En mi trabajo me había encontrado con muchos hombres que a pesar de las diferencias, siempre buscaban lo mismo, y que no era otra cosa que reafirmarse a sí mismos y encontrar una isla de paz para con su propia forma de ser. Con las mujeres sucedía de manera similar, pero había ciertas diferencias porque al final, la sociedad no nos trataba a todos por igual.
El tal Owem parecía hastiado de todo y sobre todo, para nada dispuesto a reconocer lo que en verdad le molestaba, o eso era lo que yo pensaba, desde luego. Su aparente machismo, o misoginia, debía esconder algo más profundo; aquello no me generaba rabia, sino compasión. Sin duda, habían sido muchos encuentros y también muchas conversaciones, que me habían permitido conocer la naturaleza humana.
-Es evidente que vivimos tiempos difíciles en los que el valor de una vida no es muy elevado, sino más bien todo lo contrario. Humanos o no humanos, porque nunca había visto a alguien como usted, todos somos formas de vida frágiles que podemos caer bajo fuerzas que no podemos controlar. No es cuestión de propaganda, sino de lealtad, porque al final, una vida más larga no da más sentido ni permite un mayor disfrute que una más corta, si está vacía.
Lentamente, me aproximé a él, con pasos seguros, pero también procurando no hacer gestos bruscos.
-Si quiere ayudarme, hágalo, sin obligación alguna, solo porque considere que debe hacerlo. Si no quiere, no lo haga, pues aunque no le importe, mi opinión sobre usted no será diferente. Le estoy agradecido por haber venido a buscarme y eso es algo que aunque no viva demasiado, jamás olvidaré. Pero yo me debo a mi amigo y entraré en ese recinto aunque no consiga salir con vida. A él se lo debo, al igual que haría por cualquier otro que estuviese a mi lado y me ayudase. Yo nunca abandono a aquellos que forman parte de mí. No tiene que convencerme de nada ni sentirse mal por mí. Es mi elección.
Finalmente, llegué hasta donde se encontraba y cogí sus manos, o al menos, hice ademán de hacerlo.
-Su amigo debió ser muy afortunado al tenerle igual que yo lo he sido con el mío. La Orden de Leopoldo está avisada de su situación y cuando rescaten a mi amiga, que está en una cabaña, irán a buscaros.
Owem pareció tranquilizarse con tus palabras. Soltó el aire y se relajo asintiendo con conformidad a tu idea de ver el mundo que os rodeaba y la fragilidad del ser humano. Rehuyó el contacto con tus manos, tampoco te miraba a los ojos de una forma que te hizo sospechar que podía tener algún cierto grado de autismo que le dificultara relacionarse con otros seres humanos a su mismo nivel... o tal vez fueran así todos los magos.
De pronto grito.- ¿La orden de Leopoldo? ¿La orden de San Leopoldo sabe donde esta la cabaña donde esta ahora Didy?.- pregunto alterado, como si le hubieras dicho que les iban a lanzar una bomba.- ¡Es evidente que no sabe lo que a hecho!.- exclamo apartándose de ti.- ¡Esa gente caza seres sobrenaturales!. Magos, hombres lobo y a quienes les ayudan, piensan que todos somos demonios y debemos morir. ¡A esa gente la ha mandado a la cabaña donde están los hijos de mi amigo, que son pequeños cachorros de hombre lobo, otros magos y buenas personas humanas! ¿Sé da cuenta ahora de lo que ha hecho?
Owem se metió en el coche y saco algo, una tablet del asiento del copiloto que encendió como si no hubiera un apocalipsis y esas cosas funcionaran todavía... Curiosamente la suya se encendió sin problemas y Owem se acerco a ti para que vieras la cara del hombre apareció en en pantalla.
- Buenos días Owem ¿Que sucede?.- dijo el hombre.- Veo que has encontrado a la señorita Quennie. Encantado, soy Connor.- se presento el tipo.
Por detrás del hombre viste a un pequeño pelirrojo corretear seguido de otros dos niños mas mayores.
- Deja las cortesías, la orden de Leopoldo sabe donde esta la cabaña. Saca a los niños de allí, ir a mi santa Santorum, allí estaréis a salvo.- aviso el hombre y viste por la cara de la pantalla la misma reacción pero algo mas comedida.
- Bien, yo me encargo. Hay que avisar a Alex pero no responde las llamadas y a May, antes de que vuelvan.
Owem asintió.- Yo me ocupo de eso, nos vemos en mi hogar.... ¡Pero que los niños no entren en mi biblioteca y que no toquen nada!.- solicito antes de colgar.
Sigrid esperaba encontrar un pasillo desierto, y al encontrarse de frente con un hombre se sorprendió. En seguida su mirada se posó en el bebé que sostenía en sus brazos y su rostro se enterneció. Por supuesto que le sonaba su voz, ¡era Samuel!
Antes de entrar en la habitación de nuevo, tal como él le pidió, descargó la mochila en el suelo y cogió a Tommy. Sonrió al niño, acariciando suavemente su mejilla mientras entraba de nuevo en la estancia.
Samuel percibió su enfado y no tardó en darle explicaciones por la actuación de la anterior noche. -Lo lamento -respondió sincera cuando habló de la pérdida de sus compañeros. Comprendía que endureciesen el tan mencionado “protocolo” pero había otro modo de hacer las cosas. -Hubiese colaborado de haberlo pedido -añadió, más como explicación que con voluntad de cambiar nada, pues parecía que era algo sobradamente decidido.
-¿También me cambió de ropa Raquel? -preguntó con curiosidad. En un primer momento pensó que igual la Orden y la Hermandad de Leopoldo residían en dos edificios distintos, pero el crucifijo sobre su cama le hacía pensar que podría no ser así. Tal vez fue una monja quien la acomodó y dobló su ropa.
-Qué buenas noticias -sonrió mirando al bebé cuando el doctor habló de su salud-. Solo tiene unas horas de vida, pero es un niño listo, fuerte y valiente. Se llama Tommy. -Se acercó a la bolsa que contenía sus cosas y sacó la leche en polvo-. ¿Podemos ir a prepararle algo de comer? Pero antes respóndame una cosa, por favor. ¿Qué noticias hay de Dean? ¿Y de la mujer que le seguía? ¿Están aquí?
Era evidente que Sigrid tenía más preguntas y deseaba continuar la conversación antes de ir a la cocina. Ignoraba qué le explicaría Samuel o qué pensamiento tenía. Ahora tenían la seguridad de un techo y la protección de la hermandad, pero, ¿cuál era realmente su situación y hasta dónde llegaba su libertad?
Aquello era un auténtico desastre.
Ahora resultaba que había mucho más que vampiros y humanos. También había un montón de más cosas y aquella orden, uno de cuyos miembros me había salvado, se encargaba de acabar con ellos.
Malditos fueran todos los que no aceptaban que la vida era mucho más que humana. Me costaba ver a Dean de aquella manera... pero podía ser que no fuese demasiado tolerante con aquella gente.
-Pues... no lo sabía, la verdad. Lo lamento. Será mejor que te vayas y te encargues de los tuyos. Le dije a Diddy que iría en su busca y pensaba que estabais en peligro; por eso mi amiga, que llamó a la Orden para que la rescatase a ella y a un bebé que encontramos, debía transmitirles también como llegar, para ayudaros. Desconocía la existencia de gente como vosotros e incluso de la Orden hasta hace dos días, así que es difícil imaginarlo.
No había nada que pudiera hacer para ayudarle, para compensar lo que había hecho. Solo esperaba que llegase a tiempo y que no tuviese que lamentar nada más.
-Dale las gracias a Diddy, es estupenda.
Acto seguido, me alejé de Owem para intentar encontrar una forma por donde entrar.
-¡Claro que no lo sabia! Es lo que hacen las mujeres, actúan presa de sus hormonas, de sus sentimientos y luego echan dos lagrimitas cuando la fastidian... Al menos se agradece que no este llorando. Suba.- dijo abriendo la puerta del copiloto.- Estoy a tres horas de la casa, no llegare a tiempo de hacer nada y Connor puede evacuar en dos minutos, el daño esta hecho, al menos vamos a ver si podemos salvar a su amigo.
Owem resoplo.- No podrá pasar los controles sin mi, a menos que diga que es un superviviente y pida asilo, lo que la dejara encerrada varios días de cuarentena hasta que la dejen poner un pie en la calle. ¿Es lo que quiere?. Vamos, suba.- gruño con tono de tristeza.
- Y no, no es estupenda, si nos hubiera dicho que era una cuentasueños nos habríamos evitado un sin fin de disgustos. Es una niña en un cuerpo de adulta que destrozo un jarrón del siglo catorce por correr por mi pasillo.
Era un hombre muy particular, machista hasta la médula, pero al mismo tiempo, voluntarioso y solidario. No pude evitar sentir rabia en mi interior por lo simplista de su análisis, basado en algo tan primitivo que carecía de sentido. Pero evidentemente, no podía dejarme llevar por eso. Hacía mucho tiempo que había aprendido a canalizar mis emociones hasta cierto punto, para lograr no perderme en mí misma.
-Está bien, vamos entonces. Sé que hará todo lo que pueda -le dije, incrementando así su nivel de compromiso que esperaba fuese real y no una estratagema para sacarme de allí, algo que consideraba posible.
Nada más entrar, y mientras él lo hacía también, oí como criticaba a Diddy.
-Es una niña, con todo lo que ello supone, Owem. Es joven, insegura, que desea atención y no alcanza a comprender la gravedad de sus actos. Supongo que es normal. No parece que estés habituado a tratar con niños, pero no te preocupes. Siempre es complicado, sobre todo con tantas mujeres llorando presa de sus hormonas -le dije, bromeando y esbozándole una sonrisa.
Pero ahora debía concentrarme en Dean. Fuese o no de la Orden, debía rescatarle, y debía procurar no decirle lo que era o ni siquiera intentaría ayudarme.
-Está bien. ¿Cómo conseguiremos entrar?