¿Has olvidado alguna vez quien eres?. ¿Has despertado en un lugar extraño, con el único patrimonio de la sensación pegajosa de que algo no iba bien? En tal caso, bienvenido...
"Abres los ojos. Una sensación de entumecimiento, y un cosquilleo desagradables, atraviesan tu conciencia. Has estado durmiendo, no sabes exactamente cuanto tiempo. Una luz cenital, probablemente de luces de emergencia, llena la sala con un color entre grisaceo y anaranjado. Miras a tu alrededor. Parece una habitación de hospital. Pero no hay instrumental médico, ni tampoco parece haber anaqueles. Solo una cama con sábanas que, parecen, estar limpias. Tampoco hay ventanas, ni sillas para acompañantes. Solo la cama, una cámara pegada en la pared, una especie de pantalla de ordenador apagada, y una puerta. Desde donde estás, acostado, no puedes saber si está abierta o cerrada. Tampoco hay un espejo en la habitación. Y ese hecho sin importancia hace que tu mente se de cuenta de otro de mayor gravedad. No recuerdas como te llamas. Ni siquiera recuerdas tu cuerpo. Sientes una repentina sensación de vértigo y ansiedad. El lugar donde estás tendido es una cama, sí, pero se te antoja dura, incómoda. No sabes quién eres. Ni qué día es hoy. Ni cómo te llamas. Tampoco sabes qué haces aquí, ni cómo es tu cuerpo. Te sobrepones a duras penas al vértigo. Algo debes hacer. La cuestión es qué."
Partida de sistema de juego desconocido. Al principio los personajes no tendrán a la vista ni sus historias ni tampoco sus descripciones o fichas. Luego... ya se verá. Es mi primera partida como narrador en Umbría, así que de antemano pido perdón por los errores técnicos que pueda cometer.
Pues eso. Tema para preguntas, comentarios que nada tengan que ver con la trama y cualesquiera dudas que puedan surgir
Abres los ojos. Una sensación de entumecimiento, y un cosquilleo desagradables, atraviesan tu conciencia. Has estado durmiendo, no sabes exactamente cuanto tiempo. Una luz cenital, probablemente de luces de emergencia, llena la sala con un color entre grisaceo y anaranjado. Miras a tu alrededor. Parece una habitación de hospital. Pero no hay instrumental médico, ni tampoco parece haber anaqueles. Solo una cama con sábanas que, parecen, estar limpias. Tampoco hay ventanas, ni sillas para acompañantes. Solo la cama, una cámara pegada en la pared, una especie de pantalla de ordenador apagada, y una puerta. Desde donde estás, acostado, no puedes saber si está abierta o cerrada.
Tampoco hay un espejo en la habitación. Y ese hecho sin importancia hace que tu mente se de cuenta de otro de mayor gravedad. No recuerdas como te llamas. Ni siquiera recuerdas tu cuerpo.
Sientes una repentina sensación de vértigo y ansiedad. El lugar donde estás tendido es una cama, sí, pero se te antoja dura, incómoda.
No sabes quién eres. Ni qué día es hoy. Ni cómo te llamas. Tampoco sabes qué haces aquí, ni cómo es tu cuerpo. Te sobrepones a duras penas al vértigo. Algo debes hacer. La cuestión es qué.
Abres los ojos. Una sensación de entumecimiento, y un cosquilleo desagradables, atraviesan tu conciencia. Has estado durmiendo, no sabes exactamente cuanto tiempo. Una luz cenital, probablemente de luces de emergencia, llena la sala con un color entre grisaceo y anaranjado. Miras a tu alrededor. Parece una habitación de hospital. Pero no hay instrumental médico, ni tampoco parece haber anaqueles. Solo una cama con sábanas que, parecen, estar limpias. Tampoco hay ventanas, ni sillas para acompañantes. Solo la cama, una cámara pegada en la pared, una especie de pantalla de ordenador apagada, y una puerta. Desde donde estás, acostado, no puedes saber si está abierta o cerrada.
Tampoco hay un espejo en la habitación. Y ese hecho sin importancia hace que tu mente se de cuenta de otro de mayor gravedad. No recuerdas como te llamas. Ni siquiera recuerdas tu cuerpo.
Sientes una repentina sensación de vértigo y ansiedad. El lugar donde estás tendido es una cama, sí, pero se te antoja dura, incómoda.
No sabes quién eres. Ni qué día es hoy. Ni cómo te llamas. Tampoco sabes qué haces aquí, ni cómo es tu cuerpo. Te sobrepones a duras penas al vértigo. Algo debes hacer. La cuestión es qué.
Abres los ojos. Una sensación de entumecimiento, y un cosquilleo desagradables, atraviesan tu conciencia. Has estado durmiendo, no sabes exactamente cuanto tiempo. Una luz cenital, probablemente de luces de emergencia, llena la sala con un color entre grisaceo y anaranjado. Miras a tu alrededor. Parece una habitación de hospital. Pero no hay instrumental médico, ni tampoco parece haber anaqueles. Solo una cama con sábanas que, parecen, estar limpias. Tampoco hay ventanas, ni sillas para acompañantes. Solo la cama, una cámara pegada en la pared, una especie de pantalla de ordenador apagada, y una puerta. Desde donde estás, acostado, no puedes saber si está abierta o cerrada.
Tampoco hay un espejo en la habitación. Y ese hecho sin importancia hace que tu mente se de cuenta de otro de mayor gravedad. No recuerdas como te llamas. Ni siquiera recuerdas tu cuerpo.
Sientes una repentina sensación de vértigo y ansiedad. El lugar donde estás tendido es una cama, sí, pero se te antoja dura, incómoda.
No sabes quién eres. Ni qué día es hoy. Ni cómo te llamas. Tampoco sabes qué haces aquí, ni cómo es tu cuerpo. Te sobrepones a duras penas al vértigo. Algo debes hacer. La cuestión es qué.
Abres los ojos. Una sensación de entumecimiento, y un cosquilleo desagradables, atraviesan tu conciencia. Has estado durmiendo, no sabes exactamente cuanto tiempo. Una luz cenital, probablemente de luces de emergencia, llena la sala con un color entre grisaceo y anaranjado. Miras a tu alrededor. Parece una habitación de hospital. Pero no hay instrumental médico, ni tampoco parece haber anaqueles. Solo una cama con sábanas que, parecen, estar limpias. Tampoco hay ventanas, ni sillas para acompañantes. Solo la cama, una cámara pegada en la pared, una especie de pantalla de ordenador apagada, y una puerta. Desde donde estás, acostado, no puedes saber si está abierta o cerrada.
Tampoco hay un espejo en la habitación. Y ese hecho sin importancia hace que tu mente se de cuenta de otro de mayor gravedad. No recuerdas como te llamas. Ni siquiera recuerdas tu cuerpo.
Sientes una repentina sensación de vértigo y ansiedad. El lugar donde estás tendido es una cama, sí, pero se te antoja dura, incómoda.
No sabes quién eres. Ni qué día es hoy. Ni cómo te llamas. Tampoco sabes qué haces aquí, ni cómo es tu cuerpo. Te sobrepones a duras penas al vértigo. Algo debes hacer. La cuestión es qué.
Abres los ojos. Una sensación de entumecimiento, y un cosquilleo desagradables, atraviesan tu conciencia. Has estado durmiendo, no sabes exactamente cuanto tiempo. Una luz cenital, probablemente de luces de emergencia, llena la sala con un color entre grisaceo y anaranjado. Miras a tu alrededor. Parece una habitación de hospital. Pero no hay instrumental médico, ni tampoco parece haber anaqueles. Solo una cama con sábanas que, parecen, estar limpias. Tampoco hay ventanas, ni sillas para acompañantes. Solo la cama, una cámara pegada en la pared, una especie de pantalla de ordenador apagada, y una puerta. Desde donde estás, acostado, no puedes saber si está abierta o cerrada.
Tampoco hay un espejo en la habitación. Y ese hecho sin importancia hace que tu mente se de cuenta de otro de mayor gravedad. No recuerdas como te llamas. Ni siquiera recuerdas tu cuerpo.
Sientes una repentina sensación de vértigo y ansiedad. El lugar donde estás tendido es una cama, sí, pero se te antoja dura, incómoda.
No sabes quién eres. Ni qué día es hoy. Ni cómo te llamas. Tampoco sabes qué haces aquí, ni cómo es tu cuerpo. Te sobrepones a duras penas al vértigo. Algo debes hacer. La cuestión es qué.
Encerrados en vuestras respectivas habitaciones, desconociendo quien está al otro lado, solo os queda tratar de salvar con vuestros gritos la distancia que os separa.
La cronología del mundo. La partida empieza en el año 2020, el 13 de marzo del 2020, para ser exactos.