Eldar no dejaba de mirar la actuacion de Rainer, desde luego estaba siendo muy convincente, despues el clerigo se dirigio al grupo - Estoy con Rainer creo que deberiamos esperarlos y cogerlos con las manos en la masa. Es mas, creo que deberiamos planear una emboscada de la cual no puedan escapar, que deciis? - el elfo espuso su idea al grupo esperando a ver que le parecia a cada uno de ellos-
¡Y máscaras de rata! ¡Sí! ¡Llevaban máscaras de rata! Todo el mundo lleva máscara cuando se celebra el festival. Algunos incluso se las ponen los días anteriores. Las compran y las llevan puestas.
—Vaya... ¿Y esas máscaras son muy reales? —Pregunto al hombre. Puede que sea un paranoico, pero por preguntar— Es que recuerdo que cuando era joven, en mi pequeña aldea cercana a Altdorf gustábamos de disfrazarnos para cuando llegaban los carnavales. Eramos pocos, pero siempre montábamos unas buenas fiestas. Y claro, había un concurso de disfraces, en el que, al ganador; se le regalaban dos sacos de trigo y un gorrino. Por supuesto, era un buen premio, teniendo en cuenta que éramos bastante pobres. Tal vez, si las máscaras son buenas, podría volver allí y ganar ese concurso de una vez por todas. Será mejor que aquel año que le dimos el premio a un orco por error...
Muy reales. Las hace nuestro maestro marionetero, Jago Stamm. ¡Es un artista!
Me pregunto cómo hizo el orco para recoger el premio sin partirle la cabeza a alguno...XD
—Vaya, qué curioso... ¿Dónde podemos encontrar a ese hombre, buen señor?
Evidentemente, era un orco ebrio y con la cabeza medio abierta por un hacha (aún conservaba el hacha ahí) lo que le hizo ganar el concurso. ¡No hay otra explicación lógica!
El hombre se relajó. Al parecer aquellos hombre que habían entrado en su imprenta estaban más interesados en los autores del panfleto que en su impresor. Les dio los datos que querían, una dirección de la ciudad, al pie de la colina, algunas calles más arriba.
—Bueno, parece que eso es todo —comento al hombre—. Pero, para evitar problemas, nosotros no hemos estado aquí, ¿comprende? Ninguno de los dos queremos que nuestro amigo el sacerdote se enfade, ¿verdad? —termino de decir al hombre con una sonrisa—. Que tenga un buen día, y recuerde esto último...
Dicho esto, me despido del hombre manteniendo la sonrisa. Cuando se haya ido, miro al resto del grupo. Tenemos una nueva dirección a la que ir. Parece que ese será nuestro siguiente paso, así que toca moverse. Además, unas máscaras no nos vendrán mal.
He vuelto, como casi diseñador a falta de las prácticas. Ya soy libre y estoy al 100%
Hugo dejó el manojo de papeles en su sitio y se encaminó hacia la puerta mientras le guiñaba un ojo al dependiente, y se acercaba un dedo a los labios en señal de silencio.
-Ssssh... ya sabe. Le dijo al nervioso hombre. Es mejor tener al clero tranquilo.
Una vez en la calle, habló para sus compañeros mientras echaban a andar hacia la dirección indicada por el dependiente.
-¿Cómo lo véis? Todo esto me da un muy mal presentimiento, y eso de las máscaras de rata tan reales, me pone los pelos de los pies de punta. No se vosotros, pero yo estoy completamente convencido de que vamos a volver a tener que lidiar con las mostruorratas, y no me hace ni pizca de gracia... Solo espero que me esté equivocando y que en nuestra siguiente parada encontremos al que buscamos, por que cada vez estoy más intranquilo con este asunto.
Encontrar el taller de marionetas fue muy sencillo, por si las explicaciones del temeroso impresor no fueran suficientes la ancha calle dejaba ver el taller. Un edificio de vivos colores con un tejado que decoraba una gigantesca marioneta de un enano ebrio. En un banco de piedra, junto a la entrada, estaban sentadas tres ancianas (una de ellas echaba una cabezada en la sombra) que se protegían del sol y charlaban, seguramente cotilleaban, sobre todo el que pasaba frente a ellas. Los miembros de la Compañía de la Alcachofa Suprema no fueron una excepción.
Mira, Anne, gente de ciudad. Seguro que vienen por algún impuesto absurdo...
El soleado paseo hasta el taller de marionetas le resultó de lo más agradable a Hugo, que por una vez dejó que la conversación hasta el comercio siguiera su camino sin desviarlo al para él, interesante mundo gastronómico que únicamente parecía atraer el interés de sus compañeros cuando habían alcachofas de por medio.
La Compañía de la Alcachofa Suprema fue abordada por el curioso interés de dos de las ancianas sentadas en el banco de la calle por la que se acercaban al taller, Hugo no pudo evitar responder a la que había hablado en el momento en el que pasaban frente a ellas.
-No señora, más quisieramos estar bajo la seguridad de los estamentos Imperiales ejerciendo de sacacuartos para su majestad imperial humana... Le dijo a la anciana. Venimos buscando el taller del marionetero Jago Stamm... ¿Es aquel de allí? Preguntó señalando al local que parecía ser el que buscaban.
De momento, no me pareció oportuno meter baza en la conversación. A ver como se desenvolvía el halfing. Si la gente empezaba a hacer preguntas raras, tal vez fuese el momento de decir que éramos los representantes de un circo, y que estábamos viendo si habría público en este lugar para traer nuestras atracciones, como el orco rosado, el niño ogro de las montañas o la enana sin barba.
Pero de momento, a ver que ocurría.
Motivo: Empatía
Tirada: 1d100
Resultado: 57