Partida Rol por web

 
Tokk suspiró. Olía el comienzo de una discusión en el ambiente y puso una mano entre la bardo y el enano.

No es sitio para discutir... ni gritar. Pongamos nosotros el dinero, ya se lo deduciremos luego de la recompensa.

La mirada que echó al enano no era intimidatoria como tal, pero daba a entender que no aceptaba réplica. 

Somos un equipo, a todos nos toca adaptarnos. Ahora voy afuera, les diré que os estoy guardando turno en la biblioteca llena.

Y bajó la mano. Si veía que la dicusión no seguía, se marcharía a su puesto.

El rostro de Durravin se enrojeció hasta las orejas por la leída de cartilla que le hizo Lena. Si era de vergüenza o de rabia era difícil decirlo.

—No me vais a descontar una mierda —siseó el enano a Tokk, con los ojos convertidos en dos rendijas. Después señaló a Lena acusadoramente—. Debería reclamaros una cláusula de riesgo. ¿Te crees que no me he dado cuenta de que te faltan dedos? Los tienes demasiado largos ¿verdad? ¡Seguro que te los han cortado por robar!

La bardo sonrió, torva.

-Y el enano lanza la flecha y falla... miserablemente. Por robar, ¿eh? ¡Ja! Yo soy una trabajadora honrada que gana dinero con el sudor de la frente.

Se cruzó de brazos, orgullosa de sí misma. La falta de sus dedos era una herida de guerra, un percance que demostraba que cuando pinchabas, hacías sangrar. Aunque fuese un fastidio tener que utilizar una mano con sólo tres dedos...

 
Tokk se acercó de nnuevo al enano y se agachó para mirarle a los ojos, mostrando los dientes, ahora ya sin rebajar la voz.

Y TANTO que se te va a rebajar... ¿Qué clase de compañero no es capaz ni de poner una mierda de pieza de plaza? Cuando haya algo de riesgo o haya que hacer un esfuerzo de verdad cómo nos vamos a fiar de ti? ¿Me lo explicas!? ¿O a lo mejor prefieres que se nos adelanten?

Gruñó por lo bajito....

Ivalice carraspeó diplomáticamente, algo más alto de lo normal (porque no era un carraspeo normal , era para llamar la atención de sus compañeros)

—Si tanto problema nos va a suponer una pieza de plata que hasta estamos pensando en descontarla, yo pagaré la suya—dijo una vez la hubo conseguido. Continuaba sentada con el libro en el regazo y su expresión esta vez era totalmente neutra pero continuaba hablando con voz suave, más bien parecía que no había querido meterse en ningún tipo de trifulca hasta que esta había llegado a ella (o a sus oídos, más bien) por el simple hecho de subir de volúmen—"una de diez es más valiosa que diez de miles".

Si bien ella entendía el punto de vista de lo que parecía un ferviente seguidor de Haelarr que tenía en cuenta hasta la última pieza, también entendía que para Lena y para Tokk, dicha piesa resultase irrisoria. A ella le ocurría algo similar pero se guardó el expresar aquello. Si la diferencia entre perder un tiempo precioso acabando todos echando humo y no perderlo acabando todos medianamente satisfechos era una miserable moneda de plata, la pondría ella misma.

"Supongo que para recibir algo a cambio, antes hay que dar... ".

Y tenía la impresión de que la confianza del enano se debía de ganar así.

Metió una mano en el bolsillo y sacó una moneda sosteniéndola entre el índice y el corazón.

—Además, es una moneda a cambio de algo en nuestro provecho, algo de saber—sonrió ligeramente y movió un dedo, con lo que la moneda se "deslizó" dejando a descubierto otra que había estado oculta, pegada. Se las tendió a Tokk (que si quería ir a pedirles "favores" a aquellos ratoncitos de biblioteca que andaban por ahí, antes tendría que llevar el dinero) y la última pregunta la formuló directamente abriendo el libro—no la estoy malgastando, ¿no?

Retórica, eso sí.

Durravin iba a contestarle algo a Lena, pero Tokk se interpuso. Aunque Durravin le sostuvo al principio la mirada, no tardó en bajar la barbilla. Le gustaba defender sus intereses, pero no era de los que competía a ver quién la tenía más grande.

Se apartó del golaunt mientras escuchaba las palabras de Ivalice. El hecho de que la thaele estuviera dispuesta a poner la plata por él lo hizo enrojecerse una vez más.

—No será necesario: un haelarita siempre paga sus deudas —dijo al fin, y ahora sí miró al golaunt. De la faltriquera que pendía de su cinto extrajo una moneda de plata—. Pero por el amor de todos los dioses, golaunt, dedícate a lo que sepas hacer mejor. Salvarnos de nuestros competidores aporreándoles la cabeza, por ejemplo. Déjame a mi el asunto de salvar nuestras bolsas. Si por ti fuera hubiéramos derrochado veinte monedas de oro en pagar a cuatro ratas de biblioteca cuando nuestro compañero podría hacerlo perfectamente solo. ¿Creéis que es necesario? ¡De acuerdo! Pero dejad que sea yo quien negocie sus sueldos.

—Oh, entonces mis disculpas—la Thaele volvió a mirar al enano al escuchar aquello sobre los haelaritas. No lo decía con burla, lo decía sinceramente, es más, acompañó la frase con una sonrisilla de disculpa—no pretendía incomodar a nadie. De donde vengo no hay muchos seguidores de Haelar y me temo que ignoro demasiadas cosas.

Convirtió el gesto en algo más afable levantando las dos cejas con elocuencia. Aunque cálida, la sonrisa de la Thaele siempre parecía estar carente de alegría. No es que resultara falsa, si no simplemente le faltaba efervescencia, era como si estuviera conforme a resignarse con algún aspecto del mundo o algo así. Un misterio más entre los muchos que rodeaban a los de su raza.

Terminó por no darle a Tokk las monedas, en su lugar se guardó una y le tendió la otra al enano

—En cuanto a la idea... me parece un acierto—añadió adoptando de nuevo uan expresión más tranquila—la especialidad de cada uno es la especialidad de cada uno.

Aguardó a que la cogiera... y retiró enseguida la mano volviendo a coger el libro, pesaba demasiado como para sostenerlo únicamente con una.

Cuando te acercaste a la Thaele, esa sensación escalofriante se acrecentó, y empezaste a sentirte mareado y enfermo.

Tokk asintió. Vale... Dijo al enano

Pero no soy solo un montón de músculos con una gran espada, rayos...

Cada uno a lo suyo, entonces. 

Tokk dio su pieza de plata a la thaele y entonces empezó a sentirse mal. Soltó un gruñidito y la miró con suspicacia, mientras se empezaba a poner algo pálido y volvía a alejarse.

Por los más fuertes de los antepasados, ¿Qué...?

Sacudió la cabeza, y molesto y desconfiado, se fue marchando escaleras abajo, esperando que tan solo fuera una sensación pasajera.