Alétheia recibió con una breve sonrisa los agradecimientos de Reginar. No podía entretenerse más en tratar de llevar por buen camino, el de la devoción al Débil, al esquivo explorador, no ahora.

- Que todos los heridos se queden atrás. ¡Vamos!- La Pitonisa no tardó mucho en sacar un pergamino y leerlo. Al finalizar éste se deshizo en sus manos y , en su lugar, una energía pasó a su maza. Era energía pura del Venerable que guiaría su tambaleante pulso si es que había que luchar. El corazón de Alé dio un vuelco al escuchar a Nael decir que tenían prisioneros.

¡Malditos!- Sin embargo se mantendría firme. Lo sentía por el pobre miembro de la resistencia al que habían pillado pero esto era una guerra y en las guerras había que hacer sacrificios. Lo más importante era acabar con aquellos cerdos. De hecho, si conseguían atrapar a uno de ellos puede que consiguieran desentrañar la madeja en torno a la guardia corrupta de Tamram. Avanzó hacia Rhylen sacando la maza y preparando otro pergamino que podría serle útil para ralentizar a sus perseguidores.

La elfa dio un par de pasos atrás cuando la estancia se quedó a oscuras. Un viento presagiaba el combate y la elfa podía notarlo. -Vosotros dos, encargaos de Reginar.- ordenó la elfa a los dos secuaces que estaban detrás suya -Llevarlo al fondo y protegerlo.- les indicaba. 
-Casi están aquí...¡Rakna!- la piel del cánido se erizó y se colocó junto a Rhylen, cualquiera que entrase se toparía con dos duros rivales. Por su parte, Hostawen adornaba su arco con una flecha y apuntaba en la dirección en la que todos esperaban hiciese acto de presencia el rival. Fuese lo que fuese tendría difícil llegar hasta Reginar. 

No había tiempo para mucho más. Parecía que aquellos que venían sabían perfectamente a donde iban y a qué venían.

Tanyl, bien parapetado detrás de una de las mesas, convocó a la Fuerza una vez más para protegerle en el combate. Aunque invisible, un gran escudo pavés apareció por su vanguardia y quedó flotando frente al hechicero.

Ahora iba a ser momento de usar esa maravillosa varita mágica que le hubiese dado Alétheia. Se mantuvo alerta con ella en la mano para lanzar un proyectil en cuento viese a sus atacantes.

Las órdenes de los compañeros fueron rápidas y precisas, lo que favoreció que las reacciones de los implicados en ellas fuesen igualmente veloces. Sin apenas dudar un instante aquellos que hasta la llegada de Alétheia habían estado haciéndose cargo de los heridos comenzaron a levantar a estos en brazos y a llevarlos hacia las cocinas, el lugar más apartado y protegido del Regalo del Bosque. Reginar, desarmado y visiblemente consternado por el hecho de que uno de los suyos hubiese revelado el lugar en que se escondían, ayudó en las tareas de mover con delicadeza a los tres hombres que se habían abrasado con el fuego de alquimista durante los disturbios.

Nael no perdió el tiempo tampoco: desenfundó su espada, bebió una poción que guardaba en la faltriquera, y cruzó el salón a la velocidad del rayo dispuesto a cubrir la puerta trasera.

Vamos, daos prisa. - Apremió a sus compañeros sin siquiera desviar su mirada de la puerta.

Cuando el últimos de los heridos siendo transportado estaba a punto de llegar a la barra, el sonido de las pesadas botas que se movían en el exterior cesó por completo. Pero la calma sólo duraría un pestañeo. Un fuerte estallido en la puerta pareció ser el detonante para que otros, igualmente violentos, se hiciesen eco en las contraventanas que rodeaban la taberna.

Un crujido desgarrador recorrió la doble puerta de abajo a arriba dando la sensación de que ésta estuviese combándose y, a continuación, las dos puertas saltaron por los aires.

Entre el polvo que se levantó en aquel momento, Rhylen logró atisbar los cuartos traseros de un par de bueyes. Las bestias de carga, aún con los arreos que llevaban para mover pesadas cargas en los muelles, habían sido utilizados para arrancar las puertas mediante un par de gruesas cadenas.

Las contraventanas fueron abiertas de forma igualmente agresiva pero mediante la fuerza de las manos de aquellos dispuestos a entrar. Sólo la puerta tras la que se encontraba Nael resistió el primer envite, aunque saltaba a a vista, por la enorme abertura que había entre el marco y la propia puerta que no aguantaría un segundo.

TURNO 1

¡RAZMIR! - El grito por el que se invocaba el favor del Dios Viviente precedió la irrupción de los supuestos soldados de Tamran a través de la puerta. Reventaron también los cristales de las ventanas y aparecieron gruesos guantes de cuero a través de éstas. Aún a pesar del alboroto y la confusión reinantes, Rhylen, por su cercanía, y Tanyl y Hostawen, por su privilegiada visión, distinguieron bajo el yelmo de uno de los soldados que cruzaban la puerta una cara familiar. Sulanquer, uno de los acólitos con quien primero habían intercambiado palabras los compañeros al poco de jurar lealtad a Razmir, entraba maza en mano y escudo en alto en la taberna. 

¡MATADLOS A TODOS!

- ¡¡¡ME CAGO EN LA…!!!

El gran estruendo con el que los heraldos reventaron la puerta principal pilló a Rhylen totalmente por sorpresa, provocando que por unos instantes apartase la mirada de la entrada, ahora descubierta.

El ataque de los hombres de Razmir estaba siendo cuidadosamente coordinado, y a la  embestida inicial sobre la puerta principal se sumó al instante otras en las ventanas de forma casi simultánea. - ¡¡¡CUBRID LAS VENTANAS!!! ¡NO PERMITAIS QUE NOS RODEEN!, alertó a sus compañeros una vez recompuesto tras el primer contratiempo.

La entrada de los heraldos comenzó a producirse y las palabras de un viejo conocido, Sulanquer, daban el inicio al combate.

- ¿¿¿MATARNOS??? ¡JA!... SERÉIS VOSOTROS LOS QUE DORMIRÉIS HOY EN EL INFIERNOOOO…. ¡¡¡ A LA MUERTEEEEEEE ¡!!, respondió a gritos a sus amenazas justo antes de abalanzarse sobre el primero de ellos.

El espadón de Rhylen trazó una parábola lateral que rozó el cuello del primero de sus enemigos, provocando un corte amplio y limpio que le hizo caer de rodillas mientras se desangraba sin remedio. La hoja del guerrero continuó avanzando hasta alcanzar a otro de sus rivales, nuevamente en el cuello, aunque esta vez de forma mucho más contundente que estuvo cerca de decapitar.

- ¡¡¡OS VOY A MATAR A TODOS!!! ¡¡¡A TODOSSSSS!!!, gritaba fuera de sí… 

La elfa giró la mirada y vio como estaba empezando a ser rodeados. Rhylen estratégicamente movilizaba al grupo para centrarse en esos dos acólitos que entraban por la retaguardia. -Vosotros dos a por él. ¡Tanyl!- secundaba la exploradora. -¡Rakna!- no hizo falta más, según se giraba para dar la orden, Rhylen acababa con dos enemigos y el lobo atravesaba media estancia como una flecha abalanzándose sobre el heraldo. Dos flechas lanzó la elfa, la primera se quedó clavada en el marco de madera, la segunda en el hombro del heraldo que aún estaba en pie. -Tanyl acaba con él.- suplicaba la elfa.

¡Maldita sea! ¿Es que no se había percatado a caso de la ventana que tenía justo detrás del cogote? Podía escuchar las burlas de su familiar a través del petate, aunque éstas solo fueran en su imaginación, respecto a su agudizado sentido estratégico. Rápidamente se echó un paso atrás y agradeció en silencio que la elfa le cuidase tan bien... ¿Significaría eso que ya estaba a punto de caer en sus brazos?

¡Tanyl no es momento! - dijo una vocecita en su conciencia tras lo cual volvió a centrarse en lo que tenía delante y descargó sobre el enemigo el poder de la varita mágica.

Abrir el cajón del escritorio no fue sencillo, pues la cerradura, aparte de ser grande, estaba colocada en un lugar un tanto incómodo para el maniobrar de las ganzúas. Aún así, Togo sonrió cuando escuchó el sonido característico del resorte al deslizarse hacia un lado. Estaba abierto. Libre de trampas, el cajón se deslizó suavemente hacia afuera dejando al descubierto su interesante contenido: un vial sobre el que se había etiquetado la palabra «Invisible», un par de botellas de brandy del Andoren que bien conocidas por su elevado precio entre los amantes de las bebidas espirituosas, cuatro perfumes de mujer sobre los cuales Togo desconocía su precio pero imaginaba que no serían baratos, y una pequeña estatuilla de plata con la forma de un cuervo. Todo fue depositado en el interior del saco hobbit para un posterior examen cuando la situación fuese más favorable. Era hora de salir de aquel lugar.

Escapar del templo fue fácil para alguien tan sigiloso como el mediano, sobre todo contando con los medios adecuados para ello. Hubo de hacer uso de otra poción de invisibilidad más y de otra para hacer que su cuerpo quedase convertido en una nube de gas con la que podría moverse sin contratiempos por el interior, pero aún así mereció la pena. Recuperar el arco de Hostawen moviéndose por encima de las cabezas de los monjes fue toda una experiencia que no olvidaría en su vida. Según se había ido moviendo el mediano por el templo, éste echó de menos a una figura peculiar entro todos los monjes: Egarthis. No había ni rastro del sacerdote, así como tampoco de varios de los monjes que se habían preparado en el salón de oraciones para salir a hacer frente a los rebeldes. Debería estar precavido por si se topaba con ellos.

Una vez fuera de aquel tenebroso lugar, el mediano se dirigió a examinar la posada en la que fueron captados en su día: El Lamento del Explorador. Se encontraba cerrada y vacía, algo que en un primer momento Togo no supo cómo valorar. No obstante, al dar la vuelta al edificio y encontrar la puerta que daba al almacén abierta, el muchacho supo inmediatamente que sus compañeros habían escapado también. Ahora el dilema estaba en saber hacia dónde dirigirse. Los disturbios alrededor del templo alcanzaban por aquellos entonces su máximo apogeo: gritos, persecuciones de soldados y monjes a los agresivos rebeldes, incendios en los puestecillos de los mercaderes en la plaza y una densa humareda que hacía más oscura la noche si cabe.

Con aquel revuelo, el que Togo pusiese tierra de por medio entre el templo de Razmir y su pequeña persona fue un juego de niños. A buen paso, aunque siempre tratando de no ser visto por las numerosas patrullas que merodeaban el vecindario, pues los efectos de la poción ya habían desaparecido, el mediano se dirigió hacia El Regalo del Bosque. Puede que allí encontrase a Reginar , alguno de sus hombres, o quién sabe si incluso a sus compañeros. Pero al parecer, aquella noche no todo estaba por salir bien. A medida que se acercaba a la taberna, el inconfundible sonido del fragor de la lucha llegó hasta sus oídos. Era demasiada casualidad que se diese una refriega en un punto tan alejado del templo y que no tuviese nada que ver con el Regalo del Bosque.

De lo lejos llegó un grito descorazonador - ¡RAZMIR!

Togo consiguió abrir el cajón no sin esfuerzo y metió los curiosos objetos que guardaba en su saco hobbit. Tras eso y valiéndose de la poción de forma gaseosa y de la recién encontrada de invisibilidad, el pequeño fue capaz de recorrer el templo a su voluntad sin temor a ser descubierto. Ni siquiera llamó la atención cuando entró en la armería a recuperar el arco y las flechas de Hostawen. El emocionado mediano recorría los pasillos y salas del templo volando y eso lo llenaba de una gran e inconmensurable satisfacción , viéndose sobre las cabezas de los acólitos del templo, que ni siquiera podían imaginar lo que el pequeño acababa de hacer. Esa sensación de ligereza, libertad y plena seguridad embriagó a Togo que se movía por el templo ostentando una incontrolable y desmesurada  felicidad, como nunca había sentido y que le hizo olvidar por un instante los amargos y tensos momentos que había vivido en las últimas horas.

Pero Togo se llevó un baño de realidad cuando vio lo que estaba sucediendo en los alrededores del templo, con persecuciones,, peleas e incendios aquí y allá. De sus compañeros no había ni rastro, pero todo indicaba que habían logrado salir por el almacén de la posada. Sin más pistas que las que su ingenio pudiera darle, Togo se encaminó hacia El Regalo del Bosque, donde esperaba encontrar alguna pista  y vaya que si la encontró. Aún no había llegado a la entrada de la posada cuando escuchó los sonidos propios de un combate y un grito 

¡¡¡¡RAZMIR!!!!!  

Un escalofrío recorrió el pequeño cuerpo del mediano al escuchar lo que parecía un grito de guerra de Razmir y el puzzle empezaba a encajar. Seguramente Los sacerdotes que faltaban y el propio Egarthis hayan venido  a sabiendas de que aquí encontrarían al causante de todos sus males.... o peor aún, los han seguido hasta aquí en su huida para acabar con ellos....

maldita sea, tengo que ayudarles!!!

Temiéndose lo peor y sin perder ni un segundo Togo se untó  bien con el aceite de invisibilidad y se acercó raudo, a toda la velocidad que sus pequeños pies le permitían, atravesando el oscuro callejón que encontró a su izquierda y que  llegaba, rodeando la casa contigua, bien cerca de la entrada de la posada. Desde allí tendría una mejor percepción de lo que estaba sucediendo y podría decidir qué hacer. Pero su instinto le decía que algo malo estaba pasando con sus compañeros...

Si los monjes disfrazados pensaban que la entrada en el Regalo del Bosque iba a ser coser y cantar, la reacción de los enviados de Kassen pronto les hizo cambiar de opinión. Antes de que el polvo levantado al ser arrancada la puerta se hubiese asentado, dos rápidos tajos por parte de Rhylen dejaban a dos acólitos yacíendo a sus pies de Rhylen, Sulanquer entre ellos.  Klimsen, que contemplaba atónito el cuerpo de sus compañeros caídos con la cara surcada por la sangre de éstos, pensó seriamente el atacar al anciano, del que ya había escuchado historias y al que había visto luchar en un par de ocasiones en el patio del templo. Al final, fue la presión de sus superiores observándole desde atrás la que hizo que éste se decidiese a lanzar una tímida estocada contra Rhylen aprovechando que éste acababa de derribar a su camarada y estaba mal colocado. La espada corta encontró el camino bajo el brazo izquierdo en dirección a la axila donde se adentró un par de pulgadas antes de ser retirada con más miedo que esperanza por alzarse con la victoria.

Alétheia, que había quedado a medio camino entre la puerta y la zona de retaguardia, se vio sorprendida cuando escuchó a un heraldo que acababa de entrar por la ventana dirigirse hacia ella con un calificativo relativo a su peso corporal. El hombre se has había visto y deseado para escurrirse a través del marco pero no dudó en acercarse hasta Alétheia subiendo por encima de la mesa que tenía frente a él. - ¿Con que no erais más que parte de éstas sucias alimañas, verdad? Pues te arrepentirás de haber dado la espalda al Dios Viviente...

A espaldas de la Pitonisa del Débil las cosas no iban mal pero no tardarían en complicarse. Entre Hostawen, Rakna y Tanyl habían sido capaces de eliminar a uno de los heraldos que se había propuesto asaltar el salón a través de las ventanas traseras pero, con el esfuerzo de los tres concentrado en él, dos acólitos armados con mazas habían conseguido atravesar otras ventanas y rodear al hechicero. La ayuda de sus compañeros sería crucial si quería desprenderse de ellos antes de que más hombres consiguiesen entrar por las ventanas abiertas, ya que en la calle se distinguían numerosas figuras corriendo de un lado a otro.

Mientras tanto, Nael había concentrado todos sus esfuerzos en bloquear la puerta de detrás de la barra con un excelente resultado. Varios monjes empujaban con fuerza, sin embargo, para Nael, que aprovechaba la barra y todo su peso, había conseguido hasta el momento contenerlos. Pero una ventana desprotegida era un camino fácil para encontrar el acceso hasta el interior. Estando Nael concentrado en la puerta, las contraventanas de la ventana que tenía al lado se abrieron de par en par y de detrás surgió la silueta de otro hombre vestido con las ropas de la guardia de Tamran. 

¡VAMOS, EMPUJAD CON FUERZA, SON CUATRO GATOS!

- ¡Ay!- A la vez que su anillo se iluminaba sintió el pinchazo como si el acólito que luchaba con el Sr. Carsson estuviese peleando contra ella. Esa distracción hizo que apenas se diera cuenta de que todo un heraldo entraba por la ventana para subirse a una de las mesas y llamarla gorda.

- Entras por la ventana como la rata que eres. Tú y todos los razmiritas pagaréis por vuestros viles actos.- Esta vez sí. Por fin alguien plantaba cara a aquellos desalmados monjes y, para cuando sus proezas se extendieran por toda la ciudad, esperaba que fuera como un germen que no parara de extenderse.- ¡Por la resistenciaaaa!- Leyó el pergamino y clavó su mirada de un azul frío como el hielo en el heraldo enmascarado.- ¡Redime tu alma!- Por si acaso se resistía sacó su escudo para entablar combate.

TURNO 1

¡APRISA! - Reginar y los suyos salieron a la carrera para ayudar a transportar al último herido al interior de las cocinas. Con éste relativamente a salvo, el explorador y sus hombres trataron de hacerse fuertes en las inmediaciones de la barra, ya fuese ayudando a Nael a mantener la puerta cerrada o enarbolando jarras, vasos y toda una suerte de armas improvisadas con las que hacer frente a todo aquel que se acercase hasta ellos.

Saelmakian ya estaba casi encima de Alétheia, listo para lanzar un potente golpe con su maza sobre la cabeza de la Pitosina. No obstante, algo pareció frenar en seco al heraldo. Su rostro se contrajo y sus piernas flaquearon como si hubiese sido testigo de un horrorífico cambio en la esencia de Alétheia. Aunque éste no llegó a huir despavorido, sí que permaneció dubitativo durante unos instantes frente a la Pitonisa, parpadeando con violencia y sacudiendo la cabeza víctima de la incredulidad.

El semielfo se encontraba, sin quererlo, demasiado cerca de los enemigos. Tenía que salir de ahí como fuera, él no era un luchador cuerpo a cuerpo, más que nada porque su entrenamiento nunca fue físico y no podría encajar bien los embates.

Como pudo, buscó una vía de escape e intentó seguirla a la defensiva usando sillas, mesas, lo que fuera que se pusiese en medio, para no comerse ningún golpe.

Cuanto más se aproximaba Togo a la esquina de la estrecha callejuela más convencido estaba de que sus compañeros se encontraban haciendo frente a los hombres de Razmir. Así, cuando asomó la cabeza y vio los cuerpos casi decapitados de dos hombres que parecían ser soldados y de un tercero que se debatía entre la vida y la muerte, no se sorprendió al distinguir erguido sobre ellos a una figura conocida: el señor Carsson. El anciano se mostraba imperturbable, concentrado en la lucha que se desarrollaba a su alrededor, soltando todos los improperios habidos y por haber y dispuesto a acabar con el joven soldado que tenía frente a él. Aquello que en un principio fue chocante para el mediano, pues no esperaba que sus amigos fuesen a levantarse en armas contra los soldados de la ciudad, no lo fue tanto cuando fue testigo de como los rostros de los caídos eran sumamente familiares. Durante días había convivido con ellos; no eran otros sino varios monjes de Razmir vestidos con las ropas de la guardia de Tamran. Sulanquer, o más bien su cabeza, que era uno de los tres acólitos con los que en su día entablaron conversación nada más jurar fidelidad al Dios Viviente, yacía inmóvil en el suelo con la mirada vidriosa de aquel que ha visto la muerte venir de frente.

Siendo testigo de aquello uno se veía tentado a pensar que la situación en El Regalo del Bosque estaba controlada pero, en realidad, quedaba muy lejos de ser así. Rodeando al edificio como lobos acosando a una presa abatida se congregaban más de una docena de hombres que hacían todo lo posible por alcanzar el interior. Habían arrancado las contraventanas e incluso la puerta principal haciendo uso de algo impensable: una yunta de bueyes que a buen seguro estaría echando de menos algún granjero de Tamran.

La entrada principal, bloqueada y protegida por Rhylen, iba a convertirse en un matadero para los hombres cuyas órdenes fuesen entrar por ella, pues dado su increíble uso de la espada y el hecho de que no presentase más que un leve rasguño presagiaba que aguantaría bastante tiempo allí. La puerta trasera daba la sensación de estar también defendida de alguna forma. Por el ruido, las protestas y los jadeos, distinguibles incluso desde la posición de Togo, al menos debía haber dos hombres, sudando a mares a pesar del frío, tratando por todos los medios de tumbarla o destrozarla pero ésta aún resistía. Sin embargo, las ventanas eran otro cantar. Togo alcanzó a ver a un par de hombres colándose por una de ellas sin ninguna dificultad y, según recordaba de su última visita, había muchas más al otro lado de la taberna. Si los monjes habían tenido la misma facilidad para entrar por ellas que por la ventana frontal a buen seguro el interior se estaría desarrollando una lucha encarnizada. 

El impacto de la espada sobre el costado de Rhylen hizo que éste apretara los dientes con fuerza. El dolor fue agudo e intenso, pero lejos de intimidar al guerrero, más bien hizo que aumentara, aún si cabía, su ira. – ME CAGO EN TU PUTA…., gritó a la vez que soltó, casi de forma instintiva, su espadón hacía él. La hoja de Rhylen acarició la barbilla del heraldo provocándole una enorme brecha que al instante comenzó a manar sangre de forma abundante.

Aquello permitió al veterano guerrero recomponerse tras el daño recibido y preparase para una nueva acometida de sus rivales. – OS VOY A ANIQUILAR, ¡MALDITOS BASTARDOS!… ¡¡¡VENID AQUÍ!!!!

La cosa comenzaba a ponerse tensa. Uno de los heraldos caía, Tanyl parecía estar libre hasta que dos acólitos corrieron hasta él. Un silbido hizo que Rakna fuese a por uno de ellos para impedir que se acercaran tanto a Tanyl como a la elfa. Por su parte Rhylen dominaba la puerta y Aléthia se defendía con gran maestría. Un vistazo rápido a su retaguardia divisó un heraldo que entraba por la ventana. Dos certeras flechas se clavaron en su pecho, parecía poco para aquel extremista religioso que parecía sumido en la ira de su dios. En sus ojos sólo estaba la venganza por el ultraje sufrido en el templo. 

Aunque el poder del conjuro desplegado por Alétheia no fue suficiente para hacer que el hombre que se dirigía hacia ella huyese despavorido, sí que valió para que, al escuchar éste su autoritario mandato, su cuerpo y mente quedasen tan bloqueados como si en ese momento un enorme peso hubiese caído sobre él. Sus movimientos para bajar de la mesa fueron todo lo lentos que pudiese esperarse de un anciano y sus ataques, si es que podía considerarse como tal aquella serie de movimientos descoordinados y predecibles, no quedaron a la zaga. - Bu..ahhh....mir. - Un balbuceo ininteligible salió de sus labios como único intento de réplica a las palabras de Aléthia. Pero entonces, cuando la Pitonisa estaba a punto de sonreír ante la desgracia de su contrincante, un golpe contundente en el costado derecho hizo que la muchacha se encogiese de dolor. Al ver que no había nadie a su lado inmediatamente supo quién había sido el sufridor de aquel impacto. 

A pocos metros a su espalda la lucha de Rhylen contra los monjes de Razmir se intensificaba. El impulso inicial de aquella horda de fanáticos había sido ralentizado en la puerta principal. Dos hombres convertidos en cadáveres servían como aviso a todo aquel imprudente que tratase de batirse en combate contra el veterano Balduriano. Klimsen sabía que había estado a punto de unirse a sus compañeros pero, conservando el razonamiento y la salud suficientes como para saber que si seguía hacia adelante su vida se podría contar en parpadeos, decidió retrasar su posición y hacer uso de una de las pociones curativas que colgaba de su cinto. El efecto mágico de la bebida hizo su efecto esperado cerrando el ingente flujo de sangre que resbalaba por su cuello y empapaba su ropas.

Dos supuestos soldados rodearon a su recién recuperado camarada y recuperaron él impulso perdido por fallecidos. La visión de un imponente Rhylen, con aquel enorme espadón de hoja negra bailando en sus manos, fue bastante como para hacer que el primero de ellos no atinase más que para realizar un pase horizontal sin velocidad que rápidamente fue atajado por el guerrero. Pero su camarada, que surgía en aquel momento tras la espalda del primero, logró colar su manejable maza por debajo de la defensa de Rhylen con tal suerte que ésta se estrelló en el costado izquierdo del éste. El golpe no había sido más que una incómoda molestia para el veterano luchador, que asombrado comprobaba cómo su armadura parecía ser capaz de repeler los golpes con más eficacia que de costumbre.

¡Ah! ¡Arggg! - Haciendo aspavientos como si fuese atacado por un enjambre de avispas, Praum  encajó dos certeros flechazos en su cuerpo. Tras comprobar que sus heridas no revestían de la gravedad suficiente como para amenazar su vida, Praum apretó los dientes y dirigió su mirada hacia el origen de las flechas. El grupo formado por Hostawen, Tanyl y Rakna amenazaba con quedarse aislado de sus compañeros, pues si Praum decidió buscar venganza en la elfa que había osado dispararle, los dos acólitos que inicialmente habían perseguido acabar con Tanyl se apresuraron a rodear al imponente lobo que había salido en defensa del hechicero. El único ataque que el animal recibió fue tan insignificante debido al miedo que atenazaba al portador de la maza que la cabeza de metal acabó golpeando el banco que tenía a su lado haciendo saltar astillas por los aires.

¡ATRÁS! ¡FUERA DE AQUÍ BICHO!

Réginar frustrado por el desarrollo de los acontecimientos y por no disponer de todos sus hombres, decidió coger un par de cuchillos de carnicero que reposaban sobre la mesa de la cocina y salir en apoyo de los enviados de Kassen.

¡AQUÍ ENCONTRARÁ SU FINAL RAZMIR Y SUS ENVIADOS!

- ¿Qué dices? No se te entiende. ¿Tiembla tu fe en tu dios de mentira?- Justo al acabar su frase Alétheia tuvo que apretar de nuevo los dientes para soportar el dolor que sufría por golpes recibidos por el Sr. Carsson. Por un momento pensó que podían haberla rodeado pero no era eso. Sin embargo, cada vez más monjes entraban en la taberna. ¿Cuántos de ellos habría? Vio al Paladín Del Débil y quiso luchar a su lado pero para ello su contrincante le estorbaba.

- ¡Aparta, escoria!- Como había hecho otras veces arremetió con el escudo, y tras él toda su corpulencia que no era poca, pero esta vez pilló al heraldo preparado. El choque fue brutal haciendo restallar el arma contra el escudo pero soportó intento de atropello.

¡Mierda!- Ahora se encontraba en una posición poco ventajosa. Al menos Reginar aparecía para poder ayudarla ya que pronto tendría encima a más monjes.