Hace muchas lunas que por fin pasó el invierno, que se prometía duro e inmisericorde. Sin embargo, después de que los «Héroes del Invierno» —pues así fueron llamados entre el Clan de las Tres Garras— derrotasen a Creel el Visionario, la tribu consiguió sobrevivir con tan solo un par de bajas. En palabras de Hali, «los espíritus estaban aliviados». Y, al parecer, ella también, puesto que la chamana siempre se había sentido más afín a los espíritus que a las personas.
Cuando el invierno hubo pasado, otros clanes de la zona, como el Clan del Águila —que habitaba en los riscos del sur y se dedicaba a la cetrería— o el Clan del Río Bravo —hábiles pescadores y constructores de canoas—, solicitaron unirse al Clan de las Tres Garras, movidos por las historias que llegaron a sus oídos. Al fin y al cabo, los espíritus hablaban con los chamanes y los chamanes hablaban con su pueblo.
Tanto Kusim-Aha como su hermano Tansum-Aha se recuperaron correctamente de la Mordedura del Invierno. Volvieron a ser ellos mismos, pero se dieron de bruces con la realidad: no podían defender eternamente al clan. Se habían visto superados y visto las orejas al lobo. Algunas voces hablaban de que era el turno de su hermana Mak-Aha la Feliz. Otras voces hablaban del héroe Zalakk...
Ahora sí que sí, terminamos. Explayaos lo que veáis conveniente para dar un final digno de un Héroe del Invierno ;)
Sin embargo, poco se supo de Zalakk tras las aventuras vividas en Borea. Cuando se hubo recuperado, se marcho de nuevo, solo avisando a la chamana y a sus compañeros de la partida de caza. Les debía la vida y no podía ocultarles su paradero. Se marchó al bosque del norte, donde residía el portal a esas tierras malditas.
Hábil con el cuchillo como era, no tardó en hacerse unas ropas de piel de Gnoph-Keh que le protegiesen del frío. Se asentó en el frío claro, prometiendo custodiar el resto de sus días el espeluznante altar de rocas blancas. Le contó a Neelia y a sus pocos compañeros restantes, que vivían con ella en la cueva, todo lo sucedido para que descansasen tranquilos. Los hombres-oso eran diestros cazadores, así que su ayuda sería bienvenida. Necesitaría grandes guerreros para lo que pudiese ocurrir.
Una vez llegada la primavera, el claro estaba ya irreconocible: un asentamiento hecho y derecho, amurallado y dedicado a la caza. Un pueblo sedentario en el que convivían homo sapiens y homo neanderthalensis. En el centro, el gran altar. El Clan de las Piedras Níveas, con el Jefe Zalakk y la Jefa de Guerra Neelia, tenía mucho trabajo por hacer.
Para Talik aquellos días quedaron marcados a fuego, o más bien a hielo en su memoria. No volvió a ser del todo el mismo, no le afecto tanto como a Zalakk que llegó a dejar el clan, e irse a vivir con los hombres-oso a vigilar que el portal continuase cerrado, pero le cambio. Talik ya era uno de los mejores y más respetados cazadores del clan, y continuó siéndolo por muchos años. Cuando Lomo Nevado se hizo viejo y luego murió, uno de sus hijos Dientes de hielo, acompaño al cazador como anteriormente lo hizo Lomo Nevado.
Cada cierto tiempo Talik acudía al campamento de los hombres-oso, para estar con su amigo Zalakk y saber de primera mano, que aquel maldito portal, continuaba cerrado. No quería ni pensar lo que podría pasar si aquel terrible jinete y su montura pasaban a este lado del portal, que podría ocurrir en su mundo.
Sus hijos crecieron y se independizaron, mientras el continuaba con su amada esposa, envejeciendo juntos los dos. Siempre tuvo un vínculo muy especial con todos los compañeros de aquella aventura invernal. Y su amistad con Kal y Gwra siguió creciendo con el paso de los años.
No había sido fácil pero la hembra-salvaje al fin reconoció a sus compañeros humanos no solo como miembros plenos de su manada, también aprendió finalmente el significado de la palabra amigo. Un vínculo que uniría su espíritu al de ellos de por vida… y también en el más allá.
De Zalakk, el guerrero que aspiraba a líder del clan, aprendió que sus almas estaban mucho más emparentadas de lo que una vez había podido haber llegado a imaginar. Cuando el guerrero tomo la decisión de abandonar sus aspiraciones al liderazgo para formar su propio clan, custodiando con los hombres-oso el portal, su respeto hacia él no pudo hacerse más fuerte.
Talik, el gran cazador, había demostrado ser capaz de convertirse en un líder humano capaz de tomar decisiones difíciles cuando era necesario. El Clan de las Tres Garras podía estar a salvo contando con un orgulloso miembro como el suyo (Y no hablo de su pene, que os veo xD). Después de su experiencia podía llegar a comprender mejor un poco la naturaleza del lobo que le acompañaba. Después de todo, salvaje como era Gwra, también había aprendido a caminar junto a los humanos sin perder ni un ápice de su naturaleza, o eso quería pensar ella.
Y Kal, el cachorro humano, había demostrado ser incluso mejor superviviente que ella misma. Ese era el mejor elogio que una persona como persona como Gwra podía tener de alguien. Lo seguiría de cerca en el futuro pues sabía que tendría un gran papel en el equilibrio de las cosas cuando llegara a ser un humano adulto.
Pero Gwra difícilmente se acostumbraría a la vorágine de la aldea, después de lo mucho que creció esta tras el invierno y los demás clanes que se la unieron.
Aunque había aprendido a vivir entre los humanos con algo menos de desconfianza después de la experiencia Gwra nunca se sintió del todo cómoda participando plenamente del artificio de su cultura, que a menudo le parecía extraña y ajena.
Sin embargo finalmente consiguió comprender su papel en la naturaleza, entre los mundos. Como Hali había tratado de enseñarle, y como no supo comprender hasta el final de la aventura, su papel como druida era la de vigilante y guardiana del equilibrio.
En adelante recorrería el mundo tratando de encontrar más amenazas que pudiesen poner en peligro nuevamente el equilibrio, dejándose ver, de vez en cuando, a sus viejos amigos.
Estaba claro que el viaje les había cambiado a todos, y con Kal no había sido diferente. Tras su vuelta empezó a relacionarse más con el clan, persiguiendo a Gwra de un lado para otro para aprender todo tipo de conocimientos de la naturaleza y de como sobrevivir en ella que la druida le pudiese traspasar. Además, el chico empezó a salir de caza con Talik, aprendiendo el manejo del arco y a valerse por si mismo en las frías noches en las que se alejaba del campamento. Tampoco dejó de visitar asiduamente a Zalakk y a su nueva tribu, mostrando un inusitado interés en la zona del ritual que el guerrero y su clan ahora protegían.
Pasaron los años, y el muchacho se convirtió en un joven fuerte y hábil. Y así, de un día para otro, Kal desapareció. Como despedida únicamente dejó uno de los cuchillos del viejo frente a la tienda de Talik. Aunque se hicieron algunos intentos de buscar al joven, igual que el viejo hacía tantos años, Kal desapareció sin dejar rastro. Se le daba por muerto.
Pero la historia de Kal no había terminado todavía. Desde que habían vuelto de su aventura tras el portal, hacía ya unos años, una idea no dejaba de gestarse en su mente. El viejo le había contado historias de las serpientes aladas antes de desaparecer. De rituales tenebrosos. La noche en que se marchó a lo que Kal pensó que era una de sus cacerías nocturnas, no se supo más de él. No encontraron un cadáver, sólo aquél cuchillo. ¿De verdad estaría el anciano cazador muerto? ¿O acaso se había topado con lo mismo que los ahora famosos "Héroes del Invierno? ¿Podría estar encerrado en un eterno invierno, esperando que alguien lo salvase? Kal no podía saberlo, pero sí tenía una certeza: si había un portal como aquél en la llanura que ahora protegía Zalak, habría otros repartidos por el mundo. Y Kal pensaba encontrar uno de ellos. Era hora de ir a buscar a su padre.