Cenizo intentó acercarse al mediano para agarrarle de la oreja, pero eran tan escurridizas y su cabeza tan enana que se resbaló.
—¡No mientas mediano crapuloso!
Acto seguido se agachó, fingiendo dolerse la espalda, pero con el objetivo de alcanzar la diminuta pierna del mediano en donde tenía una herida profunda.
—¡Aja! Aquí tenemos cómo te hiciste esa herida al jugar con las trampas, ¿verdad? ¿Te duele? —apretó con la delicada fuerza de sus falanges.
Motivo: Intimidar
Tirada: 1d100
Dificultad: 30-
Resultado: 87 (Fracaso) [87]
-Han matado a dos ogros. ¿Esa es tu explicación?. Casi estoy seguro de que estos ogros eran legales y tenían papeles de licitación en el imperio-. Las palabras iban dirigidas a la muchedumbre detrás vuestra. -Ahora nos amenazan conque son los únicos que pueden salvar os de un gigante que ronda por la zona, y estoy seguro que también sabe poner trampas-. Dijo con ironía el alcalde mientras os miraba. -Dejadme adivinar, si nos librais de él os tendremos que dar una generosa recompensa. ¿Verdad?-. La gente estaba cada vez más impaciente. -Y por favor- terminó por decir el alcalde -déjale la pierna al mediano. Das grima viejo.
Nos hemos pisado :D
Ahora la situación toma sentido. Niego con la cabeza mientras me mantengo callado, mirando a la cara a Wilhem y a los otros que me conocen de toda la vida. El Alcalde mismo me llamó para hacer el trabajo, no fui yo quien se lo propuso y así me paga.
"Probablemente jamás consideró la idea de recompensarnos. Siempre pensó usar palabras de ponzoña para difamarnos así."
Pero mirando alrededor y sabiendo que todos esos paletos idiotas no dudan un segundo en creer lo peor que se pueda decir de mí, me hace perder cualquier clase de aprecio por este pueblo de mierda. De su desconfianza a los extraños, no me sorprende ni molesta porque es normal, pero no de alguien que vieron nacer y que solo ha servido al pueblo.
Asiento, con rostro de conformidad y me adelanto para recoger las cabezas nuevamente y llevárnoslas:
- "Aceptaré entonces su generosa propuesta y me marcharé."
Si nadie me detiene, me voy en silencio, sabiendo que cualquier otra cosa que decida hacer lo único que hace es arriesgarme a ser linchado. No veo apoyo en la multitud, no soy bueno con las palabras como el líder de la comunidad y nadie ganaría nada poniéndose de nuestra parte en contra del alcalde. Es una batalla que sé que no podemos ganar, así que es mejor retirarme para poder ver otro día.
Miré como Gustav recogía las cabezas y se disponía a largarse de allí. Con él, quizás podríamos haber salido de allí a golpe de acero, pero vistas las circunstancias, mejor seguir su camino. No quería quedarme allí con un viejo y sólo con Kurt como guerrero notable.
Escupí al suelo con desprecio y giré tras de Gustav sin perder ojo de la muchedumbre que se había congregado allí. Un trabajo bien hecho sin recompensa visible.
Tal vez podamos ir a ver al Duque que contrató a los ogros para hacernos cargo de su contrato.
Avanzaba con la mano en la espada, dispuesto a defenderme si la gente se tornaba realmente hostil.
Kurt clavó una mirada de reproche en el mediano, mientras este era torturado por Cenizo. Igual que en el bosque, el maldito pequeñajo cobarde volvía mostrarse de ninguna utilidad. Kurt no le reprochaba que se hubiera acogotado contra los ogros, pero que los dejara vendidos de aquella manera, delante de todo el pueblo, era signo de su mala catadura.
El alcalde siguió con su parloteo. Estaba claro que aquel pomposo pisaverdes tenía planeado jugársela desde el principio. Al ser hombre de posición y lengua lisonjera no mucho le costaba tener a los pueblerinos de su parte. Maldita chusma, que Morr les llevase a todos.
Gustav no entra en discusiones estériles, tan solo se limita a recoger los macabros trofeos y, tras unas parcas palabras, se dió la vuelta para abandonar el pueblo; el disgusto del cazador era más que evidente. Ándor, con la mano en la empuñadura de la espada, marchó tras él.
Kurt, que hasta ahora había guardado silencio, miró al burgomaestre. La mirada era dura como el esmeril y cuando por fin habló, lo hizo con palabras severas.
- Permítame que le cuente una historia, mein herr. En los oscuros y tortuosos caminos de la traición, un hombre desesperado buscaba poder y riquezas. Con astucia y falsedad, hizo un pacto con un sirviente de los Poderes Ruinosos. El hombre, que se creía muy listo, estaba convencido de haber engañado al oscuro mensajero, pero desconocía que aquellos terribles dioses también tejen sus propias tramas.
El diablo otorgó al hombre lo que deseaba: fortuna en los negocios y mejor posición al desposar a una dama de mayor alcurnia, pero el hombre ignoraba que el precio a pagar era su alma inmortal. - Kurt se giró hacía el público reunido y los recorrió con la mirada. Aguardo un par de segundos antes de continuar.
- Los años fueron pasando y la fortuna del hombre fue en aumento. Al igual que la mácula que oscurecía su corazón. Estafó, engañó, robó, violó e incluso mandó asesinar a un rival; siempre todo en aras de su codicia y un apetito insaciable por aptos cada vez más depravados. Pues así es como obra la Oscuridad, despacio y con sutileza hasta que lo infecta y corrompe todo. - el nordlandes hizo un gesto con la mano que abarcó a todos los presentes.
- Pero Ulric observaba desde su Trono de Hielo. Con su penetrante mirada y su juicio inquebrantable, juzgó al hombre por su traición y ambición desmedida. El Dios del Invierno envió a sus Hijos para que persiguieran al hombre. - Kurt se tocó el colgante con forma de cabeza de lobo. - Un día, el hombre volvía de cerrar unos negocios que le proporcionarían pingües beneficios. El hombre iba acompañado de sus dos más fieles sirvientes, hombres casi tan mezquinos y ruines como él. Cuando los Hijos de Ulric los alcanzaron en el camino, - Kurt, con una mirada cargada de intención, se volvió hacía el alcalde y los dos guardias. - de nada sirvió todo su poder y riqueza; se desvanecieron como humo en el viento. El hombre, en su último aliento, comprendió que había sido engañado tanto por el diablo como por su ambición desmedida. El peso de la culpa se volvió insoportable, pero la luz de la Llama Eterna le fue negada y su alma se perdió en la Fría Oscuridad, donde serviría de alimento y diversión al Amo de las Fortunas. -
El nordlandes hizo un florido movimiento con el arcabuz y se lo echó al hombro, con altanería se movió entre los presentes y continuó hablando.
- Buenas gentes de Lubrecht. Este cuento encierra una lección. La mentira y el engaño pueden brindar poder efímero, pero a costa del propio alma. La verdad y la lealtad, aunque difíciles de mantener, son la fortaleza que protege nuestras almas de la corrupción y el tormento eterno. Y yo os pregunto, buenas gentes de Lubrecht, ¿dejaréis marchar en la ignominia a un hombre que ha buscado la verdad acerca del peligro que amenazaba vuestras vidas y ha luchado con lealtad incuestionable para defenderos de él? - Kurt señaló las espaldas de Gustav.
- El alcalde, que sin duda debe de haber ganado una pequeña fortuna con la feria, nos niega lo acordado y nos vilipendia. ¿Vais a ser partícipes de las calumnias y la codicia de este hombre? ¿Dejaréis que esa corrupción medre y se extienda entre vosotros? - el nordlandes juzgó con su mirada a los lugareños; los ojos eran dos esquirlas de hielo.
- El Lobo Aullante siempre prevalecerá y encontrará a aquellos que se desvían del camino recto y justo. Tenerlo presente. - Kurt se abrió paso entre la gente y caminó en pos de sus compañeros.
El pater Jacob, capellán castrense del regimiento, habría estado orgulloso de que el muchacho recordase el sermón de la misa de fin de año tan bien; eso sí, se había tomado unas ligeras licencias para adaptarlo al lugar y situación.
Motivo: Parloteo nordlandes
Tirada: 1d100
Resultado: 92 [92]
Motivo: Parloteo nordland (PS)es
Tirada: 1d100
Resultado: 66 [66]
Motivo: Parloteo nordland (PS)es
Tirada: 1d100
Resultado: 70 [70]
Pues después del peaso tocho para intentar tocar la fibra supersticiosa de los aldeanos, fallo la tirada de Carisma (17 o menos).
Gasto dos puntos de suerte y ni de lejos :(
-Aplicaos entonces el cuento-. Gritó una voz mientras Kurt hablaba, y mas voces se sumaron a la contestación. Estaba claro que la viperina lengua del alcalde había espoleado la avaricia de las gentes del pueblo, a la vez que les había proporcionado un objetivo con el que descargar su estrés e ira por tanto extraño y viajero que molestaba y alteraba la paz de su día a día.
Justo cuando el joven soldado acaba, un tomate sale disparado de la multitud alcanzándole en el pecho.
-Puedes irte con tu dios diablo. ¡Sigmar es nuestro dios!-
Casi al instante las berzas, berenjenas, huevos, tomates y alguna piedra comienzan a llover.
Del mediano ya no hay rastro alguno, y Gustav junto con Ándor, que ya se iban, se libran de la primera lluvia inicial de despojos.
Tranquilos que para la próxima aventura si habrá recompensa. Pero ya os aviso que será más difícil que esta.
Cenizo gruñó y echó patas antes de que las piedras acabasen con su alma. Por suerte tenía kilos de protección sobre su espalda.
—¿Así es cómo se trata a un comerciante experimentado? ¡Se acabaron los negocios! Dejaré que el pueblo se hunda por sí misma. ¡Lubrecht se lo pierde! —Al acercarse a su jamelgo, recogió algunas berzas y tomates del suelo para dárselos de comer. Antes, arrancó una hoja y se la comió él—. ¡Estás de suerte Mohinito! Considéralo tu cena.
Para despedirse del pueblo, quiso regalarles un escupitajo, pero la carrera le había dejado sin aliento.
Kurt también apretó el paso cuando el fuego graneado de inmundicias se intensificó. Algún que otro proyectil, más contundente que una hortaliza, pasó silbando cerca de la cabeza del joven o golpeaba el escudo que llevaba a la espalda con un sonoro “¡TOC!"
Se detuvo junto al carro y desató las riendas mientras Cenizo le daba de comer algunas verduras al jaco.
- Ni un gargajo se merecen esos desagradecidos hideputas - dijo ante el fallido escupitajo del osamentero. - Venga, subid al carro y pongamos algo de distancia entre nosotros y este pozo de mierda. - Kurt tendió una mano al anciano para ayudarle a subir al pescante y le entregó las riendas.
Si, lo mejor era alejarse de aquel lugar. No habían sobrevivido a los ogros para acabar linchados por una turba de paletos.
El vapuleado quinteto enfiló el camino y los vociferantes aldeanos quedaron atrás. Kurt se puso al paso de Gustav. - Mierda, Gustav, lamento lo ocurrido. ¿Qué pensáis hacer ahora? -
No quería detenerme cerca de la ciudad. Aún corríamos el riesgo de que salieran en turba hacia nosotros y nos lincharan en el primer árbol que encontraran.
Podríamos ir a quien contrató a los ogros. Seguramente sigan con el problema del gigante y si aún necesitaran ayuda, pues podríamos sacar tajada. Quizás quieran pagar más si los ogros no dan señales de vida.
En algún momento volvería y alguien encontraría al alcalde en uno de los callejones con la garganta abierta a los primeros rayos del sol que iluminaran la ciudad. Pero aquello sería otro día.... no muy lejano esperaba