Finalmente el abogado logró trepar a lo alto de la estantería con sus compañeros, quienes habían sufrido mordiscos peores de los que él mismo se había llevado pese a estar más expuesto. Escila volvió a preparar las cabezas para un nuevo mordisco después de saborear la carne del periodista y, especialmente, del policía. Una grotesca lengua apareció en dos de las cabezas para relamerse la mandíbula cubierta de sangre de Taylor, y en un abrir y cerrar de ojos volvieron a la carga.
Esta vez Taylor logró zafarse al pegar su cuerpo contra la repisa de la estantería donde estaban subidos, lo que no le libró de sentir el aliento de las fauces de la criatura en su espalda. Saltonstall fue mordido nuevamente, esta vez en un brazo. A pesar de ello, el abogado era el que se encontraba mejor parado de momento de aquella situación. Aunque sabía que si no hacían algo pronto ninguno saldría de allí con vida. Y por último, las fauces de la criatura se cerraron entorno al hombro de Thomson, bastante cerca del cuello, y dejándole una horrible y preocupante herida que no dejaba de sangrar profusamente. La situación era delicada para el periodista.
Motivo: Ataques a Thomson
Tirada: 2d6
Dificultad: 4+
Resultado: 1, 4 (Suma: 5)
Exitos: 1
Motivo: Ataques a Taylor
Tirada: 2d6
Dificultad: 4+
Resultado: 3, 2 (Suma: 5)
Motivo: Ataques a Saltonstall
Tirada: 2d6
Dificultad: 4+
Resultado: 2, 5 (Suma: 7)
Exitos: 1
Motivo: Daño a Thomson
Tirada: 1d6
Resultado: 6 [6]
Motivo: Daño a Saltonstall
Tirada: 1d6
Resultado: 2 [2]
Thomson pierde 6 puntos de Salud y Saltonstall 2. Descontados de la ficha.
Thomson pasa a estar Gravemente herido: el personaje deberá realizar otra tirada de Consciencia y ya no podrá seguir luchando. Perderá un punto de salud cada media hora hasta que reciba Primeros Auxilios. La dificultad de la tirada de Consciencia es 2, que era tu valor anterior (-2). Tienes -8 puntos de Salud, a 4 del límite.
Aquella última dentellada le dejó sin aliento. Gastó todas sus fuerzas en aferrarse a la estantería, mordiéndose el labio para mantener la consciencia y no pensar en el dolor. Un sabor metálico inundó su boca.
Finalmente, la idea de Saltonstall resonó en su cabeza. Tal vez había una oportunidad después de todo. Tenía que intentarlo.
Con dificultad, alzó el brazo que todavía empuñaba el arma y apuntó al mural.
Motivo: Tirada de Consciencia
Tirada: 1d6
Dificultad: 2+
Resultado: 4 (Exito) [4]
Motivo: Disparo al mural
Tirada: 1d6
Dificultad: 5+
Resultado: 4(+3)=7 (Exito) [4]
Motivo: Daño mural
Tirada: 1d6
Resultado: 2 [2]
Gasto mis últimos puntos de Armas de Fuego.
Leverett siguió escapando pero se quedó expectante por ver qué pasaba con la piedra cuando la bala del periodista impactó en ella.
Imitando a Thomson, el propio Taylor optó por apuntar aprovechando que no había sufrido daño alguno durante aquel asalto de las cabezas, y apuntó hacia el mismo lugar. Ignoraba igualmente si la idea de Saltonstall funcionaría, ¿pero qué podían perder? Tenían a un leviatán gigante con múltiples cabezas lanzando dentelladas a diestro y siniestro, así que mejor eso que nada.
Motivo: Disparo
Tirada: 1d6
Dificultad: 4+
Resultado: 2(+2)=4 (Exito) [2]
Motivo: Daño
Tirada: 1d6
Resultado: 1 [1]
Gasto puntos de Armas de Fuego también.
Las balas rebotaron en la Piedra Roja sin dejarle ni una sola muesca. Y eso a pesar de que habían logrado impactarle de pleno, tanto Taylor como Thomson. La dimerita de la que estaba creada aquel relieve parecía ser a prueba de balas. Pero el impacto de las balas si que provocaron alguna reacción. La bala del policía logró dar en la representación de Cabibdis en el relieve, y por un segundo sus aguas se detuvieron y luego continuaron su curso como si nada, pero en el remolino auténtico de agua que tenían en la habitación contigua el agua dio un salto y chapoteó al mismo tiempo que la bala rebotaba hacia algún lugar del techo. El disparo del periodista, pese a encontrarse sin apenas fuerzas, logró dar en la representación del relieve de una de las múltiples cabezas del ser. La abominación que tenían frente a ellos parpadeó y encogió tres de las cabezas como si algo le hubiera golpeado. Aunque las otras tres saltaron sobre ellos sin piedad alguna. Afortunadamente, aquella circunstancia había servido para despistar lo suficiente a Escila y lograr que las dentelladas de sus cabezas caninas no lograran encontrar carne en esta ocasión.
Motivo: Ataques a Saltonstall
Tirada: 1d6
Dificultad: 4+
Resultado: 3 (Fracaso) [3]
Motivo: Ataques a Taylor
Tirada: 1d6
Dificultad: 4+
Resultado: 2 (Fracaso) [2]
Motivo: Ataques a Thomson
Tirada: 1d6
Dificultad: 4+
Resultado: 1 (Fracaso) [1]
¡Por Dios Santo! ¿Es que aquel era su fin? ¿Estaban condenados a morir en las fauces de ese endemoniado engendro poseído por Satanás? Taylor nunca se imaginó que su final pudiera ser así. Él era un hombre profundamente americano, entregado a los valores cristianos que habían hecho grande aquel país. ¿Cómo podía ser que una criatura así fuera capaz de existir en primer lugar? Cuando Taylor no encontraba su refugio en la Biblia sabía que tenía una Colt con la que sería capaz de protegerse a sí mismo y a los suyos si era necesario. Pero ¿ni siquiera de esa manera iban a lograr nada?
La Piedra Roja de dimerita había resistido las balas mejor que cualquier elemento que él conociera. Pero por muy resistente que fuera, tendría que haber algo que pudiera destruirla. Recordó sus clases de química y cayó en la cuenta de los ácidos que Saltonstall había derramado al intentar trepar a lo alto de la estantería. Debían ser algún tipo de cáustico o algún ácido potente que había logrado degradar la madera con suma facilidad. Tal vez la dimerita tampoco fuera capaz de soportar aquellos compuesto químicos.
*Recibes esta información gracias a tener Química.
Leverett permanecía expectante a lo que sucedía mientras sus compañeros disparaban sobre la piedra. Pero para su decepción las balas rebotaron contra la piedra sin causarle siquiera una mella. Por un momento, pensó que no tenían nada que hacer, pero entonces se dio cuenta de lo que estaba pasando.
-¿Lo han visto?-dijo dirigiéndose a sus compañeros-Sigan disparando. Céntrense en las figuras de Scilla y Caribdis.
Por su parte, intentó buscar una vía para llegar hasta la piedra y golpear en ese punto con más precisión.
Motivo: Preparación (gasto 2 puntos)
Tirada: 1d6
Dificultad: 4+
Resultado: 1(+2)=3 (Fracaso) [1]
En el equipo que llevamos debemos tener un destornillador o alguna cosa que nos permita pinchar sobre el dibujo. Si no, siempre podría intentar recuperar la espada de Van Schaen aprovechando la confusión de Escila.
¡Claro! ¿Cómo no había caído en ello? ¡Era policía, esa clase de cosas deberían ser como una segunda naturaleza para él? Aún así nunca es tarde si la dicha es buena, como rezaba el refrán. ¿Cómo no había sido capaz de verlo? Su siseo al entrar en contacto con el agua era más que obvio.
-¡Los frascos! -señaló hacia abajo, a las baldas de la propia estantería a la que se habían subido. -¡Son productos químicos! Podrían destruir esa piedra, o cuanto menos desgastarla para que nuestras balas puedan atravesarla -enfundó su arma, pues bajo ningún concepto quería perderla bajo aquel maremágnum demoníaco, y alargó la mano buscando hacia una de las baldas para coger uno de los viales. Para ser honestos... no tenía tiempo para comprobar qué contenía cada uno, e incluso dudaba que sus someros conocimientos químicos pudieran revelarle su naturaleza simplemente por su olor o coloración, así que escogió uno cualquiera al azar y lo lanzó contra la piedra.
A las malas incluso pudieran servir contra el relieve, pero esperaba que su intuición fuera lo suficiente como para poner fin a aquella locura.
Motivo: Lanzamiento de viales
Tirada: 1d6
Resultado: 4 [4]
Ignoro qué habilidad se utiliza para lanzar, hago la tirada con 1d6. Si una de ellas es hábil y tengo puntos, gasto.
Saltonstall intentó buscar desesperadamente un martillo, una llave, o alguna de las herramientas que habían traído consigo para el trabajo en la puerta secreta, pero por desgracia las habían dejado todas en el pasillo y probablemente ahora habían sido arrastradas por aquel remolino de agua que succionaba todo lo que la corriente arrastraba a su interior. El abogado, que no estaba acostumbrado al trabajo físico ni al contacto de herramientas de esa índole, no se había traído consigo ni un misero destornillador.
Pero todo quedó relegado a un segundo plano ante la ocurrencia de Taylor.
En su desesperado intento por trepar las estanterías, Saltonstall había derramado algunos recipientes cuyo contenido, al contacto con la madera, la había consumido provocando un gran agujero en los tablones inferiores de la estantería. Taylor se dio cuenta de que eran ácidos, bastante corrosivos, y que podrían ayudarles a dañar aquella resistente piedra roja de dimerita.
El policía cogió un tarro al azar y lo lanzó contra la Piedra. El contenido del recipiente se esparció sobre la superficie y empezó a burbujear y humear inmediatamente. El relieve dibujado en la piedra empezó a retorcerse y a consumirse bajo la acción del ácido. La criatura de seis cabezas caninas, que se preparaba para otro demencial ataque, comenzó a retorcerse a la par de su representación en el relieve y profirió un chillido tan agudo que tuvieron que taparse los oídos.
La habilidad apropiada para lanzar un objeto sería Atletismo, pero como has superado la dificultad solo con la tirada no haría falta gastar puntos.
Se llevó las manos a las orejas tratando de anular el chillido agónico de la criatura, pero aquel sonido traspasaba sus tímpanos como si no sólo atravesara sus oídos sino también su cerebro. Cerró los ojos con fuerza, apretó los dientes y se retorció levemente sobre la estantería, procurando contener el dolor. Su propia voz, emulando la desesperación del engendro, vociferó a su vez pero ambas eran indistinguibles.
Cuando pasaron unos segundos y pudo acostumbrarse, y aun sintiendo el pálpito insidioso en las sienes, abrió los ojos y se dispuso a alargar la mano para coger otro de aquellos tarros y lanzarlo de nuevo contra la piedra. Si una vez había funcionado, quizá lo hiciera otra y pudieran poner fin a tan desmesurado y dantesco enfrentamiento. Sin embargo en aquella ocasión el frasco se le resbaló de las manos pues el agudo sonido afectaba a su coordinación.
Esperaba que tanto Saltonstall como Thomson vieran lo que había ocurrido y lo oyeran antes de aquel estruendo para que pudieran imitarle. Si había una salida para aquel sindiós, posiblemente fuera esa...
Motivo: Atletismo
Tirada: 1d6
Dificultad: 4+
Resultado: 3 (Fracaso) [3]
Leverett quedó atónito al ver el efecto que el ácido causaba en la piedra y por extensión, en la criatura. Intentó emular el ataque y cogiendo otro frasco, lo lanzó contra la piedra.
Después de todo, había un pequeño viso de esperanza de salir con vida de aquella. Sin embargo, presa de los nervios no es capaz de afinar la puntería.
Motivo: Atletismo.
Tirada: 1d6
Resultado: 2(+1)=3 [2]
Me gasto el punto que me queda.
Thomson, mareado por el dolor pero tratando de aferrarse a la vida con todas sus fuerzas, eligió seguir luchando ahora que percibían un rayo de esperanza.
Con la mano temblorosa cogió el frasco que tenía más a mano y lo lanzó con todas sus fuerzas sin comprobar siquiers el contenido.
Motivo: Lanzar (Atletismo)
Tirada: 1d6
Resultado: 6 [6]
Saltonstall y Taylor fallaron los lanzamientos de frascos en esta ocasión, que cayeron en el suelo lejos de la Piedra Roja y burbujearon en el agua que cubría ahora el suelo. La criatura parecía recuperarse y prepararse para un nuevo y letal ataque, sus cabezas adquirieron forma canina de manera desagradable una vez más y se contrajeron antes de lanzarse al ataque como ya habían hecho. Pero entonces, un malherido Thomson tentó la repisa inmediatamente inferior de la estantería y palpó un frasco que lanzó sin pensarlo contra la Piedra. El lanzamiento fue tan bueno que el contenido del frasco se desparramó cubriendo toda la superficie de la Piedra, y con ella el relieve al completo. El ácido que contenía el frasco comenzó a actuar inmediatamente, sumado al que ya tenía, y se desencadenó una reacción que comenzó con una humareda blanca que se fue tornando rosácea conforme el ácido carcomía el relieve de la dimerita.
La Piedra Roja comenzó a temblar y un zumbido que salía de sus entrañas llegó a enmudecer el terrible chillido de la criatura de seis cabezas se retorcía de dolor. La estación al completo parecía temblar junto a la piedra, y remolino de agua empezó a expulsar el agua a borbotones hacia el techo, por un segundo creyeron que todo aquello se derrumbaría y se vendría abajo, sepultándolos a todos. Entonces la piedra estalló como si la hubieran detonado con un cartucho de dinamita desde su mismo centro y los pedazos salieron despedidos en todas direcciones. Escila cayó al suelo sin vida y se convirtió de nuevo en los trozos de carne de las víctimas de Orem, y Caribdis lanzó toda el agua que le quedaba al techo y para cuando cayó al suelo cubriéndolo todo nuevamente, las aguas no tardaron en quedarse tranquilas y apaciguadas.
Leverett cayó hecho un guiñapo sobre el suelo encharcado. Esta exhausto y sangraba por varias heridas, pero pese a todo, estaba en paz al concluir que al destruir la piedra, habían conseguido detener aquella aberración.
-Que el señor nos asista...¿qué...que acaba de pasar?
Lo cierto es que aún con todo lo que habían vivido en aquellos escasos días, le costaba asimilar lo que acababa de pasar.. Buscó con la mirada a sus dos compañeros, que no parecían estar mucho mejor que él. Pero tampoco peor. Heridos y conmocionados, pero incrédulos y agradecidos por haber salido de aquella con vida.
Se levantó renqueante al fin y observó la madeja de órganos que quedaban de lo que había sido la Escila de Orem Van Schaen.
-Creo que será mejor salir de aquí. Es imposible que esto no se haya sentido en la superficie. Vendrá la policía y tendremos que responder preguntas incómodas. Siempre podríamos decir que Van Schaem era un fetichista que conservaba piezas de los cuerpos de sus víctimas, pero ¿y todo lo demás?¿Qué vamos a decir?
Negó con la cabeza.
-La historia real la dejaría para O´Donell, peor a la policía no le podemos contar esto ¿verdad? ¿Usted qué dice Taylor?
Bajó como puso de la estantería, tanteando las baldas con sumo cuidado y notando cómo parecía que se le escapaba el alma con cada paso. Las laceraciones en su espalda por los mordiscos de la bestia tardarían mucho en curar, y dudaba que lo hicieran del todo. Además había perdido sangre, y su rostro se mostraba aún más ceniciento y pálido de lo habitual.
Leverett ya había mostrado su asombro, así que optó por interiorizar sus propios pensamientos. No sabría darles forma, como tampoco explicar la lógica tras lo que había ocurrido. Nada le haría entender cómo era posible la existencia de dos criaturas tan antinaturales. Lo que sí alcanzó a atisbar, ensombreciendo su gesto, es que si esa tal Escila y Caribdis existían, también podían hacerlo muchas otras criaturas mitológicas. Y, supuso, los griegos ya las combatieron con anterioridad. ¿Cómo las derrotarían?, se preguntó, si en su ciencia no existía la alquimia moderna...
Al llegar abajo se apoyó sobre el estante y respiró pausadamente.
-Lamentablemente no hay opción, señor Saltonstall -apuntó, agriando el gesto por el dolor que hablar le producía.
-Si he de redactar un informe no habrá más opción que contarlo todo, un agente de policía no puede mentir en algo así. Sería un delito grave.
Apretó los labios. No quería poner en apuros a ninguno de ellos, y quizá la revelación de lo sucedido comprometiera su credibilidad. Pero no tenía otra opción. En su caso cabía la posibilidad de que le retirasen el arma o la placa, y le hicieran visitar a algún tipo de médico psiquiatra, pero fuera lo que fuese que pasara la verdad sería su faro.
Si los hombres más antiguos de la humanidad escribieron sobre aquellos monstruos, que su informe prosiguiera el relato por si en algún momento del futuro alguien tuviera que hacer lo que ellos mismos hicieron.
—Yo sí pienso escribir un artículo de Pulitzer —bromeó Jerry intentando bajar como podía la estantería y todaví muy confuso por todo lo que acababa de ocurrir—, pero omitiendo algunos detalles, no me gusta el amarillismo.
A Thomson le dolían tanto las mordeduras que apenas podía perderse en sus propios pensamientos. Solo sabía que había estado muy cerca de la muerte y que, aunque lo pareciese, no estaba en ninguna pesadilla de la que pudiese despertar. Lo único que quería era volver a los cálidos brazos de su mujer y no salir de casa en una semana. Los besos que le había dado esa misma mañana le trajeron una suerte insospechada.
Rebuscó en uno de sus empapados bolsillos. Se había quedado sin chicles de nicotina.
—No quiero pasar aquí dentro ni un minuto más. Y como siga perdiendo sangre, alguno de vosotros tendrá que enfrentarse al mal genio de mi amada esposa. Y rezad para que no se entere mi camarero.
Leverett asintió esbozando una sonrisa amarga. Si dos hombres como Taylor y Thompson estaban decididos a llegar con la verdad hasta las últimas consecuencias ¿quién era él para oponerse?
-Sea pues. Al fin y al cabo, hemos resuelto el caso. Pero ya tendremos tiempo de hablar de eso. Lo primero es salir de aquí e ir a un médico. Luego llamar a O´Donnell ¿les parece? Venga, vamos.
De entre todos los despojos de las estanterías, Leverett buscó un listón que le sirviese para usar a modo de improvisado bastón y comenzó a caminar hacia la salida.
Decididos a contar la verdad de lo que había ocurrido allí, aunque bien sabían que nadie les iba a tomar en serio, el grupo salió del escondrijo de Orem van Schaen y cruzó la sala de la estación donde momentos antes había estado Caribdis engullendo agua. Se sorprendieron al ver que el suelo no tenía el socavón que habían imaginado. El agua goteaba desde el techo, y cuando alzaron la vista observaron algunos desperfectos en los azulejos del techo. La estación había aguantado bien y, a excepción de el mobiliario que había sido engullido por la bestia marina y algunas grietas en las paredes, no había mucho que lamentar. Algo les decía que aquella estación, a pesar de ser el lugar de invocación elegido por van Schaen para traer a la vida a esas horribles criaturas, también ha actuado como lugar de contención a su fuerza. Tal vez los padres de Orem supieran más de lo que aparentaban sobre aquellos peligros mitológicos, y construyeron la estación pensando en ello.
Cambiamos de escena: Epílogo