Nyarna vanya yára avá vorima...(La cuenta de los hermosos días ancianos se ha detenido)- exclamo melancólicamente, en Quenya, mientras las sensación de cálido bienestar me recorre por dentro.
Partamos pues, a encontrar nuestro destino! - declaro por fin, dándome la vuelta y saliendo tras nuestros anfitriones.
-¿Vendrá Maenist con nosotros? Ciertamente no nos vendría mal su ayuda, y tal vez podría aprender algo de él durante el transcurso del viaje-Pienso mientras avanzo revitalizado y con decisión hacia la salida.
-Otra vez en camino, quieran los hados que la fortuna nos favorezca en esta ocasión en mayor medida que en la anterior.
Voy camino Moria
¿Tú hacia dónde vas?
Me llevo pal camino,
Un bocata de fua-gras.
Sintiendome descansado y lleno de vitalidad parezco un tanto mas relajado y bastante mas animado
Vamos, cuanto mas esperemos mas tardaremos en llegar hasta donde estan esos orcos
Salís de la gruta y véis al que Maenist ha llamado Sadron junto a la estatua del rey Elendil sujetando ocho caballos y junto a una decena de montaraces.
Os acercáis y os entrega las riendas de un caballo a cada uno.
- Los caballos están dispuestos, amigos.
Tras unos minutos de espera Maenist aparece del lugar donde os recibió.
Ahora lleva una espada colgada del cinturón y va vestido con una elegante cota de mallas.
- Amigos, es hora de partir. Los orcos nos llevan un día de ventaja pero no es un problema. Ellos tienen un destino y no conseguiremos alcanzarles antes. Partamos y nos encontraremos con ellos en su destino.
Maenist hace una señal y los montaraces comienzan la marcha. Los caballos comienzan a caminar y Sadron con un par de hombres se asegura de que no queden huellas de la salida de "El escondite".
Cabalgáis durante todo el día hasta que cae la noche. Maenist para la marcha y montáis campamento.
Después de un tiempo un par de hombres llegan al campamento y piden audiencia con Sadron. Recordáis a ese par de montaraces como los encargados de seguir al grupo cuando fuistéis conducidos a "El escondite"
- Señor, hemos localizado el campamento orco. No serán más de tres decenas de ellos pero tienen centinelas vigilando la zona.
- Gracias, retiraos a descansar - dice Sadron haciendo una señal a sus hombres.
Maenist toma la palabra y dibuja una especie de plano de la zona conforme a la descripción que ha dado el montaraz.
- He aquí nuestro objetivo amigos. Quizá pueda parecer trivial pero una treintena de orcos son demasiados incluso para valerosos guerreros como vosotros. Tenemos que buscar un plan de ataque. Estamos a pocos metros de la zona.
Señala una pequeña colina y os vuelve a hablar.
- Desde allí llegaréis a ver el lugar. No es demasiado pero quizá pueda valernos para plantear una estrategia.
Os dejo un plano de la descripción que hace el montaraz de la zona.
No va a ser una tarea fácil, desde luego - mi voz transmite preocupación - han colocado sus defensas con un orden y previsión impropios de su estúpida especie, sin duda una virtud que debemos reconocer en ese humano que parece dirigirles - afirmo con rotundidad.
Sin embargo, y a pesar de que nos superan en número, el factor sorpresa nos benefia, por lo que deberemos aprovecharlo lo máximo posible - continúo, hablando como alguien acostumbrado a interpretar planos y desarrollar estrategias - Si estuvieramos ante una ciudad o fortificación, lo más aconsejable sería seguramente acabar con la guarnición exterior...sí, comenzando quizá por los centinelas más cercanos a la puerta de la caverna y colocando arqueros sobre la entrada para asegurarnos de que el resto no recibe ayuda. Después, tras acabar con las fuerzas exteriores, y si estuviera seguro de que no hay otra salida, les sometería a asedio hasta que no tuvieran más remedio que salir azuzados por el hambre...pero esto no es una ciudad o un fuerte. No tenemos mucho tiempo, y corre en nuestra contra, no podemos arriesgarnos a que encuentren lo que han venido a buscar - me detengo un momento, pensativo.
¿Con cuántos hombres contamos, sabio Maenist? Con tantas idas y venidas no tengo una idea exacta...estos montaraces parecen lo suficientemente hábiles y sigilosos para conseguir silenciar a los centinelas sin dar la alarma. Podría ser crucial para el plan.
De todas maneras, me gustaría, si es posible, inspeccionar el lugar personalmente desde la colina que habeis mencionado, antes de tomar una determinación. Tenemos tiempo, si, como pienso, atacar al amanecer es nuestra mejor opción. Aunque sean capaces de caminar bajo el sol, seguramente les disguste combatir bajo su dorada luz.
Me gustaría saber cómo podría emplear el + 4 Asedio [Liderazgo de unidades](Ing)(especial +1 por virtud Veterano)
-Ciertamente el humano que los dirige debe inspirarles un gran respeto, o mejor dicho, miedo, para que los orcos sean capaces de actuar de manera tan organizada y en contra de sus brutales instintos, tal vez deberíamos nosotros también tener precaución con él -Dicho esto me giro hacia Anäril y le hablo- Amigo, ya sabes cuales son mis habilidades, me pongo enteramente a tú disposición.
Todos sabemos que Anäril, es el más experto en temas de guerra y la frase de Elerin de ponernos en sus manos es muy acertada.
Anäril, sólo tienes que decirnos que quieres que hagamos y dalo por hecho. Ya sabes que mis flechas son precisas. Tu sólo di a que quieres que dispare y hacia alli volará directa la flecha.
Acarició la punta de una flecha mientrás, hablo con Anäril, demostrando seguridad en mis palabras.
La noche ha terminado de caer y los hombres descansan, preparados para atacar en respuesta a una orden. Contáis con una docena de hombres además de vostros, Maenist y Belegilf.
- Anäril tiene razón, lo mejor sería acabar con los centinelas y luego entrar rápidamente al ataque colina abajo, por el camino. Es la única manera de llegar al desfiladero. Si la cortamos nunca podrán ayudar a sus centinelas - dice Belegilf mirandoos a cada uno y señalando sobre el dibujo.
- Sin embargo, maese Anäril, creo que sería más conveniente atacar de noche. Si bien es cierto que los orcos lucharán peor durante el día podemos aprovechar su afan luchador para hacerlos salir de la caverna. Si atacamos de día la luz del sol podrá más que sus ganas de luchar y tendremos que luchar dentro. Eso sería una clara ventaja para ellos. Someterles a asedio sería buena idea, pero no hay tiempo.
Atacando de noche la sed de sangre de los orcos se hará salir a defenderse y podremos atacar desde el desfiladero con los arqueros.
Propongo que Anäril comande a su grupo hacia la batalla en el frente mientras Maenist comande a los montaraces en el ataque a distancia. A la señal de los segundos, Anäril atacará el frente haciendo el suficiente ruido como para alertar al resto obteniendo clara ventaja en campo abierto.
Yo estaré bajo el mando de Anäril
Belegilf os mira a cada uno deteniedose más tiempo en Maenist (quien asiente) y en Anäril. Después mira firmemente a Ranëdhel y deposita una mano sobre su hombro.
- Eres valiente, Ranëdhel más tu decidirás luchar y con quien debas hacerlo.
Acabado el traslado de servidor vuelvo a la frecuencia habitual. Siento el pequeño parón.
Os toca decidir como váis a afrontar el ataque. No os veáis obligados a tomar la decisión de Belegilf, seguro que hay más alternativas... quizá mejores.
- No parece haber más alternativa que la lucha, ni más entrada que la que se abre ante la colina. Seguiré a Anäril, y lucharé junto a él. Tal vez podamos volver ventaja nuestra la de los orcos, empleando su cueva una vez hallan salido. Si lo hacemos bien, no volverán a entrar y los arqueros de Maenist tendrán un blanco limpio. Nos arriesgamos a ser nosotros los que luchemos en dos frentes, pero si como la resaca de una ola arrastramos a los orcos al exterior para que no puedan volver a entrar, bastará con la fuerza de una sola ola de guerreros para derribar su fortaleza.
Las palabras de Ranëdhel, impensables hasta ahora en él, demuestran su decisión. No abandonará esta vez a sus amigos, y solo espera estar a la altura. Volverán los tiempos en que deje esta espada y volvamos solamente a escuchar el canto de la brisa y el latir del oleaje. Ahora, debo imitar a mis compañeros y hacer sus fuerzas las mías.
Escucho con suma atención las palabras de Belegilf, asintiendo hondamente cuando termina de hablar.
Os agradezco en verdad la confianza que depositais en mi - digo solemnemente, visiblemente emocionado, mirando alternativamente a cada uno de mis compañeros - Espero que este día no sea recordado como aquel en el que Anäril el Noldor defraudó las esperanzas de quienes pusieron tanta fe en él...
No quiero engañaros, no soportaría llevaros a la batalla sin que supierais a qué nos enfrentamos. No será fácil. Quizá ni siquiera pueda hacerse. Seguramente algunos caerán, quizá todos nosotros. Por mi parte afrontaré con gusto el hilo que el destino ha tenido a bien tejer para mi, aunque quizá esté a punto de terminarse la madeja...pero no llevaré a nadie que no esté convencido plenamente - miro significativamente a Ranëdhel, poniendo una mano en su hombro - ...sé que vendrás igualmente diga lo que diga ahora, es inútil tratar de convencerte...y eso te honra doblemente, si ello es posible. Pero permanecerás detrás, con los arqueros - añado, señalando a Elerin y a Amrod - Si Carster, Belegilf y yo no podemos contenerlos tendrás ocasión de blandir esa espada.
Bien, Belegilf, aguantaremos en ese camino, y será durante la noche...alguien dijo que trescientos hombres podrían oponerse en una situación parecida a un ejercito de muchos miles. Las proporciones están a nuestro favor, pues sería difícil encontrar a trescientos que reunan el valor con el que contais entre los cinco - comento, con una media sonrisa apenas perceptible - No podemos arriesgar que nos superen, trataremos de mantenerlos de frente si, como creo, el camino se angosta antes de entrar en la explanada, aguantaremos con pie firme mientras los arcos cantan y las flechas silban, y llega el enemigo en número superior para caer a nuestros pies...y espero que alguien quede para poder cantar esta historia.
Maenist se acerca a Anäril y le pone una mano sobre el hombro.
- Lo harás bien, joven elfo. Lo llevas muy dentro, tu linaje es fuerte. Haz lo que dices y, si caes, lo habrás hecho con honor.
Se retira un par de pasos y os mira a todos.
- Partid pues sin más dilación y esperad la señal. El capitán Anäril os guiará a la victoria.
Beleg pada arphen Maenist maeth baudh!- digo solemnemente en Quenya.
Que tu bendición nos de fuerza en la batalla, noble Maenist!
No hay más que decir. Inclinando respetuosamente la cabeza, comienzo a caminar hacia el lugar acordado.
Al llegar cerca, saco el arco que llevo a la espalda y lo monto, mientras susurro a mis compañeros:
Tratemos de situarnos en silencio en una posición que nos permita observar sin ser vistos. Esperaremos la señal. Cuando se produzca el ataque, habrá que actuar rápido. Les contendremos mientras los arqueros os situáis en un lugar fuera de su alcance, en lo posible desde arriba para facilitar vuestra visión. Ranëdhel se quedará con vosotros por si necesitáis ayuda.
Carster, tú y yo flanquearemos a Belegilf, que se quedará en el centro. Es imperativo impedir que nos sobrepasen, aunque no hace falta decirlo. Sé que tu valor no te permitirá dejar a ninguno de esos miserables con vida, pero no te arriesgues inutilmente, permanece con vida cuando acabe la batalla para poder contar los muertos. Lo harás muy bien - digo, poniendo una mano en su hombro en señal de confianza.
Tras estas palabras, miro inquisitivamente a Belegilf, por si hay algo que no haya tenido en cuenta, y con gestos silenciosos indico a cada uno donde debe situarse. Una vez colocados a una distancia prudente para no ser detectados, espero la señal tratando de dominar la impaciencia por entrar en combate.
Escucho las instrucciones con sorprendete interes para lo que es habitual en mi, pese a que mientras hablan unos y otros estoy limpiando y comprobando la espada, casi como algo automatico
No dejare que pasen hacia los arqueros, dalo por hecho
Asiento a las palabras de Änaril y digo:
-De acuerdo, suerte en la batalla, amigo.
Seguidamente saco mi arco y realizo el pequeño ritual que acostumbro a hacer antes de las batallas que se prevén largas: Primero extiendo un poco de cera por la cuerda para que funcione a la perfección durante la batalla, saco la primera de las flechas que lanzaré esta noche y, mientras elevo una breve oración Oromë el cazador, me preparo para recibir la señal de Änaril.
Una vez decidido el plan, busco un punto alto y protegido desde donde tenga buena visión de los enemigos para acertarles de lleno.
Antes de ir hacia mi posición hago una reverencia a Carster y a Anäril, ya que no compartiré batalla a su lado.
Nos veremos dentro de un rato con el buen sabor del trabajo bien hecho. Suerte amigos.
Sadrón os mira decidido y asiente:
- Bien, vosotros atacaréis desde el frente y mis hombres y yo nos dedicaremos a acabar con los centinelas y atacar desde lo alto del acantilado. Cuando los centinelas hayan caído os haremos la señal para que ataquéis el frente.
Hace una pausa y os mira firmemente a todos deteniendo su mirada un segundo más en Anäril.
- Suerte amigos.
Seguimos en: Un ataque en la oscuridad