Partida Rol por web

Aquel reloj fresco no se movía. ¡Esa Reina era una harpía peor que la Constancia, la vecina que siempre iba por ahí chismorreando mentiras gordas de todo el mundo!

O quizás era que Molsa no le dio tiempo a hacer más fuerza, quién sabe. La bestia cornuda se llevó de allí a doña Agustina y esta siguió refunfuñando.

—Pues esa Reina no sé quién se ha creído que es, tanto Reina-Reina-Reina, pero no sabe ni hacer un té ni nada, es una fresca, una deslenguada y una… una… ¡una no-sabe-hacer-tés!

Pero Molsa y el Príncipe la distrajeron.

—¿Leer? —preguntó mirando al Príncipe con chiribitas en los ojos otra vez. «Oy, oy, oy, ese Príncipe guapetón quiere algo de mí, ji, ji, qué oportunidad»—. ¡Claro, claro! Yo sé leer libritos, yo sé, ji, ji.

No tuvo tiempo de mucho más, sin embargo, porque de pronto la Reina apareció al otro lado de unas escaleras enrevesadísimas, o enresevadímisas, como dirían Blogz y su hermano gemelo. Al escuchar a la Reina pidiendo que le temieran, doña Agustina hinchó el pecho y…

—¡¡¡FRESCAAAAAAAAAAA!!! —chilló—. ¡Vamos, Molsa corazón, por ahí! —dijo mientras le iba señalando el camino.

La monstruo se echó casi las manos a la cabeza al ver aquel lío de escaleras arriba y abajo, hasta sus diminutos ojos castaños daban vueltecitas en sus cuencas y todo.

— Mooooooolsaaaaaaaaaaaa líiiiiooooo treeeeeemeeeeendoooo brrrrr.

Pero ella, que era una monstruo cornuda muy obediente, hizo caso de lo que su conciencia gusana le decía y por ahí que fue, siguiendo la posición de los toquecitos de la gusana en su cabeza.

— Tiiiiiiiiiiiiiiiic, taaaaaaaaaaaaaaaaaaac —iba diciendo mientras subía un escalón, y otro, y otro más, y el de más allá—. Moooolsaaaa mieeeedooooo sí...

Contestó a la reina de los goblins de forma sincera mientras seguía subiendo y se dirigió entonces al príncipe.

— Yoooooo suuuujeeeetooooo liiiiibroooooo, leeeeeeeeeeeer Doooooñaaaaa. Baaaaaastiiiiaaaan liiiiiiistoooooo.

Los ojos de Príncipe Bastian fueron hacia la Reina Goblin cuando la vio en aquella puerta. Escuchó sus palabras, y hubo algo en él que quiso decirle que bueno, que él sí podía hacer eso. Temerla la temía un poco, a decir verdad. Y amarla... bueno, eso llegaba con el tiempo, ¿no? Así eran las cosas en la realeza.

Sin embargo, no tardó en centrarse. Sacudió la cabeza y, sin avanzar más, le tendió el libro a Molsa.

—¡Antes de que se vaya! —les dijo—. ¡Haced como la del libro!

Doña Agustina no entendía muy bien qué tenía que hacer. ¿Leer o hacer como la del libro? ¿La del libro leía? ¿Qué les estaba diciendo el Príncipe? ¿Se había vuelto un Príncipe Blogziano que decía cosas raras? Cuando Molsa le abrió el libro, doña Agustina se asomó y entrecerró los ojos, leyendo:

—«Por increíbles peligros e innumerables fatigas, me he abierto camino hasta el castillo más allá de la Ciudad de los Goblins, para recuperar el niño que me has robado. Porque mi voluntad es tan fuerte como la tuya y mi reino igual de grande. No tienes poder sobre mí» —leyó. Luego miró al Príncipe—. Pero si yo no tengo ningún reino, jovencito.

—¡Sabía que te entroncaría aquí! — dijo. Luego bajó la voz, serugo que la reina le había oído —. Si, eso..uh... Lo sabía muy bien, si.

Pero no era hora de satusarse, porque si no, no repuquerarían el río, su querido río, ni el té. Ni a ese.

—Sisisi, vamos por ahí — Globz corría a toda vezolidad, pero nunca iba más allá de las prienas de Molsa. Pro si acaso.

Total, que la pillaron.  Y comezanron a leer lo del brilo. A Globz se le pusieron las ojeras de punta, como gandres parasoles.

—Nonnono..Noesasí — dio un brinco hasta los bromhos de Molsa.

—Porin cre iblespe li gros ein..um...era blesfa tigas, coma, mehea bier toca mino as taelca stillo másallá delaci uda de los Goblins, coma, pararre cu pera rel río que me has robado...uh... Porquemi voluntad estan fuertecomo latuya y mi reino igualde grande. No tienes poder sobre mí — Respiró —.Toma ya

Molsa escuchó las dos versiones y algo se encendió en su lenta mollera repleta de musgo, levantando su dedo para hacer un apunte, pues también quería participar del hechizo.

— Téeeeee, ríoooooooooo y Niiiiicooooolaaaaasíiiiiiiiiiiiiiiiin...

La reina sonreía con malicia, divertida con el modo en que la gusana la llamaba fresca, algo que parecía no molestarle en absoluto. Sin embargo, cuando vio el libro que Bastian sacaba de sus bolsillos, sus ojos se abrieron más y la sonrisa empezó a decaer en sus labios. 

—Eso no es necesario, eso no es…

Empezó a protestar extendiendo una mano hacia ellos, pero en cuanto Doña Agustina empezó a leer sus labios se crisparon con dolor. Cuando la gusana terminó el hechizo, la reina cayó de rodillas al suelo. Globz y Molsa lo completaron añadiendo más peticiones, pero la reina parecía ya completamente derrotada. 

—Está bien. Habéis ganado. Ahí tenéis vuestras cosas.

Con sus últimas fuerzas, perdida su voluntad, movió la mano y un remolino de viento salió de sus dedos y los envolvió a todos haciéndolos girar vertiginosamente.