No queda mucho tiempo para que anochezca. Estais en la tienda principal del campamento élfico,la única lo suficientemente grande como para albergar a gente tan grande como para albergar a gigantes como Ilhuicatzin y Graatz. Sebastos, pese a medir más de dos metros, no puede evitar sentirse pequeño cuando se compara con ambos.
Los pertrechos de Graatz estan en una esquina, ella se acaba de despertar acostada en una cama, o mas bien dos camas situadas una al lado de la otra. Lo primero que nota es su falta de armadura, lo segundo es que tiene el cuerpo lleno de vendajes con hierbas medicinales y lo tercero es que su cuerpo le duele mucho y apenas puede moverse como si estuviera parcialmente paralizada. Cuando contempla su alrededor ve una cara que ha visto antes, la del semidragón, y la cara, bueno, mas bien una mascara, de alguien que desconoce totalmente.
Hace bastante frío, Sebastos apenas lo nota y no es el suficiente como para helar el agua, pero es un frío molesto, seguramente fuera de la tienda el frío cale totalmente en los huesos debido al viento.
El despertar aunque sea doloroso trae buenas noticias, sigo viva, eso es bueno teniendo en cuenta que hace poco estaba precipitándome hacia la muerte; me duele todo incluso con mi habilidad para sanar las heridas estoy en un estado lamentable, aun así prefiero sentir este dolor al que los subordinados de Einar me proporcionaban en sus oscuras cámaras, tengo claro que jamás volveré a pasar por eso, prefiero arrancarme mi propia cabeza a ser capturada otra vez.
Con su vistazo rápido veo que esto no parece terreno de Einar, eso y que no hay una docena de guardias apuntándome con lanzas, asi que debo estar en zona amiga, mi mente no tarda en reconocer la cara del semi-dragón, el que cortó mi caida hacia el fin.
- Hola pequeño, parece que te debo la vida, pero bien poco puedo darte por eso, quizás cuando pueda moverme - seguramente en breve - puedas decirme que quieres de mí y por que me salvaste.
Hay otra figura en la tienda pero ahora mi atención se encuentra en el semi-dragón, tengo que averiguar donde demonios estoy.
- Por cierto me llamo Graatz.
Con un evidente alivio en la voz, Sebastos da la bienvenida de nuevo a la troll al mundo de los vivos:
- Me alegra que estés de vuelta, Graatz. Temíamos por tu vida. Me llamo Sebastos, y antes de nada, debes saber que casi más que a mí, deberías agradecerle a él - con un cabeceo señala al gigante -. Sus habilidades curativas son las que te han traído de vuelta, de nada hubiera servido traerte hasta aquí si el destino no hubiera hecho que él llegara poco antes que nosotros.
Tras una pausa para no aturullar a la herida y dejar que, si quieren, se saluden la troll y el gigante, continua con su discurso.
- Respondiendo a tu pregunta... lo creas o no, nuestro encuentro ha sido casualidad. Me hallaba en las inmediaciones del castillo del rey, cuando vi una figura cayendo por un balcón al vacío. Como imagino que alguien que salga así del castillo no es muy grato para los gigantes, pensé que si podía hacer algo por ayudarte, lo haría. Te encontré, maltrecha entre unas rocas. Esquivamos a los guardias, les despistamos, y te traje volando hasta aquí, en el anonimato del bosque. Estamos en un campamento elfo, aunque viéndonos a nosotros no lo parezca -sonrie, intentando transmitir calma.
- La verdad es que la pregunta que se nos ocurre a nosotros es, más bien, qué hacía alguien como tú escapando del castillo?
Observo atentamente como la mujer troll se reincorpora de a poco, estas son buenas noticias, quiere decir que mis tratamientos curativos dieron resultado. Aún es temprano como para festejar y asegurar que no habrá efectos secundarios, pero al menos está con vida y podrá contarnos lo ocurrido. Aparentemente ella y el semidragón se conocieron brevemente antes de llegar hasta aquí. Cuentan una historia que involucra un castillo, no dan muchos detalles pero la lógica y las buenas palabras nos llevarán hasta la verdad.
- Es de mi agrado anunciar que el especimen femenino de troll sobrevivirá - mi voz grave suena en toda la tienda - ahora que te has presentado, te llamaré por tu nombre, Graatz, y a ti semidragón te llamaré Sebastos, si dices que ese es tu nombre real. En mi nacimiento se me conmemoró con el nombre Ilhuicatzin y tienen mi permiso para utilizarlo. Soy lo que llaman un gigante de piedra, pero no me considero un gigante, soy del tamaño de un árbol sano y saludable, lo que para mi es normal, mejor dicho es a ustedes - señalo a Sebastos - a quien considero pequeños, seguramente Graatz estará de acuerdo conmigo. Pero ahora lo más importante es pedirte disculpas, mujer troll, en nombre de toda mi raza, ya que llevas unas runas marcadas en tu espalda que hablan en mi idioma, y me averguenza saber que tal vez haya sido algún "gigante de piedra" quien te marcó como su propiedad, a pesar de que la "propiedad" no existe y nadie tiene derecho a reclamarla a su nombre - hago una reverencia a modo de disculpa, mi armadura de madrera cruje con mis movimientos - considero nuestro deber averiguar qué fue lo que te sucedió.
- Estaba escapando del castillo por qué quedarse dentro es mucho peor la verdad, de haber seguido allí seguramente ya estaría muerta, conseguí escapar justo antes de que el rey probara un nuevo objeto para controlar a los Trolls. Hace tiempo que me capturaron, no sé cuanto tiempo llevo fuera, en esas mazmorras siempre es tiempo de dolor - los malos momentos nublan mi vista pero me recompongo, ahora ya es tiempo pasado.
- No os preocupéis Ilhuicatzin no os juzgaré por vuestra raza, sino por vuestras acciones y os consideraré amigo desde ahora, y también a Sebastos - una extraña compañía para malos tiempos.
- Así que estais en este lugar por algo en particular o solo pasando el rato?.
Sebastos alza la vista a sus dos extraños compañeros de campamento, alternando la mirada entre uno y otro.
- Me honras con tu confianza, Ilhuicatzin. La historia de Graatz cuadra con esas palabras grabadas en su espada, y demuestra que el despotismo y ambición de Einar no tienen límite. Controlar a los trolls! Supongo que con ese golpe, tendría una raza de esclavos guerreros, y al mismo tiempo, fuerza y número suficiente para subyugar al resto de la Cima... avisaré a los elfos para que pongan en guardia a los pueblos libres.
Tomando una copa y acercándose al fuego, y con ello provocando reflejos plateados en la tienda al rebotar el sol en sus escamas, Sebastos añade mirando al vacío:
- Yo vago por la Cima desde hace tiempo; de pueblo en pueblo, de refugio en refugio. Odio la tiranía de los gigantes de fuego, y me gustaría volver a los tiempos de bonanza del rey dragón Ariangwynt. Somos muchos los que no olvidamos...
Por un instante, una sombra de dolor cubre la faz del semidragón, pero al momento recupera su gesto estoico. Cauto en su discurso, no añade más de su historia.
- Ilhuicatzin, vienes de muy lejos hasta Cima de Tramontana. Llegas en una época oscura, lejos de la hospitalidad que habrías hallado tiempo atrás. Qué te ha traído hasta nuestro hogar? Los elfos te han acogido (y lo celebramos, en especial Graatz), por lo que deduzco que tus intenciones no pueden ser malas.
Antes de que Ilhuicatzin pueda responder a Sebastos una elfa entra en la tienda, es Elaine, la sanadora del campamento. Al entrar sonrie timidamente a Sebastos y luego se dirige al gigante.
- Sabio Druida Ilhuicatzin, han llegado dos viajeros mas al campamento, uno de ellos esta bastante herida, vos sabeis mejor de curaciones que yo ¿Podríais echarle una ojeada a la recien llegada?
Sebastos toma asiento junto al fuego y se dirige a mi con una pregunta bastante lógica en esta situación. En eso ingresa la sanadora del campamento solicitando mi ayuda.
- En breve estaré con ustedes, deposito en la manos de la madre naturaleza el cuerpo y el espíritu de los heridos. Es de ella la primera desición. Ella decidirá quién está lo suficientemente optimo para que se le otorgen sanaciones o quien deberá partir para formar parte de la tierra misma.
Me acerco un poco al semi-dragón y me dispongo a responderle.
- Está en mi el deber. La confianza de mi pueblo. En cuanto llegó a oídos de mi tibu la información que concierne al supuesto "rey" de los gigantes de fuego Einar Meadhorn, el consejo de mi tribu me asignó una importante tarea, evitar el fin de los tiempos. Einar Meadhorn está lidiando con un poder que no puede comprender, que va más allá de todo su entendimiento. Pretende él, como ser mortal, liberar a los Colosos de Atlas, seres tan antiguos como la vida misma que accarrean consigo ruina y destrucción - se puede notar un signo de dolor en mi voz - yo soy apenas un aprendiz, no podría nunca realizar solo la tan importante tarea de detener a este "rey". Agradezco a los elfos (que aman la madre naturaleza tanto como yo) que me hayan brindado su hospitalidad, por eso mismo es que me dispuse a sanar heridos en tanto conseguía más información sobre los sucesos que me preocupan. Vuestra llegada ha sido una bendición, tu Graatz has estado cerca de Einar, y tu Sebastos también, aunque en otra manera, al brintarle ayuda a esta dama. Juntos podríamos indagar más a fondo en este asunto.
Sin perder más tiempo, sigo a la sanadora elfa para atender a los heridos.
Cuando Ilhuicatzin va a abandonar la tienda, Sebastos pone una mano en su brazo (imposible llegar a su hombro con naturalidad) para llamarle la atención.
- La historia dio un vuelco cuando Valnkar, el dragón rojo, y Ariangwynt, el dragón plateado, murieron en sangriento combate. Pero presiento que nuestro encuentro -señala a Graatz y al gigante- puede marcar otro giro de los acontecimientos. Serás un aprendiz, pero hablas sabiamente. Estaré encantando de que juntemos nuestras fuerzas para investigar tan aciagas noticias. Ahora ve, los viajeros te necesitan.
Una vez el druida ha salido de la tienda, Sebastos se acerca a la troll y le pregunta:
- Graatz, tienes fuerzas para acompañar a nuestro amigo? Puedes apoyarte en mi si quieres. Así escucharemos las noticias de los recién llegados de primera mano. Si no, esperaremos aquí, me encargaré de que los elfos te sirvan algo de comer.
- Puedo intentar moverme, pero nose si seré capaz aún, tengo curiosidad por saber que otra gente ha llegado - hoy debe ser el día en que la gente herida acaba aqui.
- Aparte me gustaría saber que son esos Colosos tan poderosos, y como alguien como Einar puede controlarlos, como si no tuviera bastante poder ya, los tres somos muy pocos contra algo tan grande pero es mejor que estar solo - no es que tenga nada en contra de los elfos pero creo que son demasiados blandos para estas cosas, no tienen posibilidades contra los gigantes.
Intento ponerme en pie, veremos si mi cuerpo responde a los cuidados y puedo averiguar algo sobre este extraño lugar y sus gentes.
Los cuatro salis de la tienda, Graatz siendo ayudada por Sebastos, la cual empieza a darse cuenta porque su regeneración no le ayuda, sus heridas son debidas a las quemaduras, seguramente en cuanto se quite las vendas va a tener el cuerpo lleno de horribles cicatrices. Al salir a fuera veis a Valanthian, el lider de los elfos, al menos de este campamento junto con dos caras nuevas. Por un lado una humana de pelo negro que tiene una herida grave que le sangra mucho (Sara) y un ogro hechicer (Rashesh). El ogro hechicero le saca casi medio metro a Graatz (La cual le saca mas de medio metro a Sebastos) en lo que altura representa, pero le falta otro medio metro para llegar a la impresionante altura de Ilhuicatzin.