TURNO 3

Rhylen quedó observando la reacción de Evlar, que no fue otra que la de continuar llorando mientras emanaba sangre a borbotones por la boca tras el fuerte impacto recibido. - ¿Pero qué he hecho? ¿En qué me han convertido estos malditos muros?, se preguntaba incrédulo por la dureza de su castigo. Y es que Rhylen era un hombre de honor, y aunque era evidente que aquel joven muchacho merecía un castigo, estaba muy lejos de ser rival alguno para el viejo guerrero balduriano.

Fue entonces cuando las sonoras risotadas de Kant se hicieron eco en el patio. Rhylen, que aún le daba  la espalda, arrugó la nariz en señal de disconformidad y asco. – Estad atentos, esto no acabará así…, susurró a sus compañeros más cercanos en un tono casi inaudible.

-¿Te hace mucha gracia?, exclamó en tono acusatorio a la vez que se giraba hacia el discípulo de Razmir. - ¿Qué pasa, Kant, no te animas a la fiesta? ¿¿¿O es que acaso eres como el perro de aquel viejo dicho: Mucho ladrar y poco morder??? ja ja ja , preguntó con ironía extendiendo los brazos para invitarle a acercarse.

- Pero que coñ...¡Aaaaah!.-Cuanto más gordos son más pesados caen. La Pitonisa del Débil, a pesar de haberlo previsto segundos antes, no tuvo la agilidad necesaria para evitar tropezarse con una fuerza casi imperceptible que se había creado en el suelo.-Auch...-Se quejó ya tratando de volver a incorporarse.

De no haber sido porque Alétheia cayó de espaldas, Krant a buen seguro la habría abofeteado, o puede algo peor. El heraldo no era una persona a la que las súplicas le hiciesen mella, al contrario, odiaba aquellos comportamientos que a su parecer sólo expresaban debilidad. Pero se sentía alegre, los golpes y las caídas lo divertían enormemente y todo apuntaba a que aquel combate sería muy pródigo en ellos. Sin embargo, las palabras que sobresalieron por encima de los lloriqueos quejicosos de Evlar le hicieron cambiar el semblante de inmediato. Ni siquiera pareció reparar en el disco de fuerza que había aparecido junto a Alétheia. Toda su atención se centraba el el anciano del centro del patio. 

¿Como has dicho...? - Musitó entre dientes a la vez que éstos rechinaban por la rabia contenida en sus mandíbulas. ¡DETENEOS! ¡DETENEOS AHORA MISMO HE DICHO! - Gritó dominado por la furia. Sus puños se cerraron con fuerza y sus nudillos perdieron su todo su color a pesar de las callosidades que presentaban. Su mano derecha buscó entonces bajo la túnica gris su garrote para impartir castigos. Se trataba de un pedazo de madera de enormes proporciones con la cabeza revestida en acero.  Aquél súbito cambio en los acontecimientos pilló por sorpresa hasta a los animados vigilantes que disfrutaban del combate desde las murallas. Petrificados se miraron entre ellos. 

¿QUÉ ES LO QUE HAS DICHO VEJESTORIO? ¿ME ESTÁS DESAFIANDO? 

La elfa corrió bastón en mano para sacudir a Evlar con el bastón en toda la cabezota. El mismo golpe que había noqueado a Togo, golpeaba la cabezota del adversario del grupo. La elfa golpeaba al estúpido semielfo mientras buscaba como sacar a sus compañeros de allí, pero no había mucho que pensar, segundos después la pitonisa del débil corría hasta Kant, para caerse justo antes de llegar, Tanyl parecía resentirse de su paso y por contra Rhylen parecía burlarse del heraldo. ¿Que sucedería?

Rhylen mantuvo su misma postura y expresión irónica tras las palabras de Kant.

-¡¡Uy, chichos, chicos!!, Vamos… despertad… ¡levantaos!... Mirad, el señor Kant ha sacado su palito… dijo a modo de mofa. – Considéralo una invitación a seguir pasándotelo bien, respondió finalmente. - ¿Qué pasa, Kant?¿Te da miedo medirte contra un vejestorio fatigado?, continuó con la mofa extendiendo de nuevo los brazos. – Recuerda que tienes…tu palito…, concluyó guiñándole un ojo… 

Desde el suelo, Togo escuchó  atónito las palabras que señor Carsson dedicó desafiando a Krant. Sin duda la situación había podido con el anciano, que se había dejado llevar por sus sentimientos olvidando por completo por qué y para qué estaban allí.

El mediano permaneció inmóvil en el suelo esperando la reacción del cruel instructor, que no sería otra que atajar la osadía de ese viejo brabucón. Esperemos que esto acabe pronto...   

La elfa se quedó atónita ante las palabras de Krant,se paró de inmediato para mirar a Rhylen, cuya respuesta fue inmediata. Se quedó perpleja y el rubor inundó su rostro. Sus cejas casi tocaban el pelo. Unas palabras más que desafiantes... Sus ojos volvieron a Krant... todas las miradas se iban al instructor que a juicio de la elfa estaba en una situación difícil de salir sin usar el arma. Un silbido de la elfa se hizo eco en el patio, quizás un silbido de "ala la que te vas a cargar", un silbido que daba presión a Krant, pero nada más lejos. Sólo era un silbido que desperezaba a Rakna.

Un rugido leonino salió de lo más profundo del amplio pecho del heraldo. El movimiento de sujetar el gigantesco garrote con las dos manos y lanzarse a la carrera hacia Rhylen fue todo uno. Tal era el estado de rabia del heraldo que en ningún momento reparó en lo que iba a hacer a la vista de todos los acólitos. Sí, había hecho cosas horribles pero, ¿cómo iba a dejar que aquel hombre se burlase de él delante de todos? No, había que enseñar a aquellos novatos quién mandaba allí y porqué era él el que ocupaba el puesto de tutor.

Tan pronto Krant descendió como un rayo por las escaleras de los soportales, Rhylen se escabuyó hacia un lado tratando de alejarse del garrote que oscilaba por encima de la cabeza de Krant. Aquel movimiento por parte del guerrero hizo que Krant se detuviese de inmediato y corrigiese su carrera para ir en pos del esquivo Rhylen.

¡YO TE ENSEÑARÉ LO QUE ES BUENO!

Alétheia negaba con la cabeza sin entender por qué Tanyl le había hecho tropezar de esa manera. Vale que ella le había pegado un empujón fuerte pero era por su bien, para que se hiciera el inconsciente. Se puso de pie ayudándose con la escoba y entonces vio al Sr Carsson, al que consideraba el paladín de su deidad en un cuerpo a cuerpo con el feroz Krant. Todo el plan se estaba yendo al garete por la impulsividad de su supuesto padre y las duras condiciones que imponía a sus acólitos ese supuesto Dios Viviente.

- ¡CAE!- Sabiéndose fuera de miradas indiscretas, Alé elevó la voz, ahora gutural y profunda, dando una orden sencilla pero poderosa a quien era su tutor en el templo. Sabía que lo pagaría caro después, si es que su padre no lo mataba, pero no podía permitir que el que muriera fuera su adorado Rhylen.

Al escuchar como la situación adquiría un cariz dramático, Togo decidió dejar de fingir su inconsciencia y se levantó rápidamente. Todo lo que estaba pasando lo tenía totalmente desconcertado y no sabía muy bien que hacer, de modo que aprovechando que se había quedado sólo, cogió una de las escobas que quedaban en el barril y empezó a acercarse hacia la zona donde parecía que iba a suceder todo.

Maldito viejo noble y valiente... Entre él y la sacerdotisa van a echar todo por tierra....

Por el poder de la Esencia! Qué estaba haciendo esa mujer! Pues no se ponía a convocar el poder de su dios en aquel templo maldito? Iba a hacer que les matasen a todos!

Tanyl se levantó torpemente y corrió hacia la pitonisa del Débil. Quizás llegase a tiempo para evitar que siguiese acudiendo a su dios en presencia del enemigo al que querían camelar, no MATAR.

No uses tu magia!- intentó prevenir a Alethia en un susurro cuando llegó hasta ella.

TURNO 4

La elfa ojiplática miraba la escena. Esperaba que Rhylen retase a Krant, cualquier héroe y con más seña un ex-guardia balduriano, lo hubiese hecho como protección del grupo. Cualquier guerrero evitaría que el grupo se enfrentarse entre sí ante una situación provocada por el mismo. Pero Rhylen Carsson no era cualquier guardia balduriano, la vida de mercenario parecía haber hecho mella en su actitud. Una vida de excesos atormentada por el alcohol habían convertido a un noble guerrero en un viejo loco. No había probado ni gota en un par de días y aún así había encontrado la forma de crear una situación esperpéntica. La elfa pensaba que había tomado el regalo del acólito como una afrenta personal. La misión pendía de un hilo y Hostawen podía sentir todas aquellas miradas de los demás miembros de la orden. La actitud de Rhylen sería severamente castigada y para colmo parecía haber arrastrado a Alétheia en aquel teatro. La pitonisa había invocado la magia de otro dios en el seno del templo en ayuda de Rhylen. Los cuchicheos comenzaban a ser un zumbido molesto. Quizás esta acción hubiese pasado por alto por todas aquellas miradas, quería pensar Hostawen, desde luego Krant parecía sumido en su ira por el guerrero. Todo parecía ir de mal en peor, Togo se levantaba de su farsa y la exploradora no parecía reaccionar. ¿Qué debería hacer? ¿Cómo podían haber sido tan descuidados? Estaban en terreno enemigo y todos serían castigados. Estaban en clara minoría y no iban a poder hacer nada...

- ¡¡¡OSTIAS!!!, exclamó Rhylen tan pronto vio abalanzarse a Kant sobre él para acto seguido huir de su trayectoria protegido por una de las columnas más cercanas. El viejo tenía pensada de antemano tal acción, pero la expresión de la cara de Kant y la furia desatada con la que se lazó contra él… daban por hecho que habría actuado exactamente igual.

Rhylen corrió sin casi mirar atrás, en su cabeza ahora mismo sólo estaba la idea de alejarse lo máximo posible del heraldo. No fue hasta llegar a la pared más alejada cuando se detuvo y al girarse… - ¡¡COÑO!!, sí, allí estaba Kant, con cara de muy pocos amigos y dispuesto a dar un serio correctivo a la actitud del anciano.  

Sin casi pensarlo, Rhylen alzó el mangual… con más intención de apartar aquel enorme garrote de su cabeza, que la de destrozarle las costillas a Kant. – ¡¡Aparta eso de mí!!, exclamó con un torpe movimiento de su arma.

La bola metálica del mangual con el que Rhylen trataba de desarmar al heraldo salió despedida hacia un lado e impactó de lleno contra la columna,  dejando en ella un agujero que quedaría como recuerdo para la posteridad de lo que allí había sucedido. Krant, pese a la rabia que lo poseía, realizaba movimientos muy precisos, dignos de un gran luchador. Tras desembarazarse del mangual, alejando así el peligro de quedar indefenso, realizó una contrarréplica para desarmar a su oponente y, tras ella, sin dejar tiempo para respirar al cansado anciano, ejecutó dos lanzadas del garrote de abajo a arriba que impactaron de lleno en el estómago y en el pecho del guerrero balduriano respectivamente. El sonido de los gruesos rotos enmudeció incluso los lloriqueos y quejidos de Evlar quien seguía sujetándose su destrozada mandíbula.  Los monjes que observaban aquella locura se echaron las manos a la cabeza. Habían oído rumores de que Krant había matado a uno de los acólitos como parte de un castigo pero nunca imaginaron que éste pudiese volver a repetirlo delante de todos. Sin duda se equivocaban. Krant mugía como un toro desbocado con la tez roja de ira salpicada con puntos de un rojo más intenso que no eran otra cosa que los esputos sanguinolentos de su adversario.

¡YO SOY QUIEN MANDA AQUÍ! – Gritó enfurecido mirando a Alétheia, a quien parecía haber escuchado decirle algo de forma autoritaria.

Aquello se les había ido de las manos. Si no se le ocurría algo rápido aquel anciano loco iba a morir, y lo que era peor, seguramente Alethia le seguiría.

- Gran Krant! Déjame que le dé el golpe de gracia! Soy el elgido de Razmir! Déjanos a los demás también una oportunidad de machacar a ese viejo, anda!

No sabía muy bien por qué había dicho eso, esperaba acaso que la enorme bestia se calmase? Lo que fuera para detener aquello.

El jóven semielfo se levantó del suelo y conjuró su magia.

Al instante cuatro luces blancas como la nieve aparecieron delante del horrendo rostro del instructor del Templo. Bailoteaban como molestas moscas interrumpiendo el contacto visual que pudiese tener con el gravemente herido Carsson.

Esperaba que si sus palabras no hubiesen sido escuchadas, al menos la distracción puediese servir para algo.

Está loco.

Alétheia prorrumpió en un desesperado llanto al ver los tremendos golpes recibidos por el Paladín del Débil. Tenía que hacer algo antes de que Krant acabara con la vida del Sr. Carsson cegado por una ira homicida. Entonces las palabras de Tanyl le dieron una idea y salió escopetada y con la escoba fuertemente agarrada en sus regordetas manos hacia su objetivo.

- ¡YO LO HARE!¡DEMOSTRARÉ QUE, AUNQUE SEA MI PADRE, MI FE EN RAZMIR ES MAS FUERTE QUE LOS LAZOS DE LA SANGRE!- Con el pulso tembloroso se encomendó al Débil para que su treta saliera bien. Lo último que quería hacer en este mundo era hacer daño al Sr. Carsson, pero éste no le había dejado opción. Cerró los ojos y todo pasó en décimas de segundo. Se vio pidiendo perdón a un magullado Rhylen, curándolo por la Gracia del Débil y, sobre todo, regalándole la botella de vino que Krant había ofrecido a quién lo tumbara.

Lo siento.Lo siento.Lo siento.Lo siento.Lo siento...

El bastón surcó el aire en busca de su objetivo. Madera vieja de escoba contra hueso y carne envejecidos. ¿Podría la joven Pitonisa atenuar el golpe para que no resultara mortal?

Como sus torpes movimientos auguraban, Rhylen no consiguió siquiera poner en apuros a Kant a la hora de desarmarlo, en lugar de ello fue éste el que replicó con un diestro giro de muñeca que terminó golpeando la empuñadura del mangual para que éste cayera al suelo.

Ahora desarmado, Rhylen se temía lo peor. Interpuso sus brazos entre él y el heraldo con la esperanza de poder evitar el impacto… Iluso. El primer golpe de Kant impactó de forma violenta contra el estómago del anciano, que de seguro le hubiese hecho vomitar el desayuno de aquella mañana de haberlo tomado. Sus manos se fueron instintivamente hacia el lugar del golpe lo que le dejaba a merced de recibir el segundo ataque, el cual no se hizo esperar. Con más dureza aún, el segundo garrotazo impactó de forma seca en su pecho estrellándolo contra la pared de su espalda. El crujido de sus huesos era una clara señal de que estaba sentenciado. Rhylen conocía bien la guerra, había participado en mil combates…y al igual que sabía luchar, también sabía cuándo estaba derrotado. Era su final, pero como no podía ser de otro modo moriría con la cabeza alta. Una fugaz mirada sobre la pitonisa, reflejaba su lamento por no haber estado a la altura de las circunstancias, sin embargo también mostraba el suficiente valor y coraje como para recibir el golpe de gracia con la cabeza bien alta.

Así pues, el anciano guerrero se dejó caer de rodillas. Casi fue una liberación pues mantenerse en pie después de la paliza recibida estaba siendo un auténtico suplicio. Juntó sus brazos al cuerpo y, tras cerrar los ojos, alzó la cabeza para esperar lo inevitable… A partir de ahí… sólo quedaba oscuridad. 

Toma !!!! Eso por lo de antes!!! - Gritó Togo  mientras asestaba un rápido golpe a la elfa, como si todo lo que estuviera pasando no fuera con él. Sin embargo estaba muy pendiente de cómo se estaba desarrollando la pelea y por desgracia, nada bueno se presagiaba, pues el ofendido Krant estaba fuera de sí y parecía cegado con la única idea de acabar con el anciano. Sin embargo, la sacerdotisa se le adelantó, sin duda en un intento desesperado por salvarle la vida a Rhylen. Al igual que el semielfo, que lanzó un hechizo para distraer la atención del desalmado instructor . Quedaba claro que Krant era cruel como nadie tal y como les habían advertido. Pero.... ¿sería un hombre de palabra? Togo quiso llamar su atención para que no se cebara con el moribundo anciano y no se le ocurrió nada más que gritarle:

¡¡Krant, ya tenemos al ganador de las botellas!!!! ¿tenemos que seguir con la pelea o no hace falta?

Togo era consciente de que se estaba jugando el tipo, pues quizás con sus estúpidas palabras la ira de Krant se centrara ahora en él, pero era justo lo que buscaba, mejor eso que dejar morir al sr. Carsson.