Partida Rol por web

Una vez hubo caído uno, los demás rompieron filas y echaron a correr dejando atrás a Benjamin. Únicamente se apiadó de éste quien una vez fue interno de la institución. 

Los que se adelantaron subieron por las escaleras que no tardaron en encontrar, una vez arriba tuvieron que detenerse en seco en cuanto se encontraron en medio de un pasillo a lo largo del cual se encontraban yuxtapuestas numerosas puertas de roble roble que ya habían visto en la primera visita. Sin embargo desde donde estaban todas parecían iguales. Se encontraban perdidos por lo que tuvieron que esperar a que llegaran los rezagados. 

-Joder... -Fue todo lo que pudo articular brevemente Ben mientras caminaba torpemente y ayudado por Freddy... el pobre diablo emanaba un fuerte olor a bilis - No sabía... ¿Ese era Freygan? ¿Lo consiguió? 

Atrás se escucha un ruido que precede un estruendo, entonces una sucesión de tentaculos asoma por el corredor antes de ir dando pie a lo que parecía el cuerpo de la criatura.

—Rápido, ¿por dónde? Esa cosa viene ahí detrás.

Miró inquisitivamente a Freddy y al recién acoplado Benjamin. Como paciente y trabajador del manicomio, debían conocer bastante bien las instalaciones.

-Vamos hacia allí- dijo señalando una puerta en concreto que se encontraba entreabierta.

-Ese es el cuarto del chófer de Freygan. La última vez que le vi estaba sentado en su cama completamente enajenado, pero si continua allí puede ser que lleve encima las llaves del coche del director que está en el garaje. O al menos nos podrá decir donde encontrarlas- explicó a sus acompañantes mientras avanzaba lento pero seguro por el pasillo. El relieve de las cachas de su arma se hincaban ligeramente en la yema de sus dedos y en la palma de su mano derecha.

-Ben, ¿tiene las llaves de la verja exterior?- inquirió el interno -No podemos permanecer más tiempo aquí. Tenemos que salir de la institución cuanto antes-.

Smith a pesar de huir, pensaba en salir vivo de allí y prenderle fuego al edificio, aunque fuese. Por Alan, por Melinda.. por todos los que ese bastardo mató.

No se le pasaron por alto las palabras del subalterno, que preguntaba si al final Freygan consiguió su objetivo. Estaba claro que el director fue el instigador de toda la pesadilla, quién sabe si conjurando ese ser maligno desde el mismo averno.

Pero ahora había que largarse. 

Jeff vigilaba a sus espaldas mientras los demás abrían la puerta.

No tardaron en hacinarse a los pies de la puerta hasta que Freddy dio una indicación, se obedeció como si fuera una orden. Así que todos giraron a la derecha y recorrieron el pasillo hasta el final, entonces con decisión abrieron la puerta. Ni rastro del chófer.

A lo lejos la abominación se encontraba ya en los pasillos obstruyendo el paso sin dejar de avanzar, con la calma de quién esta seguro de su victoria y se permite el lujo de dar una esperanza a los cautivos antes de arrebatársela. No había tiempo que perder así que empezaron a rebuscar la llave...

Al periodista ya no le costaba mirar a la criatura del averno. Su visión no le infundía miedo, sino rabia contenida. Toda la rabia que da el saberse acorralado y cerca del final, toda la rabia que da el haber visto morir a amigos sin poder ayudarles. 

No. Smith se negaba a que ése fuese el fin. 

Una llave no iba a impedirles salir, y acabar con el monstruo.

-Vas a pagar todo lo que has hecho -murmuró con rabia, dirigiéndose a ella. Se la imaginaba ardiendo, consumida por un fuego abrasador que tostase esos repugnantes tentáculos hasta hacer de ellos cenizas y humo.

Se puso a buscar la llave por cerca del camastro donde Freddy dijo que solía estar el chófer que las tenía. Quizás se le hubiesen caído por ahí o cerca.

—¿Tienes la llave, Jeff? Rápido, ¡vayámonos de aquí!

Podía ver la cara de odio de Jeff, pero esa cosa... era demasiado. Ahora tenían que huir de ella y ya buscarían cómo destruirla.

Antes de salir como alma que lleva el diablo hacia la cochera, el interno dio un repaso a la habitación en busca de la escopeta que presidía la habitación y que había visto en su anterior visita a la estancia.

Podía ser una buena idea llevarla encima, aunque no estaba dispuesto a perder demasiado tiempo en algo como aquello.

La fortuna hizo que las llaves apareciesen, y la puerta no supusiese ya un atranco. Smith abrió la cerradura sin dilación, haciendo que viesen más cerca su libertad y el final de la bestia.

Sus gorgoteantes sonidos se escuchaban más cerca de lo que el periodista quería oírlos, así que no había tiempo que perder en huír de allí.

Ya arreglarían cuentas más tarde, cuando pudieran hacerle frente.

No tardaron en encontrar las llaves, por su parte el señor Dawson se centró en asegurarse una mayor potencia de fuego. Nunca se sabía si iba a ser necesaria.

Con aquel condenado destruyendo aquello no había mucho que hacer, así que sin mirar atrás se dirigieron al que era su último destino en aquella casa de locos. Atravesaron el gran pasillo que llevaba a la entrada que supuso el inicio de aquella locura a la que estaban por poner punto y final y al abrir la puerta la oscuridad de la noche y una brisa les dio la bienvenida recordándoles la paz que anhelaban.

Aquel momento mágico duró poco pues se escucharon unos gritos en la lejanía. Parecía que lo de Freygan ya no era un secreto. Las metas morales hace mucho que quedaron atrás así que sin mirar atrás y dirigidos por Freddy -a quién tuvieron que ayudarle cargando con Benjamin para que pudiera aligerar su paso- llegaron a las cocheras. Allí seguía el Sedán Studebaker de 7 plazas tal y como lo había visto la primera vez. 

En cuanto puso el contacto, el motor del coche empezó a a ronronear. El exterior estaba silencioso y no había ni rastro de gente. Extrañamente todo parecía en paz.

-¡Vamos! - Le impelió a avanzar el enfermero, aún permanecía reciente en su recuerdo las extrañas palabras pronunciadas hacía apenas unos momentos:

-No sabía... ¿Ese era Freygan? ¿Lo consiguió?. -¿Hasta qué punto sus trabajadores eran conscientes de sus experimentos?

-¿¡Que consiguió qué, señor Thomas!? -preguntó Jeff sin dejar de correr-. ¿Convertirse en una inhumanidad sin nombre y matar a todo el que se le ponga por delante? Si quiere, quédese a preguntárselo ya que tanto le admira -su enfado era ya harto evidente.

-Pero tenga clara una cosa. No pienso dejar a este ser con vida, o moriré en el intento -añadió firmemente. Un espanto así no podía salir de ese lugar. El mundo no estaba preparado.

Metiéndose en el coche lanzó una mirada inquisitiva al señor Thomas y a Freddy.
-¿Qué saben ustedes que nosotros no sepamos? ¿Qué estaba pasando aquí?

¿Y si estas dos personas eran de alguna manera cómplices? No quería ni imaginarse que así fuera y no se dio cuenta de que no sabría qué hacer en ese caso. No estaba preparado para una respuesta afirmativa a su última pregunta.

Cuando el resto de la comitiva que le pisaba los talones llegó a la cochera y se acomodó en el vehículo, el interno cerró la puerta y se marchó andando hacia la salida. Esperaría a que abriesen la cancela y tomaría su propio camino, como había hecho durante todo este tiempo.

-No sabía... ¿Ese era Freygan? ¿Lo consiguió?

-Si Benjamin, lo consiguió- respondió el ex-interno lacónicamente -Y se arrepentirá de ello eternamente- en sus palabras había un toque de melancolía, como el de aquel que ha llegado al confín del mundo y ha visto que no hay nada más allá y, volviendo por donde ha venido se cruza con otro y piensa "nunca llegarás a tu destino".

Eso pensaba al rememorar la criatura en la que se había convertido el director y los párrafos de los libros prohibidos que habían devorado sus ojos.

Y levando la mano a modo de despedida, continuó su camino hacia la salida.

El coche no tardó en acelerar ante aquella petición calmada, el sendero que les dirigía iba inexorablemente hacia la gran verja metálica que separaba aquella locura del resto de la humanidad. No lo dudaron y lejos de pisar el freno apretaron el acelerador a conciencia.

La verja reaccionó con un gran estruendo metálico que acabó provocando que el vehículo se viese desviado en su recorrido. Fueron apenas cinco segundos detenidos, lo suficiente como para certificar que las tres personas se encontraban bien. Nadie preguntó por Benjamin, a su manera era cómplice de los actos de su superior. Con suavidad volvió a ponerse en marcha en la oscuridad, el faro derecho titiló brevemente antes de apagarse para nunca más volverse a encender. Sin embargo el faro izquierdo era suficiente para orientarse.

No se detuvieron en el pueblo de Greenwood, no era suficiente... No hacerlo hasta que llegasen a Boston entonces tal vez podrían tomar medidas.

Y así lo hicieron...