- Poco más... - Respondió el posadero. - Dicen que su líder es un cultista. - Se encogió de hombros. - Pero como he dicho, no son muchos los que han regresado. Se trata de una banda muy despiadada. Suelen matar a todas sus víctimas. Se ha encontrado a más de una caravana entera de comerciantes y sus familias degolladas brutalmente a un lado del camino. Son... - Tomó aire. - Son terribles...
A Timmy debía sobrarle el dinero para ir malgastándolo por ahí como quien tira perlas a los cerdos. Por lo que a Váldenar respectaba, le estaban haciendo un favor a aquellas gentes librándolos de aquella banda de bandidos. Estarían a salvo de la extorsión de aquellos matarifes malnacidos, los caminos serían más seguros y los comerciantes volverían a usar aquella ruta.
—Vamos a pagarles con su misma moneda —Comentó el elfo, con su habitual tono gruñón —. Así que es de vuestro interés ayudarnos en todo lo que podáis.
Váldenar le dirigió una elocuente mirada al muchacho humano -claro que todos los humanos le parecían muchachos-, para que racionara su oro.
Timmy se guardó la última moneda, no le habían dado nada que lo mereciera, ahora era momento de visitar a ese comerciante.
Vamos chicos, comeos las gachas y salgamos, ese tipo puede decirnos algo útil. El ánimo de Tim estaba revitalizado, no era para menos, tenían una pista de Naz!.
— Yo les puedo llevar... — Dijo una muchacha desgarrada y sucia como una chinche. — Disculpen si parezco entrometida, pero una tiene que ser avispada si quiere ganarse la vida. ¿Entienden?
La chica, que no debía superar los trece o catorce años, se les quedó mirando con la palabra esperanza reflejada en el rostro. Unas monedas, no importaba que fueran de oro, podían salvarle de pasar un día sin llevarse nada a la boca. Unas monedas que por otra parte no representaban nada para ellos.
— ¡Está bien, niña! — Exclamó el mediano. Acto seguido agarró una bolsa de cuero y extrajo varias monedas de plata. Se las tendió a la joven, quien sonrió maravillada. — Llévanos a ese almacén... Sin duda alguna, los orígenes de Jack habían jugado un gran papel en ese momento. Él también se había ganado la vida en las calles realizado pequeños encargos, trabajos pesados y como no, robando algunas bolsas. Había empatizado con aquella niñita. — ¡Pero sin trucos! — Le advirtió.
Motivo: Juego de manos
Tirada: 1d20
Resultado: 17(+10)=27 [17]
Motivo: Percepción Valdenar
Tirada: 1d20
Resultado: 1(+5)=6 [1]
Se queda sin bolsa!
Finalmente el grupo fue guiado hasta lo que parecía ser una zona por donde discurría antiguo paso de agua, ahora seco. Segundos después dede llegar hasta el negocio, la chiquilla se marchó con prisa. Acababa de recordar algo que debía hacer de forma inmediata.
El almacén de Van Hooper, se trataba de una de las construcciones más sólidas de toda aquella cañada. Era una construcción en madera, aunque con bastantes mejores acabados que el resto de chabolas de los alrededores. Incluso tenía un cartel que rezaba el nombre del negocio: "El Puesto de Van Hooper".
Ya desde el exterior se podía observar que en el interior de dicho almacén, se acumulaban infinidad de artículos de todo tipo. Aparejos de labranza, objetos de hojalata, redes de pesca, ropa, mobiliario, vajillas, cuberterías... También era cierto que todo aquello no parecía nuevo, sino que más bien era de segunda mano.
Varios dependientes se encontraban atentos en todo momento a lo que hacían y dejaban de hacer los compradores. Se trataba de hombres fornidos y robustos, que más que comerciantes parecían matones. Posiblemente esa era la mejor opción en un lugar tan grande como aquel, en el que pequeños hurtos debían estar a la orden del día.
— Buenos días... — Dijo un rechoncho dependiente com aspecto alegre. — ¿Qué desean? — Les preguntó con una sonrisa de oreja a oreja. — Les aseguro que si no encuentran en El Puesto lo que buscan, difícilmente lo encontrarán en esta humilde villa... — Y sin más, se quedó esperado una respuesta.
Tyra todavía tenía las gachas en la garganta, no entendía a qué tanta prisa, sin poder comer calmadamente y al reflexionar sobre ello, ya estaban todos en el establecimiento del comerciante. Tyra se llevó la mano a la espalda para comprobar que no se había dejado la espada en la taberna y comprobó que estaban todos los del grupo, incluído Váldenar, al que le doy un golpecito con el dedo en el costado.
-Ni un respiro, por Onone -murmuró antes de dirigirse al comerciante-. Que llevamos días caminando... En fin, buenas tardes señor... eh, ¿es usted Van Hooper? Nos han comentado que sobrevivió al ataque de unos peligrosos asaltadores, ¿podría darnos los detalles?
- ¿Yo Van Hooper? - Preguntó extrañado. - No... yo sólo trabajo para él. Soy Dietr. ¿En qué les puedo ayudar? - Ofreció la mano. Tyra le miró de reojo y miró la mano, pero no la estrechó. - ¿Quieren ver al dueño? No suele aceptar visitas. Es un hombre muy ocupado... - Desveló Dietr.
Los cuatro recién llegados le miraban al unísono. Parecían gente peligrosa. Gente a la que uno de le debe hacer la contraria. Dietr era un buen empleado. Seguía siempre las indicaciones de su jefe, pero en ese caso y tras unos segundos de incómodo silencio, decidió que prefería colaborar con los extranjeros.
- Voy a buscarle... - Dijo. - Supongo que traen importantes negocios que tratar con él en privado. ¡Lo entiendo, lo entiendo! - Y dicho aquello se marchó hacia la trastienda.
Segundos después, la puerta de la trastienda se volvió a abrir. Del interior de la misma salió de nuevo el bueno de Dietr, acompañado de un hombre de apariencia menos amable. Dietr hablaba con dicha persona, la cual no parecía querer hacerle demasiado caso. Señaló con el dedo, mostrando a los extranjeros que preguntaban por el dueño del Puesto y finalmente, el tal Van Hooper suspiró y se acercó a aquellas gentes.
Edrick Van Hooper era un hombre obseso y con un rostro antipático. Sus ropas eran nobles, lo que contrastaba enormemente con el atuendo del resto de pobladores de aquella aldea de vagabundos y mendigos. Sin duda alguna, ese hombre acumulaba más riqueza que el noventa por ciento de habitantes del lugar. Aunque eso pudiera parecerles mal a algunos, no era en realidad nada reprochable, al menos no legalmente.
- ¿Qué quieren? - Les preguntó casi sin mirarles a los ojos. - Mi tiempo es preciado... - Afirmó con rotundidad.
Las razas jóvenes tenían prisa por tener prisa.
Váldenar no había tocado las gachas. Se negaba a comer como los pavos, puesto que ello hacía estragos en su digestión. Si había algo que ponía de mal humor al elfo era no poder hacer de vientre durante dos o tres días por malcomer. Por supuesto, tampoco había pagado por algo que no había consumido. Estaba seguro de que en aquel tugurio de mala muerte servirían su plato a la siguiente persona que pidiera gachas.
Puso los ojos en blanco como respuesta al murmullo de Tyra.
El elfo abrió la boca para exponer sus asuntos a Van Hooper, pero la cerró. Dejó que fueran Jack o Timmy quien dijeran qué querían de él. Probablemente lo interrumpirían para ir al grano si él empezaba a hablar, como leprechauns impacientes que no pudieran esperar a que un ent sabio terminara una frase.
- Señor Van Hooper venimos aquí para trabajar para usted, dicen que tiene trabajos extraordinarios para personas extraordinarias. Me ofrezco para trabajar en sus servicios, hemos escuchado que últimamente fue asaltado por una banda despiadada, y que salió ileso, si podemos hacer algo al respecto díganos. Somos aventureros experimentados, que ponemos nuestras espadas al servicio del mejor postor y nuestras habilidades claro está. Somos nuevos por aquí así que no tenemos todavía ninguna tarea hecha para que vea los buenos que somos, pero si nos pone a prueba seguro que lo hacemos con creces.
Dijo Eldon muy seguro de sí mismo, llevaba una espada larga y un arco corto, y una armadura que al parecer es una cota de mallas pero parece muy liviana por la forma que tiene Eldon de moverse con ella. Y su color verde pálido hace que sea una armadura que destaca ante cualquier ojo avisor.
Motivo: Engañar
Tirada: 1d20
Dificultad: 15+
Resultado: 17(+9)=26 (Exito) [17]
El rostro de Van Hooper cambió de inmediato. Su expresión de prepotencia cambió por una de interés. Miró finalmente a los extranjeros y se acercó a ellos solícito.
- ¡Esa rata! - Exclamó con odio. - ¡Me robaron un buen cargamento y mataron a mi cochero y a dos de mis guardaespaldas! - Contó entonces. - Todavía no sé como yo logré salir con vida. - Reveló apenado. - Me hizo cosas que... - Suspiró. - Es un monstruo. ¡No debería existir! - Dio un golpe con el puño contra la mesa. - Si me traen su cabeza la embalsamaré y la colgaré en el palacio de mi familia. Les pagaré bien por la pieza. ¿Qué me dicen?
- Señor Van Hooper primero nos tiene que decir toda la información, por ejemplo en qué lugar en concreto les interceptaron, si le llevó a su guarida o cueva, que es lo que destaca de sus secuestradores, ¿los vio?, ¿Puede darnos datos de ellos?, ¿escuchó algunos nombres?, ¿escuchó sus planes?, ¿saben acaso qué querían?, ¿mataron a todo su séquito?, ¿qué le robaron?, le dijeron algo más de porque le perdonaban la vida, o fue usted el que escapó de sus perseguidores. Son muchas cosas que debe decirnos señor Van Hooper, ¿vio cuantos eran?, ¿qué armas utilizaban?, ¿qué tipo de armaduras?, ¿iban en caballos?, ¿parecían fatigados?, ¿sus monturas cansadas? Porque si no es así, puede suceder dos cosas que acamparan cerca o que tuvieran el refugio cerca. ¿Cómo pudieron saber que pasaría vos por allí?, quizás alguno de sus hombres se chivó, ¿comentó algo en alguna taberna?, ¿cómo cree usted que sabían de su comercio?, justo ese día y a esa hora...
Eldon que tenía la apariencia de un muchacho joven sino fuera por aquella espada, y su portentosa armadura que le daba un respeto por poseerla.
Edrick Van Hooper parecía abrumado ante las preguntas de aquel mediano. De dónde había salido, era un misterio pero allí estaba,haciendo preguntas y más preguntas. Lo cierto era que también parecía estar persiguiendo a Naz y parecía ser un tipo concienzudo y que de lo que hablaba y una ayuda extra nunca estaba de más.
— Yo...bueno... — Miró al resto de extranjeros. — Uno se llamaba Naz. Era el jefe. Un sacerdote de un culto demoníaco. — Contó. — Los mataron a todos y robaron mis telas. Casi dos mil piezas de oro era su precio. Me encerraron en una granja. No era su base principal. Lo sé porqueaalli estaba la hija de los dueños de granja ... — Bajó la mirada. — Me dijeron que podía elegir... ella o yo. Fue horrible... — Tras revelar aquello hizo una larga pausa. — Todo sucedió en la carretera del noroeste. Hace dos semanas. Quedarían no más de diez kilómetros hasta la aldea... fue horrible...
- Vaya... ¿y como sabe que ese tal Naz es de un culto demoníaco?, ¿qué le hace pensar eso? Dijo el hombrecillo con apariencia agradable pero que aún así inspiraba un cierto temor debido a su indumentaria. - Ajá, ¿era de día o de noche?, ¿y como sabían que usted traía telas por allí?, ¿quizás alguno de sus empleados se le fue la lengua en algún garito? Diga, diga... no se corte además necesitamos un dinero inicial para comprar un equipo adecuado, usted sabe que necesitamos labrarnos un porvenir aquí, en este lugar, así que no se preocupe y véalo como una inversión, por cierto... ¿cuánto dinero está dispuesto a dar por cumplir esta desagradable tarea?, ya que no solo le quitaremos el problema a usted sino al pueblo en general.
A Timmy le agobiaron tantas preguntas, solo necesitaba saber dónde le cogieron y partir a buscar a Naz. Llevaba desde que le cortó el cuello y mató a su familia preparándose para ese momento.
Había un clérigo con ellos? Naz,... le suena ese nombre? Timmy no dijo más, pues nada más necesitaba saber.
— Pues no lo se... — Respondió a la primera de las preguntas. — Por como eran, su forma dede vestir, sus formas. ¡Eran hijos de un demonio! Eso seguro... — Aquel tipo parecía decir la verdad y la verdad era que no tenía mucha ideagente acerca de lola que hablaba. — No se si sabían que ibamos a pasar por ahí. Ni fui al primero que asaltaban, ni he sido el último. Seguramente tienen vigilados los caminos. Es o era una ruta comercial muy concurrida. — Entonces llegó la propuesta del pago por anticipado. Aquello no pareció gustarle demasiado. Alzó una ceja y dio un paso atrás receloso. — No voy a darles nada porque si. — Confesó. — ¡Ni que yo fuera el gobernador de esta pocilga o les hubiera mandado a buscarla a ustedes! — Se quejó amargamente. — Dos mil piezas de oro por su cabeza. Y jovencito... — Miró a Timmy. — Ya he dicho que era un clérigo llamado Naz. ¡No estás atento!
Timmy estaba tan ensimismado en sus pensamientos de venganza que no había escuchado la primera vez, al oírlo de su boca una mezcla de miedo, odio y justa venganza inundó su corazón.
Pues es lo único que me interesaba, matarle y cobrar, buen trato, vayamos a por ese bastardo.