Partida Rol por web

Si el capitán tuviera una mano libre la hubiera utilizado para pasársela por la cara. De todos los aventureros de Faerûn le tenía que tocar a vosotros, precisamente…

—El loro no es mío, es de él —le contestó a Oona, y señaló al contramaestre con la cabeza.

—Tengo las galletas en el bolsillo —dijo, y dedicó una mirada lasciva a Hellas—. Aunque prefiero que busque ella, a ver qué encuentra por ahí.

Hawthorne carraspeó.

—Dibujé un mapa con la ubicación de la guarida de esos escamosos —dijo, y entrecerró los ojos. Necesitaba una mano para rascarse la cabeza—. Está junto a mis cartas de navegación, pero joder, hace un minuto que la Aranna esa ha dicho que había encontrado mi mapa y que la guarida estaba en las marismas cerca de Marjal Salino. ¿Es que no prestas atención o es que tienes memoria de pez?

Zanahoria olisqueó el puro durante unos instantes. Lo cogió con la boca, quitándoselo muy delicadamente a Hellas de la mano. Dio unos cuantos pasos, se dejó caer en cubierta y empezó a mordisquearlo, confundiéndolo con la chuche que se había ganado por ser tan buen perro. Pero aquella chuche estaba realmente mala, de modo que Zanahoria la escupió, la volvió a oler y miró a Hellas con una mirada aguanosa de reproche perruno.

Mientras Oceanus se tiraba al agua para darse un chapuzón, El Fantasma del Mar se puso en marcha en dirección a Marjal Salino.

¡No te quedes muy atrás! gritó Aranna al elfo acuático desde su puesto en el timón. Por lo que a ella respectaba, Oceanus podía volver a su casa o hacer lo que le diese la gana, pero antes de eso, que volviese a contarle todo al Capitán Mostacho, por si a ellos se les había pasado algo. Al fin y al cabo, no eran cuestionadores profesionales. En su caso, de hecho, no podía decir que fuera profesional de nada. ¡Si hubiera querido trabajar, no se habría hecho druida!

Los prisioneros, que insistentemente se decían contrabandistas, no porque no fueran piratas, suponía Aranna, sino porque los castigos eran menos severos —eso creía ella, que de leyes sabía más bien poco—, estaban muy aburridos en sus ataduras, así que decidió darles algo de palique.

Vosotros debéis de estar bien informados de lo que se cuece por las aguas de la Bahía. Nunca estaba de más untar con mantequilla el ego de la gente. Me han llegado rumores de que los sahuaguines están agitados ahí abajo. ¿Habéis oído algo de eso?

Tras comprobar que Aranna sabía llevar realmente el timón de la nave, Colibrí montó de nuevo en Compadre, dispuesto a dar una vuelta por el barco. Después de todo el mastín de guerra tenía buen olfato, y si había alguien oculto a bordo, quizás pudiera descubrirle.

Mientras paseaba por cubierta aún pinchó un poco más a la amarrada tripulación. - Bueno Aranna, parece que estos piratas recibirán su merecido después de todo. Voy a ver si encuentro algo fuera de lo común por ahí. - Usó la palabra "piratas" común buen grado de retintín. Después de todo si alguien repetía algo suficientes veces, la gente acababa por creerlo. - Vamos chico, busca, busca. - Animó a Compadre a olfatear por todo el barco.

Oona tenía demasiada información en la cabeza para recordarlo todo, por eso había tomado las notas, y como su madre hablaba y a veces no decía nada, no solía prestar atención a Aranna cuando trataba de poner en orden todo lo que habían dicho entre unos y otros. Gary se sintió más ofendido que Oona ante la duda sobre la inteligencia de Oona, pero la genasí lo detuvo antes de que hiciese alguna estupidez.

-Bien, pues eso es todo. Vamos a Marjal Salino a entregaros a las autoridades -les dijo-. Voy a ver ese cargamento de armas, que todavía no le he echado un vistazo.

Y bajó a la bodega a buscar a Eved y ponerlo al corriente.

—¿Pero no te has enterado Coilibrí? ¡Que no son piratas!—exclamó la bruja con ironía.

Pero conocen a ese pirata Edward. ¡Que te calles Hellas! ¡Tú no puedes saber eso! Así que, la aprendiz de herína, en vez de pensar en eso, lo que hizo fuer acercarse hasta Macarrilla y se inclinó hasta poner su cara a la misma altura.

—No me digas que has llevado a la realidad eso de que te la pique un loro—dijo con desagrado—. Joder si eso tiene que ser cualquier cosa menos agradable.

Con el barco en rumbo a Marjal Salino, Hellas se colocó en la proa a disfrutar de las vistas.

Los contrabandistas intercambiaron miradas, caras de haba, encogimientos de hombros y negaciones con la cabeza.

—Nosotros no hemos visto u oído nada sobre los sahuagines. Que Umberlee se los lleve a todos al fondo del mar —dijo el capitán—. Una vez, hace meses, se acercaron a nosotros en una de esas mantas que utilizan, pero los dejamos atrás con facilidad. Los diablos del mar no tienen ni la más remota idea de cómo funciona el viento, y el viento lo es todo en un combate naval.

Mientras tanto, Compadre trataba de averiguar qué quería exactamente su dueño. A él no le habían enseñado a rastrear, así que la palabra busca no significaba gran cosa para él. Caminó erráticamente por la cubierta cargado con el enjuto mediano a las espaldas. Olisqueó en una parte y echó unas gotitas de pis en otra mientras Colibrí mantenía la expresión de tenerlo todo controlado. A Aranna, en cambio, le daba la sensación de que Compadre se hacía el ocupado, como cuando aparece el jefe en la oficina.

Oona fue a buscar a Eved ahí abajo. Quería… revisar su arma. Vaya manera más rebuscada de decir que una vez más buscaba la oportunidad de que quedarse a solas con él con propósitos eróticos. El caso es que el soldado de la Corona ya había terminado de hacer cosas sospechosas en la bodega del barco y subía a cubierta. Indicó a Oona donde había encontrado el alijo y se dirigió a los contrabandistas.

En el alijo de armas hay:

10 mazas de armas
10 espadas largas
10 escudos pesados de madera con el emblema de la Corona de Tethyr
20 jabalinas

—Pagaos una habitación en una posada —dijo con desagrado Eved al ver como Hellas coqueteaba con el moreno y se inclinaba sobre él para ofrecerle una buena vista de sus melones—. A ver, vosotros, ¿qué sabéis del Rey de los Piratas?

—¿Por qué tendríamos que saber algo? No somos…

—La marina se ha enfrentado con varios barcos piratas —le interrumpió Eved—. Algo habéis tenido que ver.

—¿Y por qué no le preguntas a la tripulación de esos barcos?

Eved empezaba a perder la paciencia.

—Ellos no están aquí, vosotros sí —dijo, y endureció el rostro—. Escuchadme. Si pensáis que vais a iros de rositas porque en Marjal Salino se hace la vista gorda con el contrabando estáis muy equivocados.

Señaló a la bodega.

—Hemos encontrado en vuestro barco armas y escudos que pertenecen al ejército real de Tethyr. No nos va a costar demasiado convencer a cualquier juez de que estáis envueltos en un delito de traición a la Corona. Y eso, amigos míos, está penado con la horca.

—Los piratas no tienen ningún Rey —dijo Orson, que no le gustaba mucho la idea de las horcas—, pero sí, he oído hablar de un tipo que ha reunido una flota bastante considerable y que cada vez más capitanes se unen a él. Dicen que manda más de cien navíos, pero yo creo que es una exageración.

—¿Qué papel juega la iglesia de Umberlee en todo esto? ¿Lo apoyáis?

Orson negó con la cabeza.

—¿Apoyarlo? Le ofrecería su cabeza a la Reina de los Océanos con gusto. He oído decir que el Rey de los Piratas reniega de Umberlee. Adora a Sekolah, por lo que tengo entendido —reveló el sacerdote—. Los capitanes que se mantienen fieles a la Reina Puta no se han unido a él.

Me parece que solo querían ahuyentaros, dijo Aranna. Los sahuaguines no necesitaban viento, y podían moverse bajo el agua hasta el momento justo de proceder al abordaje. Tuvisteis suerte.

La aventi al timón estaba disfrutando como una enana bañándose en un barril de cerveza. Poco le duró, por desgracia; tuvieron que soltar cuatro palabras Eved y el umberlita calvo para agriarle el humor.

¡Que adora a Sekolah! La druida bufó, hastiada de la vida. Lo que nos faltaba. Cada día los paren más idiotas.

Recordando la conversación con La Morena, se puso de puntillas y se inclinó sobre el timón.

Dicen que vuelve a haber movimiento de piratas por la Isla de la Abadía...

Colibrí vio que Compadre parecía más interesado en olisquear todo que en encontrar nada en particular, así que desistió en su empeño, acercándose a los prisioneros de nuevo. El Capitán había dicho algo que le había chocado, y es que Aranna tenía toda la razón, si hubieran querido abordar, lo hubieran hecho desde abajo, no montados en una manta. Probablemente lo que querían era alejarlos de allí para que no vieran algo que tramaban en los alrededores.

- Oye Capitán, ¿dónde paso ese asunto de los shaguajines en la manta? - EL Shoal le alcanza el mapa o carta naútica para que este pueda señalar el lugar. - Y ya puestos, señálanos la cueva de la que habla Punketah, esa donde se refugia Sambalet. Se preciso, nuestros testimonios a la hora de declarar traición a la Corona por robo de armas pertenecientes al estado puede ser más o menos duro... -