Adrian
Como parte de la división encargada de los "temas delicados", se le envió junto a las tropas de ExCell en calidad de Teniente. De esa forma, tendría la tapadera perfecta para moverse por la ciudad y valerse de los soldados para sus cometidos. Los parámetros de su misión eran:
Por si fuera poco cumplir con ésto, su hermana Aurora estaba en algún lugar de la ciudad. Sería difícil de localizar, pero tenía que intentar contactar con ella. No podía abandonarla a su suerte.
Ha pasado casi día y medio desde que Adrian y las tropas de ExCell fuesen desplegadas en Thormund. Una compañía de 200 hombres dividida en 5 pelotones de 40 hombres, que a su vez se organizaban en 4 secciones de 10 hombres, y cada sección finalmente en dos equipos de fuego de 5 hombres. Ésta flexibilidad táctica les permitía cubrir mucho más terreno que en grandes números. Cada uno de los pelotones tendría una función y un puesto de operaciones a los que atenerse cuando llegasen a la ciudad:
Sin embargo, ningún plan sobrevive al combate, y cada pelotón se ha visto sujeto a contratiempos, lo que ha puesto en riesgo la operación y ha supuesto un número considerable de bajas entre las tropas. Adrian lideraba el Pelotón Bravo, como parte de la sección Bravo-1, por lo que fue desplegado en el Este junto a sus tropas, sin embargo fueron abrumados por la cantidad de infectados y bandas, Bravo-1 tuvo que tomar refugio en uno de los edificios adyacentes a la zona de aterrizaje, Bravo-2 con el Sargento Pearson tomó la responsabilidad de guiar a lo que quedó de Bravo-3 y Bravo-4 hacia el objetivo, mientras Adrian y los miembros de su unidad buscaban una vía alternativa. Aislados del resto y sin equipo de comunicaciones salvo por la radio portátil de Adrian, fueron cayendo uno a uno hasta que el Teniente envió a los dos últimos miembros, Tyler y Jake al punto objetivo mientras él perseguía sus propios objetivos, libre de los ojos del resto. Sus pasos le llevaron hasta el Estudio de Thormund TV, donde se topó con otros supervivientes: Una cantante famosa, Nikky Bathory, un hombre de confianza, Rustam y una editora de la prensa de cierto renombre, Claudia Stevenson. Ya que una de sus directivas es la de contener la información sobre el incidente, Adrian consideró prudente quedarse temporalmente con ellos hasta averiguar qué datos manejaba la editora. Y así llegamos al momento actual, dos días después del comienzo del incidente, y sin señales de otros equipos. Parecía que se había desplegado un campo de interferencias pese a la falta de luz en casi toda la ciudad. El Estudio de TV estaba apenas iluminado por los generadores de emergencia, que no darían para mucho más de unas horas extra.
El Estudio no estaba libre de infectados, pero ellos se habían refugiado en la sala de seguridad, por lo que de momento la máxima preocupación era qué hacer y a donde ir. Para Adrian, los supervivientes podían ser tanto un estorbo a evitar en cuanto abandonasen la zona o un escudo humano ante las mareas de infectados y los focos de saqueadores armados. El tiempo lo diría.
Y hasta aquí los antecedentes del personaje. Comienzas en el Estudio de Thormund TV junto a Claudia, Nikky y Rustam.
Sigo con el resto, que con esto del encierro y mis muelas no doy a basto, y le tengo muchas ganas a esta partida.
Tendréis mapa de la ciudad y me tengo aparte que aprender a hacer tablero virtual, ¿Sabes de algún tutorial?
Aurora
Cuando abandonó a los Rangers, conoció durante sus viajes de voluntariado a una joven llamada Jade, que fue la razón por la que Aurora acabó en Thormund. Para la joven, Aurora era una inspiración, además de un amor postadolescente. Por desgracia, al final pesó más la admiración que el amor, y Jade siguió la llamada al servicio, por lo que Aurora que ya estaba instalada en su puesto fijo en el Hospital Saint Mary of Hope decidió permanecer en Thormund.
Durante este par de años, la vida la ha tratado bien en todos los aspectos, aunque el amor ya no ha sido una de sus prioridades, si es que lo fue alguna vez. Su carrera ha despegado como un cohete hasta conseguir el puesto de jefa de cirugía, con todo el prestigio que ello conlleva. Ha dado algunas conferencias por los Estados Unidos, e incluso ha escrito un libro bastante bien valorado sobre sus vivencias como voluntaria médica en zonas de conflicto.
El incidente llegó como el tsunami que arrasa una costa sin previo aviso. El hospital ya se encontraba colapsado por los efectos de la última variante del SARS, una pandemia que había paralizado prácticamente a todo el mundo, por lo que cuando algunos de los pacientes comenzaron a volverse violentos, o incluso volver aparentemente de entre los muertos, no hubo resistencia alguna. El personal médico fue el que sufrió la mayor parte de las bajas, seguido por los agentes de seguridad y policías presentes. Los saqueadores, que intentaban conseguir suministros a cualquier precio como hienas sobre carroña, fueron la puntilla final.
Haciendo acopio de valor, Aurora consiguió un arma de uno de los agentes fallecidos y se dispuso a abandonar el lugar. Su conciencia, sin embargo, no la dejaba salvar su pellejo, no sin antes avisar a los de la Iglesia de San Jorge, que habían levantado un pabellón a modo de hospital de campaña para tratar enfermos que no tenían camas en el hospital convencional. Sortear a los saqueadores y a los infectados no fue fácil, pero su entrenamiento ayudó considerablemente.
La Iglesia era un caos, pero al parecer la infección misteriosa no había reclamado aún a nadie, ¿O quizás ese virus misterioso sólo convertía a una parte de los infectados y mataba al resto? Era imposible saberlo sin el equipo adecuado. Y así pasó la primera mitad del primer día.
Han pasado dos días desde el inicio del "incidente", y Aurora, junto al Padre Joshua y Roman, un mecánico que se ofreció voluntario para montar parte de la infraestructura ante la escasez de medios, son quienes dirigen al poco personal disponible, cada uno en un área: Aurora dirige al personal sanitario, Joshua mantiene la moral del equipo voluntario y Roman dirige a los pocos que pueden asegurar el lugar.
A estas alturas, no todo es paz y tranquilidad: En 36h desde que llegó Aurora, ha sido testigo de 15 suicidios, 20 muertos por incursiones de saqueadores y otros 50 muertos entre los más vulnerables al SARS-v2. Las misiones de búsqueda de suministros eran cada vez más lejanas y más escasas, y todo con alarmante velocidad. Para colmo, funcionaban a base de generadores auxiliares medio agotados, ya que la centra eléctrica por algún motivo había dejado de funcionar dos días atrás.
La Aurora original era no sé si lesbiana o bisexual, y había acabado en Thormund por su ex, si quieres mantenerlo así genial, si quieres cambiarlo, genial también. Como es algo íntimo del pj que no afecta a la trama, lo dejo a tu elección. Sólo avísame si tengo que cambiar el nombre de la ex-pareja.
Esa es la situación previa al post que iniciará la escena de tu grupo. Para cualquier cosa, no dudes en avisarme.
Leído todo
Tendréis mapa de la ciudad y me tengo aparte que aprender a hacer tablero virtual, ¿Sabes de algún tutorial?
Pues me suena que hace un año o así, abrieron tutoriales de cómo hacer tableros virtuales, pero no recuerdo quién era el user que los abrió.
GM: Tendré que mirar, porque aquí nos hará bastante falta, aunque con el paint me las estoy apañando bien en la partida de Fallout de momento.
Podría decirse que por amor, uno elige a veces un camino que puede ser erróneo e incluso una cofradía maldita del destino, pero allí estoy por Jade. Mi amor, una persona que más allá del sexo, llegó a mi corazón. Pero los infortunios de la vida misma y sus elecciones personales, nos impulsó a terminar la relación mientras una realidad emerge con fuerza.
Si, aquella pandemia que arrasa con todo y yo me pregunto cómo díantres estará mi hermano entre tanta mierda de muertes, locura y crisis. Por esa razón tras haber sorteado tantos obstáculos como fueron posibles, con mi arma en mano y mis conocimientos, he terminado en aquella Iglesia que para mí suerte, al principio se mantenía indemne. ¿Bendición divina? No me lo creo, solo era cuestión de tiempo.
Y tenía razón, si. No solo porque comencé a ver cada situación, que mejor ni siquiera recordar. He abrazado a la muerte en todas sus formas que ni siquiera puedo dejar constancia de ello sin tener la horrorosa imagen del mal sabor que deja en el corazón. Aún así, nos hemos organizado entre varios, y los obstáculos que tuvimos delante le hicimos un apaño. Yo me ocupé de la parte sanitaria, otro de la seguridad y así, construimos una base. Algo con que sustentarnos. ¿Pero por cuánto tiempo? Esa era la cuestión, ya sé que por poco.
Lo peor de todo es que no le temo a la pandemia, sino al ser humano desesperado. Lejos es lo peor que puedes encontrarte.
Me encanta dire, y lo dejamos así.
Lo dejo en bisexual. ;)
Claudia Stevenson
Claudia había crecido leyendo historias de grandes periodistas que corrían todo tipo de aventuras en pos de descubrir la verdad. Ése era su sueño: Hacer periodismo de verdad, llevarla a sus lectores, cambiar el mundo artículo a artículo. Marie Catherine Colvin fue la inspiración sobre la que reflejarse, y allí estuvo ella, al pié del cañón literalmente a través de 3 conflictos diferentes, Afganistán, Ucrania y el último en Siria. Tuvo mayor fortuna que su ídolo, y salió de esas zonas de guerra con alguna cicatriz, varias noches de alcohol y pragmatismo y tres reportajes que le valieron el reclamo internacional y un puesto de editora jefe en el Thormund Times, el periódico de su ciudad natal. Como un extra, en ocasiones grababa reportajes a celebridades en el Estudio de Thormund TV, y ése iba a ser el caso para la entrevista del año a la estrella de la canción Nikky Bathory. Eso fue hace dos días.
Con la pandemia mundial en ciernes, le parecía frívolo hacer entrevistas, pero sus jefes habían insistido en que la audiencia necesitaba entretenimiento, y las facturas por pagar decidieron el resto. Primero se fue la luz durante la grabación de prueba de vídeo. Eso hizo que el equipo se pusiese tenso. Luego vinieron los saqueadores armados, por lo que el hombre de confianza de Nikky, hombre del Este de Europa llamado Rustam, las llevó a ambas hasta una zona bien parapetada, desde la que ocultarse del equipo de maleantes. El resto del equipo no tuvo tanta suerte.
Cuando todo parecía ya suficientemente malo, ocurrió algo que heló la sangre de todos: Los muertos caminaban y entraban al Estudio reclamando a los saqueadores en tropel. El lugar se convirtió en un baño de sangre. Disparos y gritos se sucedían con los gemidos desprovistos de emoción de los caminantes. Mientras, aquellos asesinados por los saqueadores comenzaban a levantarse, animados por Dios sabía qué, atacando por la retaguardia a los saqueadores.
Unas horas más tarde, un mercenario llegó hasta el lugar, acabando con los suficientes caminantes y los pocos saqueadores aún en pié de manera profesional y escalofriante. Luego, el tipo cerró las puertas, impidiendo el acceso a más de esas cosas. El mercenario se presentó como el Teniente Adrian, perteneciente a ExCell, una empresa de contratistas militares privados perteneciente al conglomerado Bayona-Monterey. La Compañía, que había sido investigada minuciosamente por Claudia, tenía sus manos metidas en muchos campos: La primera bio-tecnológica del mundo, así como la primera en farmacéutica, agroalimentación, y con ExCell, también la poseedora del mayor ejército privado del mundo. Habían invertido mucho en la ciudad, como en tantas otras, por lo que entre puestos de trabajo directos e indirectos, la ciudadanía de Thormund estaba feliz con Bayona-Monterey. Pero Claudia había oído historias, y había hecho entrevistas off-the-record que ponían los pelos de punta. Aun así, no podía rechazar la ayuda del Teniente en ésta situación, por lo que reticentemente, dejó el asunto correr por el momento. Tenían problemas mayores, tras dos días encerrados allí, ya que sin luz, apenas comida y agua (Ya habían saqueado en estos dos dias casi toda la comida y agua del Estudio), y sin un plan claro, estaban desamparados.
Puedes aprovechar para describir cualquier cosa del pj a tu gusto que yo no haya cubierto ^^
Claudia siempre había abogado por haber instalado un pequeño office en los Estudios más allá de aquella sala llena de mesas y sillas y la máquina de sandwiches insulsos y ensaladas pasadas de fecha. ¿Qué tal poner una nevera con fruta fresca cada día?, había propuesto, ¿y por qué no traer platos preparados para calentar en un microondas?, dijo una vez también. Pero en Thormund TV habían apostado por el ahorro y ahora que los muertos querían comerse sus cerebros, ellos se veían encerrados allí sin comida ni más agua que la que aún salía de los grifos del baño. Una delicia.
La aventura y el riesgo siempre le habían dado un chute de adrenalina e incluso hacían salir lo mejor de ella, tal como pudo comprobar todo el mundo cuando estuvo cubriendo conflictos armados en el otro extremo del mundo, incluidos aquellos que siempre la habían considerado poco más que una cara bonita a la que le gustaba el vino e ir de compras. Sin embargo, aquella situación había sido incomprensible y sabía que, aunque se esforzaba por comportarse con normalidad y actuar de forma tranquila, dentro de sí aún no había asimilado lo ocurrido en los últimos días.
Cuando los saqueadores habían irrumpido en mitad de la entrevista a Nikky Bathory y su hombre de confianza las había sacado de allí en busca de un lugar seguro, Claudia aún se sentía confiada. Había vivido situaciones parecidas tanto en Afganistán como en Siria donde, en mitad de una transmisión en directo, habían tenido que recoger el equipo y largarse ante un inminente bombardeo o el rumor de la presencia de terroristas en los alrededores.
Pero los muertos... y la llegada del teniente Adrian de ExCell habían convertido aquella situación en algo demasiado serio, algo que encajaba quizá demasiado bien con las cosas que había escuchado en los últimos meses y con la información que le habían hecho llegar a través de correos electrónicos encriptados y mensajes de móvil enviados desde números que después se daban de baja. Sabía que tenía una joya entre las manos, el tesoro que siempre había buscado, el Santo Grial que la convertiría en adalid de la mayor conspiración del mundo... Pero aún tenía que dejar de ver las caras podridas de los muertos cada vez que cerraba los ojos para intentar descansar...
Dirk, Kira & Mike
Ha pasado casi día y medio desde que las tropas de ExCell fuesen desplegadas en Thormund. Una compañía de 200 hombres dividida en 5 pelotones de 40 hombres, que a su vez se organizaban en 4 secciones de 10 hombres, y cada sección finalmente en dos equipos de fuego de 5 hombres. Ésta flexibilidad táctica les permitía cubrir mucho más terreno que en grandes números. Cada uno de los pelotones tendría una función y un puesto de operaciones a los que atenerse cuando llegasen a la ciudad:
Sin embargo, ningún plan sobrevive al combate, y cada pelotón se ha visto sujeto a contratiempos, lo que ha puesto en riesgo la operación y ha supuesto un número considerable de bajas entre las tropas.
Como Sargento del Pelotón Delta, Kira encargó a la sección Delta-4 limpiar el perímetro interno del Estadio de los Hammers1 mientras que las secciones Delta-2 y Delta-3 serían las que limpiarían el perímetro exterior del mismo. Con esto, Delta-1 se encargaría de las extracciones de miembros clave en el Oeste, siguiendo el plan. Divididos en 5 binomios, un riesgo necesario, cada binomio se encargaría de los 5 miembros clave a rescatar. Ellos, la Sargento Kira y el Cabo 1º Torres, usarían la denominación Delta-1A e irían a por la joya de la Corona, el Doctor Mike Hassler, una mente brillante y un virólogo pionero, que según el informe que se les facilitó, trabajaba como jefe del equipo de contramedidas, desarrollando vacunas.
Además del desafío que planteaban los incendios esporádicos, las calles colapsadas de coches y restos, así como los propios infectados, se sumaban los grupos de saqueadores que en números irregulares aparecían de repente en escena. El camino hasta el Thaddeus Hotel no fue un paseo, y hubo momentos en los que pensaron que el fin estaba cerca, por suerte ambos eran veteranos curtidos. A duras penas, se adentraron en las lujosas instalaciones del hotel en lo que se convirtió en otro baño de sangre, sobre todo debido a la falta de luz, lo que les obligó a falta de equipo de escalada de cables, a subir veinte pisos a punta de arma con el corazón en un puño. Los infectados más peligrosos les habían intentado perseguir escaleras arriba (O abajo incluso) con asombrosa celeridad, pero la mayoría eran seres torpes incapaces de abrir una puerta o incluso subir erguidos una escalera. Las puertas de la última planta se abrieron finalmente, dándoles un respiro momentáneo. El Doctor Hassler, un tipo algo excéntrico que de seguro no llegaba a los 40, se encontraba tras una barricada improvisada, sentado en el suelo junto a varios ordenadores y pizarras de mano, con una pistola a un palmo escaso de sí. Habían llegado a tiempo, punto positivo para los Delta-1, pensaron para sí ambos soldados. Entonces llegaron los verdaderos problemas.
Habían pasado día y medio aproximadamente desde la llegada al estadio, y seguían encerrados en el penthouse de Hassler. Inicialmente, habían intentado hacer contacto por radio, pero la radio de Dirk había sufrido daños importantes en la refriega contra los saqueadores: Un disparo desafortunado había perforado una de las placas base. Por lo que el técnico había pasado casi dos días intentando repararla, sabiendo que si fallaba, tendría que depender de la radio de onda corta que llevaba como plan B. Tras todo el concienzudo trabajo de Dirk, el equipo de radio parecía funcionar de nuevo, pero no tenían respuesta, lo que daba dos opciones: O la radio había sufrido daños irreparables en el canal de transmisión, por lo que solo recibían, y su por lo tanto el no tener respuesta se debía al silencio de radio acordado de inicio, o bien la radio funcionaba perfectamente y algo había sucedido a todo el pelotón Delta al completo. Durante al menos dos ocasiones en las últimas horas, Dirk tuvo la sensación de que alguien o algo se había intentado acoplar a su señal, y eso no le gustaba un pelo, ya que indicaba que quizá los saqueadores intentaban rastrear sus señales y triangularla.
Kira por su parte había pasado la mayor parte del tiempo repasando las calles con sus binoculares y la mira del rifle, intentando obtener cuantos más datos mejor de la situación a pie de calle. Por lo pronto, el número de infectados en las calles crecía a cada hora, mientras los incendios devoraban algunos puntos de paso y edificios menores. Podía ver el estadio desde su posición, pero obviamente no tenía una buena visión del suelo del mismo, por lo que era imposible saber el estado de sus tropas. Había visto sin embargo saqueadores merodeando por varias calles de la zona Oeste y Sur. Esos bastardos iban en pequeños grupos luchando contra los infectados, contra otros grupos o incluso contra los pobres diablos sin armas que intentaban huir. Eran hienas humanas, carroñeros festejando sobre un cadáver reciente. Le hacían sentir un asco inmenso.
Mike a su vez, había pasado el tiempo igual que desde que se inició el brote descontrolado, enfrascado en su fórmula maestra para el antígeno. Sabía que el tiempo se agotaba y que el Prisma3 estaría sellado, por desgracia necesitaba acceder a él o al Hospital Saint Mary of Hope para ensamblar el prototipo de vacuna. El origen del incidente, así como el alcance total le eran desconocidos, pero sabía qué era lo que veía en las calles, lo que rugía en la noche y lo que reptaba en la oscuridad. Lo sabía porque él había formado parte de su confección, como un pianista parte de una orquesta, sus notas estaban en esa música. Crear vida es un acto de destrucción en sí mismo, se dijo mientras repasaba notas a toda velocidad. La pregunta que rondaba su cabeza era, ¿Podía confiar en la Compañía? Esos soldados parecían no saber nada de a donde se habían metido, y aunque sintió cierta empatía y compasión por ellos, no sabía qué les habían ordenado. Si la Compañía quería borrar huellas, su cabeza, junto a la de muchos otros sería cortada sin piedad. Sabían demasiado, habían hecho demasiado, y cuando no se escucha al Diablo, es porque no tiene las manos quietas.
Miembros clave a rescatar
- Mike Hassler: Jefe del equipo de contramedidas, virólogo pionero, máxima prioridad. En su penthouse del Thaddeus Hotel
- Jane Ortega: Jefa del equipo de conducta programada, neuróloga pionera, máxima prioridad. Última posición conocida, Residencia Marlow2, entre Houston Street y Park Street.
- Nicoletta Peroni: Jefa del equipo de exposición controlada, viróloga, prioridad muy alta. Última posición conocida, piso en Emma Street con Flower Street.
- Richard Barker: Jefe del equipo de genética, genetista reputado, máxima prioridad. Última posición conocida, Residencia Marlow, entre Houston Street y Park Street.
- Trisha Hawkings: Jefa del equipo de análisis de datos, bióloga reputada, prioridad muy alta. Última posición conocida, Garrison Hotel.
*Las prioridades significan que si falla un equipo, el HQ puede destinar a otro equipo a por ello, pero vuestro esfuerzo debía ir hacia asegurar a estas personas.
1: Los Hammers son el equipo de fútbol americano local.
2: La Residencia Marlow fue en su día un antiguo parque (De ahí el nombre de Parker Street) que la Compañía compró y reformó, reconstruyendo desde cero un viejo caserón, hasta crear una residencia para su personal "itinerante".
3: El Prisma es el nombre clave para unas instalaciones secretas de la Compañía bajo el subsuelo de Thormund y parte del bosque de Richmond. Se construyó originalmente como refugio nuclear para personal clave de una de las empresas raíz del conglomerado, y fue adaptado más tarde como laboratorio de estudio y producción por su cercanía con la central de ensayos e investigación de las montañas. De esa manera, sería sencillo el envío y recepción de muestras, así como de especímenes. El personal de ExCell no sabe nada de su existencia.
Nikky & Rustam
La joven cantante y su hombre de confianza habían llegado a Thormund para que ella actuase en un concierto, que debía darse en el estadio, cedido amablemente por los Hammers1 debido al carácter benéfico del mismo. Sin embargo, la virulencia de la pandemia había hecho imposible celebrar concierto alguno, por lo que Nikky decidió aceptar la proposición de los directivos de Thormund Tv Studios para grabar una entrevista con la afamada reportera y editora del Thormund Times, la enérgica Claudia Stevenson. Ella aceptó sin dudarlo, ya que había leído algún que otro artículo interesante de la editora criticando duramente el panorama político que vivía el país, y quería ver cómo de cierta era su leyenda. Para Rustam, el hecho de que en lugar de un concierto se realizase una entrevista en el estudio de televisión, le parecían unas vacaciones. El riesgo sería mínimo, y el manager de Nikky había acordado ya una cena digna de una Reina de la canción que incluía a su hombre de confianza, lo que era algo bastante reconfortante.
Por desgracia, primero vino el corte de luz, y el generador del estudio apenas conseguía mantener algunos sistemas funcionando. Eso hizo que el equipo se pusiese tenso. Luego aparecieron los saqueadores armados, lo que hizo que Rustam tuviese que llevar tanto a su protegida como a la editora a una zona bien parapetada en la planta superior del estudio. Se había acabado el día reconfortante para él. El resto del equipo no tuvieron tanta suerte como ellos tres.
Cuando todo parecía ya suficientemente malo, ocurrió algo que heló la sangre de todos: Los muertos caminaban y entraban al Estudio reclamando a los saqueadores en tropel. El lugar se convirtió en un baño de sangre. Disparos y gritos se sucedían con los gemidos desprovistos de emoción de los caminantes. Mientras, aquellos asesinados por los saqueadores comenzaban a levantarse, animados por Dios sabía qué, atacando por la retaguardia a los saqueadores.
Unas horas más tarde, un mercenario llegó hasta el lugar, acabando con los suficientes caminantes y los pocos saqueadores aún en pié de manera profesional y escalofriante. Luego, el tipo cerró las puertas, impidiendo el acceso a más de esas cosas. El mercenario se presentó como el Teniente Adrian, perteneciente a ExCell, una empresa de contratistas militares privados perteneciente al conglomerado Bayona-Monterey. La primera bio-tecnológica del mundo, así como la primera en farmacéutica, agroalimentación, y con ExCell, también la poseedora del mayor ejército privado del mundo. Habían invertido mucho en la ciudad, como en tantas otras, por lo que entre puestos de trabajo directos e indirectos, la ciudadanía de Thormund estaba feliz con Bayona-Monterey. Rustam recordaba a ExCell de otro lugar, muy lejos de allí, en lo que ahora parecía una vida pasada: Esos cabrones eran profesionales, y no solían jugar "de manual", pero su eficacia estaba demostrada. El Teniente parecía querer echar una mano, pero Rustam mantendría el arma cargada y preparada por si tosía muy alto o levantaba demasiado las cejas.
Nikky por su parte, había intentado acceder al equipo de comunicaciones del lugar, pero con los generadores renqueando, no había potencia que los hiciese funcionar. Necesitaban encontrar una radio para pedir ayuda, o al menos para saber qué estaba pasando. Le daba rabia tener los conocimientos adecuados pero carecer de las herramientas para ponerlos en marcha.
Ahora tenían problemas mayores. Tras dos días encerrados allí, ya apenas tenían luz, por no hablar de comida y agua (Ya habían saqueado en estos dos días casi toda la comida y agua del Estudio), y carecían de un plan claro, por lo que estaban desamparados. Había que tomar una decisión.
Podéis postear aquí una vez cada uno para cubrir lo que haya podido faltarme a mi por describir.
Roman
Él siempre había sido un tipo que gustaba de formar parte de la comunidad. Apoyar a aquellos que te rodean y están en apuros te hace grande, le había enseñado su padre cuando era un mocoso, y Roman honraba ese credo. En el pasado, tomar esa frase de manera muy literal le había metido en bastantes líos de bandas, pero ahora, como un hombre nuevo y reformado, se centraba en ayudar a los necesitados en la medida de sus humildes posibilidades.
Cuando la nueva cepa del SARS atacó la ciudad, al igual que había hecho con todo el mundo, Roman resultó ser inmune, una suerte de lotería genética. Por lo tanto, consideró su deber ayudar en la medida de lo posible a la comunidad: En la Iglesia de San Jorge, que tantas veces había visitado con su abuela de niño, había instalado los equipos eléctricos para lo que iba a ser un hospital de campaña, y una vez se fue la luz dos días atrás, había sido de los que trajo generadores auxiliares y cambiado el cableado. Sus homies, Bob y Carl se habían implicado también, el primero administrando fármacos traídos de su propia botica y el segundo proveyendo de comida y agua de su pequeña tienda. Juntos, saldrían adelante. El Padre Joshua, que había sustituído al Padre Walter, el Señor lo tuviese en su Gloria y todo eso, mantenía el espíritu alto para todos. Dios no dejaría caer a sus fieles, decía. Pero joder, los fieles estaban cayendo a puñados a manos de la epidemia por un lado y la infección canibal por otro.
Para mejorar las cosas, llegó una doctora recientemente, y la hermana vino gung-ho style, pistola en mano abriéndose paso entre las horas de infectados caníbales y saqueadores carroñeros. Digno de verse si no fuese por el drama actual. Ella se ha echo cargo desde entonces junto al propio Roman y a Joshua de mantener el lugar andando.
En 36h desde que llegó la Doctora Aurora, habían sido testigos de 15 suicidios, 20 muertos por incursiones de saqueadores y otros 50 muertos entre los más vulnerables al SARS-v2. Las misiones de búsqueda de suministros eran cada vez más lejanas y más escasas, y todo con alarmante velocidad. Para colmo, funcionaban a base de generadores auxiliares medio agotados, ya que la central eléctrica por algún motivo había dejado de funcionar dos días atrás.
Aunque originalmente el término es una mala interpretación americana del chino "trabajar juntos", se aplica a una actitud entusiasta, generalmente en cuanto al tema marcial o de espíritu colaborativo.
Puedes añadir un post con cualquier parte que consideres falta aquí como antecedentes.
La promesa de una cena que no consistiera en grasienta comida rápida americana fue aliciente de sobra para que Rustam no se escaqueara durante su jornada de trabajo. Optó por quedarse cerca y aburrirse como un muerto, esperando de brazos cruzados jugando a un ruidoso juego del móvil, ajeno al hecho de que quizá pudiera estar incordiando a los otros presentes. Sin embargo, mientras no se hiciera notar en la reunión ni molestara a sus clientes el resto le daba igual.
Al cabo de un largo rato, se produjo un gran alboroto. Parecía que unos tipos armados querían hacerse con el material del estudio y estaban dispuestos a pagar cualquier precio por él. No le quedó otro remedio que llevarse de allí a la cantante, que respondía al nombre de Nikky, y a la jefa del lugar, o eso le parecía a él. Si quería conservar su empleo debía poner a ambas a salvo en la medida de sus posibilidades, y así lo hizo, ascendiendo al lugar más fácil de defender. Tiempo después, surgieron los gritos y los gemidos, parecía que los caminantes habían seguido la pista a esos saqueadores. Rustam atrancó la puerta y confió en que la providencia les brindase alguna oportunidad.
Las horas pasaron y no fue hasta que se escucharon ráfagas de disparos que optó conveniente salir a echar un vistazo. Los disparos eran controlados, realizados por un profesional, no por cualquier lunático nervioso armado con un arma de fuego. Con tiento descendió hasta topar con el que se identificó con un mercenario. Tras su presentación, Rustam reconoció el logotipo e hizo memoria. Supo que lo conveniente sería andarse con ojo.
El tiempo pasó y no habían noticias de ayuda de ninguna clase, la comida comenzó a escasear y la idea de que había que salir de allí o hacer algo comenzó a asentarse. En lo personal, Rustam estaba harto de hacer tiempo hasta que la luz se fuera de una vez por todas o alguien quisiera entrar a acabar con ellos.
— Oie Nikky, estoy hasta los huevos de estiar aquí, comiendo esta mierda de chiocolatinas — Anunció con todo el tacto que pudo reunir, y aunque no había desesperación en su voz sí que era palpable una marcada sensación de hastío que bien podía tornarse en ira si seguían dejando pasar el tiempo. — Hay que irse, o piedir aiuda. No sé, al shieriff, o a los marines — Propuso, únnicas posibilidades a las que recurrir en caso de necesidad, al menos según había visto en las películas.
Mis ansias por conocer Thormund City eran enormes, más aún cuando estaba en los planes celebrar un concierto en el estadio del lugar; cuando pensaba que poco a poco estaba logrando mi sueño, se desata una pandemia que hace cambiar la agenda, ya estaba acostumbrada a este tipo de inconvenientes, lluvia, permisos, etc. Ahora deberíamos presentarnos en Thormund TV con una de las leyendas de la ciudad, Claudia Stevenson, tal vez no era exactamente lo que tenía en mente, pero la televisión se puede aprovechar como plataforma para darse a conocer. Observando el rostro de Rustam era obvio que su trabajo se alivianaba.
La desgracia no terminaba con la cancelación del concierto en el estadio de Thormund, ahora y justo cuando estaba lista para dar la entrevista, comenzaron a generarse unos apagones espontáneos y para colmo, lo que parece un grupo de terroristas se quiere tomar el lugar, sin pensarlo dos veces sigo las indicaciones de Rustam para ponernos a salvo, a pesar de que muchos desconfían por su aspecto y el hecho de que sea extranjero, yo lo considero un buen amigo, lo que tal vez sería un hermano mayor para mí.
Y ahí estaba, sentada en el suelo con mi espalda recostada a uno de los paneles que servía como pared, el tiempo había pasado, los rostros de los presentes se tornaban con ansiedad cada que pasaban los minutos hasta que el silencio fue interrumpido por Rust.
— Oie Nikky, estoy hasta los huevos de estiar aquí, comiendo esta mierda de chiocolatinas… — Hay que irse, o piedir aiuda. No sé, al shieriff, o a los marines —
Solo pude esbozar una sonrisa ante el comentario, sabía que las palabras de aquel hombre eran serias, -Rust, pienso igual… ya no soporto estar aquí encerrada, ni siquiera sé qué demonios esta sucediendo ahí afuera, qué ha pasado con mis padres, el por qué esa gente se comportaba como caníbales- exhalo cansada y aburrida de la situación, -lo mejor es que busquemos la manera de salir de aquí y buscar ayuda-.
Máster, aquí que es exactamente lo que tenemos que postear. ¿Nuestras impresiones tras el suceso?
Narrador: Básicamente el punto de vista del pj sobre lo que he posteado en caso de que me haya saltado algo que quieras añadir. Si no, ya posteas directamente en la escena 1C cuando postee yo luego.
Pues creo que me espero y posteo en la escena 1C; más o menos veo todo en orden. Quizá lo único que no me cuadra es lo del principio con la frase de mi padre pues precisamente no tuvo mucho contacto conmigo por eso de estar casi todos los días emborrachándose en bares de mala muerte. Y dudo que me dijera una frase como esa.
Narrador: Se me pasó por alto el detalle, puedes cambiar la persona que le dijo la frase a Roman por la madre, o un "padre" en el sentido más espiritual de la palabra (Un abuelo, un viejo reverendo, un tutor del reformatorio, lo que sea).
Joshua
Él había sido destinado a la Iglesia de San Jorge bajo el ala del noble Padre Walter, un hombre que había participado en misiones humanitarias junto a Médicos Sin Fronteras durante años, antes de retirarse a su Thormund natal a predicar la Buena Nueva. Joshua recordaba al anciano oficiando misa y enseñandole a él cómo llevar a la comunidad, cómo aconsejarles y sobre todo, como hacer su espíritu fuerte ante la adversidad. Ahora, el Padre Walter les había dejado, víctima del virus respiratorio que había hecho estragos por todo el mundo. Era el turno de Joshua de cargar sobre sus hombros con el peso de la comunidad.
Cuando comenzó la sobrecarga de hospitales por el virus respiratorio, el Padre Walter ofreció su iglesia como hospital de campaña. El anciano, que había sido médico de la Cruz Roja en varios conflictos armados, así como médico de campaña en sus días de juventud durante el conflicto de Vietnam, organizó voluntarios, contactó con algunos feligreses especialistas y pronto el hospital de campaña estaba en pie. Por desgracia, al trabajar tan cerca de los enfermos, incapaz de no ayudar a otros, acabó sucumbiendo a la enfermedad.
Han pasado dos días desde el inicio del "incidente", y Joshua dirigía el lugar junto a la doctora Aurora, que llegó dos días atrás pistola en mano para prestar ayuda, y a Roman, un miembro valioso de la comunidad y un mecánico sin igual mecánico que se ofreció voluntario para montar parte de la infraestructura ante la escasez de medios. Cada uno dirigía al poco personal disponible en un área: Aurora dirigía al personal sanitario, Joshua mantenía la moral del equipo voluntario y Roman dirigía a los pocos que podían asegurar el lugar.
A esas alturas, no todo era paz y tranquilidad: En 36h desde que llegó Aurora, ha sido testigo de 15 suicidios, 20 muertos por incursiones de saqueadores y otros 50 muertos entre los más vulnerables al SARS-v2. Las misiones de búsqueda de suministros eran cada vez más lejanas y más escasas, y todo con alarmante velocidad. Para colmo, funcionaban a base de generadores auxiliares medio agotados, ya que la centra eléctrica por algún motivo había dejado de funcionar dos días atrás.
Puedes añadir algún aspecto que me haya podido saltar en este pequeño "resumen" de lo acontecido por el pj hasta el inicio de la escena 1C.
Yo creo que continuamos en la otra no?
Narrador: Si, es lo ideal, el post vuestro en esta escena era más que nada para añadiros trasfondo, no para dialogar. Id a la escena 1A para seguir con los post ^^
Joshua se granjeó la amistad de la comunidad en parte por el anciano sacerdote que le formó y que tanto bien hizo a la comunidad. Siempre sin importarle si se ponía en riesgo su vida, estuvo visitando a los enfermos ayudando en lo que pudo. Joshua igual les ponía trapos mojados para bajar la fiebre, les desinfectaba y ponía vendajes a sus heridas.
Cuando llegó la doctora a la iglesia Joshua se ofreció a ayudarla y cuidar de los enfermos, a vendarlos y curarlos limpiando sus heridas. Si su familia lo viera lo tomaría por loco por tirar de esa forma su vida, su privilegiada vida a la basura, para Joshua como su maestro el punto de vista era diferente. Ellos ayudaban en esta vida para ganarse la otra, daban ejemplo de su responsabilidad y cargo dentro de la iglesia, de esta forma los feligreses aceptaron las contradicciones en las que vivían al ver el ejemplo de los sacerdotes.
Joshua acomodó el hospital para que fuera un centro de refugiados, pero cada vez escaseaban más las vendas, las medicinas y parecía que todo el edificio estuviera sufriendo también la escasez que se producía en el exterior. Las luces parpadeaban como si se fueran a apagar, y el agua caia sin fuerza como si de un día a otro se fuera a cortar. Joshua rezó pero sabía que la situación se hacía insostenible, esperaría esa noche a los miembros del grupo para proponerles salir al menos para encontrar víveres o un lugar mejor, quedarse allí supondría morir de inanición o que los enfermos contrajeran múltiples infecciones por falta de higiene.
Dakota O'Sullivan
El mundo se estaba yendo al carajo por la puerta grande, y O'Sullivan sentía que había comprado asientos en primera fila. Por si la pandemia no fuese suficiente, ahora que estaban saliendo de ella y los últimos casos de Thormund se debatían en el hospital entre la vida y la muerte, un nuevo mal se había desatado. Todo comenzó con el apagón generalizado, cuando las luces se fueron los saqueadores salieron a pasear. Nunca habría imaginado que había tanta gente dispuesta a lo que fuese con tal de sobrevivir sin pensar en otros. La comisaría había resistido el revés bien, estaban sin luces, pero tenían los generadores de emergencia. Además, cerca de la comisaría había una estación auxiliar de energía que supliría el suministro de cara al Ayuntamiento y a la Comisaría de Policía de Thormund, un vestigio del pasado de la ciudad, cuando el sótano de la comisaría era un búnker nuclear, al igual que el que había bajo el Ayuntamiento. Sonaba tentador, reactivar la electricidad y correr a esconderse en el búnker junto a cuantos civiles pudiesen asegurar.
Por desgracia, las cosas nunca son tan fáciles. Primero, casi la mitad del personal había desaparecido para traer a sus familias hasta la comisaría. Hasta el momento en que ella abandonó la comisaría, apenas habían vuelto una quinta parte. Luego, un grupo de saqueadores había tenido la estúpida idea de asaltar la comisaría en busca de armas aprovechando el apagón. Ésto, costó las vidas de varios buenos agentes y una decena de civiles que habían decidido ayudar en la defensa del lugar. Por si eso no fuese poco, los podridos sacados de alguna película de serie B, habían comenzado a abrirse paso a bocados por las barricadas exteriores, acabando con gran parte de los efectivos con entrenamiento táctico. El comisario Herrera había ordenado al personal superviviente reconstruir la barricada a toda velocidad, cerrar bien las puertas y organizar un equipo para activar la central auxiliar de energía. Mientras, el resto del personal y los civiles se harían fuertes en los pisos altos; así, si todo fallaba, al menos tendrían una oportunidad.
Habían pasado casi 24h desde el apagón cuando Wess Barrows, compañero detective de O'Sullivan, se dio cuenta de que las comunicaciones con el equipo de la Iglesia de San Jorge, donde estaba el hospital de campaña, no obtenían respuesta. El equipo de la central también había partido hacía horas, suficientes para ir, arreglarlo y volver, pero aún no habían dado señales de vida. Todo comenzaba a irse de las manos a demasiada velocidad. Tras hablar con Herrera, quedaron en que Barrows iría a la central auxiliar mientras que O'Sullivan iría a la Iglesia de San Jorge, cada uno escoltado por dos agentes de refuerzo. Con la esperanza de volverse a ver en la comisaría, los viejos amigos se despidieron.
El camino hasta la Iglesia fue intenso cuanto menos. El agente Di Pietro había sugerido utilizar los túneles del metro, ya que a fin de cuentas estarían parados. La parada más cercana parecía estar despejada, así que se internaron en los túneles. Caminaron durante un par de horas antes de hacer una parada en una de los puestos de mantenimiento para recuperar fuerzas. Marie fue la primera en darse cuenta de que Di Pietro había desaparecido tras salir a mear. Lo siguiente que les llegó fueron los gritos del agente a unos cien metros túnel de mantenimiento adentro. Algo lo había cazado.
Tras media hora de correr como si fuese lo último que fuesen a hacer, ya que bien podría serlo, un tiro certero de la Detective acertó a algo en la oscuridad del túnel. Ella se ofreció voluntaria para salir primero, escalando cada peldaño con tensión, hasta abrir la tapa que revelaba el exterior de la ciudad devastada por los saqueos y la acción de los podridos. La calle por suerte parecía estar despejada, sin peligros inminentes, aunque podía ver a algunos podridos a decenas de metros. Mirando con impaciencia por la apertura del acceso al túnel, podía ver a Marie aún abajo, abriendo fuego contra algo desconocido. Esa cosa lo que quiera que fuese era rápida, y en un salto, en el que Dakota solo vio un destello verdeoscuro, Marie había desaparecido con un grito que duró apenas un segundo. Con el terror y la cena en la punta de la garganta, Dakota cerró la tapa, rezando por ser lo bastante rápida como para alcanzar un lugar seguro.
Abriéndose paso entre los muertos a disparos, localizó un lugar en el que tomar cobertura, recuperarse un poco del horror y volver al combate. El lugar, era un pequeño supermercado casi en la zona noroeste. Lo conocía bien, de sus tiempos patrullando las calles con Barrows, y era una de esas tiendas familiares con un piso en la parte superior. Los Heng eran una entrañable familia de origen chino que regentaban la tienda con una actitud afable, sobre todo el señor Heng que preparaba unos postres caseros geniales. Dakota se internó ojo avizor en el interior: La tienda había sido saqueada de mala manera, con estanterías metálicas volcadas en algunos puntos, la caja destrozada, y cristales por todo el suelo, crujiendo bajo los pasos de la detective. Un peinado rápido de la zona, evidenció varios cadáveres de los que aún no se movía ninguno, así como la puerta a la parte superior destrozada, seguramente por los saqueadores.
El piso de los Heng, además de saqueado, no presentaba cadáveres, por lo que sirvió como lugar en el que curar las magulladuras y descansar. Tomó la precaución de hacer una pequeña barricada en la entrada para evitar sorpresas mientras tomaba ese descanso. Apenas habían pasado horas desde que abandonó la comisaría, pero el hecho de que no había tenido un momento real de descanso hasta ese instante la abrumó de sobremanera. Reposar la espalda contra la pared sobre un colchón volcado no era el Ritz, pero servía. Lo siguiente, fue caer en un pequeño sueño, pistola en mano.
La sorprendió el ruido de cristales, disparos y gritos de la planta inferior; parecía que alguien había entrado con mal pié. Bajó a tiempo para ver a un grupo de cuatro supervivientes luchando contra los cadáveres que ella había pasado de largo a su llegada. Dos ya estaban en el suelo devorando a dos de los supervivientes, mientras que un tercero estaba enganchado a otro superviviente. El cuarto mientras, observaba con horror sin saber bien qué hacer o a donde abrir fuego. Tras varios disparos certeros de la detective, los podridos volvieron al suelo. Algunas balas más se aseguraron de que los tres ex-supervivientes no volviesen. Quizá fuera cosa de las películas o quizás no, pero disparó a la cabeza, y dejó que la superstición pudiese obrar su milagro.
El último superviviente, Miles, un joven que apenas llegaría a los veintipocos, y cuya pistola temblaba en un agarre poco firme, le dio las gracias mientras empaquetaba lo poco que podía ser de utilidad en la tienda destrozada. Mientras, Dakota recogía la munición de las armas de los muertos, incapaz de dejar pasar la oportunidad de reponer munición. Miles le explicó a Dakota que venía de la Iglesia de San Jorge, del hospital de campaña, como parte de un grupo de búsqueda de suministros. Juntos se pusieron en marcha, decididos a llegar pasase lo que pasase.
La recta final hasta la iglesia fue una carrera desesperada entre calles desoladas y podridos gimiendo hambrientos al verles. Finalmente, las grandes puertas gruesas de madera aparecieron entre ellos, con solo el jardín de la iglesia como separación. A sus espaldas, un grupo podridos les perseguía. En un último apretón, alcanzaron los portones y comenzaron a tocar desesperadamente, con los muertos aproximándose lenta pero inexorablemente.
Siento la tardanza, para tu prólogo quería plantearme como unirte al resto de pjs de la escena inicial. Espero que te guste, si hay algún dato que quieras cambiar, siéntete libre de postearmelo aquí, si no, puedes postear en la escena 1C en cuanto les ponga ahora el post inicial a todos.