Partida Rol por web

Kruger hecho una mirada de reojo hacia la hechicera, odiaba esas ínfulas y esa desmedida altanería, ignorándola por completo a pesar de su escalofriante puesta en escena. Si algo en verdad molestaba a ese tipo de gente era no ser el centro de atención, así que por el momento ignorarla sería su mejor arma; el Cuervo Burlón no le iba a dar coba. Además no era lo mismo una hechicera que un mago de batalla de los colegios de Aldorf, tal vez aquella mujer no fuera más que una pretenciosa aprendiz o sencillamente una bocazas. Fuera lo que fuese que buscase en la ciudad estaba claro que al ser extranjera no podría hacerlo sola, eso la ponía en una clara desventaja. No pudo evitar una pequeña sonrisa de espaldas a ella cuando pensó que tarde o temprano sus caminos se cruzarían, entonces la desvalijaría como correspondía a alguien de su "estatus". Si le sobraba el despreció para los de su ralea bien seguro que también le sobraría el dinero. No le paso por alto el detalle de que no probase la sopa, eso reafirmaba más su teoría y el ser cauto en extremo con el posible influjo de los poderes ruinosos.

Mientras seguía hablando con el Sigmarita aquella mujer soltó una inesperada bomba, la presencia de un posible portal, era no eran palabras vacuas. Toda una locura relacionarse así, mucho más por unos míseros peniques. Cuando el posadero se escondió tras la barra Kruger le hizo un gesto al hafling para que aprovechase el momento para servirse un buen plato de sopa o que tomase alguno al descuido, seguro que el valor de un hafling aumentaba desmesuradamente ante la promesa de una comida caliente. Él mientras tanto seguía charlando con el Sigmarita para distraerle como si nada hubiera pasado.-Hermano esas palabras de mal agüero e infortunio en la víspera del día de nuestro santo patrón rayan la herejía mi señor. Creo que cuanto menos deberíais amonestar a esa mujer por alterar el orden publico, si es que en realidad es quien dice ser y uno bruja de tres al cuarto que busca robarle a los aldeanos el poco consuelo que les queda.-y de nuevo otro ardid. Si algo sabía Kruger de los magos es que todos ardía bajo el fuego purificador de Sigmar, si la chica era una aprendiz poco podría enfrentarse al sacerdote consagrado. Magos y cleros en eterno conflicto, así lo decían las sagradas palabras de Ranald Cuando tengas un problema y otro llame a tú puerta, invítale a entrar y preséntalos entre si. Aquella situación podía ser muy prometedora.

Para mal asunto me he ofrecido. «Reino del Caos» tiene pinta de ser un lugar mucho peor que una baronía asfixiada por los impuestos del señor feudal. Pero si la paga es digna —o hay oportunidad de apropiarse de algo de valor— nada se pierde en seguir escuchando la propuesta de la mujer.

—¿Pero qué...? —mascullo al percibir el siniestro viento—. ¡Ah, claro!

Aquello era teatro. Por supuesto. No me impresiona en absoluto el truco de la maga para invocar sus vientos. He visto a ilusionistas con mejores triquiñuelas y mozos robar bolsas con reflejos más que sobrenaturales.

Pero me divierte la reacción de la gente, huyendo por si estuvieran en peligro. Solo rezo a Ranald para que yo esté en lo cierto, que la maga no sea peligrosa, y mi risa burlona no se vuelva contra mí.

O mi cadáver humeante.

acepto la sopa de pescado y me pongo a comer, pero al oír lo que sucedía, parecía que la mujer, la cual era una hechicera, algo que significaba nada bueno, quería visitar los peores lugares de la batalla, normalmente no me atraía, pero podría ser divertido, y ganarme una monedas, "Señora, no he podido evitar oíros, me gustaría sumarme, mi nombre es Valentina D'hondt" me presento de forma respetuosa ante la mujer, pese a ser patrullad de caminos un poco de cortesía nunca estaba mal, ya aunque había notado el escalofrio, contengo mis impulsos, era peligroso pero también la paga era generosa.

Todo eso estaba muy muy bien, que si caos que si magia, que si hechiceria, que trabajos, que mutantes...pero le habian prometido un cuenco de sopa de pescado libre de caos y delante suyo solo habia madera, encima madera sin lijar....

La hechicera se levantó de un salto al notar el gélido viento espectral que recorrió cada alma de las que había allí reunidas.-¡Callaos!.- Ordenó levantando su bastón a modo defensivo.

-Yo también lo he notado hechicera.- Dijo el sacerdote. -Puede que esas palabras rayaran en la herejía en otro momento, pero no en este.- Parecía que el sacerdote estaba de su parte. ¿Teatro?¿verdad? Tal vez el Sigmarita estuviera comprado y actuara para ella.

No parecía que fueran a tomar sopa...

Hablaban y mucho. Era temas serios, el caos, portales y extrañas sensaciones que indicaban que algo extraño y malvado estaba por venir. Por su parte Franciscus, solo estaba notando que su estómago rugía decepcionado ante la perspectiva de ser consolado con ese caldo de pescado que no llegaba nunca.

- ¿Qué es lo que ha notado, Van Haffen? - Le preguntó a su amigo.

El enano se emocionó aún más, aquello habría de ser épico. Sin lugar a dudas tenía que marchar a aquella aventura y ser el héroe que los salvase a todos, o al menos a la mayoría. La historia de un enano que viajaba por un portal de caos luchando victoriosamente contra una fuerza de demonios imparable jamás sería olvidada. Aquello era su momento – ¿Y cuándo partimos? – Exclamó el enano emocionado.

Aunque muy pronto su cabeza se fue enfriando y meditó más seriamente en sus palabras. Realmente no sabía a lo que habría de enfrentarse y quizá aquella maga los llevaba por caminos más allá de lo que el habría de esperar como un verdadero reto. Hay cosas en el mundo que ni siquiera el mejor de entre los enanos podía alcanzar, y solo un tonto podría negar tal cosa en su corazón.

No entendia nada, parecia que se habia organizado algo....el no habia ni cenado y....bueno normalmente las caravanas siempre incluian las comidas.

Perdonar donde dicen que vamos ?

Ante la aparente sorpresa tanto de la hechicera como del Sigmarita Kruger se puso más atento. O aquel par eran muy buenos liantes o allí había un problema muy serio, lo suficientemente serio como para seguir escuchando. Que en fanático diera un paso al frente no le extrañó en absoluto, tendría que empezar a buscarse otro invitado para que mantuviera la seguridad en el almacén. El enano valeroso y aguerrido, todo un héroe del Imperio, el epitome de su raza tan noble como descerebrado dispuesto a emprender una misión suicida a cambio de ¿nada?¡Bravo! Su sagacidad había impresionado tanto al Cuervo que incluso se estaba planteando invitarle a una jarra de cerveza antes de que partiera a buscar noble muerte, la jarra vacía por supuesto acorde al interior de sus sesera. Pero de todos los despropósitos habidos y por haber el mayor de todos fue ver como el mediano seguía al enano rumbo a lo desconocido, pobre seguramente debía haberse escapado de un circo ambulante. Un fanático, un enano descerebrado y un hafling hambriento van a cerrar un portal al caos, se llevó la mano al mentón intentando recordar. Estaba seguro de que aquello tenía que ser un chiste, uno de los más grandes que hubiera vivido en toda su historia.

Como si nada Kruger se separo del Sigmarita y del mendigo tomando asiento en una mesa cercana. No estaba por la labor de ser "reclutado" sin más para dicha tarea, eso si, quería un asiento de primera fila para presenciar todo aquel disparate y ver si aquella aprendiz tenía el valor de partir con aquellos locos hacía un destino mucho peor que la muerte. Las mutaciones no eran un rasgo estético envidiable para ninguna mujer, mucho menos a ojos de ningún clero. Quizás si le ofreciesen todo el oro del mundo y una ballesta aceptase seguirles desde la distancia para acabar su sufrimiento llegado el momento, pero el Cuervo Burlón no era de los que saltaban a ciegas ante las fauces del peligro. Precisamente el era un experto evitando que eso sucediera.

Todos parecían tener mucha prisa por partir hacia un terrible mundo del caos, pero Franciscus tenía que saldar sus cuentas con Sigamar allí, en Hargendorf, o eso creía al menos. Y desde luego, antes de todo eso, pretendía porbar aquella sopa de pescado. Su rugiente estómago no se levantaría de ahí sin estar lleno y si lo hacía, se pondría en huelga. De eso no quedaba duda.

- ¿Pero a ver, a dónde dicen que se van? - Preguntó más por curiosidad que por otra cosa.

Durante un breve destello de tiempo, un tiempo que parece detenerse lentamente a tu alrrededor, ves como la posada arde y el rugiente fuego consume la carne del posadero, que yace encima de la barra con su barriga abierta en canal.

La calle está cubierta de sangre, vísceras y miembros amputados. Los gritos de terror y el rugido del fuego impiden oír las campanas de alarma. El fuego y el humo impiden la visión. Tropiezas con algo, un cuerpo, el de Viveca Germasermeg, intacto, salvo por el hecho de que su cabeza, brazos y piernas están separados. Cada uno de los miembros se encuentra en la punta de una estrella de cinco puntas rodeada por un círculo arcano hecho con sangre y hollín. El cuerpo de viveca permanece en el centro de la estrella, justo donde estás tú. El círculo arcano comienza a resplandecer con un tono rojizo impidiéndote ver más allá, salvo dos ojos amarillentos, con pupilas negras como la noche en una cabeza con cuernos de cabra.

De pronto la posada deja de estar en llamas y la gente mutilada que habías visto en la calle deja de estarlo. Sus brazos y piernas, tripas y cabeza están en su sitio. La sangre no cubre el suelo y el humo no ahoga tus pulmones. Todo vuelve a ser normal, todo salvo un grito desgarrador que ya has oído antes...

¡IHAAAAAA.....!- Un grito desgarrador sacude vuestros oídos. Afuera, la calle parece normal. El precioso día soleado de invierno continúa calentando los ánimos de la fiesta del día siguiente mientras la olla caliente de sopa bulle en el fuego.

Pronto el sacerdote y la hechicera corren afuera de la taberna, plantándose en mitad de la calle con el rostro consternado por la impresión. La campana de alarma suena, ya no hay duda alguna, estáis bajo ataque.

había notado el escalofrío, pero aquel grito me pego un susto, y cogiendo mi ballesta que tenía cargada en mi espalda, lista para usarla, salgo junto al sacerdote y la hechicera, no sabía que pasaba, pero al oír la alarma lo se "¿pero no se suponía que los norses estaban en desbanda?, ¿quién nos atacan?" grito una vez fuera, esperando saber algo.

Antes incluso de que el monje o la hechicera se empezasen siquiera a mover Kruger salió de la posada con una exhalación, corriendo como alma que lleva el diablo.-¡Mierda!Aguanta Viv.-dijo para si mientras salía en busca de la muchacha. Le hizo un gesto a Trespatas para que le siguiera y salió disparado hacia el almacén, esperando encontrarla de camino con su recién adquirido botín. Al fin y al cabo el grito desgarrador podía ser de cualquier parroquiano que hubiera avistado el peligro. Ahora mismo a él solo le preocupaba la chica y sus visiones eran la única pista que tenía para encontrarla.

Pensó en gritarle al posadero que corriera a refugiarse en el castillo, pero para eso ya estaban la hechicera y el Sigmarita. Una cosa era la evacuación y la contención del ataque, otra muy distinta frenar el macabra ritual que se podía estar llevandose acabo si sus visiones estaban en lo cierto. Así, con tan solo con una simple daga en mano, y el corazón cargado de arrojo más que de valor, trato de hacer lo único y lo que mejor sabía hacer.¡Correr!.

Ah, ¿que no era un truco? La orgullosa sonrisa de desdén se congela en mi boca. Me había creído muy gallito ante la presencia de magia, pero saber que no había sido la hechicera...

Y entonces el grito. Y las alarmas. Y el caos.

Me falta tiempo para salir de la taberna. No sé lo que está pasando, pero dentro de esas cuatro paredes no lo descubriré, y el guardia que te atrapa es el que no ves venir. Además, llegada la hora de la verdad, se me da mucho mejor correr que esconderme. La calle es mi pequeño reino.

- Creo que no habrá sopa... -  Dijo en murmullo casi inaudible el flagelante.

Resopló resignado y derrotado. Cuando Sigmar le había puesto la miel en los labios, se la  quitaba antes de probarla de forma cruel. Entendía sus motivos; su pasado. Fuera  como fuera, a tenor del rostro de Van Haffen que se veía a través de la puerta, aquel momento sin duda era una oportunidad para empezar a ganarse el perdón de sus pecados.  

Franciscus se puso en pie y agarró su mangual. El mismo con el que tantas veces se había autoinflignido dolor, era la herramienta a través de la cual volvería a pedir el perdón de sus pecados, si es que Hargendorf se enfrenaba de nuevo a una amenaza real, para sus habitantes.

- Habrá  que ver que diantre pasa... - Dijo acercándose a la puerta de entrada del local, sin miedo  y con mucha curiosidad por ver a que se enfrentaban y traspasó el umbral  encontrándose de nuevo con el sigmarita y la hechicera.

El enano maldijo para si, aquello no se lo esperaba, o no tan pronto. Estaba a punto de embarcarse en una aventura y surgía un problema. Si estaban realmente bajo ataque, las cosas no saldrían bien; Tarsthein sabía que tendría que sacarle provecho a aquello, engrandecer su fama, mostrar su valía e incluso salvar a la hechicera. Si las cosas salían bien, aquella situación aumentaría sus posibilidades, si salían mal, volvería a hundirse tal como en los días pasados.

Aferrado a sus designios, el enano salió de la posada presto al combate, listo para enfrentar cualquier cosa que se le opusiese en su camino, sus ideales y metas no serían doblegadas, o al menos eso esperaba.

Rufus se quedo a la expectativa, miro alrededor, miro como algunos se marchaban hacia fuera a rastrear el grito, eran unos locos, locos desquiciados para correr hacia ahi, asi que se levanto tambien y empezo a correr, claro que en direccion contraria, busco la mesa mas alejada y se puso debajo. Lo tenia clarisimo si alguien preguntaba era por la moneda que habia encontrado, claro que la moneda era suya y era la unica que tenia.