UNA HISTORIA DE AMOR Y QUESO
En una aventura previa, el noble Godofredo se prometió en matrimonio con la bella Lachard. Después de tantos años de búsqueda, al fin iba a contraer matrimonio y empezar a traer bellos retoños al cruel mundo donde habitaba. Sin embargo, Lachard resultó ser caprichosa y envió al buen conde a las afueras de Miramonte, donde vivía un supuesto gran cocinero, a encargarle el menú de la boda. La casa y todo lo que en su interior se encontraba, trató de acabar con Godofredo, Dwama y el buen siervo DelCojón.
Pero si de algo les sirvió aquella extraña visita, fue para comprender que todo el mundo tenía un pasado y que hasta Lachard lo tenía. Antes del enlace, Godofredo decidió marchar en busca de respuestas, pues no iba a entregarse en cuerpo y alma a una mujer que no le convenía... ¿o sí?
He transcrito la parte final de la última aventura, que servirá como recordatorio para los que la jugaron y como introducción para los que no.
No es estrictamente necesario leerla, pero siempre ayudará a que os enteréis mejor de lo que estáis haciendo.
-¡Silencio, mujer!- chilló ofendido Godofredo, irguiéndose en toda su estatura.
-Te hallas ante Godofredo Amaury de Malfête, Conde de Miramonte , de Apremont y de Papincourt, Aquestas son mis tierras y en ellas tengo derecho de vida y muerte.- Relató aquel credo de carrerilla, como siempre, alzando el dedo acusador y soltando esputos mientras gritaba.
-En aquesta casa se han encontrado terribles señas de brujería que en riesgo han puesto a tu Señor y a su séquito, más por la gracia de Dios nuestro Señor hemos podido salir airoso. Ahora, dime, mujer. ¿Que tienes que decir en favor tuyo, dadas las pruebas que te tildan de hechicera maligna?- Godofredo parecía furioso, pero a medida que había ido hablando su tono se había ido rebajando, llegando a adoptar su típica postura altiva cno su gran nariz apuntando hacia el techo.
-Habla, mujer, pues sabe Dios que soy hombre severo pero justo.
- ¿Cómo? - Aquella mujer endureció el gesto. Si... todavía más. - ¿Qué va a ser justo conmigo? ¿Usted?
Se acercó al conde y se quedó a escasos centímetros de él. Con el ceño fruncido y la nariz arrugada le miró de arriba abajo con desaprobación y de manera inquisidora. No parecía muy asustada por las amenazantes palabras del conde, sino todo lo contrario, habían valido para envalentonarla y enfurecerla.
- Se quien es usted. ¡Un verdadero papanatas! - Le dijo golpeando con su dedo índice contra su pecho acorazado. - ¡Usted es el imbécil que se ha dejado encandilar por la fresca de Lachard Casmaxadel! - Negó con la cabeza y le dio la espalda. - Esa viuda negra ya logró acabar con el joven Oderlof y acabó con la reputación de un buen hombre haciendo que perdiera a cabeza por él. Bertrand se llamaba y era un abad de Mitra... - Volvió a mirar a Godofredo con la miraba en llamas. - ¡Ahora es un proscrito que huye de su pasado y de las muertas que fue dejando a su paso! - Se cruzó de brazos. Si tiene que quemar a alguien en la hoguera por bruja... - Sonrió levemente. - ...debería comenzar por ella. Lachard es el mal.
-"Esta mujer te tiene que tener bien cogido por los machos, ¿eh? Pobre pusilánime. Seguro que ni te deja salir de casa mientras ella se va por ahí. Seguramente embrujó todos estos objetos para castigarte si no obedecías."
Volví mi mirada a la susodicha.
-"Tú, mujer, ¿cómo osas hablar así a tu señor, el conde de Miramonte? Le debes pleitesía, como todos los que viven en sus dominios. Deberías ser quemada por bruja, dada la maldad que hemos visto y experimentado aquí. ¿No es verdad, mi señor Godofredo?"
- La verdad Sir Godofredo es que , aunque no son las formas, alguien tenía que decírselo - Se atrevió a pronunciar la fiel enana aprovechando el momento y la confianza que tenía con el conde.
Tras unos segundos en silencio, terminó por levantar la palma de la mano en dirección a su amiga y a su piojoso escudero, solicitando silencio.
-Mi fiel Delcojón está en lo cierto. Yo soy señor de aquestas tierras. Mis siervos me deben respeto y lealtad, más nada de eso he hallado en este lugar, por lo que el castigo deberá imponerse...
Entrecerraba los ojos mientrasagitaba el dedo índice en gesto acusador.
-Más las acusaciones hoy aquí vertidas sobre Lady Lachard Casmaxadel no me son del todo ajenas. ¿Tenéis acaso pruebas de aquestas terribles palabras? Como he dicho, soy hombre justo y no aplico castigo desmerecido. Habla ahora y puede que tu castigo únicamente deba subsanar una falta de respeto hasta cierto punto excusable...
- Mire... - Resopló hastiada. - No estoy aquí para darle a usted explicaciones, pero como veo que gracias a su oportuna aparición han ahorrado cierto sufrimiento a mi hombre... - Miró a Gendrew, quien todavía estaba temblando por lo vivido. - Seré por una vez condescendiente con ustedes. Conocí a Bertrand hace un año aproximadamente y me contó su historia. - Comenzó a contar mientras se acomodaba en el sofá. - ¡Siéntense! Ahora mi eposo traerá algo para reponer fuerzas. - Volvió a mirar a Gendrew y este se puso recto como el pico de una plancha.
- Enseguida cariño... - Respondió él cocinero. - En cuanto deje de temblar voy a la cocina y preparo algo para nuestros invitados.
- ¡Ves ahora! - Le ordenó. - ¡Ya temblarás luego! Andolyn dio un golpe sobre la mesa y clavó su mirada en aquel hombrecillo que se hizo pequeño en un momento. Se evidenció de esa forma quien llevaba los pantalones en esa casa.
Gendrew dio un respingo y con los ojos bien abiertos y temblando todavía más se dio media vuelta y corrió hacia la cocina.
- ¡Si cariño! - Dijo mientras se alejaba. - ¡Enseguida! - Dijo ya desde la cocina.
- ¿Lo ven? Se cómo esa mujer trata a los hombres, yo soy igual salvando las distancias. Yo sólo quiero lo mejor para ellos y ella, ¡Ja! Ella... - Negó con la cabeza. - Es una mala víbora esa Lachard...
Guardó silencio y señaló los sofás, era evidente que quería que sus invitados tomaran asiento y de hecho, hasta que no estuvieron acomodados no retomó la palabra.
- Como iba diciendo, Bertrand me contó cómo conoció a esa mujer y su historia con ella. - Prosiguió con su monólogo. - La conocido años atrás, cuando ella era una adolescente y él ya un hombre. Fue con su mentor a la mansión Casmaxadel, pues Lachard tenía el demonio dentro y practicaron un exorcismo. Salió bien y bueno, Lachard se encaprichó de Bert y tuvieron un romance. - Realizó una nueva pausa asegurándose de que todos la escuchaban. - Bertrand volvió a la Abadía y ella se casó. Él logró olvidadas de ella, pero años después volvió a buscarle... Se escapó con un demonio y convenció a ese desgraciado para abandonar la a Abadía para entregarse a ella. - Frunció el ceño. - ¡Lo que le obligó a hacer fue terrible! Mató a Oderlof, esposo de Lachard y buen amigo suyo, a su segundo el padre Ander y hasta a una feligresía... Todo por el embrujo de su prometida, don Godofredo. Antes de su casamientos, le convendría investigar un poco más sobre su futura esposa...
- Bueno, parece que esta joven sabe bastantes cosas. Eso podría explicar la extraña desaparición del Abad Bertrand y también la de una joven paladína de Mitra llamada Tyris. Y también la muertes de Lord Tisef, relacionada por cierto con un extraño murciélago, quizás el mismo al que nos hemos enfrentado y que ha desaparecido sin dejar rastro. Y el mismo día de la muerte de Lord Tisef también murió el Padre Ander.
Ahora Solo falta que todo lo que cuenta sea cierto ¿ Cómo saberlo?
Godofredo entrecerró los ojos y sacó a pasear su índice.
-Y además... -añadió como si estuviese llegando a algún tipo de revelación importante -No me ha sido entregada dote alguna por el casamiento... eso tambien es sospechoso...-parecía que aquel asunto llevaba tiempo preocupándole en secreto.
-Aquesta boda debe ser pospuesta hasta que aquestos asuntos sean revelados, ¡Más nosotros mesmos deberemos ser los que lo llevemos a cabo, temo me!
Cerró la mano en un puño, con aire decidido.
-¡Mi Delcojón! Parte raudo al encuentro del Abad. Anuncia que una cruzada nos ha venido al encuentro, más no puedo rechazar mi destino. Que queden pospuestas las esponsales hasta nuevo aviso! ¡Luego vuelve raudo, pues debemos partir!-no parecía hacerle mucha gracia el comunicar aquella noticia él mismo. Y menos aún a su prometida.
-Y tú, Gendrew, prepáranos un buen ágape para preparar nuestro cuerpo y nuestra mente. ¡Aqueste sera parte del castigo impuesto por tu conde!
Dió una palmada, lleno de una repentina alegría, la misma que parecía haberle abandonado en cuanto había empezado a lidiar con su futura vida de casado.
-¡Y tú, bella Andolyn! sírvenos buen vino, y cántanos alguna canción! ¡Debemos celebrar aquesta nueva aventura!- exclamó riendo como si las cosas no fuesen demasiado con él
Oír que tenía que partir para avisar al abad del retraso en los esponsales no me hizo mucha gracia. Eso me llevaría a llevarme todas las reprimendas de la prometida, del padre de esta y vete tú a saber de quién más. Encima me perdería el banquete que iba a hacer ahora el profanado cocinero. ¡La vida no era justa! Más no podía faltar a mi palabra de servir hasta la muerte a mi señor. Con gran pesadumbre y bastante malherido, asentí y me dispuse a salir y partir hacia el castillo.
-"Bien, mi señor. Iré raudo como el viento y daré su mandato al abad. Intentaré estar aquí lo antes posible, para no perderme ese suculento banquete que seguro va a hacer Gendrew para deleitaros el paladar."
Salí por la puerta y empecé a correr por el camino, cual cervatillo por el monte. Detrás mía dejaba esa casa encantada, en la cual habíamos sufrido lo indecible, luchando contra objetos animados, monstruos comestibles y seres demoniacos. El aire me daba en la cara, haciendo que mis pelos ondearan de aquí para allá. Haciendo una cabriola, me tiré un cuesco, como despedida del cuento...
- Veo que no sois tan estúpido como se dice por se dice entre el populacho, Conde. - Respondió Andolyn. - Al parecer sabéis escuchar un buen consejo. ¡Bien por vos! - Excalmó antes de dar la espalda a sus invitados. - Aunque no por ello soñéis con que cante. No se canciones, no es mi fuerte, pero mi esposo les dará de comer y gustoso compartirá una copa de vino o las que hagan falta con ustedes. - Dijo mirándoles de espaldas, por el rabillo del ojo. - Y si ahora me disculpan, tengo asuntos realmente importantes que tratar. - Dicho aquello se introdujo en su dormitorios.
- Les prepararé chuletas de ternera con sal e hinojo, hecha a la parrilla con panceta. - Les dijo alegremente el cocinero. - No siempre lo más complejo es lo mejor. ¡Les digo yo que ese plato no es difícil de hacer y se van a chupar los dedos! - Agarró una jarra y varias copas. - ¿Quieren vino han dicho? ¡Prueben este y me dicen! ¡No habrán probado otro Igual!