Partida Rol por web

Antes de salir, Facu toma un termo de su equipo de mate y se lo tiende a Javier - Podréis llenarlo de agua caliente? -pregunta educado - Será una tarde larga y unos amargos nos vendrán bien - aclara sin tener ni idea si el camarero sabrá de que esta hablando

- Bueno... sería interesante que Javier convenza a su primo - comenta Facundo una vez que están en el exterior - Un testigo presencial, no se si encontraremos muchos -

Tras acomodarse la mochila a la espalda, simplemente colgándola de uno de sus hombros, continúa - Bueno, entonces vamos para allá. Veamos con que nos encontramos y nos ponemos trabajar.- Pese a sus palabras se queda quieto en el lugar, esperando que Ernesto de la orden de marcha - Y estate tranquilo, los mates son para después, cuando tengamos en claro con que nos encontraremos y nos hagamos un rato para organizarnos las ideas - aclara esperando que ese momento realmente exista.

Con una sonrisa de que el mundo se va a acabar y me importa poco en el rostro luego de comer... una ves afuera, recuerda algo y vuelve corriendo dentro del hostal, luego de un rato sale nuevamente con una cámara de fotos colgada en su cuello
-Vamos tan solo a tantear el terreno verdad?

- Yo te diría que también te cargues la cámara de video, Diego - Ernesto apunta con la mirada a la cámara de fotos que el otro trae colgando, como si no terminara de convencerle - Vamos a tantear el terreno, pero vos sabés cómo son estas cosas. Quizás damos justo con alguien que tiene algo muy relevante para decir, y lo perdemos porque no tenemos cómo grabarlo. Vos vas con esa: pero a la otra la montamos en la camioneta, y cualquier cosa, la tenemos a mano.

Hace una pausa. Se queda mirando a Diego, aunque por la forma en la que lo hace, es notorio que no le mira si no que sus ojos están pasando a través, a un punto más allá de toda materialidad. Con la vista todavía clavada en algún lugar del pecho del camarógrafo, Ernesto frunce levemente el ceño y vuelve a hablar:

- También llevate tus aparatos, František. Raúl, si algo es pesado, ayudale así los traemos. Necesitamos que desde ahora mismo empieces a investigar la casa y alrededores, así no se nos pierde nada, o se nos pierde lo menos posible.

Dicho esto, Ernesto se da vuelta para mirar a Facundo.

- Sí, los mates los reservamos para después, a menos que quieras ir buscando a la gente con el termo en la mano - el tono de Ernesto no deja entrever si fue un intento de chiste muy malo, un poco de cinismo desapasionado, o simplemente una observación lógica sobre la situación - Si todo sale bien, en un par de horas vamos a estar con las cosas bastante resueltas, decidiendo cuál de los planos te hace mejor presencia.

Abre su bolso y mete la mano. Por tacto, empieza a revisar que no se haya olvidado de nada, mientras mira a los demás esperando que se pongan a trabajar. El sol le pega en la cara haciéndole tener que cerrar los ojos sensibles, y tapárselos con una mano.

- Espero que todo esté hecho en diez minutos, así nos vamos de una vez.

La mirada penetrante de Ernesto no puede evitar que Diego tome la cámara y le haga una rápida foto, con apenas ajustar el foco de la cámara
-Fantástico... que personaje peculiar que eres Ernesto
Mientras vuelve al hostal y a los tantos minutos sale de el, con la cámara de hombro colgada de su mano derecha y en el hombro izquierdo una mochila con baterías y accesorios de la cámara de vídeo

Facu asiente con la cabeza mientras expresa - Perfecto - sin demostrar si el comentario de Ernesto lo ha afectado de alguna manera

Con calma se acomoda la chaqueta y se pasa los dedos por el cabello, verificando que el mismo se encuentre en posición, antes de caminar, despacio y dándole tiempo al resto para que haga sus tareas, hacia la camioneta. Allí se detiene al lado de la puerta trasera - Cuando quieras nos vamos acomodando - comenta dando por supuesto que el redactor ocupará, nuevamente, el asiento del acompañante y que esta vez el chofer será Raul.

-Podremos calentárselo.- responde Javier a la petición de Facundo, con cierto tono de chanza, como si se riera de la expresión del locutor. En cualquier caso, cumple con lo pedido y al rato estáis listos para salir de allí. Debéis ventilar un poco la furgontea, ya que se ha calentado al sol y estar dentro de ella es como cocerse a fuego lento.

La mirada de Ernesto sobre Diego le hace evidente que no se considera un personaje, pero que no va a dudar en responderle una frase de película si le llega a seguir jodiendo con la cámara. Al verlo irse, abre las puertas de la camioneta, mete la cabeza, y la saca inmediatamente.

- Vamos a tener que esperar un poco. No se puede estar ahí adentro.

Hace una mueca de asentimiento cuando Facundo le habla. Saca un par de hojas y se pone a revisar algo, mientras espera que el resto se mueva para ultimar los detalles. Cuando Diego vuelve, levanta la mirada con aprobación, y le hace un gesto con la cabeza señalando al interior del vehículo.

- Acomodalo, pero no te metas todavía. Es un infierno. Para cuando traigan las otras cosas, ya va a estar bien.

Espera a que el parapsicólogo y el asistente cumplan con lo ordenado. Sólo ahí, y tras echar una mirada indescifrable en dirección a Camestres, además de recordar a todos que espera que hayan agarrado todo, se sube del lado del conductor y va a poner en marcha la combi. Hace una seña a quien se le haya sentado al lado sobre que se fije en los mapas por dónde salir, mientras empuña el volante y se dirige adonde, cree, está la conexión a la carretera comarcal.

- Fijate dónde está la dirección de la casa - le dice, casi inmediatamente, a quien está al lado suyo. Sin mover los ojos del frente, saca del bolsillo de su camisa un papel doblado y se lo da - Así vamos directo para allá, y después damos unas vueltas.

Una vez enfriada la furgoneta, subís y arrancáis, saliendo, según las indicaciones del mapa, hacia una calle principal que tras pasar junto a algunos chalets os lleva hasta el centro médico. Desde allí, bajáis por una calle arbolada que pasa junto a una ermita y el cuartel de la Guardia Civil, que está justo en la rotonda donde giráis a la izquierda, para entrar en la carretera que sale del pueblo.

Así, enfiláis recto por ua carretera comarcal que se estrecha varias veces, sea para pasar bajo una autopista o para pasar por un puente sobre un río o sobre otra autopista. La carretera está en buen estado, pero es estrecha y en invierno las heladas deben suponer un peligro.

En un momento dado, tras pasar junto a una yeguada, la carretera se divide, llendo a la izquierda hacia Segovia y Prados y a la derecha hacia la Estación de El Espinar. Cogéis esta segunda ruta que tras pasar junto a una depuradora de aguas ya enfila directa hacia otra de esas entradas arboladas tan populares en esta zona que entra en el pueblo. Este pueblo o barrio, la Estación, es más pequeño que el propio Espinar. Tras de unas casas dispersas y una casa rural en alquiler, llegáis a la estación de tren que da nombre al nucleo urbano. A la derecha veis una construcción en ruinas que debe ser una antigua fábrica, lo que deducís por la enorme chimenea que la adorna en la que aparece la fecha de su construcción: 1901.

Girando allí a la derecha, el conductor indica que ya sólo os faltan un centenar de metros. En efecto, en seguida veis cuatro casas juntas, en hilera, cada una de ellas separada por vallas de alambre y setos de las otras. Una de esas cuatro ha de ser la que buscáis. Un lado de la carretera está ocupado por un arcén de tierra donde aparcáis la combi. Al otro lado están las vías del tren y al otro lado de estas un descampado bien ancho al otro lado del cual ya se ve el grueso del pueblo. Estas casas conforman en sí mismas una urbanización aislada y tranquila dentro del propio pueblo.

Facundo toma las notas que le da Ernesto y se acomoda en el asiento del acompañante - Bien, por aquí... a la izquierda... sigue por el camino... ahora a la derecha... nuevamente a la derecha... supongo que es allí - finaliza sus indicaciones cuando llegan al pequeño grupo de casas

Apenas llegar, el locutor desciende del vehículo, dejando su equipo de mate en el asiento y cargando su mochila con tranquilidad. Curioso observa a su alrededor, intentando ver si hay gente mientras se acomoda la mochila en su hombro izquierdo - Supongo que es aquí... lo que está claro es que estamos en la mitad del campo - agrega demostrando con su tono que el lugar no es lo que esperaba - Cual de las cuatro será la del recital - se pregunta a si mismo, mientras mira las cuatro casas, sin preocuparse por que sus compañeros lo escuchen - supongo que debemos empezar por allí -

El lugar está muy tranquilo. No se ve gente más que el par de ancianas que os habéis cruzado antes, que vienen en vuestra dirección, allá a lo lejos. Sin embargo, mirando las casas de una en una, veis que la primera está cerrada a cal y canto, que la segunda parece estar siendo reformada en profundidad y por tanto inhabitable, la tercera tiene las contraventanas cerradas pero la puerta principal está abierta y la cuarta parece tan cerrada como la primera. En ninguna de ellas hay gente en el amplio jardín que las rodea.

Lo único que habla por Ernesto durante el viaje es la velocidad a la que maneja. Va casi todo el camino a unos kilómetros menos del límite de velocidad, sin inmutarse por nada de lo que pasa o dicen a su alrededor. Sigue las instrucciones de Facundo de forma mecánica, con tal concentración en su tarea que parece haberse ido de aquel lugar. Sólo quien lo conociera, sabría lo que piensa, mientras aprieta el acelerador luego de bajar la velocidad en una parte estrecha de la carretera.

Lo que me hace acordar esto a cuando viajábamos con los dos cuando eran chicos, y la tenía todo el tiempo parloteando al lado mío... Y ahora es como si tuviera tres hijos y un abuelo. Bueno, al menos no hablan tanto.

- Diego, si tenés un buen plano, documentalo. Quizás después lo necesitemos para una introducción, o algo así.

Va escrutando con los ojos el paisaje, hasta que las instrucciones llegan a su fin. Estaciona la combi con tres movimientos, lo que habla de su experiencia al volante y la rapidez con la que quiere empezar a trabajar. Se baja del vehículo estirando las piernas, y entonces, pone su atención en la hilera de casas. Las observa largamente, buscando detalles o indicios, y mira a Facundo.

- Seguramente la tercera. Pero vayamos en orden. Yo diría de empezar por la primera, para ambientar - mira a los demás - ¿Están todos? ¿Estamos todos? ¿Tenemos todo? - tantea, de forma inconsciente, su propio bolso - Bueno, acerquémonos. Posiblemente nos tengamos que separar por unos minutos.

Ernesto enfila a la primera casa.

La primera casa tiene dos puertas, una para peatones y la lateral para los autos. Esta da a una cochera creada en el sótano bajo la casa. Todas las contraventanas de madera están cerradas. Las puertas de reja metálica de ambas entradas están cerradas por una cadena con candado, ppor lo que la única forma de entrar al jardín sería trepando. El edificio tiene una terraza con entrada a la casa detrás y una entrada principal delante. En esta se ve un cartel que reza: "Cuarto menguante".

Cerca de esta casa hay un camino de arena paralelo a la carretera que parece llevar a la estación de tren. También hay abundantes matorrales de zarza, en los que pronto saldrán dulces moras con las que hacer mermelada.

- Pues parece que deberemos ir directamente a la tercera - contesta Facundo al darse cuenta de que la primera está cerrada - Es más, dejenme adivinar... se llamará "cuarto creciente", jaja -

Con su mochila al hombro, repentinamente se da cuenta que su vestimenta no es la más adecuada para el lugar, pero se encoje de hombros Solo espero que no haya barro se dice a si mismo mientras se dirige a la segunda casa, con ánimo de descartarla tan rápido como a la primera y así poderse dedicar a la que aparentemente es su objetivo.

Camestres se había dirigido a uno de los asientos traseros del auto y se había acomodado en él con total naturalidad. Estaba tranquilo, como si no existiera duda alguna de que ese era su lugar en el mundo. Tan solo se sentó y esperó paciente que el automóvil arrancara. Si algún otro tipo de responsabilidad pasaba en ese momento por su cabeza, sencillamente no dio ninguna muestra de ello.

Durante el viaje, observó detenidamente las edificaciones que iban dejando atrás, preguntándose si podría repetir el trayecto de memoria. Concluyó que las probabilidades eran muy escasas, por no decir nulas. Finalmente, descendió junto con los demás y se acercó a las rejas cerradas con candados. Observó por unos momentos las cerraduras, preguntándose si podría recordarlas. Esta vez, consideró que sus probabilidades no serían tan escasas.

- Si quieren, puedo tratar de saltar la reja y ver si puedo entrar – dijo, siguiendo a Ernesto hacia la primera casa.

Casi distraídamente, en su andar arrancó algunas moras y las probó. Con los dientes algo azules por el jugo, preguntó en tono bajo a algún destinatario indeterminado:

- Las viejitas que pasamos recién seguro que serían una nota genial. Me juego a que hablan medio asustadas y piensan que el lugar es todo tenebroso. Capaz que se persignan y todo. Bien de película de terror.

En pocos pasos Facundo la entrada de la siguiente casa. La puerta principal al jardín (y única) permitiría el paso de coches y en el jardín veis elementos de construcción, como una hormigonera, ladrillos sueltos, cubos de pintura, tubos de plástico para el cableado.. Desde vuestra posición es fácil ver que la casa está siendo reformada del todo por dentro. No se ve a ningún obrero trabajando en este momento, pero la puerta del jardín está abierta, sin candado.

En la entrada, como esperábais, hay un cartel que reza: Luna Nueva.

Las ancianas se acercan a vuestra altura, caminando por el lado contrario de la carretera, donde no tienen arcén donde protejerse, de hecho. -Buenos días.- murmuran al unísono sin quitaros un ojo de encima.

- Sí, sí, bien película de terror... Pero no queremos hacer una película de terror. O al menos, eso me dijeron que no lleve - Ernesto miraba con tanta atención a toda la casa que parecía que se estaba sacando fotografías con los ojos. Al final, extendió la mano y señaló al cartel con la imagen de la casa como cuadro - Diego, ¿por qué no te hacés un plano con esto? El contexto va a ayudar a introducir a la gente, teniendo en cuenta que la tercer casa parece nueva al lado de las otras tres.

Se da vuelta hacia Camestres, y se le queda mirando las gotas de jugo que le chorrean apenas por los labios, los dientes azules de aquella 'travesura'. Se le queda mirando sin ser aparentemente capaz de decir nada, y finalmente, levanta el dedo índice.

- No, por ahora nada de invadir propiedad privada. Suficiente con tener que ir mañana a la comisaría por tu registro. Después... - echa una mirada a sus alrededores, al ver que vienen caminando las dos ancianas - Después quizás lo consideramos.

Mira a Facundo desplazarse, pero él sigue observando la primera casa. Mira al parapsicólogo en la espera que se ponga a revisar los alrededores. Al final, cuando las mujeres llegan a su línea y los saludan, Ernesto les sonríe haciendo una leve inclinación con la cabeza. Sólo en ese momento, a alguien se le ocurriría que el redactor sería capaz de levantarse hasta a aquellas ancianas.

- Buenos días, señoras - su tono es cordial, atento y grave - Aunque caluroso, ¿verdad?

Facundo puede ver clara la situación. Si Ernesto no tiene éxito con aquella charla, él espera que el locutor interceda y ponga su kind of magic en acción.

Al darse cuenta que la segunda vivienda será tan poco interesante como la primera Facundo gira en dirección a Ernesto con la idea de indicarle que, antes de ir a la tercer vivienda, piensa verificar la cuarta.

Sin embargo, se queda en silencio. La fama del redactor, según los cuentos que ha escuchado en la productora es fantastica. Quizás es el momento de verlo en acción Mejor el que yo piensa por un momento al observar la edad de las "señoritas" que ha encarado.

Casi sin darse cuenta da un par de pasos en su dirección, aunque opta por quedarse en segundo plano, deseoso de ver al "caballero" en acción Quien sabe, siempre se puede aprender algo se plantea mientras con un gesto maquinal vuelve a pasarse su mano derecha por el cabello, usando sus dedos como peine y verificando que su rostro no sea tapado por los mismos