Partida Rol por web

 - Muchas gracias - dije guardando mi arma para despues esperar la respuesta a mi pregunta sobre los mapas.

- Bien, ire a echar un vistazo - despues de despedirme de el.

Una vez fuera fui directo al lugar señalado. Efectivamente no habia ni caido en el la primera vez que pase por alli, pero pondria remedio a eso. Entre en la tienda, y una vez dentro ojee los planos y mapas que tenia alli expuestos. Mirandolos me preguntaba si el bueno de Flinn, dado su nuevo cargo, seria capaz de hacdr que me dejasen entrar en la biblioteca...

No obstante me acerque al mostrador para preguntar al encargado, supuse yo, de elaborar todos aquellos mapas.

- Buenos dias maese cartografo, mi nombre es Kâmdur "Nagredog" - espere el saludo correspondiente - Estaba interesado en conseguir algunos mapas, mas en concreto alguno de Beriland y del lado este de las Ered Luin. Tal vez usted pueda ayudarme con eso.

Tenia intencion primero de saber si existian tales mapas, pues siquiera estaba seguro de su elaboracion. Sabia que en el pasado hermanos constructores habia realizado trabajos para los elfos que vivian en Ossiriand, por lo que deduje que algun mapa habria.

Espere pues la respuesta del dibujante. 

- Buenos días, señor- Devolvió el saludo, y sin proseguir con la continuación típica a la conversación comenzada por Nagredog, el comerciante le pregunto.- Por casualidad, ¿usted no participaría en la batalla de la que todos hablan?-

 - Pues si buen hombre, asi fue, junto al principe Azagâl y sus maginificos guerreros. - dije energicamente -  Nos vimos sorprendidos, muchos murieron... con honor, pero murieron... - mi voz se torno entrestecida.- La osadia del enemigo le consto cara...

Realmente deseaba ser amable, aunque el tema no traia gratos recuerdos, debido a la sangre hermana que baño el campo de batalla, y tantos y tantos amigos que alli perecieron.

- ¿Por que lo pregunta?... - dije curioso, aunque imaginaba la resupesta, al fin y al cabo era la comidilla de toda la ciudad.

Mientras el enano contaba su historia se fijó que no portaba el uniforme habitual del ejército, por lo que hasta que no hizo memoria lo considero un simple aventurero que quería dárselas de importante diciendo que había participado en la batalla- Por nada en especial, cuando dijiste tu nombre, me recordó haberlo escuchado entre los rumores sobre la batalla.- Dijo el cartógrafo, que al estar cerca de la entrada había sido uno de los primeros de enterarse de la noticia, que parecía extenderse con rapidez con todo lujo de detalles, los cuales días después quedarían tergiversados sin mala intención.

- Hace mucho yo también combatí contra los trasgos, y sé lo duro que es eso. E incluso salí a recorrer Beleriand por unos pocos años- Se quedo varios segundos en silencio recordando aquellos momentos.- No puedo dejar que un aventurero leal a nuestro pueblo se pierda por ahí. Así que escoge los tres mapas que quieras, y llevatelos sin coste alguno.

Mientras miraba, el vendedor le fue aconsejando.- Estos han sido cartografiados por elfos.- Al final el enano escogió un mapa que aparecía toda Beleriand, unos más concreto relevante a la parte este de las Ered Luin, y otro aun más especifico con relevancia a los pasos de montaña cercanos a Nogrod y que daban a parar a Ossiriand.

 - Mil gracias amigo, ten por seguro que seran bien usados. - le dije agradecido al cartografo. - Si biene a bien me gustaria invitarle, tal vez esta noche en la fiesta que se dara por el honor de los caidos y por la victoria contra los trasgos. Le esperare alli, no dude en buscarme.

Despues me perdi por la ciudad, callejeando como tanto me gustaba hacer antaño...

El cartógrafo aceptó de buenas ganas la invitación, y esa misma noche Nagredog y él se contaron mutuamente las múltiples aventuras vividas por cada uno mientras que disfrutaban de lo que parecía un inagotable suministro de cerveza y carne asada de cualquier tipo.

Dos días después, el curtidor, como había prometido, le entregó la funda para la cabeza de su hacha. Era un trabajo excelente, los zurcidos eran prácticamente inapreciables y las filigranas encajaban de forma superpuesta a la hoja casi al milímetro, de forma que a la vez que permitían que la capucha del arma no se deslizará por si sola también hacían que para quitarla no hubiera que realizar casi fuerza.