Partida Rol por web

Entre el arco del encapuchado y mi pistola logramos librarnos de tres de aquellos cinco matones, que terminaron cayendo de la estructura, pero aquello no era suficiente. Además, uno de ellos había caído sobre una torre de palés que terminó desperdigándose, con el consecuente ruido que ello generaba.

Junto a ello escuchamos dos disparos, a los que en un primer momento no di importancia. Entonces alguien desde abajo pedía que iluminaran la zona en la que nos encontrábamos, y en seguida varios matones se dispersaron en busca de algo que lo posibilitara.

Mierda, mierda, mierda...

La mención a querer averiguar qué eran esos tiros de la zona este llamó mi atención, pues aquello indicaba que se trataba de algo que no estaba bajo su control, lo cual podía suponer algo a nuestro favor.

Ojalá fuera así, pues comenzábamos a estar rodeados, y salir de aquella ilesos no iba a resultar nada sencillo.

A Montaraz aún le queda una sorpresa más que deparar a los matones, antes de moverse. Con exagerada rapidez, extrae una nueva flecha de su carcaj y dispara, acertando en la pierna a otro de los matones. Éste pierde el pie, desequilibrándose y cayendo también de la plataforma de vigas de la estructura del techo, con un sonoro grito, tanto de dolor como de terror por lo que le espera al llegar al suelo. Y es que su parte superior impacta con la última altura de una torre de almacenaje, continuando su caída hasta impactar contra el suelo en una posición imposible.

Mientras tanto, Misery trata de moverse, pero su pie resbala en lo que parece ser algún tipo de mancha de grasa. Trata de sujetarse a las vigas diagonales que hay a ambos lados, para equilibrarse, pero no las alcanza. Por un instante, ve el suelo a lo lejos ir en su busca, con tan funesto destino como los matones que han caído. Un desastroso final, no sólo por ella sino por todo de lo que ella es responsable. La imagen de Lis pasa por su cabeza, durante un parpadeo. Sin embargo, sin saber exactamente cómo, la justiciera logra alargar una mano lo suficiente como para sujetarse precariamente a la propia viga que estaba pisando, y sostenerse de ella, quedando colgada de esa mano.

La mano con que sostenía la pistola, que cae al almacén.

El matón que queda se ve sorprendido por la rapidez con que los justicieros actúan. En un instante está allí, rodeado de compinches bien armados, sintiéndose seguro en medio del grupo, y apenas en un pestañeo ve cómo sus compañeros se precipitan hacia el almacén. Completamente acojonado, alza su pistola, una automática compacta de color negro, y dispara hasta dos veces en dirección al arquero, mientras debajo de su máscara grita desesperado. Ambos tiros impactan en el pecho del justiciero, que se ve impulsado hacia atrás con cierto dolor. Sin embargo, el chaleco que lleva bajo las ropas absorbe los impactos evitando que esas balas atraviesen su cuerpo. Por fortuna, pues de haber sido de otra manera, tal vez no lo habría contado.

Recibo dos disparos, por suerte el chaleco detiene las balas pero noto el dolor de cada golpe...y ¡joder duele mucho! Por suerte aguanto el tipo y evito caerme de las alturas. Noto como la adrenalina fluye y en un segundo cargo mi arco y disparo contra el mal nacido que me acaba de disparar. 

Por si fuera poco vuelvo a cargarlo tras el primer saetazo y disparo de nuevo al hijo de puta. Dos disparos, dos flechazos. La ira me consume por segundos pero tras ver como las dos van dirigidas a él me relajo.

- ¡Muérete hijo de puta! 

Luego me giro y le digo a la pelirroja:

- Rescatemos a la niña...y salgamos de aquí. Tendré que ponerme hielo al llegar a casa...esto duele de cojones...

Y en el peor momento, me resbalé.

En realidad, podía haber sido peor, pues tras intentar agarrarme a las vigas diagonales dejé de tener cualquier tipo de superficie bajo mis pies. Por un instante, parecía haber llegado el final, un final que mi hija no se merecía. Aun consiguiendo ser liberada por el encapuchado, le costaría mucho superar el perder a sus dos padres.

No sé cómo, alcancé agarrarme a aquella viga, perdiendo la pistola en el proceso; mientras el arquero volvía a disparar a aquellos tipos. Tuve la suerte de que el que quedó en pie se entretuviera con él, batiéndose ambos en duelo mientras yo terminaba de aferrarme a aquella viga y me balanceaba para sujetarme a ella también con mis piernas; terminando por volver a encaramarme a aquel lugar.

Terminaba de erguirme cuando el encapuchado me habló.

- Seguimos vivos, que es lo importante. - comenté con premura, tratando de mostrarme más dura de lo que era en realidad, y es que continuaba algo asustaba por haber estado a punto de caerme. - Deja las quejas para luego y démonos prisa. Si todo sale bien, tendrás todo el hielo que quieras, como si tengo que traértelo del mismísimo Polo Norte. - añadí mientras volvía a ponerme en marcha.

El último de aquellos matones se precipita al vacío como los demás, no sin antes dejar un pequeño recado a Montaraz, del que Misery también puede dar buena cuenta. Esa gente no se anda con chiquitas. Puede que no sean especialmente buenos, que no se trate de auténticos profesionales bien entrenados, pero están bien armados y no tienen nada que perder.

Misery logra ascender de nuevo a la precaria pasarela que supone el conjunto de vigas metálicas ancladas al techo. Sólo ha sido un aviso, un primer encuentro, pero ambos son conscientes de que no será el último. De hecho, eso no alcanza ni para un aperitivo. El almacén es enorme, y está plagado de ellos, por lo que llegar hasta la niña va a ser una ardua tarea.

Antes de que les de tiempo a moverse, una fuerte luz les sorprende, varias en realidad. Dos focos de grandes dimensiones, industriales y de alta potencia, iluminan dos puntos del techo. No coincide con su posición, pero la luz comienza a moverse, lentamente al principio pero ganando velocidad. Uno de los focos parece alejarse de ellos, pero el otro cada vez está más cerca. No tardará mucho en iluminarlos.

Hasta que la luz desaparece, con un fuerte sonido, un estallido de cristales rotos seguido de varios golpes más y un disparo. Después, se hace el silencio.

Pero el otro foco continúa iluminando el techo, moviéndose de un lado a otro, tratando de encontrar a los justicieros que se ocultan allí arriba. No tardará demasiado en dar con ellos. Y entonces, serán toda una diana.

El foco es una putada, ahora tendremos que esquivar la luz o destruir el foco y conseguir la oscuridad que necesitamos. Miro a la pelirroja y le digo:

- Vamos a tener que dividirnos...tú ve a salvar a la niña...yo seré el blanco móvil e intentaré atraer su atención y apagar ese foco...aunque si puedes destruirlo hazme ese favor...

Mientras camino alejándome un poco de la justiciera por las vigas para que no seamos un blanco demasiado fácil. Ahora hay que alejar al máximo de tipejos de la niña para que ella pueda rescatarla, tiene más munición que yo en sus pistolas y por lo tanto es más fácil que ella lo consiga.

Está claro, o al menos así lo ve Montaraz, que la mejor opción de que disponen es separarse. La división del trabajo ha obrado milagros en la evolución de la humanidad, y esta tarea no va a ser una excepción. El justiciero con aires medievales hace honor al espíritu de su alter ego, ofreciéndose a atraer la atención para dar una oportunidad a su improvisada compañera. Con ello, quizás, al menos uno de los dos tendrá una oportunidad de llegar hasta la niña.

Allí abajo, el foco continúa moviéndose, buscando sin rumbo por todo el techo del almacén. Parece de complicado manejo, y bastante lento, seguramente guiado por algún tipo de motor. Eso ayuda, sin duda. Lo que no lo hace es ver a un buen número de matones desplegándose por los pasillos del almacén, algunos incluso ascendiendo sobre las torres de almacenaje, apuntando al techo con sus armas sin un blanco claro. Aguardan, por supuesto, a que la luz les muestre a qué disparar.

¡Los de la entrada del portón tampoco contestan! -Grita alguien de pronto, con un marcado acento ruso- ¡Id a ver qué pasa allí!

Al momento, los justicieros pueden vislumbrar sombras que corren entre los pasillos, hacia uno de los laterales del almacén. Aunque en un primer momento puedan pensar que se dirigen a la entrada de aquella pasarela por la que han estado a punto de entrar, en seguida se percatan de que la dirección es bien distinta.

- Ve a por la niña...yo intentaré cargarme el foco y si no lo logro llamaré su atención al hacerlo. Me alejaré de ti lo máximo posible...muévete despacio y dame unos segundos para poder apuntar y disparar...en cuanto me dispare muévete rápido y baja por las escaleras...

Me alejo de la pelirroja lo máximo que puedo y luego me preparo para mi plan maestro: llamar su atención. Preparo una flecha y me dispongo a apuntar al foco y así llamar su atención en el momento que dispare. El disparo será difícil y no sé si lograré acertar. Intento poner una viga entre ellos y yo para poder apoyar el arco levemente y ganar firmeza al disparar, luego apuntaré hasta que pueda disparar y empezará la fiesta.

Tras el disparo veré las formas de bajar si las cosas se ponen feas de verdad, el garfio me puede sacar de un apuro y descender. La otra forma es ir por las escaleras pero sólo si ella está abajo y me da cobertura. Si no me convertiría en un patito de tiro para esos malnacidos. Tengo que intentar no ponérselo tan fácil.

Toda una misión suicida. Cada vez estaba más convencida que eso era en lo que me había metido, mas no me amedrenté por ello. Si era necesario para salvar a mi hija, estaba dispuesta a morir.

O a que a otros murieran.

Por ese motivo no me había cortado en atacar a los matones sin pensar en las consecuencias, y por ello también acepté la sugerencia del encapuchado de servir de blanco a pesar de que cada vez eran más los enemigos que se aglutinaban abajo; estando muy cerca de vernos con aquellos focos.

- He perdido la pistola, pero si tengo la oportunidad lo haré. - le dije al justiciero acerca de apagar el foco, escuchando después sus indicaciones acerca de cómo proceder.

Siguiendo estas, retomé el avance rumbo a las escaleras por la que los enmascarados habían ascendido, observando mientras me era posible lo que se cocía abajo. Además de la cantidad de matones que se disponían a disparar en cuanto lograran ver algo allí arriba, pude ver unas sombras entre los pasillos que no parecían dispuestas a unirse al resto de nuestros contrincantes, seguramente se tratara de los responsables de varias de las acciones paralelas a las nuestras que habíamos podido oír.

Acciones contra los terroristas.

Aquello me insufló algo de esperanza. Si el arquero o yo no lográbamos llegar hasta mi pequeña, puede que algún otro loco justiciero de Metro City consiguiera salvarla, aunque de momento parecían dirigirse en otra dirección; puede que ni siquiera supieran que allí retenían a la nieta de la comisario.

El plan está claro. Tanto, que por momentos puede parecer hasta sencillo. Pero nada más lejos de la realidad, pues con la cantidad de delincuentes que parece haber en la planta baja del almacén las cosas están realmente complicadas. Los dos justicieros separan sus caminos, preparándose para actuar. Según su propio plan, Montaraz atraerá la atención mientras Misery desciende por las escaleras para llegar abajo. Simple. Lo malo será cuando toda esa gente armada empiece a intuir hacia dónde disparar.

Pero la decisión está tomada. Misery se sitúa junto a la escalera, aguardando el momento adecuado. Montaraz toma posición sobre la estructura de metal, preparando y tensando su arco y tratando de calcular las diferentes variables de un tiro tan sumamente complicado. Un tiro tan difícil, que el propio justiciero trata de hacer memoria para saber si alguna vez ha logrado algo siquiera semejante.

La tensión va en aumento, mientras el arquero ajusta la flecha en su cuerda, pero al igual que ese arco, la tensión se libera súbitamente. la flecha surca el aire a través del almacén... para terminar clavándose en un panel de aglomerado apoyado en la pared, a más de dos metros del foco.

¡¿Qué cojones...?! ¡¡Una flecha!! -Grita alguien cerca de ese foco, que comienza a mover su luz en la dirección de la que ha venido la saeta.

Misery, consciente de que esa ha sido la señal, comienza a descender por la escalera todo lo velozmente que es capaz. Pronto se percata de que puede poner pies y manos a ambos lados de ésta y deslizarse por las barras, aumentando su velocidad. Montaraz, por su parte, prepara el garfio de su carcaj y se deja caer descolgándose mediante el cable del que dispone. Lo hace justo antes de que varios de los matones de abajo comiencen  disparar aleatoriamente hacia el techo, a la oscuridad, sin un blanco fijo. Sólo por probar suerte.

Es entonces, cuando el justiciero ha recorrido ya más de la mitad del camino hacia el suelo, cuando ve a uno de esos matones con la máscara amarilla y negra ascender sobre una de las torres de almacenaje y, al hacerlo, detectar su presencia descendiendo por el cable. Incorporándose, el tipo coge de su espalda lo que parece ser una escopeta que llevaba colgada con una cinta negra, y se dispone a disparar. Sin embargo, en ese momento algo aparece a su espalda, una especie de disco de gran tamaño que le golpea en la cabeza y rebota desapareciendo por detrás de la torre, antes incluso de que el matón caiga fulminado al suelo.

Tanto Montaraz como Misery alcanzan el suelo y tratan de ocultarse en el laberinto de torres de almacenaje, montañas de material almacenado, y maquinaria diversa. Ahora están separados, aunque saben dónde se encuentra su objetivo. La cuestión es cómo llegar hasta él.

Hasta ella, hasta la niña.

Me he librado de puto milagro... Pienso al ver como el matón que me tenía como una diana perfecta cae muerto tras recibir el ataque de un disco volador. La pelirroja se guardaba un as en la manga es lo primero que pienso aunque luego dándole vueltas creo que ella no ha podido ser, por lo que podría haber otro jugador más en activo. Pero si acaba con los malos de momento a mí no me importa. Llegado el momento lo averiguaremos, ahora lo importante es salvar a la niña y que vuelva con su familia.

Otro enmascarado que lanza discos voladores...y yo pensaba que era el raro por ir casi en leotardos tirando flechas a los enemigos...por suerte hay algunos más raros que yo...pero mientras sea efectivo y no me disparen perfecto. Vamos tener que montar un club de enmascarados...espero que no me toque llevar las pastas para el té...

En el suelo ya, descuelgo el gancho y lo recupero por si fuera necesario en otra ocasión. Ahora ya estoy listo para acabar con los que quedan, en el suelo no seré un blanco fácil y aún me quedan flechas para acabar con unos cuantos, y si me fallan tocará dejar hablar a mi espada.

Busco con la mirada a la pelirroja para acercarme  a ella y acompañarla en la misión. Alguien deberá proteger su espalda al igual que ella lo hará con la mía.