Tuvísteis que arrastrar a Luvois durante todo el viaje de vuelta, Ethelrod en cambio apenas habló nada. Se limitaba a contestar a vuestras preguntas con monosílabos, era como si algo en su interior se hubiera quebrado. En cambio Bhule pareció renacido y era el alma del grupo, bromeaba y charlaba con todos, como si todo lo ocurrido hubiera sido un sueño.
Se dice que los seres humanos a veces empleamos el olvido como mecanismo de defensa, quizás sea cierto en el caso de Bhule. Todas las noches os dormíais oyendo a Luvois llorar, hipiando y sin decir palabra.
Durante cinco días caminásteis, tal y como había dicho Bhule, los durísimos y peligrosísimos ascensos ahora eran desensos, por lo que el viaje se hizo rápido, aunque a decir verdad, de no haber sido por Bhule se os habría hecho eterno, pues Luvois y Ethelrod no eran los mejores compañeros de juerga.
Por fin llegásteis a Godthab, ni Ethelrod ni Luvois contaron lo sucedido a Mathieson, y fue Bhule y en menos medida Marlowe que actuó de portavoz de los interinos, los que contaron lo sucedido. Al capitán Voorheim y al resto de la tripulación sólo contásteis que el resto murió en un alud: Norton, Poncelet, Gobineau... eran demasiados.
Todo estaba preparado para zarpar a vuestra llegada, y era tal la pesadumbre generalizada, pues los marineros y capitán sospechaban algo, cómo no, que ni siquiera pasásteis a despediros del bueno de Petersen, que tan valiosa información había aportado.
Es posible que lo mejor fuera que nada de lo sucedido se hiciera público, pero esa era una decisión que correspondería a cada uno. Mathieson por su parte prometió que sólo contaría lo sucedido en realidad al Consejo Rector de la Universidad.
La travesía de vuelta fue tranquila y los cócteles de Louis, exquisitos, nadie preparaba gambas como él. En séis días de travesía ancló el Darlena en el puerto de Boston. Estábais en casa...
FIN