olía humedad y briznas de hierba fresca. Mamá le puso un chubasquero, las botas de agua y le guió de la mano hasta la explanada verdosa que recordaría el resto de su vida. Le dijo que iban a ver el arco iris.
- ¿Porqué hay arco iris, mami? - recuerda que le preguntó, siendo mucho mas pequeña. Apenas capaz de articular con claridad las palabras.
La mujer, de cobrizos cabellos que desprendían fuego, le sonrió y estampó un beso en su mejilla. Mientras que con una mano acariciaba su pelo blanco y fino.
- Para que haya algo bonito después de una fea tormenta – le dijo, sonriendo pero con un matiz gris en su voz. - Es necesario...”
“Hemos llegado” La voz de Mrs. White le saca de la fantasía y el niño vuelve a abrir los ojos, aunque todavía siente el beso de su madre en la mejilla. Cual halo fantasmal. Le cuesta ubicarse... Tanto que ni siquiera lo consigue. Es como si Mrs. White le hubiera llevado a un lugar acorde sus memorias. Era un lugar muy bonito. Pasea los ojos por el nuevo paisaje, reparando entonces en los osos espías de aspecto imponente. Les señala conforme le transporta hacia el portal, sintiendo algo de temor. ¿Y si corrían hacia él? Los osos le daban miedo... Definitivamente.
- Los osos nos están mirando...- dice con un hilo de voz. - No me gustan... - si, está sintiendo algo de miedo. Tanto que la leche con galletas no le parece importante en ese momento.
-Kithain, cariño- corrige ella con amabilidad -Tú y yo lo somos. Además de ser humanos- y sonríe. No se aventura a explicar más, para no alterarte en demasía.
Tus recuerdos parecen calentar el interior del vehículo y el aire a tu alrededor cuando finalmente sales, haciendo más agradable lo que sucede a tu alrededor. Cuando estáis ya frente a la puerta, Mrs. White escucha tu queja y se agacha un poco. -Son los guardianes de mi casa, Neakail. Mientras seas mi invitado, no pueden hacerte nada. Te lo prometo- dice tocando tu nariz y sonriendo con suavidad. -Ellos nos protegerán esta noche. Y si mañana les llevas una manzana, seguro que serán más amables- añade y empuja la puerta, revelando el interior de su hogar.
La casa es amplia, cálida y con sólo tu primer paso allí adentro, te sientes más a gusto, más cómodo, mas tranquilo. Hay algo en el aire, algo embriagante y tranquilizador, y aunque el silencio parece omnipresente, puedes jurar que detrás de la ausencia de sonidos, detrás de esas corrientes de aire, hay una canción sonando, y unas letras flotando, y unas voces siguiendo una suave y melodiosa armonía. Es como la canción de Mrs. White, sólo que ahora ella está a tu lado, sin hablar, dedicándote una sonrisa.
El suelo es de madera, y las paredes blancas. Varias pinturas de escenas rupestres y salvajes están en todas partes. El vestíbulo es amplio, y se ilumina con el rápido moviendo de Lady Bán para encender las luces. Una escalera sube al segundo piso, hacia un balcón desde donde se ven las habitaciones. Dos puertas permiten recorrer el resto de las habitaciones. Mrs. White toma tu mano. -Te dejaré recostarte un poco cariño. Debes estar exhausto y creo que lo mejor es que descanses...- dice mientras te lleva lentamente escaleras arriba, luego por el pasillo hacia una puerta blanca que abre.
Allí hay una habitación amplia, con una ventana que da hacia el exterior, con vista a las copas verdes de los árboles del bosque, y las nubes grisáceas. Hay una cama doble, alta y mullida, varias mesitas de madera adornadas con aves, ardillas y ratones en cristal. Sobre la mesita de noche hay algunas fotografías y sobre la cama hay una hermosa pintura de una cabaña en medio del bosque, pequeña y tan acogedora como la casa de Mrs. White. El edredón es un tejido de vivos colores, en donde priman los verdes, los azules y los rojos entrelazados sin ninguna forma específica. Todo el cuarto tiene un perfume frutal que casi parece llenar tu lengua de sabores exóticos y apetitosos.
-¿Crees que puedes descansar un poco? Tengo que llamar a alguien a mi amigo que te mencioné y traeré algo de comer. ¿Está bien?- dice ella con calma, esperando tu decisión para actuar en consecuencia.
No puede hacer otra cosa que no sea asentir enérgicamente a la propuesta de Mrs. White. Claro que le traería manzanas si podía. La mera idea de esas bestias enfadada con él, le producía escalofrío y ganas de hacer pipí.
La inquietud le acompaña hasta el interior del hogar, que le reciben como un remanso apacible y agradable. En sus ojos se refleja la maravilla que experimentan sus adentros. Siente una calma tan intangible como las palabras que podría usar para describirla. Una melodía se agazapa tras el silencio, pero esto tan solo es una máscara, que no evite ser consciente de su presencia. De pronto, está tranquilo y tiene ganas de sonreír... pese a todo.
- ¿De dónde sale esa música...? Es muy bonita... - señala al todo y a la nada. A lo que les rodea.
Las luces responden a la presencia de Mrs. White y prenden, como si tuviera vida propia y fueran consciente de los hechos. Y el niño, sorprendido, gesticula poniendo su boca en O. Anonadado.
- Haces magía... ¿Yo también hago magía entonces? Por eso salen los peces y la lluvia... - trata de comprender en su cerebro infantil.
Se deja llevar por el pasillo, paseando la mirada por todas partes. Ampliando sus labios en una sonrisa. En lo menos que pensaba ahora era en dormir. Por lo que niega un poco a Mrs. White. En contrapartida, se suelta de su mano y se dirige a la vetana, para contemplar el paisaje que tras los cristales se aprecia. Al tiempo que aspira el rico perfume que parece desprenderse de cada rincón del habitáculo.
- ¿Qué es? ¿A qué huele...? - olfatea curioso, volviendo a negar – No.… no quiero descansar... - mira de nuevo a Mrs. White, aunque no puede evitar volver la mirada al lugar.
Quería tocar todo, pero le daba vergüenza. Mamá le había dejado muy claro que era de niños buenos respetar lo ajeno. Y aquella casa era eso, ajena. A pesar de que la paz le invadiera cuando se cobijaba en ella.
Tu anfitriona sonríe amablemente. -Este es mi Feudo. El Ensueño está tan cerca, que su magia se puede respirar y escuchar- dice ella, con cuidado. Luego añade -El Ensueño es como llamamos a la Tierra de los Sueños. A la que vas cada noche cuando duermes- explica ella con especial atención.
-Sí cariño, los Kithain, como tú o como yo...- dice señalándote y luego señalándose a ella -... somos capaces de hacer magia. Lo que hiciste es sólo el principio. Así, por ejemplo...- dice mientras la mujer da una pequeña vuelta lentamente, mientras su vestido parece flotar con sus movimientos. La temperatura de la habitación desciende de repente, hasta el punto a que un blanco vapor escapa de tu boca al respirar. Lady Bán te guiña un ojo y extiende su mano con la palma abierta hacia arriba. Su palma era fría, y una pequeña mota de hielo blanco apareció allí en el medio, que lentamente fue creciendo. Al principio no era más que una extraña silueta indefinida, pero pronto fue tomando forma hasta convertirse en una hermosa bailarina con un tutú y una pose en la que sus brazos están extendidos hacia arriba, mientras se sostiene en una sola pierna teniendo la otra muy flexionada. Cuando Mrs. White hubo acabado, la temperatura retornó a la normalidad. -Toma, un pequeño regalo- dice ella guiñando el ojo. La pequeña escultura está fría al tacto, pero por mucho que intentes calentarla, no se derretirá. Parece de vidrio, pero la opacidad de su interior te recuerda más al hielo de las bebidas.
-Huele a mi hogar- dice ella con una sonrisa. Asiente -Está bien entonces. Dame un momento cariño- dice mientras saca un móvil y te observa. Sin embargo, vuelves a mirar la pequeña estatuilla que ha creado y tus recuerdos te lanzan una vez más a otra memoria del pasado...
Esta vez estás en un lugar silvestre, cuyo olor a vegetación y a dulces es casi asfixiante. A tu lado corre un silueta humanoide, transparente y fluida como el agua. Corre a gran velocidad junto a ti, mientras tú también te mueves, con gran urgencia, tratando de llegar a alguna parte. Tus botas pesan y tu cinturón lleno de objetos que hacen ruido provocan que esta carrera sea dificultosa.
Tienes que detenerte a tomar aire y tu compañero se detiene junto a ti. Su voz es un burbujeo constante. Parece preocupado aunque no entiendas bien lo que dices. Tomas aire con dificultad tratando de explicarle que te de un instante. Cuando parece que puedes continuar vuelves a reanudar el paso. Los árboles se suceden: enormes, grandes, retorcidos, cubriendo la bóveda del bosque de un tejido verde que apenas deja pasar la luz. El único brillo viene de la orilla y con cada paso la iluminación aumenta y aumenta. Pronto el cielo se abre, enceguecedor, para revelar un acantilado que se abre varios kilómetros hacia el sueño en el borde de aquella colina. Allí, a varios metros flotando en el aire, hay un globo rojo sin pasajeros que se pasea sin más. Su canasta es metálica y parece llena de luces y reflectores.
Tu compañero de fuga burbujea algo que parece una interrogación.
-Que poca confianza me tienes- respondes mientras buscas entre las cosas que cuelgan de tu cinturón algo. Atrás suenan pasos y murmullos. Encuentras lo que buscas y sonríes.
Extiendes la mano hacia el globo, y un grupo de las lámparas alineadas emite un destello multicolor, un arcoiris concentrado que toca el borde del abismo, semi-transparente. Sientes orgullo. El ser de agua duda.
-¿Eh? Vamos, vamos, sobre el puente- pero él se niega a subir. Suspiras algo irritado y sin más te lanzas. En lugar de caer, la luz del puente es sólida y te sostiene en el aire. Te giras socarrón. -¿Ves? Vamos, vamos- dices mientras reanudas la carrera hasta el globo, al tiempo que escuchas los pasos de tu compañero, como salpicaduras de charcos en un día de lluvia.
Cuando regresas, tu cabeza está apoyada en el regazo de Mrs. White, quien consiente tus cabellos, ella sentada sobre su cama y acostado sobre la misma. Toda la habitación parece iluminada por un arcoiris, proyectando cada color repetidamente sobre todos los objetos, menos sobre el rostro blanco de Lady Bán. La mujer te observa y sonríe. Está ella en todo su esplendor, su piel nívea, sus ojos de un tono que no puedes nombrar, sus labios rojos y su cabello más negro que la noche. Su tacto es reconfortante y su olor parece evocar todo lo silvestre del bosque. Es más hermosa que antes, o mejor dicho, con su otro aspecto ahora visible, puedes percibir toda su belleza.
-Mi amigo vendrá pronto- dice con su agradable y sonora voz, y parece satisfecha por algo. -Tu verdadera naturaleza ha salido a flote, cariño. ¿Quieres verte en un espejo? Eres un hermoso Nocker...- dice ella con ternura ofreciéndote un pequeño espejo que toma de su mesita de noche.
Los Nockers suelen tener rostros blancos y cabello blanco (sí, no muy diferente a Neakail), pero con algunas espirales. Su nariz tiende a enrojecer un poco y en general sus rasgos parecen algo más... abruptos, pueden ser intimidantes, o simplemente bellos de una forma diferente. Sus extremidades son algo más largas, sus manos tienen nudillos pronunciados y sus bocas tienen pequeños dientecillos filudos. Siéntete libre de añadir cosas al aspecto, y por supuesto, tienes la libertad de asignare la ropa quimérica que quieras. Puede ser una túnica griega que cambie de tonalidad en ciertos ángulos, un mono/mameluco de pintor lleno de manchas de pintura que cambien de color, un uniforme de aventurero con una hermosa capa en terciopelo, o cualquier cosa de aspecto mágico que prefieras y que responda a la imaginación y la comodidad de Neakail.
Dicho esto, tu aspecto no te choca, sino todo lo contrario. Parece tan natural como si siempre hubiese estado ahí. Aunque no entiendas la razón de ser del mismo, no es terrorífico u horrible, es más como descubrir que tenías un lunar o mirarte en el espejo y reconocerte, aunque sea la primera vez que lo hagas.
La imagen de la pequeña estatuilla de hielo materializándose sobre la palma de la mano de Mr, White, le maravilló hasta tal punto que olvidó todo lo demás. Abrió los ojos como platos y sus labios formaron una sorpresiva O.
Cogió sin pensarlo a la bailarina, consciente de que podría estar fría. Sin embargo, el contacto con el hielo le hizo dar un pequeño respingo, para después sonreir un poco y luego volver a hacer el intento de hacerse con ella.
Esta fría...- musita, sintiendo en su piel la ligera quemazón de una sensación gélida – Pero es muy bonita... Gracias... - mamá siempre decía que era de bien nacido ser agradecido. Que siempre, siempre, había que dar las gracias.
Sonreía, mirando con fijeza a la pequeña bailarina y... Vuelve a viajar a otro pasaje de vida pasada. Retorna de ese retazo de pasado bastante mejor que de otros, teniendo que mirar alrededor y ubicándose. Casa de Mrs. White, pequeña bailarina sobre la palma de su mano... antes. Ahora se encuentra con la cabeza apoyada en el regazo de aquella mujer. ¿Qué ha pasado? ¿En qué momento se ha movido? ¿Y la bailarina?
Está un poco perdido, pero el estallido de colores en que se había convertido el cuarto, el arcoíris y la bonita apariencia de Mrs. White acaparan toda atención.
- Ese arcoiris... - lo señala, esbozando de nuevo una O con los labios. Mrs. White también le abruma, pero hasta el punto que siente pudor de decirle nada.
¿Qué más daba su amigo ahora? No le dice tampoco respecto a eso. Pero si que se acercó al espejo mas cercano, tal y como le decía la mujer. En él encontró la sonrisa de un viejo conocido. Le recibieron rasgos que reconoció como propios. Era él, no le extrañó. Jamás se había visto de aquella forma, y eso que solía mirarse mucho en el espejo de casa. Pero ver lo que vio en aquel, le produjo cierta sensación cálida. Como volver a casa o encontrarse con un ser querido y extrañado, tras un larga ausencia.
El reflejo le devolvía la imagen de alguien algo más alto, de pelo un poco más largo y alborotado... De sus puntiagudas orejas pendían algún tipo de pendiente, que dejaba caer una cadenita hasta su lóbulo. La joya era dorada, pero sus destellos metálicos alternan de color, en sintonía con las proyecciones del arcoíris. Pero no se trata de un reflejo de lo que pasa en el resto del cuarto. Sino que son origen de dichas destellos por sí solos. Los zapatos, negros de piel, con una hebilla plateada, estaban salpicados con virutas de madera y restos de serrín. Lo mismo le pasaba a las medias blancas y al pantalón azul que vestía. Sobre la cintura, un cinto marrón se encuentra cargado de las pequeñas herramientas típicas de un carpintero. Las toca, sonriendo, con familiaridad. La camisa es blanca y sobre ella, luce un chaleco del mismo color que sus calzas. La diferencia, es que el chaleco está provisto de un brocado dorado. La fina tela dorada dibuja formas que fluctúan y ondean.
Cada una de las prendas emana una suave aroma a madera recién pulida. Tenue, agradable. Un perfume que recuerda a naturaleza y tiempos felices.
- Soy yo...- se sonríe al espejo.
Lady Bán sonríe. Sus lentes, ahora redondos y de marcos oscuros y brillantes enmarcan sus ojos penetrantes y hermosos. La mujer asiente afirmativamente -Así es, cariño- dice compartiendo aquel sentimiento cálido que te embarga. Toda la habitación brilla con tu ánimo, como si respondiese directamente a cada sensación a cada emoción.
Entonces, un melodioso "Ding dong" irrumpe aquel momento. Lady Bán se levanta con gracia y te mira. -Mi amigo ha llegado. Iré a recibirle y a tratar algunos asuntos con él, Neakail.- explica la mujer con suavidad. -Mientras tanto, eres libre de explorar mi casa si prefieres, o descansar si así te provoca. En cuánto termine de hablar con nuestro invitado, te presentaré a él. ¿Te parece?- dice mientras deposita un suave y cálido beso sobre tu frente. La mujer en todo su esplendor es encantadora, es como un sueño cálido de primavera, y su sola presencia parece llenar de luz propia el sitio en el que se encuentra. Tras esta breve despedida, abre la puerta y puedes escuchar sus pasos por el pasillo y luego por las escaleras.
En el cuarto te quedas sola. Un brillo suave sobre la cama refleja la escultura de la bailarina de hielo, intacta, sin haberse derretido ni un poco a pesar del tiempo que ha pasado, y todavía tan fría como cuando la recibiste de Lady Bán. Las luces de colores parecen responder a tus deseos de alguna manera, vibrando y agrandándose o reduciéndose con tu respiración. El sitio está lleno de magia, y ahora estás seguro que tú eres el origen de dicha magia.
El sonido de la puerta principal abriéndose llega a tus oídos. Luego una voz masculina, y la respuesta de tu anfitriona... todo sucediéndose en la planta baja.
Lady Bán no te llevará en principio hacia abajo, y como dijo eres libre de explorar la casa. Pero también puedes intentar espiar su conversación, sin necesidad de tirada ;).
No es hasta que repica el timbre, que enfoca su concentración en algo que sea él mismo. Pasa un buen rato ensimismado en su nueva apariencia, que a la vez siente tan longeva como la roca, la brisa que acaricia cuando caminas por la calle o el sol que lanza sus rayos desde lo más alto. Cuando Lady Ban besa su frente, él no puede hacer otra cosa que no sea devolverle el gesto en forma de sonrisa cálida. No tenía demasiadas razones para sonreír, sin embargo, le sale sólo. Como arrastrado por alguna clase de inercia.
La que también se hace llamar Mrs. White desaparecer, cruzando la puerta del cuarto y dejándole a solas. La casa le provoca curiosidad, toda ella. Parecía fuente continua de sorpresas y nuevas sensaciones. Seguro que sería como vivir una gran aventura. Lo sopesa, si. Si que podría pasear por aquella casa. Esa es su idea principal, aun cuando se está acercando a la cama para secuperar la figurita congelada de la bailarina...
Pero aquella voz... "El amigo" "la visita" "el invitado" se hacía tangible, ya no es solo algo de lo que Lady Ban habla. Está abajo, hablando con ella. Tratando asuntos... ¿Asuntos de Kithain?
Neakail se descubre caminando quedamente, saliendo del cuarto, con la figurita aún en la mano. Afilando el óido y agudizando el tímpano. Quizá aquel desconocido le causaba más curiosidad, por encima de la casa. ¿Sería también como ellos? Tenía que serlo...
Caminas sigilosamente hasta la escalera, mientras la sombra del paso de ambos te indica que se movieron hacia uno de los salones contiguos. Sus voces, si bien no fuertes, llegan hacia ti con más intensidad con cada paso que vas descendiendo.
-Milady, siento que no me habéis convocado sólo para protegeros a vos y al joven Kithain. ¿Puedo pediros que séais sincera conmigo?- pregunta la voz masculina, que habla con un tono suave y amable, casi generoso.
-Hay muy pocas cosas que no puedas pedirme, Orsi- es la voz de Lady Bán, suave, amable.
-Y sin embargo, hay cosas que no puedo pediros- replica el hombre casi inmediatamente. Hay un silencio absoluto.
-Mi querido Orsi, no es eso lo que quería decir...- responde ella dubitativa
-Milady, soy todo oídos- responde el llamado "Orsi" gentilmente.
-Orsi. Quiero que tú cuides del chico. Que te hagas cargo de él, que lo eduques...- pide la mujer. -... yo... yo no puedo encargarme. No más de unas noches... y está solo. Ha perdido a toda su familia, necesita a alguien que lo guíe-
-¿Me estáis pidiendo que tome a mi cargo a un joven Kithain? milady, veo en vuestros ojos que me pedís esto con reluctancia. ¿Cuál es la verdadera razón para esta petición?- y hay una pausa. Luego el hombre retoma -Ah, os recuerda a él-
En ese instante llegas al final de la escalera y te asomas. Allí en la sala están las dos figuras, una de pie junto a la otra. Lady Bán, Mrs White, esplendorosa, alta y espigada, con su piel nívea y su aire de majestuosidad. Y frente a ella, hay un hombre que tendrá la mitad de su estatura, de contextura gruesa, pies robustos y con botas, con una capa azul y un atuendo que más evoca al de un mosquetero, usando una camisa de época de varios botones y un cinturón del que puedes ver la vaina de una espada y la empuñadura de la misma sobresaliendo como una media esfera plateada. Sus manos están cubiertas con guantes, y en una de ellas sostiene un enorme sombrero que cuelga de lado. Su rostro es ovalado, tiene una nariz redonda y roja, unos ojos pequeños pero inteligentes y un par de cejas que parecen crecer verticalmente. Una barba y bigote oscuros rodean su boca, y varios rizos caen de su cabeza, a pesar de dejar un espacio más allá de su frente. Sus orejas son puntiagudas y su rostro parece conmovido de alguna manera.
-No hay nada que no hiciera por vos, milady- dice finalmente él, mientras toma la mano de Lady Bán y le deposita un suave beso en ella. -Si es lo que déseais, entonces seré el guardián del joven Kithain.
-Gracias Orsi.... yo... el conde... el conde no aprobaría esto. Ya sabes lo que piensa de los otros linajes- responde la mujer, sus mejillas van tomando un color rosáceo.
-Milady, si os lo pidiera de nuevo, ¿aceptaríais venir conmigo? El Ensueño es más grande que todos los recursos y la inventiva del conde- dice finalmente el otro. La mujer calla, y observa con tristeza, evadiendo la mirada.
-Mi querido Guillaume, si mi corazón fuese mío para obsequiar, te lo habría dado cada vez que me haces la misma pregunta...- responde ella finalmente. El otro, Guillaume, asiente. La mujer parece a punto de hablar, pero este la detiene.
-Creo que no estamos solos ya- dice mientras sonríe y mira hacia la puerta. Aunque te escondes, sabes que te han visto. -Pequeño, salid de vuestro escondite de una buena vez. Es una descortesía husmear en las conversaciones ajenas... y no ofrecer nada para beber- dice el hombre, y sus palabras distan de ser duras o parecer una reprimenda.
-Neakail. Ven, cariño. Tengo que presentarte a alguien- añade Lady Bán con dulzura.
Tampoco quería ser visto de una forma tan descarada, pero le vieron. La curiosidad le pudo y sus pasos le llevaron a donde podía ver y oír más claramente al invitado... Pero también donde su presencia era más que evidente. Quizá, el hecho de las luces que brillaban a su son era otro motivo que le delataba. Pero Neakail tampoco estaba pensando en eso.
Se dejó atrapar en una red de curiosidad. Todo lo que estaba pasando a su alrededor le llamaba la atención. La conversación entre ambos... La apariencia de aquel individuo... Pero sobre todas las cosas... ¿Mrs White no quería cuidarle? ¿a quién le recordaba? Sitió cierta punzada de tristeza. No tendría por qué, pues apenas conocía a Lady Ban de escasas horas. Pero la paz y calidez que ella le inspiraba, habían hecho que ese corto lapso de tiempo fuera más que suficiente para que tuviera cosas muy claras.
- No voy a irme con él... - le señala con el dedo, con un gesto dolido, sin acercarse a los susodichos. Bien claro estaba que Orsi no tenía la culpa de los sentimientos que recorrian a Neakail en este momento. Él estaba alli porque Lady Ban le había llamado y estaba dispuesto a llevar a cabo la petición. Pero el niño se sentía mal, y para él ambos dos eran igual de culpables. Se sentía abandonado de nuevo, por segunda vez en el mismo día. - Quiero ir a casa de Beverly... - hace un puchero.
Beverly, su amiga, que junto a Mohammed no tardarían en preguntarse donde había acabado su amigo. Y eso le hizo pensar en otras cosas relacionadas ¿Que pasaría con el cole?
El hombre se quedó allí, sonriente. Lady Bán fue quien se acercó con rapidez, con su caminar grácil, que la hacía parecer flotando lentamente, y se arrodilla frente a ti para estar a tu altura. -Neakail, cariño. Escúchame- dice mientras te acaricia el cabello con lentitud, y te mira fijamente. -No irás a vivir con D'Orsigny, él te educará. Ahora que sabes que eres un Kithain... que sabes que eres un Hada, es importante que alguien te enseñe nuestras tradiciones, nuestra historia, y te ayude a explorar tus capacidades. D'Orsigny es el mejor espadachín de todas las islas británicas- el hombre musita un "por favor", negando con la cabeza. -Y es el Kithain más noble que conozco jamás. No dejaría tu educación en sus manos si no confiase total y absolutamente en él- y el otro se sonroja.
Luego ella toma tu mejilla con suavidad. -Pero cariño, no te irás a vivir con él. Y me temo que tampoco puedes vivir conmigo- sus ojos, sus hermosos ojos se humedecieron con lágrimas, mientras que D'Orsigny tomó una actitud seria. -Mi trabajo no me lo permite y mis obligaciones me lo impiden. Neakail, escúchame. Haré lo posible por que vayas a vivir con buenas personas, personas que te cuiden y te acompañen. Personas que entiendan lo especial que eres y te den mucho cariño. Y te prometo, por el, por la luna y por mi linaje, y por Daireann, que te visitaré siempre que pueda. Por favor, necesito que lo entiendas- dice mientras de repente te abraza con fuerza. Su respiración se entrecorta un poco y tu espalda siente un par de lágrimas que nacen de sus ojos. Luego se separa. -Dale una oportunidad a Orsi. Por mí- dice mientras voltea a mirar al espadachin.
Entonces, él se acerca, hasta quedar frente a ti. Se pone el sombrero, que tiene una enorme pluma colorida y sonríe, para quitárselo de nuevo y hacer una gran reverencia. -Maese Neakail, permitidme que me presente. Puede que las circunstancias de nuestro primer encuentro sean incómodas, pero no juzquéis mis intenciones ni las de Lady Bán usando mi imprudencia. Os lo aseguro, por el aprecio que tengo a milady, que no pretende más que vuestro bienestar, y por lo tanto, vuestro bienestar me concierne también- dice con su venia para levantarse luego y sonreír amistosamente. -Así que mi espada está a vuestro servicio, y si me lo permitís, sería un honor serviros como mentor durante el tiempo que dictan las antiguas tradiciones de las Hadas. Un año y un día- explica él. Habla de forma florida y algo arcaica, y aunque parece extraño, no es del todo incomprensible. Sus palabras son amables, y su respeto evidente. No está rodeado de la misma majestuosidad que Lady Bán, ni parece tan hermoso, sin embargo hay algo definitivamente mágico en él.
-¿Qué decís?- pregunta D'Orsigny, atento a tu respuesta y sonriendo, sin apresurarte.
El resto de la tarde transcurre entre los mimos de Lady Bán y las historias de su invitado, quien narra aventuras increíbles en contra de dragones y villanos, recreando las batallas con su espada en el salón, entre las risas de la anfitriona y algunas preguntas de la misma. La cena consiste en trozos de pavo y frutas, con algo de zumo, y al final, el cansancio comienza a hacer mella en ti. Lady Bán te lleva a su cama y se queda contigo, contando otras historias, de princesas y caballeros, con menos acción y más poemas y canciones, hasta que el sueño te vence finalmente. Esa noche, sueñas con toda clase de cosas, con las aventuras que narra D'Orsigny, con lugares y paisajes desconocidos, imbuidos de magia, con tu madre, acompañándote de la mano a través de un sendero boscoso y con quienes aparecieron en tus recuerdos.
A la mañana siguiente, la presencia de Lady Bán te despierta. Y aunque temías que todo fuese un sueño, ella está allí, con su elegancia, sonriendo, mientras te invita a tomar el desayuno. En aquel momento no lo sabías, pero aquella fue tu primera noche como Kithain, habiendo descubierto tu naturaleza feérica, y el comienzo de tus aventuras...
Este es mi último post, así que puedes cerrar con un post con los detalles que quieras. Idealmente, la idea es que Neakail acepte eventualmente a D'Orsigny como mentor (puedes negarte en la pregunta en la escena, pero entonces procura añadir como se convence).
Y con esto, pasamos a la construcción del personaje unos años más tarde.
Trató de ser consecuente con lo que sentía por dentro. En el fondo se sentía dolido... Por alguna razón quizá se había hecho esperanzas que nunca estuvieron ahí. Que por alguna razón, su mente había dado por hecho de que su nuevo hogar sería ese. Por que lo que sentía con Lady Ban, era lo más parecido a la compañía de un ser querido que había experimentado desde que su madre ya no estaba.
Y por todo eso, quería se consecuente. Quería poder mirarla serio, patalear, montar una rabieta. Pero el abrazo, sus lágrimas derramándose por la espalda... Eso le acabó conmoviendo. Por mucho que le hablara bien del tal Orsi, eso no iba a hacer que le pareciera mejor estar con él. Para Neakail, las bondades de aquel personaje no importaban nada, al menos por el momento. Pero lo haría por ella... Porque no quería verla tan triste, eso le rompía por dentro. Como lo hubiera hecho ver así de entristecida a su madre.
La presentación de D'Orsigny viene después y el niño tiene que hacer un verdadero esfuerzo por escucharle. Porque algunas lagrimas ya está corriendo por su mejilla y se siente mal. Su mente infantil no sabe muy bien como manejar aquello. Desconoce como administrar el dolor.
- Vale...- dice quedamente, mirando al suelo y sorbiéndose los mocos. Accediendo así a ser tomado como pupilo por aquel hombre.
Y con la bipolaridad característica de la infancia, lo que empieza mal... termina bien. Las atenciones de Lady Ban, las historias de su invitado que en no pocas ocasiones le han absorbido... Hasta el punto de pedirle escuchar una adicional. La bonita risa de la mujer que le daba cobijo por esa noche... Es un computo de cosas que hacen que las horas vuelen para el niño, como si de un pestañeo se tratase. Cierra los ojos y los vuelve a abrir, encontrándose dormitando en la cama, muy cansado. Sintiendo los acontecimientos del día como hechos lejanos pasado en otra vida. Simplemente dejándose abrazar por la alegría momentánea que le inspiran los sueños que por la noche le visitan. Volviendo a sentir el cálido tacto de la mano de su madre, mientras disfruta de su compañía de nuevo. Viéndose como protagonistas de las aventuras de D'Orsigny, viviendo cada una de las cosas que en ella relató...
Para ver un nuevo sol, a la mañana siguiente, comprobando que nada de lo vivido el día anterior había sido soñado. Hechos tristes y felices se unen, formando un almizcle que aún le cuesta digerir... pero con la certeza de que todo iría mejor. Mamá seguro que seguía en alguna parte, acompañándole.