Lena caminó hacia el mago con gesto dolorido.
-¿Y quién ha hecho eso? ¿Hay algún conjuro de protección o un salvador misterioso de la aldea? ¿Y de qué conocías a ese tipo de los cuervos?
—¿Yorick? Era el alumno de un colega de mi maestro. Antes nos veíamos a menudo, pero discutieron y no volvimos a vernos —se encogió de hombros—. Y respecto al golem no tengo ni idea pero... ¿no nos dijeron que el hombre que vivía aquí se volvió loco y mató a su familia? Esas tragedias... siempre dejan un rastro espiritual. Puede ser eso lo que atrajo a Yorick hasta aquí: él estaba interesado en la muerte. Y puede ser que ese rastro atrajera al golem por el mismo motivo si estaba hecho para combatir a los no-muertos. Quizá ha estado aquí todo este tiempo, vigilando este lugar. Aquel campesino dijo que nadie se ha acercado aquí desde entonces.
Ivalice se sacudió el hollín del peto y envainó finalmente la espada colgándose a la espalda el escudo.
—Supongo que nunca sabremos de dónde salió exactamente... —suspiró mirando con el ceño fruncido una de las ventanas por las que la bandada de cuervos había escapado—. O sí.
Al menos la aldea ahora estaría relativamente a salvo, tenían un guardián... de lo más siniestro, pero un guardián. Ya se las apañarían para explicarle aquello a los granjeros pero el caso es que Yorick había escapado de momento. Ivalice no iba a olvidar eso, ni a perdonar al nigromante aunque tampoco iba a ponerse a buscarlo desde luego.
Por ahora... al menos no molestaría