viajando con el resto de los Tanith, se nos convocó a los cuatro presentes (Zora, Stigga, Gaius y Logan), con la misión de ir a otra nave, el carguero Fénix. Los del Munitorum no estaban entregando lo que debían al regimiento (en concreto, escasez de suministros médicos), y debíamos ir y averiguar que pasaba. Se llegó a la nave sin problemas, y fuimos hacia el despacho del tipo con el que debíamos hablar. Allí nos encontramos con que dos Volpone también estaban allí, el sargento Armand e Illium. La discusión no llevó a ningún lado, y tuvieron que abandonar el despacho. Justo en aquel momento, unas alarmas sonaron por toda la nave. Debían dirigirse a un punto de evacuación desconocido, y volvieron a requerir de aquel oficial del munitorum, Liam Anton Sollus, para saber a donde ir. Este les guió hasta lo que resultó ser un almacén, donde también se encontraban unos cuatro pilotos, llamados Derrick, Leopold, Jhonson y Malakias.
Hicieron un salto a la disformidad, pero la cosa no salió bien. Algo falló, y la nave se vio asaltada, sin duda por criaturas del Empíreo. Empezaron a llegar los sonidos de los disparos, y rugidos inhumanos, así como susurros de toda clase incitándoles a toda clase de actos horribles. Sin embargo, la nave consiguió hacer una salida de emergencia al espacio real... Para encontrarse con una velocidad y trayectoria que la condenaban, aunque eso no lo supieron los soldados. Se estrellaron, y sobrevivieron todos los presentes al choque, salvo tres de los pilotos. Solo Malakias quedó en pie de entre ellos. La mayoría, heridos de diversa consideración. Y los rugidos no habían desaparecido, y se acercaban a ellos. Sin embargo, cuando las criaturas entraron, una de ellas siendo recibida por el lanzallamas de Stigga, quedó claro que no eran demonios. Tres tigres albinos, que viajaban en la nave, puede que propiedad de algún noble, y que al igual que el resto intentaban escapar de allí como pudieran, y les dejaron hacerlo.
Finalmente se dividieron, y Logan, Stigga y Zora salieron a explorar mientras el resto se quedaba allí, vigilando a los heridos. Y, al ver los árboles, Logan se encontró con que aquello eran nales. O, como poco, un pariente del árbol de Tanith. Pero había algo más, como señaló Zora. Un ruido, una especie de eco distante que indicaba actividad. Tras girarse brevemente para observar la majestuosa nave estrellada, y como había quedado apoyada sobre uno de sus flancos, y partida en 5 pedazos apenas unidos entre sí, decidieron investigar el origen de aquel ruido.
Y Zora resultó tener razón en sus primeras predicciones: una mina a cielo abierto, a tres kilómetros de la nave aproximadamente, con cientos de personas trabajando sin ganas y en condiciones penosas, y un grupo armado de alrededor de 40 personas que se estaba reuniendo para inspeccionar el lugar del accidente. Finalmente el ojo del explorador respondió a la pregunta que se hacían sobre si aquella gente serían aliados, con la peor de las respuestas posible. A juzgar por sus tatuajes con símbolos que le hacían querer apartar la mirada, no, no lo eran. Se alejaron para informar al resto, pero por desgracia Stigga fue descubierta, lo que obligó a la mujer a hacer de cebo para alejar a los perseguidores.
La maniobra fue un éxito, reuniéndose a medio camino de vuelta con una fatigada Stigga y volviendo a contactar con la nave. Finalmente lograron regresar a la nave y transmitir las "buenas" noticias. Y, tras una breve discusión, se vieron obligados a salir de allí lo más sigilosamente posible, pues el grupo de la mina estaba llegando al lugar del accidente. Se marcharon de allí, y acabaron dando con un camino con un letrero que indicaba la cercanía de un pueblo, Goldtown, como había dicho Malakias en la anterior discusión. Entonces empezó otra disputa, sobre si acudir al pueblo o alejarse de él, y refugiarse en el bosque para pasar una noche que ya se les echaba encima. Y continuaron con ella, hasta que escucharon unas lúgubres campanas a lo lejos, que parecían venir de la dirección en la que estaba la mina.
Después de que las campanas repicaran 12 veces, la temperatura empezó a caer a una velocidad anormal, formando escarcha en el letrero. A la vez, una sensación de peligro inminente se apoderó de todos, mientras todo el bosque quedaba en silencio... Para después escucharse un grito sin voz, algo que no era de este mundo y que los perseguía. Decidieron echar a correr por el camino, llegando finalmente al pueblo, sólo que no había pueblo. Todo estaba arrasado hasta los cimientos, consumido en algún momento del pasado. Y aquella cosa, o cosas, se acercaban.
En lo que debían ser los restos de un templo imperial, por supuesto con sus símbolos profanados, Logan encontró una trampilla. Cuando la abrieron y exploraron, dieron con un sótano con polvo, jergones y algunos símbolos imperiales sin profanar. Puede que un refugio, y optaron por usarlo. Por las ventanas de aquel sótano pudieron ver aquello que les perseguía y, peor aún, aquella cosa les vio. Un brillo verde azulado precedió a la criatura, que era una especie de esqueleto, casi del tamaño de un astartes y animado por las energías de la Disformidad. Y, al aparecer y poder verle, esa cosa les miró directamente a ellos, y empezó a avanzar, unos pocos pasos, parándose de pronto y girando lentamente su cabeza para mirar a otra figura. Un hombre, armado con una espada corta y una maza, que dijo algo a la criatura, alzando sus armas en su dirección, y logró hacerla retroceder, con la ayuda de unos artilugios que había diseminados por el límite de aquella zona y que emanaron una débil y reconfortante luz dorada. Y, tras ahuyentar al esqueleto, el hombre empezó a marcharse.
Una rápida discusión dejó claro que necesitaban a aquel tipo, así que optaron por salir a hablar con él. Una breve conversación con él, bastante desconfiado, bastó para saber su nombre y la situación. Jeremías, del clan de los Montaraces, y el planeta estaba tomado casi en su totalidad por el caos. El hombre, además, no estaba sólo. Sus compañeros estaban allí, ocultos, y los hizo salir cuando pareció confiar en que eran realmente imperiales. Finalmente, quedó claro un curso de acción. Ellos descansarían allí aquella noche, al amanecer los montaraces vendrían por ellos y los guiarían hasta la que parecía ser su base de operaciones, Stonetown.
Los montaraces aparecieron después de una noche plagada de pesadillas con aquella cosa, indicando que tenían un largo camino por delante, y dando algunas indicaciones. Ellos no vivían en Stonetown y los recién llegados no eran bienvenidos en su lugar de residencia, fuera el que fuera. Una vez en el pueblo, les esconderían, pues no debía saberse de su existencia para los traidores. Además, también averiguaron donde se encontraban: el planeta Adrantus IV, en el sistema Vehrya. También quedó claro que aquella cosa que los siguió sólo se movía por terreno corrupto, y que no sabían como matarla.
Finalmente llegaron a Stonetown, un pueblo con una muralla de piedra reparada varias veces, y había una multitud lista para recibirlos. Entre ellos pronto destacaron Anton L'croix, hijo de uno de los señores feudales y último gobernante legítimo leal, y el mariscal, un militar enviado allí para supervisar las levas de hombres para la guardia imperial, al que le pilló en medio aquel conflicto.
Poco a poco, en un banquete en su honor, empezaron las explicaciones. Parecía que su llegaba había sido profetizada, y que llevaban 20 años de conflicto. Y ninguna posibilidad de contactar con el exterior. Poco a poco la conversación avanzó, hasta que todo cristalizó en una sugerencia que acabó transformada en plan: tomar la nave y sus recursos. Saldrían a la mañana siguiente, después de descansar allí.
El tercer día pasó sin pena ni gloria, realizando el viaje entre Stonetown y Goldtown. El día cuarto, aquel en el que empezaría el asalto a la nave, amaneció con una densa niebla, que aunque impedía que ellos vieran adecuadamente, favorecería su objetivo de ser sigilosos. La entrada estaba guardada por tres herejes que cayeron silenciosamente y con facilidad. En aquel momento entró en acción su nuevo acompañante, el pater Stephan, que vino con ellos desde Stonetown para santificar la zona y mantener alejada a la criatura disforme. Sin embargo, el ritual requería de sangre de herejes recién derramada, algo que no gustó a buena parte del grupo. Se introdujeron en la nave, encontrándose una sorpresa en el primer hangar con el que dieron. Había traidores, sí... Pero habían sido masacrados por unas criaturas a las que Jeremías temía, advirtiendo que no les mordieran, diciendo que eran Gerbal's.
Armand, Stigga y Jeremías fueron alcanzados por esas bestias, para desesperación del líder de los exploradores. Malakias sacó algo de información de un terminal cercano sobre el planeta, y también algo sobre aquellas bestias que acababan de matar. Su mordedura, de no ser tratada, provocaba la muerte a los cuatro días. Empezaron a registrar aquel primer almacén, encontrando sacos de cadáveres, mantas, dos generadores en buen estado y dos armaduras de stormtrooper. El pater Stephan había decidido salir a santificar mientras se ocupaban de aquello, en solitario, y cuando fue consciente de aquello Logan echó a correr, junto con Zora, Jeremías y dos de los hombres de este.
Afuera, una sensación extraña embargó a los dos miembros del Primero y Único cuando encontraron al pater, como si hubiera alguien o algo acechándoles ahí fuera, pero retirándose después. Finalmente el ritual, después de muchas horas, cuando ya caía la noche, terminó. Se retiraron de vuelta al interior, con el Pater agotado. Una de las armaduras acabó en manos de Gaius, y otra en las de Stigga. Además, el sargento Armand tenía mala cara, perlada de sudor, puede que por efecto de aquel mordisco de Gerbal.
Al día siguiente deberían seguir explorando la nave, y buscar medicinas para tratar las heridas de los que habían sido alcanzados por las bestias.
La noche pasó sin más contratiempos, más allá de aquella criatura disforme, que vigilaba desde el exterior de la zona santificada todos los movimientos de aquellos que hacían guardia. Jeremías amaneció también en un lamentable estado, sin duda empezando a ser víctima de la herida. Continuaron el avance por los pasillos, hasta encontrar la primera prueba: un "puente" inestable, que debían cruzar, sobre una caída de treinta metros. Empezaron a cruzarlo, con Logan a la cabeza, y cuando buena parte de ellos estaba al otro lado un grupo de herejes con rifles láser apareció abajo, y apuntaron al que estaba cruzando en ese momento, Malakias. Éste, tras unos cuantos impactos, cayó finalmente, reventando literalmente contra el suelo. El combate no duró mucho más, e incluso abajo alguno quedó en shock, listo para ser capturado.
Armand y Stigga treparon para bajar, por desgracia la mujer perdió pie y bajó rebotando, hasta quedar inconsciente abajo. El doctor bajó para atender a la mujer, precipitándose también. Finalmente, fue el pater el que tuvo que bajar y atender a ambos, salvándoles de la muerte. Mientras tanto, Liam había avanzado, apareciendo en la hora que perdieron allí por abajo. Al parecer, dando un rodeo, se podía subir de nuevo. Eso, y el oficial munitorum había despachado a algunos herejes con su pistola de plasma, por lo que decía. Avanzaron rápidamente al siguiente almacén, conscientes de que ya no podrían asegurarlo aquel día, pero con la necesidad acuciante de nuevas medicinas. En este, encontraron un tecnosacerdote que parecía muerto, pero que volvió a la vida cuando retiraron todo lo que tenía encima. Se presentó como T.E.R. - 3.0 y se unió a ellos. Además, lograron encontrar medicinas, y el explorador dio con un par de premios más: un hacha sierra sagrada, a juzgar por como se abalanzó el pater sobre ella, y un cañón laser. Tras eso, y una discusión sobre quién debía llevar el hacha, abandonaron el almacén.
Por desgracia, todo lo que encontraron en el almacén se vio contrarrestado cuando la cosa les dio alcance en los pasillos. Huyeron como buenamente pudieron, aunque uno de los hombres de Jeremías, Eldelban, tuvo menos suerte que el resto y fue agarrado por aquella cosa, que lo partió en dos verticalmente, desde el pecho hasta la ingle, apañándoselas para que el montaraz siguiera vivo y gritando durante todo el proceso.
Lograron volver al trozo "seguro", con un leal menos, y un traidor más, pues traían con ellos al prisionero que quedó abajo. Conciliaron el sueño como pudieron, y a la mañana siguiente les despertó un tremendo jaleo de gente andando. Alguien venía, desde luego. Se pusieron alerta, y planearon que hacer... El sargento quería seguir explorando, ajeno a todo aquello, y cuando dijo de arrastrar con ellos al prisionero, Logan se negó. Y también a seguir explorando con enemigos detrás, ya que estaban. Illium se dispuso a "solucionar" aquello ejecutando al preso con un destornillador, mientras tanto, aunque el pater le paró.
Por suerte, una señal de los montaraces llegó, lo que indicaba que aquel grupo era aliado. Y, aunque hubo un momento de tensión entre Illium y Logan, no derivó en nada más. Los hombres de Jeremías volvieron con 50 voluntarios de Stonetown, guiándoles hasta aquel improvisado puesto de operaciones. Tras eso, volvieron a ponerse en marcha. Llegaron, finalmente, a una encrucijada con tres posibles vías de avance. Logan sugirió, escogiendo al azar, la izquierda, aunque T.E.R. no tardó en indicar que el pasillo correcto era el central, y ese siguieron. Sin embargo, se metieron en una trampa. Cuando ya casi veían el final, repararon en que todo aquello estaba minado, y corrieron a toda velocidad, escapando de las explosiones que acabaron derrumbando el pasillo, dejándoles en aquel hangar de carga, que por suerte tenía una abertura al exterior, así que no quedarían aislados.
En ese nuevo almacén, encontraron un cajón lleno de cajas de demolición, y otras dos armaduras de stormtrooper. Aunque por desgracia no fue lo único que encontraron. Había minas ahí dentro también, y el explorador pisó una. Por suerte, al escuchar el pitido de activación, y haciendo gala de cierta rapidez, dio un salto lateral que lo alejó de la explosión. Por supuesto, además, venía una treintena de enemigos... Y Illium, siguiendo con su tónica habitual, no hizo caso de la explosión que el Tanith había evitado. Sólo que fue mucho menos ágil con la mina que pisó, dejando ambas piernas destrozadas y un pie vaporizado al volpone... Y un aviso de que seguía habiendo presencia viva allí a los treinta herejes que venían.
Empezaron a despejar frenéticamente el corredor por el que habían venido, mientras los herejes se acercaban. Por suerte para ellos, justo cuando llegaron, hizo aparición el servidor de T.E.R. desde el otro lado, habiendo despejado ya el resto. Sólo les quedaba esperar. Aunque entre los herejes había un tirador, puede que el tipo que había acechado al pater cuando salió al exterior sin escolta, que no les dejó irse de allí sin rematar antes al malherido Illium. Lograron llegar a la zona segura, para encontrarse con que el pater estaba hablando con una mujer nueva que vestía ropas eclesiásticas y tenía una contusión en la cabeza. Esta se presentó como Valshe Durr, sacerdotisa y volpone.
Mientras que el explorador pidió hablar con Jeremías, Liam leyó una carpeta recuperada del último almacén, que reflejaba un listado de blindados. Había blindados a bordo. Ante aquella noticia, la charla se aplazó. Debían hacerse con los blindados de un modo u otro al siguiente día. Además, Jeremías preguntó si habían conseguido comida. El explorador sabía que iban escasos, pero no se le hizo caso cuando lo sugirió... Así que les esperaba una noche en ayunas. Y, en ese momento, T.E.R. pidió hablar en privado con el explorador y el sargento. Tras esa breve charla, requirieron que Jeremías se uniera a ellos para continuar, pero algo de lo que dijeron alteró sobremanera al líder de los montaraces, haciendo que él y sus hombres levantaran las armas y exigieran que todos tiraran las suyas.
Tras una discusión para que entraran en razón, Jeremías reveló el motivo que había provocado todo aquello: llevaban collares explosivos, es decir, no eran montaraces si no legionarios penales. Y explicó la historia que les había llevado allí, y como su comisario al mando, un tal Kovaltz, había muerto en la última de las misiones suicidas a las que les mandaron en aquel planeta, y ellos habían optado por hacer la guerra a su modo. Finalmente, todo el asunto se resolvió de manera más o menos civilizada, y los hombres de Jeremías bajaron las armas. Al día siguiente les esperaba una dura prueba, debían recuperar los blindados y encontrar comida.