Partida Rol por web

No muy convencido, envaino al fin la espada. Todo esto de la peste no contesta a cómo esa mujer no ha muerto, pero si realmente es peste, una madre no permitiría que su hijo sufriese. A menos, claro está, que sea una autentica bruja. Pero, de momento, prefiero pensar que no es así.

Así, cuando salimos de la casa, y los guardias preguntan, les contesto—. Yo me dirijo de un lado a otro, sin rumbo fijo, buscando entuertos que necesiten que un caballero se ocupe de ellos. Como el de la bruja, por ejemplo.

—Y ahora, decidnos, ¿cómo ha podido existir aquí una bruja durante tanto tiempo, y sin que nadie se diese cuenta? ¡Otros lugares han ardido desde los cimientos por menos!

Ratas... un escalofrío me recorrió sólo de pensar en esos asquerosos animales, traídos a este mundo seguramente por el diablo con el único propósito de causar enfermedad y dolor. Me acerqué aún más a la puerta santiguándome disimuládamente por si la peste estuviera presente en aquella choza. Mas un hombre que dijo ser médico apareció acompañado por la guardia y quitó importancia a lo que el rapaz tenía... parecía que la cosa no era tan grave y un sonoro suspiro de alivio salió de mis labios.

- Válgame el cielo, ¿y tanta muerte entonces para qué?

Aquello era muy raro y si la supuesta bruja no tenía nada que ver con lo que el chiquillo tenía entonces qué había pasado hacía sólo unos instantes y por qué.

- Nuño de Ordás, soldado en peregrinaje desde León hasta el Salvador en Oviedo. -Respondí escuetamente al requerimiento del soldado.

El hombre carraspea y empieza a contar con voz áspera

- Brujas hay en todas partes imagino. Aquí las tenemos de dos tipos: Las Lavanderas que chupan la sangre de los niños que era la que creíamos que mató Su Merced y las Insanas que ayudan a apagar los fuegos y que parece que es la que era realmente esa vieja- mira de soslayo a la choza.

-Mis hombres y yo Trabajamos para el Conde de Mieres, Señor de Castillos, Villas y Molinos. Nos mandó a que limpiáramos el paso de las Montañas de Ribagorda de los bandidos que llevan varias estaciones atacando a todos cuántos pasan por allí. Sólo una vez dejaron a uno con vida que dijo que esos bandidos eran criaturas sobrehumanas... -hace una pausa -decía que eran Pataricos, monstruos no humanos que dicen que tienen un solo ojo.

Empieza a caminar hacia la posada

-¡Qué tal si os invito a una jarra de vino y charlamos!

No bebía, pero bien que podría acompañar al soldado y el resto para escuchar una buena historia (fuera o no cierta, que más bien me pareciera lo segundo...y más logico).

Pataricos -dije mientras ya estaba dispuesto a seguir al tipo-, ¿y ese viajero sigue con vida? Quiero decir... aunque supongo que fue presa del miedo y que por eso contó tal incredulidad..., ¿le preguntásteis cómo era ese tal "patarico"? ¡Menudo nombre...! -haciendo como que me sorprendía de la risa-.

Ya sabía qué manos aguardaba ese "aguerrido caballero" que bien me parecía a mi  que más que desfacer entuertos desfacía la carne deshuesándola, y más cuando era humana y había yacido con las malas artes de cuantos demonios cristianos o judíos hubiera, lo cual era lícito. También escuché a ese peregrino de Ordás, venido de casi tan lejos como un servidor, aunque me extrañaba la presencia de cabellos alocados, los cuáles pareciérale que una de esas malditas ratas le hubiera moridido en los...

Mientras me disponía a salir, esperando a que aquel soldado nos diera más explicaciones sobre los "pataricos" (e intentando revelar qué había de verdad o no en el asunto), revise la casa y a la mujer, intentando discernir o escuchar algo que saliera de ella, pero sin ocasión.

Me presento, mi nombre es Raimundo Beltrán y soy un bibliotecario. En este momento me encuentro en la búsqueda de algunos tomos bastante difíciles de conseguir, por lo que he decidido tomar las riendas y salir yo mismo en la búsqueda. Sin embargo debo admitir que la simple curiosidad me atrajo hasta la casa de esta desdichada mujer. 

Sus pasos acompañan al grupo de hombres que se dirigían hacia la taberna, seguramente para continuar con aquel extraño ritual festivo alrededor de una jarra de vino. Su mirada se fija un momento en su caballo, para asegurarse que continúe atado donde lo había dejado pastando. 

Raimundo se queda pensativo luego de escuchar la leyenda de la criatura con un solo ojo -Patarico? que curioso, nunca escuche nada acerca de eso. Creo que este viaje esta rindiendo sus frutos...-

Supongo que no me vendrá nada mal un trago...

—El vino embota la mente —respondo al hombre—. Pero vos sabréis. Sea como fuere, explicadme eso de las lavanderas, y las que mataron al señor del lugar. ¿A qué os referís?

Tras decir esto, acompaño al hombre a la taberna. Que el resto me siga o no, poco me importa. Parece que hay problemas con la brujería, y parece que soy yo quien tendré que ocuparme de acabar con todo esto.

Eso, o toda esta gente estará condenada.

Brujas, seres sobrehumanos de un solo ojo,... aquello se tornaba con tintes cada vez más demoníacos... como si el mismísimo diablo hubiera acampado por aquellas tierras. Por momentos me arrepentía de haber emprendido aquel peregrinaje, mas mi ánimo se aquietó un tanto al oír en boca del soldado las palabras jarra de vino. Ante aquella invitación no podía decir que no sobre todo sintiendo el gaznate completamente seco.

- Cuente, cuente... que la historia parece interesante. -Aunque tenía que reconocer que en aquellos momentos pensaba más en reanimar mi cuerpo magullado con un buen vaso de vino que en escuchar cuentos de viejas.