Miércoles 25 de Febrero de 2004. - Tremé District, Nueva Orleans.
Mientras vas montada en el coche, a través de Tremé District, Alexander gira unas cuantas manzanas antes.
- No te preocupes. Te llevaré al parque. Sólo necesito patrullar por un cementerio primero.
Frente a tus miradas inquisidoras, replica:
- Es una cripta de la Guerra Civil, y es algo relacionado con el Príncipe. Gente que conoce están enterrados ahí, supongo. No sé. De cualquier forma, la gente ha estado haciendo vudú ahí.
En contra de lo que el resto de la gente cree, tú sabes que el vudú es una religión que creció entre las tradiciones africanas y el catolicismo romano. Pero la mayoría de cosas que los medios han popularizado son erróneas o fuera de contexto. Ahora mismo agradeces las enseñanzas teológicas de tu padre.
Miré interrogante a Alexander.
-¿Vudú en una cripta de la Guerra Civil? Deberían tener más respeto.- murmuré.
Volví la cabeza para mirar a través de la ventanilla. Había pasado ya rato desde la “charla” con el Príncipe Vidal. Después de abandonar la sala se me habían ocurrido mil cosas mejores que preguntar en vez de ir a rezar al parque. Pero había dicho que podría ayudarme a recordar, y lo cierto es que necesitaba recordar, porque aquella sensación de vacío de no saber porqué ni quién me había hecho esto me estaba matando. Y Vidal podía decir lo que quisiera, pero ahora ya más relajada solo se me ocurría que aquello tenía que ser una maldición por algo. De modo contrario no me cabía en la cabeza que Dios me hubiera permitido matar a alguien y sentirme bien por ello.
- No sé qué ha estado pasando, exactamente. El Príncipe tiene miedo de que alguien profane el lugar, y no puede preguntarle exactamente al padre Marrow que tenga un ojo por ahí... Están en una especie de lados distintos del ring, ¿sabes? Así que patrullo por ahí cada vez que puedo y eso.
Alexander sonríe.
- Realmente, si quieres ganarte un par de puntos con el Príncipe Vidal, ir allí a echar un vistazo más de cerca podría ser un buen paso. Está sólo a un par de manzanas del parque. Te podría dejar en el parque ahora, y recogerte luego en el cementerio, para llevarte al refugio.
“Diferentes partes del ring” Le devolví la sonrisa a Alexander.
- Si, me parece una buena idea. Espero no tardar mucho.
Lo cierto es que a medida que el coche avanzaba tenía menos ganas de volver a ese lugar. Pero ir a un cementerio tampoco era especialmente alentador, aunque si estaba acompañada ni tan mal.
-¿Están… enemistados el Padre Marrow y el Príncipe Vidal?- pregunté con curiosidad.
Quizás la palabra enemistados no fuera la más adecuada.
- Demasiadas preguntas para una sola noche, gatita. Sobre todo teniendo en cuenta que es la segunda noche de tu nueva existencia...
Alexander sonrió de medio lado y continuó sin decir una palabra hasta que llegó a tu destino.. Después de anotar tu móvil, para avisarte de la hora de recogida, te dejó y se fue rugiendo el motor del Chevy. Sola en medio de donde había empezado todo.
¿Gatita? No lo vio (o eso esperaba), pero me había quedado pasmada al escucharlo. Giré la cara en otra dirección y me dediqué a mirar las luces de las calles pasando a toda velocidad por la ventana del coche mientras divagaba.
Aquella gente, todo eso del ritual y las cenizas, me recordaba más a una secta que a una fracción de la iglesia oculta por alguna extraña maldición vampírica. Y ahora pertenecía a ella indudablemente. Nunca había sido muy devota, pero siempre había tenido la firme creencia de que el Señor existía y nos guiaba por la vida, dándonos elecciones y señales para escoger el buen camino. La gente se equivocaba en el camino de su vida, por que no todo va a ser perfecto, y por eso existían las desgracias y los pobres cuyas almas se pudrían en las calles de las ciudades. Y la gente como yo, como el padre Marrow quizás, debíamos ayudarles con obras de caridad. Esas habían sido las creencias que mis padres me habían inculcado en mi educación.¿Hipócritas y elitistas? Si, pero era lo que siempre había pensado.
Pero yo no había tenido elección. Un Vástago me acababa de condenar a vagar por la noche el resto de mi vida, alimentándome de quienes habían sido mis iguales, y era algo que escapaba a mi control, a si que tenía que ser obra y decisión de Dios. Y no entendía por qué me había elegido a mi de entre todos sus hijos. Solo era una chica corriente que se dedicaba casi en cuerpo y alma a la música. ¿Sería parte de un plan superior? Tenía que serlo, era la única explicación posible. Pero aun así, eso no explicaba que mi nueva condición me permitiera asesinar para alimentarse. Aunque bien pensado, eran daños colaterales de mi... nueva existencia.
Bajé del coche después de darle mi teléfono a Alexander y observé como se alejaba hasta que el sonido del motor se apagó dejando silencio. Me di la vuelta dispuesta a volver al lugar donde había empezado todo, pero me quedé paralizada durante unos instantes mirando el parque. La brisa de la noche era fría y hacía que mi pelo rubio se despeinara. Mi cuerpo no se enfriaba, pero aun así me envolví en un acto refeljo en mi nueva gabardina negra (Alexander me había ofrecido una aplia gama de ropa para cambiarme por fin y sentirme más persona)
Chasqué la lengua y haciendo un gesto de desagrado examiné el borde del parque atentamente. Tras asegurarme de que no había nadie a la vista comencé a adentrarme hasta la zona en la que había sido Abrazada hacía tan solo dos noches. Como imaginaba, no me costó nada encontrar el lugar, y tampoco había rastro de que allí se hubiera cometido un crimen. Sin pensarlo mucho me quité la gabardina, la puse en el suelo y me arrodillé cerrando los ojos y entrelazando las manos a la altura de mi pecho.
-Padre nuestro que estás en los cielos…- comencé a rezar muy bajito.
Permanecí varios minutos recitando de memoria cuantas plegarias recordaba a la vez que intentaba que el ambiente del lugar y los recuerdos volvieran a mi, pero no parecían querer hacerlo. No me sentía mal por la muerte de aquella chica, solo esperaba que, como bien había dicho el Príncipe, algunos recuerdos volvieran, a si que me cansé enseguida de estar de rodillas. Abrí los ojos de nuevo y me levanté hastiada poniéndome de nuevo la gabardina.
- Vaya tontería…
Tu teléfono suena, y escuchas la voz de Alexander cuando descuelgas.
- Hey, Romy, tengo que ir a hacer un recado. Ve al cementerio y echa un vistazo por mí. Luego te recogeré por allí, ¿de acuerdo? Gracias.
Y sin darte tiempo a responder, cuelga.
Miré el teléfono enarcando una ceja, lo guardé de nuevo y me puse en camino hacia el cementerio. No estaba muy lejos, pero no le apetecía ir sola después de lo que le había contado. Fui dando un tranquilo paseo hasta el lugar. Nunca había estado en un cementerio de noche y no me inspiraba buenas vibraciones en absoluto.