La situación era de un estancamiento anodino y brutal. El éxito en la última misión de los Tanith no consiguió un golpe de efecto en la moral de enemigo, ni mucho menos, de hecho, sirvió para todo lo contrario. Las fuerzas heréticas redoblaron sus ataques y esfuerzos, conjuraron portales, atrajeron huestes de Astartes traidores y liberaron varios planetas que parecían estar a punto de caer en manos del Imperio, después de ese mes negro en el que Macaroth perdió un total de cuatro planetas y seis compañías completas de Guardias Imperiales sobrevino la balsa de aceite; los dos bandos, exhaustos, al límite de sus fuerzas físicas y mentales no se atrevían a avanzar. El liderazgo del señor del a guerra Macaroth pendía de un hilo, y él lo sabía, necesitaba una nueva maniobra, y por ello puso sus ojos en los mejores regimientos de los que disponía.
Un General novel, que parecía hecho por partes de otros generales muertos tiempo atrás apareció. Se apellidaba Zakkai, y era lo que todo el mundo sabía en cuanto a su nombre. Venía de otro subsector, a cuatro meses de viaje por el espacio disforme, sangre fresca y nueva para ayudar a la cruzada del Sabbath, así lo decidieron los altos y nobles hombres del consejo de Terra, que destinaban grandes recursos a esa cruzada y que el estancamiento les ponía nerviosos.
Zakkai era un hombre joven, alto, de cabello castaño y mentón cuadrado. Su piel era clara y su único ojo orgánico demostraba una determinación tan elevada que daba hasta miedo. Conocía por completo a todas las fuerzas que luchaban, el astropata de la nave que lo transportó recibía informes periódicamente y aquello formó en el General una imagen de la situación y desarrolló un plan, un plan que incluía a un total de cuatro regimientos de infantería, dos de blindados y uno mecanizado.
Entre los regimientos de infantería estaban los Sangre Azul de Volpone y los Primeros y únicos de Tanith.
Los Tanith venían de una misión éxitosa, estaban frescos y había recibido nuevos reclutas tanto de Belladon como de Verghast, por fin sus filas se vieron reforzadas y ganó enteros en cuanto a fuerza de combate activa. En cambio, los Sangre Azul vienen de una derrota que les costó demasiado.
Joilen II era un nombre maldito para los Volpone, un mundo colmena en el que estaban guarecidos a la espera de instrucciones. Un mundo colmena que recibió lo más duro de aquel mes negro que se pasó a conocer como “Los treinta días de dolor”. Los Volpone no pudieron ni luchar, solo fue una retirada desordenada presa del caos (nunca mejor dicho). Los traidores entraron en tropel, al menos ese planeta fue atacado por cinco compañías del Pacto Sangriento y varías de simples herejes que llevaban armas de diversa consideración. Suficiente como para derrotar a las fuerza de defensa planetaria, a los pandilleros que osaron defender su territorio y a los Volpone; los supervivientes se replegaron a una cadena montañosa, donde los cazadores de animales exóticos que poblaban aquellos bosques de enormes coníferas les ayudaron a mantener a salvo durante meses.
Joilen II supuso un duro golpe para los Volpone, pero a pesar de sus pérdidas y su honor herido, estaban todavía más deseosos por demostrar su capacidad de lucha y de matar…
Y el plan llegó, un plan que Macaroth vio, estudió y lo hizo prácticamente suyo, tal era la desesperación del señor del a guerra, que dijo si tan rápido que asusto a sus tácticos.
El plan era sencillo, pero si funcionaba, supondría un éxito. Dos flotas, una de verdad y otra de señuelo. Transportes con tripulación mínima, naves remolcadas para ser desguazadas… todo lo que pudiera ser prescindible iría destinado a una flota que avanzaría por el este del sistema Fthior. La otra flota, la principal, se mantendría escondida en el gigante de gas del anillo exterior de aquel sistema. Cuando la flota señuelo haya logrado apartar a la fuerza de defensa enemiga, entraría la primera flota, a plena potencia y usando la gravedad del gigante de gas como catapulta hacía el planeta principal, Hiperon. Se sabía que ese planeta era un mundo factoría que suministraba de todo a las huestes del caos, munición, armas, armaduras, blindados y aeronaves de superficie. Si se le arrebataba aquel planeta dejarían todo un sector sin suministro y aquello obligaría a un ejército convencional a replegarse… pero claro, todos sabían que el caos no se movía por la lógica.
El plan estaba hecho y la misión estaba clara… ahora, lo sencillo y arriesgado a la vez, debía surtir efecto.
La mirada de piedra se encontró con sus ojos, tristes y desesperados. Nunca encontraba la paz ni un sentimiento que la reconfortara cuando sacaba de su escondite la figura del Dios Emperador, hacía meses que la esperanza la había abandonado por completo y la desesperación e irritabilidad se fueron instalando en su alma dominando por completo su comportamiento, su forma de ser… su vida.
Frenó el impulso de estampar la estatuilla de piedra contra el suelo de madera de su pequeño hogar. Paredes de piedra desgastada por los años sin una ventana, un mobiliario pobre donde solo había una mesa, dos sillas y un lecho donde descansar su cansado y desnutrido cuerpo. Un suspiro lleno de amargor se le escapó de sus labios resecos al escuchar que alguien bajaba por las escaleras a aquel sótano secreto que ella llamaba hogar.
Te he dicho que no la saques de su escondite cientos de veces – fue lo primero que dijo Osvald, bajando las escaleras de madera que las hacía crujir a cada paso. Iluminaba sus andares fatigados con un candil cuya vela titilaba, frágil como la joven
Ella ignoró lo que le dijo y después, por pura costumbre, besó la representación de un Dios que no velaba por ellos y la guardó entre dos piedras, acto seguido insertó la que hacía de tapadera y cubrió el pequeño e improvisado altar.
He tenido un sueño… - su voz era melodiosa, como seda deslizándose suavemente por la piel desnuda provocando que el vello se erizara con tal intensidad que daba hasta frío. La joven miró a Osvald y este se quedó al pie de la escalera petrificado… ella siempre tenía sueños, y hasta ahora todos habían sido verdaderas pesadillas para el pueblo, y todos y cada uno de ellos se habían cumplido de un modo u otro – La luna se oscurece… su pálida luz es bloqueada por la oscuridad más insondable – continuó con un hilo de voz apenas audible, la voz le temblaba y las habituales lagrimas resbalaban por sus sucias mejillas – los ríos se volverán rojos, y su luz atraerá a los huérfanos – parecía que recitará de memoria un texto que estuviera leyendo de un libro fantasmal, su semblante era serio, miraba al infinito – Y todo empezará… todo empezará con la luna llorando fuego – Osvald nunca se daba cuenta, siempre se quedaba atónito escuchándola y sintiendo el pánico y el terror en su corazón, pero la joven estaba en trance, siempre entraba en trance al volver a recordar el sueño, aquello le provocaba un estado de comunión extremo y al final del relato, del vaticino, ella caía rota al suelo, desmadejada.
Osvald, que la odiaba por todo el dolor que había traido pero que la protegía porque sencillamente era su hija, salió corriendo dejando atrás la vela. Recorrió el piso superior bajo la atenta mirada de su mujer, la cual intuía que acababa de pasar. Empujó la puerta con cierta dificultad y cuando salió a la sucia e infecta calle llena de barro y excrementos, vio como todo el pueblo estaba reunido fuera; miró a izquierda y derecha y constató que todos miraban y señalaban al cielo nocturno.
Le costó mirar, le costó alzar la vista, el miedo le atenazaba los músculos y parecía que hubiera perdido el control de su cuerpo, pero al final, logró, con cierta lentitud, mirar al cielo. Su boca se abrió de par en par, la Luna, pálida y brillante como una superficie nívea y pulida hasta que quedará una roca perfectamente lista y suave estaba llorando, llorando fuego… cientos de llamaradas poblaban la noche e iban descendiendo a gran velocidad.
Y el pueblo, GoldTown, volvió a sentir miedo una noche más.
El Sol estaba algo bajo, las niebla se había disipado por completo. Las nubes avanzaban a gran velocidad debido a los veloces vientos que soplaban en las zonas altas de la atmosfera, aquello daba un aspecto extraño al planeta, como si fuera un sueño gris y luminoso, cambiando la intensidad de la luz a cada instante, como una pictograbación pasada a más velocidad de la debida.
Ahí estaba su presa, una sonrisa cruel mostró sus dientes como si fuera un animal al acecho. Descorrió la correa de su rifle largo, se arrodilló en la linde del bosque observando con maliciosos ojos como la figura de su objetivo realizaba aquel extraño rito mientras rezaba en voz alta y agitaba la esfera de humo; como detestaba esos actos. Aferró con fuerza el colgante del octeto y sus lacerantes puntas provocaron una herida en la palma de su mano.
La sangre espesa brotó como un rio de lava, lento, pesado y completamente enrojecido con un tono enfermizo, aquella sensación tranquilizó al cazador, el cual avanzó unos cortos pasos sorteando los árboles de Nal afectados por la corrupción del caos. Paseó su mano ensangrentada por su corteza macilenta y volvió a sonreír sintiendo esa agradable sensación de podredumbre estabilizada por los poderes ruinosos. Aquel mundo sería de ellos conforme la campaña avanzara, pero sus señores aquello les daba igual, tenían otros… intereses, pero, los intereses del cazador eran más sencillos, matar a esa escoria aduladora de un cadáver postrado en un trono por la eternidad. Refrenó su deseo de escupir y se centró en su misión.
Ahí seguía, estúpido y ciego como todos los devotos del falso Emperador. Casi se rió al ver como se movía y tiraba sangre por el suelo… sabía que aquello tenía efecto, y sabía que aquel cerdo era el que evitaba que los convocados pudieran campar por sus anchas por aquella tierra.
Tras unos segundos de avance silencioso encontró la posición idónea, un árbol con ramas laterales por la parte baja del tronco donde podría apostar su rifle. Se besó la mano con cicatrices por el colgante y dejó sus labios llenos de sangre, paladeó su metálico y corrupto sabor y acercó los ojos a la mira del rifle. La cruceta estaba centrada en la cabeza de su objetivo, su dedo en el gatillo listo para disparar hasta que otra cosa atrajo su atención… varió la postura y observó al barbudo y escurridizo montaraz…
El cazador dio gracias a los Dioses por aquel regalo, dos por el precio uno. Primero acabaría con el barbudo. Parecía atento, observando el bosque con ojo experto, pero el cazador sabía lo que hacía y su disfraz era perfecto, mimetizado con el bosque como un árbol más… aquel cerdo no lo vería ni en un millar de años.
Nuevamente llevó el dedo al gatillo, listo para acabar con su vida de un disparo. Los calibradores y compensadores de disparo variaron levemente compensando después de establecer la línea de tiro y teniendo en cuenta diferentes variables, la mirilla cogió un tono verdoso indicando al cazador que ya podía abrir fuego, pero nuevamente, algo atrajo su atención… dos hombres del barbudo aparecieron, ellos con rifles láser en las manos, aquello empezó a no gustarle en absoluto, y menos todavía con aquella mujer que no conocía que llevaba al hombro un rifle láser largo y a otro hombre de aspecto curtido y peligroso…