Al saltar hacia la parte trasera de la furgoneta pude escuchar cómo la moto en la que iba montada se estrellaba. Choqué con el cuerpo de Allan, aunque al menos no de lleno, y antes de ponerme en pie me centré en averiguar si seguía con vida, implorando entre murmullos que así fuera.
- Vamos, por favor, tiene que estar bien... Por favor… - murmuraba.
A pesar de los nervios, no me costó determinar que tenía pulso y que respiraba, dirigiéndome lo más rápido que pude a la parte delantera. Me abalancé sobre el asiento del conductor y mi pie derecho se dirigó raudo al pedal del freno, el cual pisé con todas mis fuerzas agarrada al volante.
Solté un fuerte suspiro al pararse la furgoneta, dándome cuenta de que habíamos estado a punto de ser arrollados en aquel cruce por un par de coches de policía. Mi ceño se frunció casi de inmediato, determinando que aquellos vehículos que llevaban incluso la sirena puesta no iban en la dirección que había indicado en mi llamada, sino justo en la contraria.
¿Irán hacia el hotel?
Abandoné el puesto del conductor y regresé a la parte trasera, donde para mi sorpresa y alegría mi protegido parecía estar recuperando la consciencia.
- ¿Allan? ¿Estás bien? – pregunté tirándome prácticamente a su lado, ayudándole a incorporarse. – Te llevaré a un hospital, yo tengo que encontrar a esos hijos de puta... – dije más clamada de lo que era de esperar, aunque con un tono que dejaba claras la rabia y la impotencia que sentía.
Lentamente voy tomando conciencia. Conciencia de mí mismo, y conciencia de dónde me encuentro. Son momentos de desorientación, y aunque he entrenado para superarlos, nada te prepara completamente. Sólo se logra atenuar ligeramente el proceso. Al abrir los ojos sólo atisbo formas y colores, luces y sombras, que no logro identificar. Cierro los ojos con fuerza, sintiendo un intenso dolor de cabeza que, a pesar de todo, sirve para traerme a la realidad.
¿Dónde estoy? ¿Qué ha pasado?
Poco a poco, la niebla se va disipando. Las formas, al abrir los ojos de nuevo, muestran el interior de la furgoneta, y con ello llega el recuerdo de ese matón con su brazo rodeando mi cuello.
Hmmmmf... -Me quejo, tratando de incorporarme, hasta que siento a alguien a mi lado. Estoy a punto de resistirme, cuando oigo su voz, la de Melissa Whedon. Me ha encontrado, y eso debería alegrarme, pero no lo hace. Tan sólo trae un recuerdo que me llena de impotencia- L-la niña... Estaba... -Mi mano se extiende hacia el frente, como si aún pudiera alcanzar a la pequeña, pero finalmente me llevo dos dedos hasta el tabique nasal, cerrando los ojos un instante- La tenía a mi alcance... -Me lamento, negando con la cabeza- No me vas a llevar a ninguna parte. Ya iré por mi cuenta, cogeré un taxi o algo así. -Rechazo así su ofrecimiento, terminando de incorporarme hasta dejarme caer fuera de la furgoneta. Necesito respirar, necesito caminar unos pasos, recuperar el control. Y sobre todo, pensar. Necesito pensar- Tú tienes cosas más importantes que hacer. Les oí decir que iban a los muelles, ahí llevan a tu hija. Tienes que buscar gente en la que puedas confiar... -Digo girándome hacia ella, con gesto serio, pasándome una mano por el pelo en un gesto de agobio- Mira cómo han actuado en el baile. Siento decirte ésto, pero no creo que hayan podido hacer algo así sin ayuda de dentro. No puedes simplemente dar aviso, Melissa, no sabes quién puede estar con ellos. Podrían avisarles. Tienes que... No sé, llamar a tu hermano, o a colegas en los que realmente confíes. -Le pido, desesperado, a pesar de que quisiera ofrecerle mi apoyo y ayuda. Pero no, ha llegado el momento de que me eché a un lado- Lo siento, debería haber hecho más. Supongo que estoy desentrenado...
Por eso necesito dejar de ser yo, y ser Armour.
Mientras Allan se recomponía, dio muestras de lo que lamentaba lo sucedido. Había estado muy cerca de mi hija, pero no había logrado salvarla, lo cual era normal al tratarse de él sólo contra varios terroristas. Rechazó que le llevara a ningún lado, incorporándose y bajando de la furgoneta.
Me erguí y también bajé de ella, quedándome en pie junto al vehículo mientras Allan caminaba cerca. Me dio entonces una valiosa información, que llevaban a mi hija a los muelles, tras lo que me advirtió de que debía buscar en quién confiar. Con gesto serio, puso de manifiesto cómo algo así no podía haber sido orquestado sin alguien dentro. Tenía razón, no bastaba con avisar a la policía, algo que ya había comprobado por mí misma, pero no es que tuviera mucha gente a la que acudir.
- Tienes razón… - suspiré, llena de impotencia, tratando de mantener la compostura como venía haciendo hasta el momento. - ¿Qué? No digas tonterías. – respondí cuando Allan se disculpó. – Has hecho mucho más que yo… Y te lo agradezco. Te pediría que me ayudaras… Pero no puedo hacer eso. – apreté mis labios. – Recupérate, espero que volvamos a vernos. – dije con pesadumbre, acercándome para darle un suave beso en la mejilla, tras lo que me dirigiría en busca de algún vehículo para llegar cuando antes a casa.
CALLES MOTORIZADAS DE METRO CITY
La persecución por las calles de la ciudad toca a su fin. Atrás quedan, tras de sí como un rastro inconfundible, enemigos abatidos, vehículos caídos, cristales, marcas de neumáticos en el asfalto. Pero también esperanzas de éxito, estrelladas contra la dura realidad de Metro City.
El Bien no acostumbra a ganar.
Dos héroes anónimos se separan, dos almas apaleadas por la corrupción y la delincuencia de la ciudad. Ambos necesitan hacer frente a sus desastres, a sus derrotas, y ambos llegan a la conclusión de que deben hacerlo por su cuenta y riesgo. El que más claro lo tiene es Allan, quien se ha convencido de que el camino solitario es la única vía posible, incluso a pesar de que sus acciones en solitario acaban de terminar en la más humillante derrota. Una derrota que podría volverse demasiado cara si a esa niña le pasara algo. La ha tenido tan cerca... Melissa, en cambio, no lo tiene tan claro. Lo que se juega es demasiado, y las palabras de Allan parecen hacer mella en su determinación, esa que la hiciera crear un alter ego para combatir la delincuencia de la ciudad por su cuenta. Tal vez, jugándose tanto, debiera pedir ayuda. No obstante, tampoco hay demasiada gente a quien pedirla... de quien pueda fiarse.
De ese modo, la agente de policía regresa sobre sus pasos, recuperando la motocicleta que tuviera que abandonar varias decenas de metros atrás para acceder a la furgoneta. Con el vehículo podrá acudir a su casa, equiparse, y desde allí contactar con quien pueda. Allan la observa alejarse, meditando la posibilidad de coger un taxi, pero finalmente decide montar en la propia furgoneta de los secuestradores, con la que acudirá a la mansión familiar sin llamar la atención.
La noche no ha terminado para ninguno de los dos...
Allan y Melissa cambian a nueva escena: 1 de Noviembre: Domingo por la noche; baile de máscaras