Fortín de Eddoc, día 23 de brokkan del año 527.
Desde hace unos meses os habéis instalado en esta pequeña población del norte de Jasania. Vuestras vidas como aventureros, han pasado a un plano secundario, pues lo cierto es que tras muchos años de penurias y viajes, parece que finalmente os habéis asentado en un lugar pacífico, tranquilo y os habéis rodeado de buenas gentes con las que convivir en armonía. Aunque lo cierto es que todavía guardáis en vuestro interior la llama de la aventura y que de tanto en cuanto sale a relucir, os habéis asentado en el feudo de Eddoc y no descartáis pasar allí algunos inviernos con sus respectivos veranos.
Lo cierto es que Eddoc os acogió con los brazos abiertos, pues vuestra fama os precedía y muy pronto empezasteis a trabajar para él. Con vuestra nutrida experiencia como aventureros y la fama que habéis ido acumulando, nunca os faltan ofertas de trabajo como guardias, exploradores o guardaespaldas y más al norte del reino, donde las fronteras se diluyen y las escaramuzas con bandidos, pieles verdes y anzanos se suceden con regularidad. Es en esas zonas donde nunca sobran guerreros, pues muy pronto toca reponerlos.
Dwama es quizás, de todos vosotros la que más se ha amoldado a la vida de Fortín de Eddoc, pues hace tres meses compró una vieja posada, la reformó y se ha convertido ahora en su mesonera. Realmente, no vio aquello como una oportunidad de negocio, pues con toda la fortuna que habéis ido amasando, no necesitarías ingresos para vivir de forma decente, ni en siete vidas enanas, pero lo cierto era que en algo debía ocupar su tiempo aquella batalladora enana y poseer una taberna significaba poder organizas fiestas etílicas a diario al más puro estilo de una ciudadela enana.
Era ya noche cerrada y el grupo se encontraba precisamente en medio de una de aquellas alegres fiestas. Elenair se había convertido en la estrella principal de la posada "El Aliento de Ajo", nombre con el que Dwama rebautizó al local en honor a su querido abuelo. Cada noche amenizaba las veladas con sus muchas historias y su música. Timmy ya era todo un hombre y gustaba de pasar su tiempo libre en aquel lugar y se había convertido en el guardabosques de la zona. Godofredo seguía tratando de encontrar esposa y aunque había catado a unas cuantas mujeres, ninguna acababa de soportarle. Se estaba haciendo viejo y su carácter se estaba agriando todavía más. Por su parte Ruff se había convertido en un semiorco de bien. Eddoc confiaba en él, como en el que más, quizás debido a las similitudes entre la historia de su gestación y se había convertido en su consejero. Por su parte Jack, seguía enfadado con el mundo y tratando de descubrir más acerca de su origen y encontrar a su madre para preguntarle porqué fue abandonado. Aunque a decir verdad, tenía ese proyecto un tanto de lado.
De pronto se abrieron las puertas de la taberna y se escuchó ruido de lluvia y viento, pues fuera había tormenta. El otoño había sido especialmente lluvioso ese año y ahora que se acercaba el invierno, no tenía visos de cambiar a una climatología más seca. No obstante, en el interior de aquella taberna con las paredes revestidas de roca y las chimeneas humeantes que caldeaban el ambiente, hacía hasta calor. Si se le sumaba la gran afluencia de convencinos, los más calurosos llegaban hasta a sudar allí dentro.
Quien entró por la puerta no fue otro que el mismo Eddoc Ierain-dil, el gobernador de aquel fortín el cual iba acompañado de dos extraños hombres que vestían ropas oscuras. Uno de ellos parecía sureño y el otro no. Tras quitarse la chaqueta mojada y sacudirse las gotas de agua del pelo y los pantalones, se acercó a donde se encontraban Dwama y sus viejos amigos. Portaba una carta dentro de un portapergaminos en sus manos y tras saludar con la cabeza a todos los allí reunidos la soltó sobre la mesa.
- Han llegado hace un rato éstos hombres, buenos amigos, con una carta procedente de Viecas. - Dijo entonces. - El remitente es un tal Biff Mason. Dijeron que encontraron moribundo al mensajero. Éste les pidió con su último aliento que esta carta debía ser entregada a Godofredo de Miramonte. - Les miró con una sonrisa. - Supuse que el conde y sus compañeros estarían aquí y no me equivoqué...
Dwama sonrió ante aquel comentario. Cierto era que pasaban bastante tiempo en su taberna. Por suerte ella no tenía que trabajar demasiado. Para eso estaba el personal que había contratado para la cocina, la barra y las mesas. Aquello se llevaba sólo y salvo la inversión inicial, no le estaba costando una sola moneda de cobre. Al fin y al cabo, era la mejor taberna de toda la región y la gente de Fortín disfrutaba de su gastronomía, su buena bebida y de su buen ambiente.
- ¡Déjame ver eso! - Dijo la enana agarrando la carta. - El bueno de Biff... - Sonrió. - Hace mucho que no sabemos de él... - Agarró un abrecartas y abrió el sobre extrayendo la misiva. - Es larga... - Soltó una carcajada. - ¡El bueno de Biff Mason ha gastado papel y tinta en abundancia! Debe ser importante porqué no es que fuera un hombre demasiado derrochador... - Bromeó la enana y entonces buscó con la mirada alrededor de la sala.
Dwama se llevó la carta a una zona apartada de la sala y se la entregó a la pequeña Elenair. Era la que tenía la mejor voz y estaba acostumbrada a ser escuchada. Además, de todos los presentes era sin duda la que mejor sabía leer de todos ellos. Cuando captó la atención de todos ellos leyó en alto el contenido de la carta.
- Lo que nos está pidiendo es... - Elenair alzó la mirada que había mantenido fija en la carta todo el tiempo.
Parecía asustada. De hecho sus ojos permanecían abiertos como platos y le temblaban ligeramente las manos. No sabían a que se debía aquello, pero sin duda, leer aquellas palabras le había perturbado en demasía. Dejó suavemente la carta sobre la mesa y negó con la cabeza.
- No... yo no puedo ir allí. - Dijo entonces la dama elfa. - Hemos estado en sitios peligrosos, en sitios oscuros y mortales, pero... ¿La Comarca? - Resopló. - Es demasiado para mi, sinceramente... - Miró a Godofredo, él era el verdadero líder de aquel grupo de aventureros. Esperaba no decepcionarle, pero en esa ocasión no sería de la partida. - Yo... lo siento mucho, sir Godofredo...
Aquello les dejó helados. Estaba claro que debían ayudar a Biff Mason, su viejo amigo. Aunque también era evidente que lo que les pedía era quizás demasiado. Al lugar al que les enviaba tenía fama de ser mortal de necesidad. No eran muchos los que habían entrado en la Comarca y habían regresado y los que lo habían hecho, lo hacían con serias secuelas mentales y con la clara idea de no regresar nunca.
- Si me disculpáis, yo tampoco acudiré a ese extraño lugar. - Intervino entonces Jack. - ¿Recordáis que hace unos días vino un comerciante que habló acerca de un extraño culto que vestía hábitos de monje de color ocre? - Hizo una breve pausa. - Tengo que comprobarlo. Pude que Naz esté detrás de todo eso... - Sus compañeros se miraron los unos a los otros. - ¡No, no! No os pido que vengáis conmigo. Tan sólo es una mera pista y muy vaga. Haré mis averiguaciones y si para cuando estéis de regreso tengo algo tangible... - Sonrió. - ¡Entonces iremos a por ello!
Timmy escuchó aquello atentamente. ¡Naz, el condenado Naz! Si Jack iba a investigar algo acerca de aquel malnacido, Timmy iría a su lado. Al fin y al cabo, nadie más que él se la tenía jurado a aquel monje. Era el responsable de la muerte de sus padres y del final prematuro de su infancia. No podía dejarlo pasar y mucho menos dejar que fuera Jack el que le robase la oportunidad de vengarse de ese diablo.
- ¿No creerás que te dejaré ir solo a por Naz, verdad? - Preguntó Timmy. - Voy contigo. No hay posibilidad a réplica. - Miró a Godofredo. - Por parte de nadie.
Dwama entendía lo que sus compañeros acababan de decir. Era normal que a Elenair no le gustase la idea de viajar a la Comarca. Si era un lugar tan solo la mitad de horrible de lo que lo pintaban, ya sería lógico que prefiriera quedarse en la taberna. Allí era la estrella desde luego. También entendía a Jack y a Timmy, tenían una cuenta pendiente con aquel rufián. Una cuenta que deberían haber saldado hacía muchos años, pero que todavía no habían tenido oportunidad. La enana miró al conde y al semiorco.
- ¿Vosotros no me fallaréis también, verdad? - Les preguntó, aunque parecía más una amenaza que una propuesta.
Apuro lo que queda de mi pinta antes de hablar...
-Creo que en ningún momento, ni Don Godofredo aquí sentado ni yo, hemos dicho que no fuésemos a ir. Se trata de una dama en apuros, y es más, es la hermana de un tipo que se arriesgó a luchar con nosotros contra unos lupus horribilis... se dejó las tripas, literalmente, por ello; no vamos a dar la espalda a la hermana de un valiente, no señor...
... miro de reojo al Conde aquí presente.., y le señalo con un gesto
-... vamos, que con el tiempo que llevamos dando y recibiendo tajos, creo hablar por él... Los demás, tienen sus motivos para no ir, que los respetamos como siempre, pues no dudamos, ni permitimos que nadie lo haga, de que tienen buenos reaños... las historias que se cuentan aquí de noche, dan fe de ello...
... y de nuevo a Dwama y al resto
-Nunca he estado en la Comarca esa.., ni se nada concreto del Conde más que habladurías, pero... nos hemos enfrentado a cosas bastante terribles, y hemos vuelto para contarlo, y con la cabeza alta y el deber cumplido, debo añadir, así que... sea contra el Conde, bandidos, medio primos míos de piel verde, o contra seres de fauces más allá de todo lo imaginable... contad con nosotros.
... me vuelvo hacia Eddoc... le he servido más como asesor que como consejero, pues no he querido hacer uso de la autoridad que pudiese emanar del título oficial... que una cosa es ayudar, y otra ser siervo o súbdito de una palabra..., máxime cuando considero que solo prestaría juramento de lealtad y pleitesía a un noble que lo mereciese realmente... y ese puesto ya está ocupado.
-Eddoc, iré con ellos. Dwama es bien capaz de lidiar con lo que sea, y los otros dos, se les ve ímpetu, que no es poca cosa, pero con Don Godofredo y conmigo, habrá mejores posiblidades.
... no, no le pido permiso. Él me conoce y yo a él, así que sabe que lo dicho ya es un hecho. Sólo nos falta que nuestro noble camarada se pronuncie en pro de la misión... que si no está demasiado bebido, lo hará con su energía clásica.
-¡Recojones!-exclamó golpeando la mesa con ambos puño y haciendo caer varias de las jarras que en ella reposaban
-¿Que es aquesto que escuchan mis oídos?-volvió a golpear a la mesa con furia. Al parecer, las copas de vino con la que había regado su gaznate habían avivado el fuego de sus emociones.
-Ah... El innoble Conde Zanjofer. Incluso hasta Miramonte han llegado las historias y villanías a cerca de aqueste sucio bellaco...-entrecerró el ojo izquierdo y señaló hacia ninguna parte-¡Más hace tiempo que quiero cruzar espadas con él para poder ensartarlo cual cerdo que es!-el tono de su voz iba aumentando a medida que hablaba, como si quisiera hacer a toda la taberna partícipe de sus palabras.
-¡Nada debéis temer, dulce flor!-dijo dirigiéndose a la elfa -¡Más yo mesmo iré en su confrontación y le dare merecida muerte! ¡Una dama como vos no debería tener que cruzar su camino con ponzoña semejante! ¡Quedaos aquí y embelesad a los presentes con las mieles de vuestra voz!
Agarrando su jarra de vino extendió lo brazos para dirigirse a toda la audiencia.
-Ese Zanjofer suplicará clemencia y acabará en galeras... y si se niega.. ¡Le destripo!
dicho lo cual empezó a entonar una canción de su tierra, espoleado por el vino que corría por sus venas-¡Le daremos mucha caña, como al duque de Champaña! ¡Al que rajamos con saña! ¡Y ahorcamos.... con mucha maña!-tras lo que estalló en carcajadas.
-¡Celebremos aquesta nueva aventura en la que vamos a embarcarnos! ¿¡Vienen esos capones!? ¡Tengo hambre! ¿Y los asados, las lebradas, las salchichas? ¿Donde están las habas y el pastel de ciervo? ¡Comamos hasta reventar para olvidar esta injusticia! ¿No tendréis, acaso, entrañas con una buena salsa? ¿...O un buen lechón, un cabrito asado o unos cisnes blancos a la pimienta? ¡Este abreboca me ha avivado el apetito!
La dama elfa Elenair escuchó atentamente las palabras de sus compañeros de aventuras. Era de cobardes dejar de lado a aquella pobre muchacha en un lugar tan horrible como aquel, pero reconocía que sentía miedo y no iba a esconderlo.
- Si... Siento pavor por viajar a ese lugar. - Miró a sus viejos amigos. - Si eso me convierte en una mala mujer... - Realizó una pequeña pausa. - Lo seré, pero no moriré en un lugar como ese. - Entonces miró a Godofredo y a Ruff. - Se que vosotros podéis sobrevivir a eso y mucho más, pero en la última ocasión me vi muy cerca de la muerte y creo que no fui más que un estorbo. ¡Estaréis mejor sin mi en esta ocasión y cuando volváis lo celebraremos!
- Nada me gustaría más que darle su buen merecido a ese rufián. - Dijo el mestizo de mediano y trasgo. - Salvo dar muerte a Naz. - Sentenció. - Llevamos años tras él y no perderé una buena pista por nada del mundo.
Fue entonces cuando el conde entonó una de sus canciones favoritas por enésima vez. A pesar de que podía parecer que esa melodía desacompasada fuera de lo más molesto, a Jack le gustaba, pues quería decir que el conde estaba de buen humor. Y cuando lo estaba, una buena velada se convertía en una memorable.
- ¡Así se canta Godofredo! - Alzó su jarra y la chocó con la del conde. Entonces soltó una risotada. - ¡Comamos hasta que nos reviente el buche! - Volvió a brindar esta vez con Dwama.
- Si... - Dijo secamente ante la intervención del conde y la alegría del mediotrasgo. - ¡Comamos y bebamos como si no hubiera un mañana! - Sonrió de forma cínica. - Pues quizás... ¡No lo haya! - Dio una palmada en el aire y se dispuso a sentarse alrededor de la mesa a la espera de las viandas.
Celebraría aquella noche, como la despedida de su buen conde y la dama enana. Las figuras más parecidas a unos padres que había tenido desde que el canalla de Naz mandará degollar a sus verdaderos padres años atrás. Les echaría de menos, pero tenía que seguir su camino.