Partida Rol por web

- Don Iñigo nos hace un gran honor. He de deciros que el salón es sencillamente espectacular, muy apropiados los tapices. Señora, lleváis un vestido muy bonito, ese verde realza la belleza de vuestros ojos.- está hecho un galán Don Carlos.

Claramente satisfecho de que os guste el salón contesta - Gracias Don Carlos, venid y sentados en el centro junto a mi prometida y a mí - y diciendo ésto se sientan los futuros en el centro de la mesa, reservando el asiento junto a Iñigo a Don Antón y el asiento junto a Doña Luisa a Don Carlos - tomad asiento Don Antón -junto a Don Antón se sienta Aleixo y junto a Aleixo Hernán, Roderigo y Samuel.

El Marqués da varias palmas y aparecen dos criados con tiaras de vino a rebosar y van sirviendo las copas una. Otro criado aparece con una bandeja metálica con un pichón asado, el olor hace que se os haga la boca agua.

- Espero disfruten sus mercedes de las viandas, la ocasión lo merece - da otra palmada y un enano gordo y achatado aparece bailando cómicamente junto a otro que toca el laúd, la melodía es sumamente divertida y el bufón enano hace las delicias de los allí reunidos.

¡Vaya despliegue! Allí había más comida y bebida que en los buenos tiempos de Don Antón, se notaba que el tal Don Iñigo era rico de los de verdad. Mientras daba cuenta del pichón tratando de no parecer un salvaje que no había comido en años, me entretuve mirando las cabriolas del bufón. Tenía un cierto parecido a Kalev, y lejos de entristecerme por aquella herida abierta me acordé de lo primero que pensé cuando le conocí y me hizo mucha gracia. Bebía vino para regar la carne aunque traté de moderarme, no quería dar un espectáculo que pudiera avergonzar a mi señor.

- Esto está cojonudo - cerré la boca rápidamente al darme cuenta de la blasfemia que acababa de soltar, pero es que el vino me soltaba la lengua - Roderigo, bebe amigo que esta puede ser la última vez... Come Hernán, seguro que no has probado algo así en mucho tiempo.

Me dejé llevar por la euforia del vino... pero sólo un poquito.

Es un placer estar aquí celebrando este encuentro- dijo cortésmente Antón, que seguía sin estar del todo cómodo junto a Don Iñigo-Debo decir que ambos estáis radiantes-dijo refieriéndose a Don Iñigo y a su prometida- Lamento estar abusando de vuestra hospitalidad, nos iremos cuando haya acabado para no ser mas molestia.

Se refería, claro está al dia siguiente, pues, aunque no le apetecía partir aquel hombre no le agradaba y no estaba cómodo ni tranquilo estando allí. Además trataba de observar cualquier signo que diera la razón a las palabras de Samuel.

Los que estáis cerca de la pareja escucháis como el marqués pregunta -¿Qué le ha ocurrido a vuestro pelo amada mía? Fray Gregorio lo descubrió como rubio y se os ha tornado oscuro- dice con inocencia.

Con una sonrisa -Fray Gregorio me conoció cuando niña, con el paso de los años mi cabello fue oscureciéndose mi señor.

Bebe un trago de vino y vuelve a preguntar

- ¿y el caballo blanco que os regalé hace unos meses ? no lo ví con la comitiva. ¿Le ha ocurrido algo?, me hubiese gustado veros montándolo.

- Cogió unas fiebres vespertinas el pobre  animal, así que por su bien decidí dejarlo en el convento y no traerlo...- Se levanta y ella misma rellena la copa del marqués de vino.

- hiciste bien amada mía, es un caballo formidable y sería una verdadera lástima que se perdiese- dice sosteniendo la jarra contra la mesa para facilitar la labor a Doña Luisa.

Doña Luisa tras una charla que ni Samuel ni Roderigo ni Hernán pueden escuchar, se levanta animadamente y da un beso a su prometido mientras le rellena la copa.

El banquete se encuentra ya pasado su punto álgido y no en mucho los primeros invitados comenzarán a retirarse.

Don Antón, que trataba de conversar con el Iñigo y hacer amena la velada no le quitaba ojo de encima. Trataba de discernir en sus ojos y en su forma de comportarse si de verdad era un hombre vil, o si acaso todo eran imaginaciones suyas y estaban acusando a un buen hombre. Apuró la copa de vino y se mantuvo en silencio para no interrumpir las palabras de la prometida. Su conversación lo hacía curioso, pues la joven parecía negar todas las virtudes que se le atribuían como si hubiera levado un disfraz y ahora mostrase su verdadero rostro... o al menos eso pensaba Antón, pues no conocía ni a la señora ni al señor.

Hernán miraba la comida con satisfacción. Hacía mucho tiempo que no gozaba de un banquete como aquel y sabía que no volvería a disfrutar de uno en mucho tiempo. Decidió que hasta que acabase el evento sería prudente dejar un poco de lado las preocupaciones y necesidades, no quería que se enturbiase la cosa todavía más. De todas maneras, seguía teniendo la espina clavada.

Sentado con sus compañeros, cayó en la cuenta de que si todavía les quedaba un largo trecho hasta Santiago, quizá fuese bueno establecer algo de amistad con ellos, aunque no excesiva, no quería problemas cuando se separasen...

-Tenéis razón Samuel, hacía mucho que no disfrutaba tanto de una comida. ¡Lo que daría yo por tener una pequeña parte de todo esto el resto de mis días!...-Dijo.

-...Y también una reserva de enfermos de los que nadie se preocupase. -Añadió para sí.

El caballero, de pronto, intervino en la conversación de los esponsales como si con él fuese también la cosa. 

- A mi parecer... un caballo está para ser montado. ¿Fiebres...? Bah, lo que un buen jamelgo necesita para curar cualquier mal es salir al campo y trotar.

Aleixo hizo una pequeña pausa para volver al sabroso pichón que tenía sobre la escudillla.

- Las jaulas no hacen bien a nadie... ni a las personas ni mucho menos a las bestias.

Mira de soslayo al caballero

- Los caballos están para ser montados siempre que estén en buenas condiciones claro está... mi Señor- mientras el marqués apura la copa que le acaba de servir, Luisa vuelve a su sitio y bosteza varias veces - iremos a por ese caballo amado mío tras la boda. Señores si me disculpan gustaría de retirarme. Ha sido un día largo  y ando cansada.

Todos los hombres se levantan al levantarse la dama y futura señora de estas tierras  -tenéis mi permiso por supuesto, os llevarán a vuestras habitaciones, yo tampoco tardaré en retirarme. Buenas noches querida- dice acercándose y besando la mejilla de la joven que tras despedirse se retira del salón.

Al poco el banquete decae del todo y el marqués y sus hombres también se retiran, además de casi todos los invitados, quedando sólo los borrachos y demás gañanes y vosotros.

Por no quedar no quedan ni bufones o músicos o criados.

Poniéndose en pie

- Aprovechemos estos dos días para descansar. Largo camino hay aún a Santiago, me retiro y deberían hacer lo propio , tal vez mañana podamos dar un paseo por el pueblo y enterarnos de más cosas de este marqués, su amada y el difunto confesor sobre los que tantas habladurías pesan según nos ha relatado Samuel. ¿ Os dáis cuenta? otra vez estamos inmersos en escarceos amorosos...

Aleixo apuró el último sorbo de vino de su copa y se levantó de la mesa pesadamente. Había comido y bebido como hacía mucho tiempo y, aunque la presencia de Íñigo de Medina le resultaba como poco inquietante, lo había hecho con verdadero deleite.

- Mañana será otro día... - sentenció el caballero solapando un bostezo. - No veo el momento de echarme a dormir sin la lóriga de mallas.

Sin aguardar a los demás Aleixo comenzó a subir las escaleras lentamente. Tenía la sensación de haber bebido un poco más de la cuenta y, aunque la panza llena ayudaba a sobrellevar mejor los efectos del vino, los peldaños parecían moverse bajo sus pies. Menos mal que acostumbraba a estar callado.

Un sueño reparador harían de él un hombre nuevo. 

Antón no era hombre que bebiese demasiado, aunque sabía apreciar un buen vino. Asintió ante las palabras del hidalgo.

-En efecto Don Carlos, de nuevo nos hemos metido en una historia en la que nosotros no deberíamos actuar. Pero en verdad esta vez me creo las palabras de Samuel y de las gentes, pues este noble, pese a darnos unos dias de descanso y tranquilidad, no me da buena espina. No creo que pueda dormir tranquilo. Es como...dormir en un sitio impío-dijo quedamente pero enseguida se dio una palmada en la frente- Bah no me hagáis caso, como bien dice el caballero, mañana será otro día y quizás averigüemos algo.

Así pues, os retiráis tras Don Carlos subiendo las escaleras con tiento, pues el vino hacía presa de más de uno y nadie quería lisiarse cual caballo.

La noche discurrió tranquila y descansásteis como hacía muchísimo tiempo, hasta que el sol estaba ya en lo alto... un verdadero lujo para gentes de vuestra ocupación peregrinal.