Cogí mi parte del botín. El oro era oro, al fin y al cabo, y menospreciar a Barbanegra podía ser considerado un sacrilegio.
Creo que lo canjearán en una buena tasca, amigos.
El irónico Zúñica y la bella Teresa no obtuvieron su parte. Tampoco lo hizo el prudente Arthur, así como Larisha y Thorge. Davy, incluso, se deshizo del suyo... Por su parte, Brotoms, Thorenham y Henrik obtuvieron su más que merecida recompensa, aún que ese trozo de gran valor no cubriera los horrores vistos en aquella isla del demonio... Por último, Novaresa, cegado al parecer por un pensamiento paranoico y descontrolado, dejó a buen recaudo su parte, escondida en un curioso lugar...
Millas más adentro, cuando ahora la isla era un casi imperceptible punto en el horizonte, la noche cayó, y algunas velas encendidas en algunos de los camarotes iluminanban tenuemente el exterior. Zúñiga obtuvo un sombrero de manos de su capitán, el cual miró un poco mal la acción de Davy (la de arrojar su parte del botín por la borda, debido a inútiles supersticiones...).
Después, los trozos que no quisieron, Teach se lo ofreció al resto de marinos, (había sobrado, unos 6 trozos de oro bruto), los cuales los sortearon con juegos de dados, de resistencia o puntería los días posteriores.
En su rumbo a Roatán, lugar donde aquella corbeta con peculiar insignia se uniría al resto del convoy de Teach, cuando estaban aún lejos de atracar en la ciudad, hubo un contratiempo. Tras unos islotes apareció una pequeña barca con una improvisada vela. En ella había dos tipos. Barbanegra pensó que podía hacerlos prisioneros y pedir alguna especie de rescate, por ello el barco se acercó a ellos para tenderles una escala...
Instantes despues, justo antes de subir a la embarcación, una pequeña flota de carabelas y carracas salió justo detrás de aquellos salientes marítimos: era una emboscada.
Tras tender una bandera inglesa en cada uno de los barcos, éstos se posicionaron de forma lateral al navío donde os encontrábais: sus palanquetas apuntaban directamente a vuestros mástiles. Incluso los dos tipos del pequeño señuelo bajo vuestro casco sacaron pistolas y comenzaron a disparar a algunos de los marinos de Teach.
El fuego comenzaba.
Cañones.
Metralla para los emplazados en cubierta.
Palanquetas atravesando la fina y cuidada madera de los astilleros españoles, llegando a impactar en los más profundos camarotes... Y las bolas de cañón hacía estragos en cubierta...
Minutos después se produjo el primer asalto. La carabela más rápida se adhirió a vuestro barco, y el abordaje era inminente. Cuando los marinos ingleses se interanor en el buque, el resto de su convoy dejó de disparar.
Durante una hora estuvísteis combatiendo, con Teach a la cabeza. Sobre su cabellera y barba de trenzas portaba sus cerillas, el cual parecía ahora uno de esos demonios isleños, un zombi en vuestro barco... Sin embargo, aquello no asustaba a la inmensa cantidad de efectivos enemigos. El precio por capturar a Edward Teach era muy alto en comparación con la negativa de hacerlo, fuera un demonio o el mismísimo Papa de Roma.
Espadas entrechocando entre sí, cañones colocados a bocarrajo en los pechos y disparados sin premura, y hombres y mujeres arrojadas por la borda, en ambos bandos... la situación era ahora deseperante. En un inciso de ventaja, Teach ordenó virar en redondo, alejándose de aquel regocijo de guerra e inferioridad numérica...
Es sabido en todo el caribe, desde el más joven niño hasta el hombre más ebrio que las corbetas, con el favor del viento, son inalcanzables, incluso para un bricbarca sin cañones... Teach y su tripulación tuvieron suerte de estar sobre una de ellas. Tras virar en sentido contrario, entre la confusión y el humo de los anteriores disparos, salieron de aquella ratonera con un barco maltrecho, pero navegable...
Horas después, tras cerciorarse de los daños y las bajas de su tripulación, Teach habló a los supervivientes:
Pronto llegaremos a la cuna de los comerciantes. Llegaremos a Nassau y nos repondremos, mis lobos de mar. Sed prudentes y aguantaremos cualquier otra acometida, aunque sea de nuestra patria*, queridos.
Luego se dirigió a vosotros, aunque no a todos los que llegaron a aquella isla maldita...
Los siento, señores: No hay rastro de Henrik, Jaume y el señor Van Thorenham. Mmm... habrán perecido con esos indeseables...
Tampoco lo había del resto de hombres que tomaron las piezas doradas del ídolo, entre otros.
*(Teach era británico).
Finalmente, continuásteis navegando rumbo a Nassau, con la duda en vuestra cabeza acerca de las muertes de quienes había tomado parte en el botín del ídolo de oro, preguntándoos si había tenido algo que ver o no aquel oro en su fatídico destino...
FIN
Y Novaresa???
Cita:
Todo está explicado.