Galand asintió solemne cuando el Creador de Maravillas elogió su espada. Era uno de sus mayores tesoros, lo único que le quedaba de su propio padre.
Cuando parecía que Paris comenzaba a acceder a su petición, el elfo comenzó a respirar más tranquilo. Pero, cómo no, el humano deseaba algo a cambio. Dinero o conocimiento. El elfo no lo podía culpar, pues ¿cómo podía esperar altruismo desinteresado de un completo desconocido?
Para el elfo el dinero de los humanos no era un problema especialmente alarmante, pero sí era cierto que no llevaba consigo ningún tesoro del que estuviese dispuesto a desprenderse para pagar aquella cantidad. El conocimiento tendría que valer.
- Compartiré con gusto mi historia, si es lo que deseáis escuchar.
Galand miró a Sylvia con alivio. Aquel era un precio barato para el elfo, o al menos eso pensaba. Le sonrió, alegre.
- Pronto nos encontraremos con el Príncipe… - le susurró - y con Eldar…
Luego volvió de nuevo su rostro hacia Paris.
El transporte era muy conveniente. Mucho más que viajar por tierra a caballo. Seguramente Paris dispondría de grandes criaturas o maravillosos artilugios con los cuales transportarlos.
Además, hacía tiempo que el elfo no creaba una obra con la que estuviese lo suficientemente motivado. Quizá aquella era una oportunidad de crear algo… maravilloso.
La idea de forjar una espada para Eldar también le hacía especial ilusión. Sería un buen regalo para cuando se encontrasen por primera vez…
- Acepto también vuestra segunda petición. Estas manos todavía son capaces de crear grandes cosas… - dijo con una sonrisa mientras abría las manos y las miraba con dulzura.
Cuando Paris mencionó aquello de que su hijo no le había caído bien el elfo no pudo sino soltar una carcajada. En su mente, tenía una imagen idealizada de su hijo. Un travieso e impetuoso joven elfo, como lo fue su hermano mayor…
- Cuando desee escuchar mi historia… - comenzó Galand mientras se recostaba en su asiento - se la contaré con gusto. Todavía la recuerdo como si fuese ayer, jamás podría olvidarla, Sylvania…
La mirada del elfo se perdió en el vacío, su consciencia viajando a lo más profundo de sus recuerdos. Una ciudad de cúpulas doradas y cascadas flotantes.