-No diré que no se me ha pasado por la cabeza que el capitán no nos eche en cara el que volvamos de una pieza si aparecemos con las manos vacías. No parece hombre muy comprensivo. Hagámoslo entonces. Sigamos la sugerencia del Doctor, escondamos los cofres antes de llegar a la costa y luego vayamos al barco. Y tampoco estaría de mas desarreglarnos un poco la ropa. Alguna rasgadura, o algo.
-¡Voto a Cristo que me parece bellaca felonía fingir heridas! -gruñe por fin Ricardo con el ceño fruncido-, qué tal si buscamos un lugar para esconde bien los cofres, y de camino, si nos encontramos a algunos herejes indígenas nos batimos con ellos -después sonríe. La idea es una locura, pero tiene una salida más honrosa-, al fin y al cabo Ricardo Maraña es un hidalgo y un hombre de hígados- eso sí, habría que encontrarlos a ellos antes que ellos a nosotros...
-ante tanto plan tengo una duda... y es, y si nos cree?, y resulta que desembarca con toda la tropa a por el tesoro, del mapa ni te preocupes, pq seguro que tiene copias, asi que llegara a donde nosotros hemos llegado y vera que esta desenterrado... o puede ser que ni siquiera aparezcan indigenas al ver tanto personal, entonces que pasaria?, yo os lo dire, que nos deguella y nos tira aqui sin mas.
o, y si se larga frustrado... para regresar con mas tropas o usa el vudu para localizar el tesoro? veo muchos cabos sueltos cuando se trata de ese capitan y la magia negra... no me gusta un pelo jugarsela, aunque nos hagamos los tios mas ricos del mundo.
pero estoy con vosotros, me hierve la sangre como al que mas pensando en lo que hay hay dentro....
por cierto, mi personaje no convence a nadie.. osea que como pase como al principio de la partida, bailamos en la tabla si o si.
Hago un ("kit kat", jeje).
Juan dijo:
Hace muy muy poco en el foro se habló de esto, sobre el carisma de los pj sobre otros pj. Había umbrianos que decían que era mejor interpretar a la hora de convencer a alguien de algo y otros que se podían incluso usar dados para hacerlo. Personalmente estoy a favor de lo primero, es más, más bien en contra de lo segundo... ;)
Asi que Juan, deberás intentar convencer por tu propia palabra, interpretación, etc.
-En la batalla contra la galeaza, poco le importaron al capitán los que murieron a bordo del barco por su sortilegio. Y tampoco creo que él no supiera los peligros que podía haber aquí. ¿Por qué no bajó él, si tanto le importaba el tesoro? Nos mandó a morir en esta selva, confiando en que algunos vivieran lo suficiente para conseguirlo. Eso es lo que creo. No quiero morir, pero tampoco le guardo mucho cariño a ese brujo. -Miró a los otros a los ojos, intentando descubrir lo que pensaban-No podemos quedarnos aquí todo el día, si vamos a hacer algo hagámoslo ya. Y si vamos a esconder los cofres, bien podemos abrirlos antes. Busquemos una piedra y rompamos la cerradura.
Debéis decidir que hacer: volver, abrir los cofres, meteros en la jungla, etc., etc. Os puse uns condiciones en el off-topic por si queréis abrir los cofres.
Finalmente, la decisión fue promulgada. Se entregarían ante tanta duda y especulación.
Con mucho cuidado cargásteis los cofres en la chalupa, desenredásteis los nudos de sus velas y acompañásteis la corriente del rio con una melodía de remos, cuatro para ser exactos, mientras dejábais atras la catarata. Mientras bajábais el rio, remontándo hacia el mar, oíais de fondo algún que otro disparo, en la selva, perdido en la lejanía.
Finalmente, durante algo más de 2 horas, cruzaron la aceitosa agua hasta llegar a la costa. Allí vieron Le Sauvage.
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En breves escena final.
-Demasiadas dudas -rumió por fin Ricardo.
»No hay tiempo que perder o el capitán se enfadará y los nativos se nos pueden echar encima de
nuevo -comentó finalmente mientras destrincaba la entena y tiraba de la ostaga para levantarla, después de tomarle rizos al tercerol de la lona. Con lo que se desplegó ésta en dirección al viento con un crujido, haciendo escorar la embarcación hacia un lado. Mientras, Juan, con la ayuda de Lucía, subieron los cofres a bordo. Ricardo esbozaba media sonrisa, pícara, al ver el denodado esfuerzo de la mujer. ¡Sin duda era una auténtica pirata! O al menos se esforzaba para conseguirlo.
Libre ya de amarras, impulsada por el viento y con la vela henchida por el lado bueno, la embarcación empieza a moverse, derivando primero despacio y luego con inquietante rapidez. A popa, gobernando la barra del timón para mantenerse en la parte honda del cauce -varar sería la perdición de todos- Ricardo calculaba la forma en que debían tomarse los recodos en la embocadura, buscando siempre el agua más profunda. Juan se ocupaba de las escotas de las velas, mientras que Lucía, a proa, orientaba la maniobra. Los remos, que también habían sido puestos en los escálamos, gracias a un viento favorable, pronto no sirvieron de mucho -salvo en algunas zonas más pantanosas por las que serpenteaba el río-; así, por fin, llegaron a vistas de La Sauvage sin apenas el uso de éstos.
Ricardo se había mantenido absorbido en sus cavilaciones. Planteando aún la viabilidad de haberse quedado con los cofres. O de haber intentado abrirlos. Más ya era tarde para eso. De seguro que habría sido osado, temerario y quizás fructuoso. Pero en fin, la vista de La Sauvage lo sacó de su sopor. Era hora de pensar en qué iban a decir al capitán...