Partida Rol por web

Sir Arthur se lanzó a por los enemigos, espoleando su corcel, todo decidido y valeroso como era él… pero el trotar de Tuberías no era muy estable y al pajarito que aún era un bebé de vez en cuando le llamaban la atención cosas que veía. Como, por ejemplo, esa mini-goblin que daba saltitos en el suelo. Se frenó en seco y bajó la cabeza para intentar picotearla, pensando que tal vez era comestible. 

El gatete no estaba bien sujeto y salió disparado con aquel frenazo, con la mala suerte de que cayó al suelo justo a los pies del líder del grupo. 

—¡Ja! —exclamó este—. ¿Cómo os atrevéis a piltrafillarizar a mi amiga? ¡Os vais a enterar!

Y, ni corto ni perezoso, roció con su veneno a Sir Arthur, que de inmediato sintió cómo su cuerpo empezaba a ralentizarse dramáticamente. ¡Apenas podía mover sus articulaciones!

Pero Molsa no se iba a quedar quieta mientras atacaban a sus amigos. La bestia cornuda giró con ímpetu y su cola barrió el suelo de modo que el goblin que había piltrafillarizado a Doña Agustina salió volando con tanta fuerza que pasó por delante de la tienda de venenos y chocó contra un muro allá lejos. Se quedó en el suelo, pero ya no se reía, ahora gimoteaba, dolorido por el golpe. 

Le dieron un poco de pena los gimoteos del pequeño del casco. ¡Pero que lo hubiese pensado antes de atacar a sus amigos! Pobre, pobre Agustina... ¡Y pobre caballero de antaño! Cuando dio la vuelta completa, los pies de molsa crearon un pequeño retumbar al intentar estabilizarse y entonces vio salir volando a Sir Arthur, cayendo a los pies de aquel malote. 

Lo vio todo a cámara lenta, como lo veía todo Molsa, o tal vez fue por el efecto ralentizador, el caso es que el pobre gatito terminó todo embadurnado de aquel veneno.

— NoOoOoOoOOooOooOo Siiir AaAaAaAaAaarthUuuuuUUuuUuR... —Bramó dramáticamente la bestia. Entonces su ceño musgoso se frunció y comenzó a dar zancadas hacia aquel goblin malo del pelo chuli.— ¡Gooooblin maaaaloooo, maaaal, muuuuy maaaaaal! Arthur amiiiigooo.

Y claro, como que andaba con las manos ocupadas, pues en una llevaba a Agustina y en la otra el rociador, cargo su patota hacia atrás y le pegó una patada, como cuando quería apartar alguna roca de su jardincito de coníferas bebé.

— Juuuuuummmmm...

Sir Arthur se levantó con la dignidad que le quedaba pues el resto se la había dejado en el suelo estampada tras su... gran actuación como caballero de antaño. Se dio cuenta de que tardaba más de lo habitual cuando tras varios segundos todavía estaba a medio levantar.

—Queeeeeee meeeeee haaaan heeeeeechoooooo?—preguntó en voz alta. ¿Le habían convertido en Molsa? ¡Oh diantres! ¡Eso sí que era una desgracia!

Arrastrándose como pudo trató de llegar hasta Tuberías para que el pollo pudiera llevarle a una velocidad normal mientras sus amigos resolvían la situación con los goblins.

—Ayayayaayyyyyyy — Globz se había refugiado en su sitio favorito, agarradito a la sólida piernota, parecida a un musgoso y recio tronco, de Molsa.  No se le había pasado por la cabeza que ella quisiera dar una patada. ¡Ni siquiera sabía que podía hacerlo! Intentó sujetarse en las hierbecitas pero se le escurrieron los dedos.

—Uaaaaaaaaaaahgh — otra mancha amarronada (Globz) siguió la estela del pequeño Metch y chocó con un sonoro *CLONC* contra el chulísimo y grandísimo casco del pandillero goblin.   Sin embargo, a pesar de lo arapatoso de la caída, no parecía que se hubiese hecho nada serio

—Ay, ¡que daño! Menos mal que estaba este casco melático tan chulo para amorguituar el golpe. Si no nos habríamos dado uno contra el otro como cuando mis hermanastros Gritz y Britz se quedaron pajaritos una semana entera

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Doña Agustina se sintió levantada del suelo en volandas y lo único que llegó a pronunciar fue un largo y chillón:

—¡Frescoooooooooooooooos!

Vio todo lo demás con cara de sorpresa y terror, especialmente cuando aquel pobre goblin salió volando contra una pared golpeado por Molsa, que había sacado a relucir su lado más agresivo y asesino, dando colazos y patadas. Sin embargo, doña Agustina estaba demasiado ocupada tratando de taparse su cuello con aquella bufanda antimágica que no se había agrandado como para prestar demasiada atención a todo el follón.

—Ay Jesús, María, José y los Santos Gusanitos del Cielo, ¡yo necesito una tila!

En aquel momento, maldijo internamente a la reina de los goblins por haberse llevado todos sus tés e infusiones, ¡incluida la tila! Qué barbaridad.

El pájaro seguía intentando picotear a la goblin piltrafillarizada sin mucho éxito porque ella no paraba de dar brincos mientras agitaba su puñito. En una de esas incluso intentó rociar a Tuberías, pero solo consiguió que un polvillo de veneno flotase a un par de centímetros de ella, lejos de alcanzar al ave. 

Mientras tanto, el caballero de Antaño se esforzaba por llegar a su montura, pero iba tan despacio que tardaría una vida entera, qué digo, ¡tres vidas!, en alcanzarla. 

Globz se había llevado un castañazo al salir disparado, pero nada comparable con el patadón que se llevó el líder de aquella pandilla de gamberros, que chocó contra una pared con tanta fuerza que le salieron pajaritos imaginarios alrededor de la cabeza. 

Molsa había dejado fuera de juego al último goblin en pie, pero Sir Arthur iba a necesitar ayuda para salir de allí. Al menos que alguien lo subiera en Tuberías, porque si tenían que esperar a que llegase él se les iban a pasar las doce horas que les quedaban. 

Después del patadón a aquel verdusco artificial, Molsa expulsó airecito por las narices con enfado, pero en cuanto se relajó y se dio cuenta de dónde había ido a parar el pobre Globz emitió un soniquete lastimero.

— MMMmmmmph... Moooolsaaa sentiiiiiir muuuuuchoooo —miró entonces a Doña Agustina que estaba en sus manos— ¿Dooooñaaa estaaaar bieeeeeen? ¿Amiiiiigooooos bieeeen? —Preguntó lastimera mientras colocaba con cuidadito a la Doña encima de su cabeza. Bueno, encima del cuenquito, ya que seguramente no cabría dentro de la casita, entonces se acercó hasta Sir Arthur y lo agarró con cuidado por debajo de los sobacos.— Siiiir Aaaarthuuuur leeeeentooo como Mooooolsaaaaaaa, sí...

Compuso una sonrisilla que mostraba más los colmillitos sobresalientes de la monstruo y lo sentó sobre el pajarito que seguía intentando picotear a la verdusca goblin que ahora parecía un gusanito. Normal que Tuberías se lo quisiese comer. Señaló el camino libre y mirando a Globz dijo:

— ¿Seeeeguiiiiiiir? —Observó los desperfectos y palmeó sus manos antes de emitir un.— Y chiiiiim puuuuuuum...

Aquello, el chimpum le había enseñado Nicolasín que se decía cuando algo acababa. ¡Un trabajo bien hecho!

Doña Agustina se llevó las manos a la boca cuando vio al pobre goblin estamparse contra la pared con la patada que le metió Molsa.

—¡Ay, criatura! ¡Pero mira que eres bruta! —exclamó escandalizada por esa demostración de fiera violencia.

A pesar de todo, doña Agustina sentía un poco de pena por los goblins. ¿Eran unos frescos? Sí. ¿Merecían unos buenos azotes? También. ¿Aquella violencia había sido excesiva? Un poquito. Así pues, mientras Molsa se ponía en marcha, doña Agustina dio un saltito al suelo al pasar junto al líder de los tres, que había quedado viendo pajaritos junto a la pared. Mirándolo desde el suelo, levantó un dedito acusador y le dijo:

—¡Y espero que te sirva de lección! Molsa es muy brutita, pero algún día os iba a pasar que os encontraríais con la horma de vuestro zapato. Eso te pasa por llevar esos peinados modernos.

Después de quedarse a gusto con esa admonición, doña Agustina se agarró de nuevo a la pierna de Molsa y subió hasta la cabeza, aunque ahora tenía un tamaño mayor que antes.

—Vámonos, jovencita, pero la próxima vez mejor que no seas tan bruta. Me hace mal al corazón presenciar tanta violencia. ¡Ay Jesús de mis amores benditos!

—No me hice daño, Molsa, que tengo la cabeza bien dura —dijo quitándole importancia mientras medía con incredulidad toooda la distancia que había "volado" hasta darse el trebemundo choque. Se podía haber hecho daño, quedarse parajito como sus cuñados...o peor aún, haberse quedado como sir Arthur.

—¡Qué desgracia! ¡Arrastrado a una batalla desdiapada! ¡Plas, plas! —imitó unos golpes de puño —¡Fluss, fluss! —el gesto de disparar con los dedos de Hanna —¡Jummmmmmm! —patada y brinco —¡Blergh, Argh, Clonc! —se tiró en el suelo, con los brazos y piernas estirados y lengua fuera, pero se levantó al segundo—. Ha sido terrible, terrible.  Una batalla de rociarodes, ¿Quién me iba a decir que acabaría en una terrible batalla? 

Se fue alejando junto al resto.  Ayudó a Sir Arthur a subir a Grazni —No te preocupes, sir Arthur, que aunque vayas lento hay muchas cosas contra las que luchar...um... Hongos, Tortugas canibolas, caracoles... pero hongos de los malos, no de los que viven en Molsa.

No encontró diferente a Doña Agustona, aunque le pareció que había sido piltrallizazada. Parecía que sólo había afectado a la bufanda, que era minúsluca.

Y mientras hablaba y salía de esa sección del laberinto, dio un vistazo atrás. Nunca lo admiritía, pero había sido muy emocionante.

—Bieeeeeeeeeeeeen.—pronunció la palabra como pudo cuando Molsa le cogió del suelo y le dejó encima del pájaro. Se dejó caer y dejó caer sus brazos para de esa manera agarrarse a Tuberías y confiar en que el pollo le sacaría de ahí. 

Por suerte Tuberías sabía lo que había que hacer así que movió el culete y sacó al gatete de allí.

—Noooooooooooooo.—consiguió pronunciar con mucho esfuerzo. 

¡Maldita sea! ¡Malditos goblins! Lo que me han hecho....

—Estooooooooooooooy.—dijo al final como respuesta completa a la pregunta de Molsa. Bien no estoy.

Y así fue como nuestro grupo de buscadores se marchó de allí, dejando tras ellos todo un cuadro de goblins derrotados. Desde la puerta de la tienda, el enano los contemplaba alejarse con una sonrisilla de satisfacción al ver que le habían dado su merecido a aquellos gamberros que habían robado en su tienda. 

Caminaron y caminaron durante largo rato, recorriendo pasillos de muros de piedra, hasta que, poco a poco, Doña Agustina fue recuperando su tamaño normal y Sir Arthur empezó a notar que sus extremidades le respondían. 

De repente, vieron que ante ellos se abría algo diferente: la piedra daba paso al verde de los setos. ¡Una nueva etapa en su viaje hacia el centro del Laberinto!