Partida Rol por web

Regresé sobre mis pasos, sin enfundar los revólveres, eso sí. Caminé de vuelta a la casa que había cambiado mi presente y mi futuro. 

Caminé con pasos decididos en busca de mi chamaca. ¿En serio que sería el nuevo sheriff? Supongo que entonces me habría ganado mi primera paga por limpiar las calles de Bannak de bastardos "forajidos". Limpiaría mi nombre. ¿Cómo sería eso de estar en el otro lado de la ley?

Llegué a la casa de Sarah. Y aquí estaba ella. ¿Esperándome? Qué mujer. 

El oro era más fácil de encontrar que una chica como ella.

-¿Señorita? ¿Me da su permiso para entrar?-pregunté de buen humor con una sonrisa en la boca e ilusión de adolescente titilando en mis ojos.

Te recibió todavía rifle en mano, asegurándose de que venías solo: quizá sencillamente no terminaba de creer que hubieras vuelto "sin motivo" o... aceptando su indecente proposición.

- Más vale que esas botas no estén llenas de barro - advirtió con una sonrisa en los labios, bajando el arma

Miré mis botas. Barro, no. Polvo, sí. Enfundé los revólveres, las limpié con un pañuelo que luego dejé sobre un mueble. .Tengo que comprarme unas pantuflas- Después me acerqué a ella, con intención de coger su rifle amablemente y ponerlo sobre la mesa. También a ella la cogería por el talle levantándola para sentarla en la mesa. Me quité el sombrero y también a Sarah el suyo.

-He pensado, señorita...-empecé, ampliando la sonrisa, frente y muy cerca de ella- en su oferta. Me ha parecido que tiene más valor que el oro manchado de rojo de esa diligencia. 

Confiaba en no equivocarme. Y si no, la vida tiene sorpresas. Menos mal. 

Se dejó desarmar y fue retrocediendo conforme avanzabas, hasta dar contra la mesa a la que la subiste. Sus manos se posaron en tu pecho para recorrerlo hasta los hombros en una caricia que ejercía la presión justa sobre tu ropa y sus ojos se clavaron en los suyos de tal forma que te hicieron sentir deseado como pocas veces en tu vida. 

- Me alegra ver que has entrado en razón - una sonrisa luchaba por escapar a sus labios, aunque contenida, solo las comisuras de los mismos la delataban - ¿qué ha ocurrido ahí fuera? ¿cómo ha acabado la cosa? - esperaba un resumen y quizá uno sincero

Las manos de la mujer habían terminado cruzadas tras tu cuello, no te iba a ser tan fácil escapar de ella... desde luego que no.

Podía enfrentar aquellos ojos de dulce fiereza igual que a los de un pistolero que pretendiera arrancarme la vida a base de latigazos de plomo. Aunque por unos instantes tras su pregunta me resultó un esfuerzo mayor superar el reto de esa mirada tan decidida y tan penetrante. Me atravesaba el pecho con brasas al rojo.

Dudé. Podía mentir. Podía hacerla mía en este momento. Se me daba bien matar. Y se me daban bien las mujeres. Pero había abandonado una cantidad de oro mareante por esta linda chamaca.

-La razón...La hemos perdido ambos.- Sostuve su mirada- El sheriff está muerto. Los tipos de la diligencia también. Se la han llevado junto con su contenido, sea el que sea. -durante unos segundos mi semblante se ensombreció- Hay muchos cadáveres. Nos espera un duro trabajo.

- Pero tu... ¿no has hecho más que defender este pueblo de los forajidos, no? - y algo en el tono de su voz te decía que casi le importaba más la posibilidad de que hubiera testigos de lo contrario que el hecho en si mismo

La ligera presión creciente en tu nuca te invitaba a acercarte más a ella, parecía de lo más decidida a robarte otro beso en cuanto le respondieras

-Sí- respondí con seguridad y firmeza cayendo en sus dos profundos abismos. -Ese fue el trato con el sheriff. Y lo cumplí.-Era cierto. Que hubiese otro plan para después, ahora resultaba indiferente. Me debía cien dólares.

Incliné ligeramente la cabeza hacia Sarah. La atraje de la cintura más hacia mí. Mis ojos y mi boca buscaron con deseo la suya. 

Aquel acercamiento terminó de la única forma que podía terminar... con ambos perdiendo alguna pieza de ropa de camino a la cama y sin terminar de llegar a la misma antes de caer en pecado*

- Si realmente piensas quedarte... - empezó, sin tener muy claro incluso que no fuera algún tipo de farol por tu parte - sería bueno dejarte ver en el salón, el pueblo estará reunido y se tomarán decisiones

¿Ibas a quedarte? ¿A postularte a Sheriff? ¿A robar el ganado de los fallecidos McLeod y desaparecer con él?  La lista de opciones realmente era larga...

En aquella mujer no había solo fuego en el cañón de su rifle o en sus palabras. Ella ardía en su interior y sus llamas me abrasaron. 

Me había quedado y abandonado a la banda de forajidos y al oro de la diligencia por ella. Y ahora que la había poseído podía largarme al galope y adiós muy buenas.

Y arriesgarme a recibir un balazo en la espalda.

-¿Qué tengo que hacer para que confíes sin fisuras en mí?- pregunté todo serio, mis ojos clavados en sus pupilas. -He visto en ti un futuro compartido, por muy loco que suene. -me puse las botas- Vamos al salón entonces. Sabes...Podemos repartir el ganado de esos McLeod, ¿qué te parece? 

- Bueno, habrá que ver como van las cosas... 

Sarah te acompañó hasta el Salón, donde se habían reunido algunos de los habitantes de Bannak claro que tan solo los más aguerridos. Después de semejante tiroteo muchos preferían permanecer en sus casas y dejar que otros tomaran las decisiones.

La gente del pueblo que acudió se la veía nerviosa, inquieta, malhumorada. Algunos con el desafío en los ojos, otros con el miedo en sus pupilas. No estaba acostumbrado a discursos, en menudo lío me había metido por unas faldas. Era de locos. Miré a Sarah, y en su mirada vi el apoyo suficiente para intentarlo. 

Tiré de mi habilidad con las armas, la prueba era esa calle principal que habíamos despejado de cadáveres. Insistí luego en que no tenía nada que ver con los forajidos y sus planes. Había coincido en el saloon, y de ahí cierta relación, sin más. Probé de organizarlos, pero se hacían los remolones, y me propuse para sheriff, siguiendo el consejo de Sarah. No estaban por la labor, ni siquiera cuando ella habló en mi defensa. Escamados, demasiado desconfiados. No podía reprochárselo.

Decidí ofrecerles el ganado, la posibilidad de repartirlo entre el pueblo, persuadiéndoles de que era buena opción desarrollar una defensa conjunta del pueblo y crear unas patrullas. Reiteré que yo podía ser un buen sheriff, ¿en serio?, con un par o tres de ayudantes. Y creo que les convencí en que me había ganado mis cien dólares prometidos por un trabajo bien hecho.

Me sentía satisfecho, observando a la parroquia charlar entre ellos. Lo había intentado. Tampoco les exigía que fuese de hoy para mañana, que digirieran mi discurso y propuestas. Si aceptaban bien, si no, al diablo con ellos. Suspiré. Estaba agotado de este maldito día. Hum. No tan maldito cuando me encontré con los ojos brillantes de ilusión y fiereza de mi chamaca linda. la estreché por la cintura y le di un beso como solo un mejicano de sangre caliente sabe dar. 

Definitivamente fue tu planteamiento de querer saber quien quería ofrecerse como Sheriff para enfrentarse a esos malnacidos si regresaban lo que les convenció de que eras el candidato ideal. Al final resultaba que tus antiguos compañeros seguían ayudándote de algún modo.

Media docena de vacas, una estrella en el pecho y una mujer fogosa con buena puntería, esa había sido tu parte del botín. 

Solo el joven Tommy Redwick se había ofrecido como tu ayudante así que entre ser el único voluntario y la insistencia de Sarah no te quedaron muchas opciones más que aceptarlo. 

No ibas a ser el alcalde, no de momento, pero al menos ahora eras un hombre de la Ley y como poco eso hacía que pudieras estar de forma legal en el país y ponía en tus manos las herramientas para "borrar" tu pasado.

La idea del matrimonio no tardó en llegar...

La idea del matrimonio no tardó en llegar y como tu mamita te enseño bien, no se deja a una señorita en la estacada... no después de todo lo vivido. La venta de los primeros terneros empezó a reportar cantidades interesantes de dinero tras el mercado de verano y lo cierto era que la mirada de respeto de la gente llenaba el pecho mucho mejor que el terror que un forajido podía inspirar. La gente incluso te trataba de forma amable por voluntad propia, cosa a la que no estabas acostumbrado y a fin de cuentas después de haber tenido un sheriff negro a pocos les importaba tu acento. 

Pero a todo tiempo de calma le siguen problemas, así es el salvaje oeste... y... 

TO BE CONTINUED