Miércoles 25 de Febrero de 2004. - Un cementerio, Nueva Orleans.
El cementerio no tiene ninguna puerta ni ninguna señal. Se encuentra encajonado entre un aparcamiento y un edificio abandonado, rodeado por una alambrada. Como muchos otros cementerios en Nueva Orleans, los muertos son sepultados en la superficie, en ataúdes de piedra, en vez de ser enterrados en la frecuentemente mojada tierra. Ningún buqué de flores muestra alguna visita reciente al cementerio, y tan pronto como caminas entre las tumbas, ves el por qué. Todas las sepulturas datan del siglo XIX. Muchos de los muertos enterrados aquí, te das cuenta que son soldados de la Confederación.
Me limité a pasearme entre las tumbas y leer algunos epitafios. Al poco de estar allí saqué el móvil y consulté la hora esperando a que llegara o llamara Alexander. No me encontraba cómoda allí, a si que no dejaba de mirar a todos los lados con impaciencia.
Mientras das un paseo, reparas, casi sin quererlo, en pequeñas gotas de sangre esparcidas por encima de una de las tumbas.
Pasé un dedo por la sangre. Era reciente.
Me puse tensa y levanté la cabeza de inmediato mirando hacia todos los lados buscando algún indicio de algo.Saqué el móvil del bolsillo y busqué en llamadas recientes el número supuesto número de Alexander. No me cogió, es más, rechazó la llamada.
- Será idiota...- murmuré mientras volvía a guardar el movil.
Acto seguido me dirigí a la salida.
Pero de repente, muy suavemente, pero en contraste con la quietud del cementerio, suena un teléfono móvil. Y no hace falta hacer un examen conciso para saber que el sonido viene de dentro de la tumba.
Me quedé quieta y volví la mirada hacia la tumba. Si eso era una cementerio del siglo XIX que sonara un móvil dentro de una tumba no era nada relajante. Bueno, que sonara un móvil dentro de una tumba no era relajante en ningún contexto. Pero al menos, si sonaba era que estaba con batería, y si estaba con batería quería decir que la posible persona que estuviera dentro quizás siguiera viva.
Me aproximé no muy segura y empujé la tapa de la tumba.
La losa de la tumba era pesada, pero pones todo el empeño de tu parte, y tras unos dos minutos de sudor, si pudieras producirlo, abres la losa lo suficiente para ver qué hay dentro.
En su interior encuentras varias bolsas de plástico con ropa, y el móvil, que no ha parado de sonar en todo el tiempo que llevas intentando abrirla. En la pantalla aparece "Número desconocido".
Bueno, por el bien de la trama, obviaré la tirada xDDD.
Miré el interior de la tumba con desilusión y alivio. Después cogí el móvil y contesté.
-¿Diga?
- Romy. - dice una voz femenina al otro lado del teléfono. - Lo siento. De verdad. Pero no tenía elección. Ahora escucha. El juicio de Dios caerá sobre una de nosotras, y espero, y rezo porque sea yo. Pero no puedes dejarles que tomen tu alma de la misma forma que tomaron la mía. No puedes dejar que esta podredumbre te infecte a tí también. Tienes que mantenerte pura y rezar por el perdón. Tienes que acatar tu penitencia y...
El teléfono se corta.
Miré atónita el teléfono.
-¿Hola?- comprobé que se había cortado.- ¿Pero qué…?
Indecisa guardé el móvil dentro de la chaqueta y saqué las bolsas de plástico. Me senté sobre la losa de la tumba contigua y comencé a sacar la ropa que había dentro. Igual había una carta o algo más… explícito.
Todas las prendas son ropa de mujer, y puedes ver que oscilan entre básicos de fondo de armario a diseños carísimos. Las ropas más baratas están cubiertas de sangre y un polvo blanquecino.
De cualquier forma, tus conocimientos sobre el vudú te hacen intuir que el polvo es simple harina, que se usa para dibujar símbolos llamados vévés, y que la sangre de gallina es usada frecuentemente en sus rituales.
Me froto la frente con la mano intentando pensar.
¿Juicio de Dios? ¿Tomar mi alma? Obviamente tenía que referirse al Príncipe o a ellos en general. Igual y todo no iba tan mal encaminada con aquello de la secta.
Volví a guardar la ropa en las bolsas e intenté cerrar la tumba de nuevo. De repente ya no tenía tantas ganas de ganar puntos con el Príncipe. ¿Y si no tenía que ver con él? Tenía que ser él.
El sonido de tu propio teléfono te hace sobresaltarte. Cuando descuelgas, temerosa, escuchas la voz de Alexander.
- Hey, sal, estoy por fuera.
Me calmé al escuchar su voz.
- Ah, vale. Ya voy.- dije en un tono neutral.
Colgué el teléfono y lo guardé junto al otro, del cual me aseguré en poner en silencio por si se les ocurría volver a llamar. No quería que se enterasen de nada. No hasta tener más pistas.
Salí del cementerio y me monté en el coche negro que estaba aparcado a fuera. Saludé a Alexander y le dije que había tardado y me aburría. Esperaba que con eso no me preguntara por la llamada de antes.
- ¿Para qué me llamaste antes? Te colgué porque estaba en medio de un negocio. ¿Te pasó algo?
Me giré para mirarle con cara de asombro.
-No. Perdón si te molesté. Es que hacía un rato que estaba por el cementerio y me aburría. Y bueno, no me gustan los cementerios. Quería saber si ibas a tardar mucho.
Alexander chasqueó la lengua.
- Vale. Y ahora quiero la verdad.
Miré de reojo a Alexander.
-Lo que tenga que decir se lo diré al Príncipe.- le respondí.
Él mismo me había dicho que podía ganarme unos puntos con Vidal inventigando. Pues me parecía una buena excusa.
Alexander sonríe, como es costumbre, de medio lado.
- Buena respuesta, sí señor.
El Gangrel coge su móvil, marca un número y llama.
- Sí, estoy con ella. Bien. Estaremos allí en un momento.
Y acelera, para que el Chevrolet se pierda en la noche.