Partida Rol por web

¡Oh Razmir el Todopoderoso! ¡Acógeme entre tus brazos y guíame en el camino a la Salvación! - Exclamó Evlar tan pronto terminó de hablar el sacerdote a fin de mostrarle a éste que él era el más creyente todos ellos. A continuación bebió el vino de su vaso de un solo trago y se lo entregó a uno de los acólitos que se había colocado delante de él. Finalizado el acto, el muchacho respiró aliviado, como si se hubiese quitado de encima una pesada carga.

-¿Qué ha dicho? ¿Rezar y beber?... o ¿Beber…y rezar?... se preguntaba Rhylen tras recibir aquel insignificante vaso de vino. – Bah…, pensó quitandole importancia antes de proceder a bebérselo.

- ¡Oh Razmir! ¡Acógeme y guíame a tus brazos… para la, la Salvación! Ohhh…, recitaba cada vez de forma más baja al ver que había perdido el hilo de la cita… - ¡¡¡Ugggg!!!

La elfa no daba crédito a la respuesta de Alétheia se giró con cara mustia y desencajada para con un leve movimiento indicarla que dijese algo más. Y así hizo, minimizando los efectos de su comentario. Por su parte Rhylen cogía la batuta y convencía de que el grupo era adorador de aquel dios viviente. Mientras el grupo se acercaba a la tarima, Hostawen se acercaba a Alétheia y la cogía del brazo. -¿Y dicen que sigue vivo?- preguntaba acerca de Razmir. Esto le hacía preguntarse si el resto de dioses estaban vivos o muertos. No sabía mucho acerca de ellos y tampoco se decía, excepto con Razmir. Tras la respuesta de la pelirroja la elfa cogió el vino y lo bebió. -Agh.- dijo algo asqueada, nunca había bebido vino porque no el solía gustar y tras esto enunció -Oh. Razmir el Todopoderoso. Acógeme entre tus brazos. Guíame en el camino de la Salvación.- dijo un poco retraída, aquella frase le parecía diabólica y pensaba que estaba haciendo algo mal. A punto estuvo de quitarle el plato a Rakna y liberarle de aquella pesada carga, pero el can parecía tener sed y vació el plato en segundos.

El grito de Alejandra sorprendió a todos. La impulsiva sacerdotisa no pudo reprimir el orgullo que le tenía a su Dios y sin poder evitarlo puso en peligro la misión que se les había encomendado. Por suerte, el líder de los monjes no pareció darle importancia a la presencia de El Débil en aquel lugar y pronto Razmir se hizo dueño de todos los rincones de la posada. Continuaron los vítores acompañados ahora por un sencillo ritual consistente en beber vino de un vaso. Uno a uno todos iban bebiendo y repitiendo las palabras que el monje había pronunciado... Y Togo hizo lo propio

¡Oh Razmir el Todopoderoso! ¡Acógeme entre tus brazos y guíame en el camino a la Salvación! - Pronunció con convicción el mediano tras acercarse a la tarima y beber del vaso que el monje de túnica oscura le tendía...

Espero que Alé aprenda a reprimirse, pues si nada más empezar se pone así, ya veremos cuando empecemos con los treinta y un pasos... puede  echar por tierra toda la misión...

- ¡Oh Razmir el Todopoderoso! ¡Acógeme entre tus brazos y guíame en el camino a la Salvación!- Gritó también Alé para no llamar más la atención sobre sí misma. Y no mentía; deseaba fervorosamente que "Hazmereír" la acogiera en su seno y, una vez allí,  le diría cuatro cosas bien dichas. Pegó un buen trago de vino y dejó que parte se le escurriera por la comisura de los labios y chorreara hasta el suelo. Era así, como siempre hacía, dando parte de lo que bebía a su Dios, el Débil , al cual el vino aliviaba los dolores y aclaraba su atormentada y todopoderosa mente.

¿Qué le habrían echado al vino? Si algo se le había pegado a Tanyl de su fiel felino, era el desconfiar de todo. 

En el momento que le tocaba a él beber, pellizcó con fuerza el trasero a Fuzuli  para que este saliese del petate y armase alboroto, lo suficiente para hacer que bebía pero tirar el vino en alguna parte.

¡Oh Razmir el Todopoderoso! ¡Acógeme entre tus brazos y guíame en el camino a la Salvación!- dijo cuando aún todos estaban mirando al enfurecido gato.

Un rayo azul, una bola de pelo de enormes dimensiones que bufaba y chillaba, apareció de pronto desde el costado del semielfo saltando sobre las mesas. Platos, vasos y jarras de la mesa de al lado saltaron por los aires al pasar Fuzulli por encima de ellos al estar éste demasiado enfadado como para esquivarlos. El gato, con los pelos tanto de la espalda como de la cola erizados de tal forma que le daban la apariencia de una semilla de chopo gigante de color azul, acabó su carrera en la esquina de la habitación, mirando con rabia a todos los presentes sin hacer excepción alguna con aquel que lo transportaba de un lado a otro y que, a fin de postre, era quién le había propinado aquel pellizco. No lo olvidaría… Fuzulli nunca olvidaba, sólo dejaba pasar...

Un rayo azul, una bola de pelo de enormes dimensiones que bufaba y chillaba, apareció de pronto desde el costado del semielfo saltando sobre las mesas. Platos, vasos y jarras de la mesa de al lado saltaron por los aires al pasar Fuzulli por encima de ellos al estar éste demasiado enfadado como para esquivarlos. El gato, con los pelos tanto de la espalda como de la cola erizados de tal forma que le daban la apariencia de una semilla de chopo gigante de color azul, acabó su carrera en la esquina de la habitación, mirando con rabia a todos los presentes sin hacer excepción alguna con aquel que lo transportaba de un lado a otro, y que a fin de postre le había propinado aquel pellizco. No lo olvidaría…

Aquel episodio no dejó ajeno a ninguno de los miembros de la orden, como tampoco lo hizo con los compañeros de Tanyl, ni con el tabernero.  El que más y el que menos reaccionó como pudo a la violenta irrupción de Fuzulli en escena, ya fuese saltando, llevándose las manos a la cara o levantándose un poco las túnicas  como si temiesen que el gato fuese a introducirse por debajo de éstas para busca refugio allí.

La oportunidad no fue desaprovechada por Tanyl que con un movimiento digo del mejor prestidigitador, vertió el vino en la cara interna del petate, a fin de que la mancha quedase oculta gracias a su cuerpo. Cuando el hechicero devolvió el vaso al acólito que tenía en frente, el sacerdote de túnicas negras elevó los brazos en alto y exclamó con júbilo: ¡ALABADO SEA RAZMIR! ¡ALABADOS SEAN SUS NUEVOS HIJOS! – Los acompañantes de éste hicieron lo propio, no obstante no lo hicieron de una forma tan acompasada como las anteriores veces, pues su vista seguía fija en aquel maldito gato.

Una vez Tanyl consiguió devolver a Fuzulli al interior del petate empapado en vino, no sin protestas por parte del felino, los miembros de la orden ordenaron al Rolen que trajese comida y bebida para celebrar la ocasión. Así, juntando las dos grandes mesas, novicios y miembros de la orden compartieron una agradable comida; o al menos lo fue durante los primeros cinco minutos…

Primero Evlar, luego Hostawen, al segundo Togoy Alethéia y por fin, antes de que el lobo Rakna cerrase los ojos, Rhylen. Todos se desplomaron sobre la mesa completamente inconscientes, a exceptción de Rhylen que lo hizo en el suelo en mitad del comedor. Acto seguido, como corroborando con sus actos el que aquello debía ser así, los seis miembros de la orden asentían con satisfacción. Al final, irremediablemente, los seis acabaron mirando a Tanyl, erguido aún contra todo pronóstico.

¡ALABADO SEA RAZMIR! ¡ALABADOS SEAN SUS NUEVOS HIJOS! 

-¿Yaaa?, se dijo Rhylen sorprendido. ¿Ya estaban reclutados?. – Después de todo, ha resultado ser bastante sencillo, pensaba, aliviado y satisfecho por el paripé que había hecho.

La situación de nerviosismo pronto dio un cambio radical. El grupo de monjes obsequiaba a sus nuevos seguidores con un completo banquete en el que, por supuesto y para deleite del guerrero, no faltó la bebida. Un ambiente relajado, brindis e incluso alguna risotada fueron armonizando la comida mientras varias jarras de vino comenzaban a sucumbir ante la garganta de Rhylen. En esta ocasión ni siquiera Togo pareció importarle los excesos del guerrero, y lo más extraño aun, a los fieles de Razmir tampoco.

Pasados los minutos, la lengua de Rhylen comenzaba a enredarse en su boca como una madeja provocando que sus palabras parecieran ser dichas en otro idioma. Un cosquilleo extraño en la nariz hacían que se le entrecerraran los ojos. Además, su visión comenzó a ser borrosa y los brazos… los brazos pesaban como losas - ¿Perrro…cuantash jarrajjjs llefffoo?, se preguntaba confundido, y es que el viejo guerrero solía tener mucho más aguante en cuando a alcohol en sangre se refiere.

-¡Señññoressss!, alzó la voz mientras se levantaba de la mesa. – Muuuuuy…a vuestro pesalrrrr… ¡TENGGGGHO QUE IR A MEALR!, dijo golpeando la mesa con la jarra – jiji…jiji…

Fue entonces cuando entre la confusa visión de Rhylen pudo observar como Hostawen, que no había probado gota de vino a excepción del ofrecido por los monjes, cayó inconsciente golpeando con su cara el plato de comida. Togo, que pareció entretenerse con aquella escena, no se daba cuenta que señalaba y reía con el cuello doblado 90 grados, y Alétheia, sentada junto a la elfa, ya no masticaba… - Pero… pero qué…, se preguntaba confundido para después clavar su mirada en el posadero. – ¡Oiga ustedzzz!, gritó escupiendo sin poder evitarlo.  - ¡Oh, oh…!. Tras cuatro pasos, a cual más ridículo, los parpados del viejo se cerraron definitivamente y este cayó de bruces contra el suelo a medio camino entre la mesa y la barra en la que el posadero, inmutable, esperaba con los brazos cruzados…  

¡Justo lo que se había esperado! ¿Pero ahora qué? O bien se hacía él también el desmayado o...

¡Alabado sea Razmir! ¡He sido el elegido! - exclamó con los brazos en alto.

¿Y ahora que hacemos con éstos? ¿Se les da otra oportunidad o les quitamos las pertenencias en honor al Dios Viviente y los tiramos por algún sitio?

Aquella puesta en escena de Tanyl pilló más desprevenidos si cabe a los ya sorprendidos acólitos. Sólo la figura de negros ropajes permaneció serena. El semielfo vio como sus seguidores hacían el ademán de buscar bajo sus túnicas alguna especie de arma, sin embargo, justo en el último momento, cuando ya asomaban los mangos de lo que parecían ser garrotes, el sacerdote de mayor rango los detuvo. - No...dejadle, vendrá por las buenas, pero con los ojos vendados, ¿verdad? - Preguntó moviendo la cabeza de un lado a otro, en una actitud muy similar a la que hubiese adoptado una serpiente a punto de saltar sobre su presa. 

No les pasará nada a tus compañeros. Es por su seguridad y por la del templo el que ahora se encuentren en ese estado, pero tranquilo, no es mortal. - El sonido de una trampilla y, al instante, el de gran número de pasos, precedió a la entrada en el salón de ocho monjes ataviados con túnicas procedentes de la puerta que había permanecido cerrada en todo momento. Ellos, en su impetuosa entrada, también reaccionaron con sorpresa al encontrar a Tanyl consciente.

¿Y ese? - Preguntó el más corpulento de todos, el cual vestía con túnica negra y una máscara distinta a la del resto.

- Eh, esto, pues claro que iré con vosotros. Al fin y al cabo parece que he sido elgido por Razmir. ¿Eso de taparme los ojos es otra prueba del Dios Viviente?

Tanyl sabía que debía hacerse un poco el tonto, pues sólo un tonto querría meterse en una secta de ese tipo.

¿Compañeros dices? No realmente, así que por mí no te preocupes si les tenemos que hacer algo por no haber pasado la primera prueba- sonrió con malicia pues algo de verdad ocultaban sus palabras.

Esperó a que los acólitos le vendasen los ojos. Lástima que su familiar hubiese decidido lamerse el pelaje de los restos del vino (si es que tenía el culo más grande que al cabeza sin duda!), podría haber detectado algo durante el camino que se le escapase a los sentidos del semielfo.

No, no le pasará nada a las pertenencias de esos a quienes acompañas, ¿por quién nos tomas?, ¿por rateros? - Pronunció uno de los monjes que vestía túnica gris, que había sido el encargado de vendar a Tanyl. Por el tono despectivo en que pronunció la palabra «ratero» estaba claro que desaprobaba sinceramente el robo entre los miembros de la orden, aunque éstos fuesen sólo unos meros aspirantes, como era el caso de sus compañeros. Sin embargo, sí que os despojaremos de todo cuanto lleváis por ahora. Es por seguridad… - prosiguió el mismo monje, -  aunque os las devolveremos cuando el hermano superior lo estime prudente. - A pesar de las preguntas nadie respondió al semielfo acerca de si él había sido elegido por el Dios Viviente.

Las explicaciones del monje fueron acalladas por alguna especie de gesto que el semielfo ya no logró captar por hallarse completamente cegado. Carente de sentido de la vista, Tanyl hubo de echar mano del sentido del oído para intuir lo que sucedía a su alrededor. Lo primero que le pareció adivinar tras el sonido del arrastrar de los bancos fueron las protestas de algunos de los monjes recién llegados al tener que levantar a alguno de sus compañeros, probablemente Alétheia, dado su sobrepeso.  Con un leve empujón en la espalda indicaron al hechicero que era el momento de ponerse en movimiento. Guiado en todo momento por un monje que lo asía por uno de las muñecas, fue conducido por el interior de la taberna hasta lo que imaginó sería una trampilla en el suelo en algún lugar indeterminado de las cocinas o de alguna especie de despensa, dado el olor a queso tan intenso que se respiraba en un momento dado antes de que lo ayudasen a descender a un pasadizo húmedo y bastante profundo.

El paseo hasta el lugar donde fue depositado tanto él como Evlar y los demás transcurrió en completo silencio pero no llevó más de diez minutos, tiempo más suficiente como para que el semielfo intuyese que se encontraba bajo el templo. A continuación, cuando el estridente chirriar de lo que imaginaba serían celdas abriéndose sustituyó al incómodo silencio en el que había sido transportado, uno de los monjes que lo acompañaba se colocó en su espalda para requisarle todas las pertenencias a excepción del petate donde dormía plácidamente Fuzuli. – Yo de ti, hermano, echaría una buena cabezada, pues no vas a tener mucha oportunidad de hacerlo en los próximos días. – Susurró a sus oídos más como un consejo que como una amenaza; acto seguido desataron la venda de sus ojos. - Descansa…y no metáis ruido. – Dijo de nuevo a la vez que cerraba la celda.

Tanyl se encontró en una celda de poco más de cinco pies de ancho por diez de largo. La débil luz que entraba en la celda provenía de alguna antorcha o lámpara colgada en el pasillo al que daban la puerta de la celda, fabricada mediante gruesos y fuertes barrotes de hierro. La celda, por lo demás, carecía totalmente de mobiliario a excepción de un jergón de madera sobre el que habían depositado un colchón tan sucio que Fuzuli, cuando despertase y se diese cuenta de que había yacido sobre él, se enfadaría mucho y a buen seguro se vería obligado a asearse a base de lamer su delicado pelaje durante varias horas. 

El intenso y punzante dolor de cabeza fue suficiente como para sacar a cada uno de su aletargamiento. Se extendía desde la frente hasta parte posterior de la cabeza siendo mucho más intenso en los ojos, justo detrás de éstos. Los latidos del corazón eran tan fuertes que retumbaban en el interior de cada uno como alguien estuviese tocando el tambor. Sí, para Rhylen era una auténtica resaca, puede que la peor que había sufrido en su vida.

A medida que cada uno iba reuniendo las fuerzas suficientes para atreverse a abrir los ojos, la imagen de una oscura celda se iba dibujando a su alrededor. Estaban solos en una estrecha habitación: húmeda, ,lóbrega, maloliente y, a decir por las picaduras en cuello y brazos, repleta de pulgas. El único mobiliario del que disponían era un estrecho jergón de madera con un colchón roñoso y usado del  que gracias a la ausencia de luz uno podía ignorar las sospechosas manchas que en él habían quedado impresas. ¿Cuánto tiempo había pasado? Las imágenes de la cena en el Lamento del Explorador comenzaron a perfilarse en las doloridas mentes de los compañeros con el consecuente dolor que los recuerdos producían.

La poca luz que entraba a través de los gruesos barrotes de hierro de las puertas procedía de un par de antorchas sujetas a las paredes de piedra mediante una argollas con las que el óxido no había tenido misericordia alguna. Éstas ardían de milagro, su llama amarillenta bailaba de un lado a otro consumiendo el poco y preciado oxígeno del aire viciado que se respiraba en lo que parecía ser unas catacumbas o alguna clase de mazmorra. 

Arggg...hmmmmpfff...que me parta un rayo si no estoy muerto... - Maldijo Evlar con voz entrecortada y débil. Su garganta, seca como saco de serrín a duras penas lograba juntar un poco de saliva que le permitiese articular palabra. Ohhh...agua...por los Dioses, agua... - Siguió relatando desde una de las celdas cercanas.

- Arrrrg...- Alétheia, tras varios intentos infructuoso de despertarse, finalmente abrió los ojos. El miedo se apoderó por un momento de ella en la reinante oscuridad. Instintivamente se llevó la mano a donde solía tener una daga pero no había nada. Reculó hacia atrás en el frío y húmedo suelo de la celda hasta dar con la espalda en la pared. Tardó un rato en tranquilizarse y hacerse una idea de lo que estaba pasando. Su padre no estaba allí. Su progenitor, de negro y oscuro corazón no podía alcanzarla, aún. Tenía un terrible dolor de cabeza y le costó incorporarse para acercarse a los barrotes.

- Una celda...- Susurró poniendo en palabras la evidencia. ¿Cómo había llegado hasta allí? No le fue demasiado difícil adivinarlo, como buena Pitonisa que era, y en seguida echó la culpa al vino que les habían entregado en el Lamento del Explorador. Agarrada a los barrotes y pegando la oreja lo más posible trató de escuchar si estaba sola o había alguien más.

- ¿Chicos? ¡Soy Alé! ¿Estáis ahí?- Acabó atreviéndose a preguntar. ¿Estaría ella sola o habría más celdas donde reposarían sus compañeros? ¿Y si los habían matado a todos pero a ella, como Pitonisa del Débil y Virgen, la habían conservado por su valor económico en un rescate? Podía ser aún peor si querían sacrificarla para el dios Razmir. Cerró los ojos y juntó las manos en un gesto de oración. Al menos ella tenía a su Dios consigo. Eso la daba fuerzas y ya cavilaba cómo hacer pagar a los monjes enmascarados su osadía.

Togo despertó solo y muerto de frío. La humedad de la lúgubre celda en la que estaba se le había calado en los huesos. Tanteó por todo el cubículo en busca de algún compañero o salida, pero no tardó mucho en darse cuenta que habían sido engañado y hecho prisionero. La cabeza le dolía como si le hubieran dado un fuerte golpe y lo último que recordaba era como el Joven Evlar y Hostawen se desplomaron sobre la mesa mientras comían con los monjes. Sin duda el vino que les dieron para beber tendría algún tipo de somnífero ¿Significaba eso que los habían descubierto? ¿Habrían sido traicionados por el explorador o peor aún, por alguno de los aventureros? Tras unos segundos asimilando su situación y con la visión acostumbrada a la poca luz que entraba entre los barrotes, el mediano buscó sus cosas entre el rancio jergón que habitaba solitario la pequeña celda en la que se encontraba, pero sin éxito. El pequeño se acurrucó en un rincón   triste y solo sollozando apenado por su desgraciado destino. En ese momento escuchó unas voces, la primera parecía la de Evlar pidiendo agua y la segunda la de la sacerdotisa. Fue entonces cuando un hilo de esperanza alumbró el roto corazón de Togo que se echó llorando sobre la fría y oxidada puerta Al... Al... Alé !!!!  estoy aquí encerrado!! Dijo el mediano  sollozando mientras alargaba sus cortos brazos entre los barrotes, buscando la voz que escuchaba a su lado. Los monjes....snif... ¿nos han engañado...? snif... snif... No tardaron en darse cuenta de que todos estaban en la misma situación.... A pesar de la situación Togo se tranquilizó al ver que sus compañeros estaban cerca. ¿Estáis bien....? ¿Que os pasó...?, ¿caísteis dormidos también...?

Una vez recompuesto tras saber que sus compañeros, aunque apresados también, estaban cerca, buscó el modo de salir de la celda. Primero, aprovechando su pequeño tamaño, intentó colarse entre los barrotes de la celda.

La oscuridad engulló a Rhylen, y a pesar de tener la certeza de haber abierto los ojos no conseguía escapar de ella. Tardó varios minutos en recuperar el sentido y poder percibir por fin que se encontraba preso en una celda tan sólo acompañado por un horrible dolor de cabeza (otro más).

No era la primera vez que Rhylen despertaba cautivo tras unos barrotes, de hecho el pobre desgraciado había visitado varias celdas en su larga vida por motivos que no vienen al caso, aunque muchos de nosotros podemos imaginar…

Sin ni siquiera levantarse, el viejo guerrero fue arrastrándose hasta los barrotes guiado por el inconfundible sonido de los suyos. – os oigo chicos… ¿Qué ha pasado?¿recordáis algo?, preguntaba aturdido. – No os preocupéis… saldremos de está.., dijo mientras quejándose se incorporaba con la ayuda de los barrotes.

Una vez en pie hizo lo que cualquier preso en su situación, comprobó el estado de la cerradura, la firmeza de los barrotes e incluso las cuatro paredes esperanzado de dar con algún punto débil es aquella celda.

Tanyl estaba sentado en el suelo (le había quedado claro que las pulgas se lo comerían vivo en el jergón si se quedaba en él más tiempo), cuando sus compañeros se despertaron.

-¡Ey chicos! ¿estais bién?

Querría haber mandado a Fuzuli a explorar, o al menos a mirar si había guardias vigilandolos, pero no estaba muy seguro de que el gato le hiciese el mínimo caso. Estaba muy enfadado con él, hasta se había meado en la decrepita cama en señal de protesta.

-Dijeron que debíamos estar calladitos, supongo que esto es otra prueba, tened paciencia.

No quería contarles más hasta asegurarse que no había guardias en los alrededores.