Partida Rol por web

Leverett no se podía creer lo que estaban viendo. Trastablilleó cuando instintivamente comenzó a caminar hacia atrás hasta tropezar con algo.

-El...¿el remolino?

Como periodista, Jerry había visto cosas extrañas. Casos realmente espeluznantes. Sin embargo, se consideraba un escéptico. Muchas de las historias que le contaban en entrevistas se explicaban fácilmente por los cardenales y marcas de pinchazos en un brazo, aliento a alcohol y todos esos detalles que te decían que tu interlocutor no está en su mejor momento.

Ahora, no obstante, estaba presenciado algo genuinamente raro. Raro de cojones. Tanto que hasta llegó a preguntarse si había sido cosa de los chicles de nicotina o el mono del alcohol.

Desde luego, lo veía le daba ganas de perder la memoria a copazos.

—P-PERO QUÉ COJ… — balbuceó mientras retrocedía cada vez más deprisa —. ¡MIERDA!

Cuando todo terminó, Willie ya no estaba allí. Un escalofrío recorrió la espalda de los tres investigadores mientras la soledad del callejón les sorprendía súbitamente. No habían notado hasta ese momento que hacia más frío del normal para esa época del año. Las luces, que se habían extendido hacía el Kingsbury Run mientras el horrible suceso acontecía, volvieron a su posición normal e incluso se sintieron algo mareados de que el callejón recuperara su firmeza, que las paredes y edificios volvieran a ser verticales, y, sobre todo, que volvieran a tener colores.

Leverett no era capaz de asimilar lo que acababa de ver. 

-Ustedes lo han visto como yo ¿verdad? La cosa es que se tragó a Willie...¿qué era?¿Y qué vamos a hacer al respecto? Miren...yo, no me metí en esto para acabar así. Es...horrible. Lo más sensato sería dejar las cosas como están y olvidarse del tema. 

Todavía hecho un manojo de nervios, Jerry sintió un profundo alivio al escuchar a Laverett.

—Cielo santo… ¡¿Ha sido real?! ¿Estáis todos bien?

Tras varios años en el departamento uno ve de todo. Y era el caso de Taylor, que había podido comprobar cómo la depravación humana alcanzaba cotas inimaginables para el común de la mayoría. Sin embargo jamás, en ningún caso, había visto algo así ni presenciado tamaña incongruencia. De manera inconsciente retrocedió un par de pasos y alzó las manos, como si quisiera comprobar si su visión borrosa y teñida de rojo fuera producto de alguna repentina lluvia

No podía creer lo que acababan de ver, y ante las palabras de asombro de sus compañeros no pudo hacer otra cosa que mantenerse en silencio, mientras su cuerpo comenzaba a temblar como una margarita. ¿Qué había sido aquello? ¿Cómo era posible que un tornado diminuto absorbiera y destrozara a Willy ante sus ojos como si nada, y sin que les afectara? Su cara cenicienta se giró hacia Saltonstall, y si bien sus ojos abiertos como platos y sus labios ennegrecidos pensaran igual que él, debía ante todo afianzarse en los principios que le habían hecho formar parte del cuerpo de seguridad del Estado. No... no retrocedería, aunque todo aquello fuera producto de su imaginación, de la de los tres, o algún tipo de truco de prestidigitador barato
-Sí, sí... -atinó a mascullar, al tiempo que se reclinaba en cuclillas sobre el suelo y apoyaba la mano para que le sirviera de sostén, pues ya no se fiaba de sus propias piernas y las canillas le temblaban. -Hay que... averiguar qué está pasando aquí. Si es un arma, o una engañifa de magos, lo que sea. A Caribdis, y al doctor bajo el puente -aunque, a decir verdad, descartaba esas suposiciones pues la sangre a borbotones que manchaba el suelo era testigo de lo ocurrido; y lo único que tenían ahora era una extraña palabra y un anónimo médico de clase alta...

Los tres se quedaron en aquel callejón durante unos minutos, prácticamente inmóviles. Tal vez fuera más tiempo del que percibieron. Cuando al fin se recuperaron de la impresión que les causó lo que habían visto se preguntaron si había sido real. Les costaba creer lo que acababan de ver. No había rastro ya de Willie, pero la sangre que había salpicado sus ropas y que quedaba esparcida por el suelo era muy real.

A su espalda, en la calle, todo seguía como antes. Como si nadie más hubiera visto lo que ellos habían presenciado allí. Dudas, incertidumbre, confusión, y varios sentimientos más se entremezclaron en ellos provocándoles en el estómago un ligero hormigueo. Pero el sentimiento que perduraba sobre todo lo demás era el miedo.

-¿A...veriguar qué?¿Pero está usted en su sano juicio?

Leverett no parecía muy interesado en seguir investigando luego de lo que acababan de ver. 

-No sé si son conscientes de lo que acaba de pasar.