Partida Rol por web

Miércoles 25 de Febrero de 2004. - Campus de la Universidad de Loyola, Nueva Orleans.

El Chevrolet Epica negro cruza St. Charles Avenue y para enfrente de una iglesa del campus de la Universidad de Loyola.

- Muy bien. Maldonato te está esperando dentro. - dice Alexander.

Le miré interrogante. ¿Otro Vástago más?

-¿Para qué?

Me estaban poniendo nerviosa tanto mandarme de un lado para otro. Y luego estaba la llamada...

Alexander bufó.

- Maldonato es el Senescal del Príncipe, es decir, el segundo al mando, y uno de sus muchos cometidos es el de filtrar la información que le llega a Vidal, así que, si quieres hablar con el Príncipe, primero tienes que pasar por Maldonato.

El Gangrel se encoge de hombros.

- Así son las reglas, y nos las hice yo.

Me bajé del coche de mala gana y sin decir nada eché a andar hacia la Iglesia.

No tenía ganas de hablar con nadie más, ni de conocer a nadie más. Realmente tenía ganas de… tocar el piano. ¿Me dejarían volver a mi casa alguna noche? ¿Qué pasaría con mi otra vida? Mis padres no notarían mi ausencia hasta dentro de quizás una semana, pero en el conservatorio ya debían de echarme en falta. Y me entristecía saber que no iba a volver a tener esa vida… nunca. Pero esperaba poder salvar la música.

Las puertas de la iglesia se abren silenciosamente, y un anciano sacerdote Católico aparece ante tí. Sus ojos te miran y su boca se abre como si te señalara que lo siguieras. Te conduce dentro de la iglesia, pasados los confesionarios. Un hombre espera en la nave que se extiende delante de la pila bautismal. Tan pronto como te acercas, hace una genuflexión, moja sus dedos en el agua bendita y se presigna. Entonces se gira hacia tí.

Su piel es morena y tersa, excepto por las marcas de edad alrededor de sus ojos. Viste un traje de sastre gris. Un anillo de oro en su mano izquierda brilla a la luz de las velas. Aunque nunca has visto su cara antes, sabes por su mera presencia que él era el vampiro que escuchaste la oscura noche de ayer: Maldonato.

Le echa una mirada al cura, el cual se siente en el último banco, y entonces, te mira a tí.

- Sígueme.

El tono te indica que no es una petición.

Sin decir nada seguí a Maldonato. Aunque si hubiera sido una petición le hubiera seguido igual.

Al ver que le has seguido directamente, Maldonato se gira y te mira con dureza.

- Muestra el respeto que merece la Casa de Dios.

Y te señala la pila bautismal.

Avergonzada, pedí perdón y me acerqué a santiguarme de inmediato. Semejante descuido era impropio de mi, pero dadas las circunstancias y los acontecimientos recientes, tenía la cabeza y los pensamientos en otro sitio. Aunque estaba segura de que Maldonato no lo vería así.

Cuando terminé le seguí de nuevo.

Satisfecho, Maldonato reanuda la marcha hasta el primer banco de la iglesia, donde te insta a sentarte. Una vez hecho, te habla.

- Romy Stevenson, ¿verdad? Yo soy Philip Maldonato, Senescal de Nueva Orleans. Dime qué pasó en el cementerio.

- Acudí al cementerio a petición de Alexander y al dar varias vueltas por allí reparé en unas gotas de sangre. Abrí la tumba y encontré varias bolsas de plástico cerradas. Al abrirlas encontré rastros de harina y sangre, y por lo que me había comentando Alexander deduje que eran restos de un rito vudú. Lo dejé en su sitio pensando que sería más conveniente que lo viera un… cargo superior.- dije totalmente segura de mi misma.

No veía razón para dudar de mis propias palabras.A fin de cuentas, eran verdad.

Maldonato asintió.

- Hemos tenido problemas de herejía en ese cementerio. Tenemos ligeras sospechas de quiénes podrían haber sido los autores de los hechos, pero no queremos dar nada por sentado hasta tener pruebas.

- Quizás alguien debería volver para recoger las bolsas- sugerí- O puede que haya otras cosas en alguna otra tumba. No me dio tiempo a mirarlo, lo siento.

Maldonato arqueó una ceja.

- ¿Seguro que no tiene nada más que contarme, señorita Stevenson? Porque si está pasando por alto cualquier tipo de información, lo consideraré traición al Príncipe...

Mierda…

Metí la mano en el bolsillo y rebusqué el teléfono que había encontrado.

- También encontré este móvil. Llamaron, era una chica y parecía conocerme. Dijo algo de… el juicio de Dios y que no había tenido elección. Dijo que tenía que rezar por el perdón o algo así. No lo entendí muy bien.

Mentir sobre la mentira era una tontería. Era obvio que había intentado ocultarlo. Solo quedaba que Dios, si es que seguía ahí arriba velando por mi, me salvara de la ira o… lo que fuera.

Maldonato mira al altar, con los ojos fijados firmemente al frente, intentando serenarse. Gruñe algo en español, y se presigna. Finalmente, se gira hacia tí.

- Sé que hablo en nombre del Príncipe Vidal cuando condeno a esa mujer como la peor blasfema, y probablemente, una seguidora de Savoy, también.

Ante tus miradas inquisidoras, te explica.

- Savoy es un Vástago que se hace llama "el Señor del Barrio Francés". Realmente, no es nada más que un pretendiente, un usurpador con unos cuantos seguidores que serán aplastados en poco tiempo. Pero por lo menos conserva su fe, o eso he oído.

Maldonato cruza sus manos, fuertemente.

- Esta mujer, de cualquier forma, está profanando un lugar sagrado para el Príncipe. Tuvimos problemas con los Vástagos practicantes de vudú en el pasado, pero la mayoría de ellos fueron destruidos, y pensaba que el resto de blasfemos habían dejado la ciudad. Evidentemente no.

Entonces te mira, escrutándote.

- El que estuviera haciendo ritos de sangre en un lugar tan cercano al lugar de tu Abrazo y que ella afirmara alguna especie de conexión contigo, seguro que no es una coincidencia. Así como ella debe saber por qué tú y otros cuatro Vástagos más fueron Abrazados, o asesinados, para ser francos. Y eso significa que tú tienes mayor posibilidades de encontrarla que nadie más. ¿Lo harás?

Escuché con atención todo lo que me dijo y lo medité durante unos instantes.

- Yo no se… Supongo que podría hacerlo, pero necesito algo de tiempo. Fui Abrazada hace dos noches no se cómo funciona todo esto. Me siento mareada yendo de un lado para otro. Y ahora me llama esa mujer… Es todo muy confuso, espero que me entienda. Necesito habituarme, ni si quiera se qué va a pasar con mi otra vida.

Estaba realmente angustiada. Ahora ya no sabía si aquella mujer pretendía ayudarme o no. Ni si quiera recordaba con claridad sus palabras.

Maldonato te mira con furia contenida.

- Puedes irte. Te sugiero buscar un refugio donde no entre la luz del sol, para pasar el día.

Pero conforme te estás yendo, escuchas su voz de nuevo.

- Y Romy. Me tomé la molestia de traer tu coche. Está fuera. Las llaves las tienes dentro. De nada.