Partida Rol por web

Boston. Redacción del Boston News

Octubre 1, 1931

7:25 AM

Una agradable brisa refresca tu rostro cuando estás a punto de llegar a tu puesto de trabajo. La redacción del Boston News. Hace unos seis meses que trabajas de redactor en éste periódico y ya va siendo hora de encontrar una buena noticia que se convierta en un reportaje. El señor Jones está comenzando a preguntarse por qué diablos te ha contratado y las miradas de recelo que te dirige cada vez son menos disimuladas.

- ¡Parker! – Hasta aquí parecía haber llegado la calma de éste día. - ¡Parker! Mueva su trasero hasta mi despacho, demonios. 

- ¿Qué diablos es esto?¿Para qué le estamos pagando un sueldo? – Te espeta el señor Jones lanzando un ejemplar del Boston Globe encima de la mesa. El titular dice algo de unas desapariciones en... ¿Nuevo México?... 

- ¿Por qué demonios no hay ninguna noticia en el Boston News de esas desapariciones? – Pregunta sin dejar siquiera tiempo a que leas la noticia.

Otra mañana más los gritos del señor Jones, esta vez me había tocado a mí, de hecho, casi siempre me tocaba a mí. Aquel hombre dirigía el periódico con métodos del siglo pasado y pretendía obtener los mejores resultados. Aún creía dirigir un gran periódico. —No lo sé señor Jones, quizás el Boston Gloves esté gastando dinero para tener informadores, quizás se permitan pagarle las dietas a sus reporteros para que puedan perseguir la noticia en tiempo real y no los mantienen en sus redacciones a la espera de “la noticia”, de todos modos, si quiere mi opinión, estoy seguro de que hay un millón de sucesos en Boston que preocupan mucho más a nuestros lectores que las desapariciones de dos hombres en Nuevo Méjico. —No estaba nada seguro de aquello, pero desde luego, no tenía ningún interés en perseguir fantasmas en un pueblucho perdido de la frontera. Y maldita sea si estaba seguro de que me iba a tocar hacerlo.

Después de una pausa para tomar aire y un suspiro condescendiente tuve que ceder ante la mirada penetrante  de Jones, parece que esta vez iba en serio y estaba al límite de su paciencia, —está bien, dígame que quiere que haga, supongo que tendré que acudir al lugar de los hechos, quiere que lo haga solo, puedo contar con alguna ayuda, aún tengo alguno amigos a los que podría preguntar si han odio algo, recuerda al detective Harper, creo que ahora anda por su cuenta, siempre tiene más información y mejor disposición que la propia policía.—

Aquel tipo era capaz de mandarme en burro con tal de no gastar más de la cuenta, qué diablos, al menos pasaría un buen tiempo lejos de la redacción.

El señor Jones te miraba con la cara desencajada. No daba crédito a la desfachatez con la que eras capaz de contestarle. Claro que tu padrino pesaba mucho haciendo de contrapeso en la balanza de la paciencia que Jones tenía que tener contigo.

Tu jefe se levantó y apoyó los puños en la mesa echándose hacia delante. – Escúcheme bien, hijo. Su tío es gran amigo mío desde nuestra infancia. Pero no voy a consentirle una falta más de respeto. Es más, va a hacer que esta noticia que a usted le parece sin importancia sea la más importante de toda tu vida. Va a ir hasta Nuevo México y se va a enterar de todo. Me da lo mismo si tiene que hablar con un detective o con el mismísimo presidente Hoover. – El señor Jones se irguió y pasó sus pulgares por el elástico de sus tirantes. – Vaya a hablar con Margareth a ver si puede conseguirle un billete para el tren y entérese a qué hora sale. No vaya a perderlo. Dijo mientras se daba la vuelta y miraba por la ventana que estaba detrás de su mesa a modo de despedida.

Odiaba que metiera a mi tío de por medio, pero también sabía reconocer que era una señal de alarma importante. Asentí con gesto dócil e incluso simulé cierto arrepentimiento. No era el momento de ponerse digo. Resignado salí de su despacho para seguir sus instrucciones, ponerme en las manos de Margareth y prepararme para el viaje y para pasar una buena temporada lejos de mi querido Boston.

Era el momento de intentar contactar con el detective Harper, no puedo decir que fuéramos grandes amigos, pero habíamos colaborado en un par de casos de fraude y siempre me pareció un tipo en el que se podía confiar, además de no ser uno de esos pistoleros sin dos dedos de frente. La presencia de turistas americanos entre los desaparecidos me hacía pensar que ya había agentes detrás de aquello, y seguro que él podría pasarme alguna información relevante antes de llegar allí, una ventaja teniendo en cuenta que otros reporteros ya llevaban unos días detrás de la noticia.

Por otra parte, entre los preparativos del viaje que voy realizando mientras Margareth dispone los billetes, me aseguro de llevar mi revólver, con una caja pequeña de munición, y por supuesto mi cámara fotográfica, en esta ocasión mi Agfa de fuelle, tan compacta y ligera como resistente, sin duda la mejor opción para los viajes, aunque no llegase a la calidad de imagen de otras cámaras más...delicadas. Así como una buena docena de carretes, eso no puede faltar nunca, algo de ropa, tanto para el calor como algún buen abrigo para las frías noches, el clima puede ser muy variable allí dónde voy. También dos pares de zapatos resistentes, esas calles empedradas o polvorientas podían acabar con todo.

Doy por hecho que Margareth me avisará cuando estén los billetes de tren para salir hacia Castronegro, lo primero que he dejado resuelto es la preparación para el viaje, tengo las maletas listas en mi apartamento. 

Le dejo indicaciones a Margareth para que intente localizar a Harper en su oficina.

Acudo a la biblioteca en busca de Información general de Castronegro y quizás un mapa, y de todas las noticias relacionadas con el caso.  Al ser tan recientes no debería llevarme mucho tiempo.

En la biblioteca encuentras muy poca información en relación al pueblo de Castronegro y nada en relación a las desapariciones que tienes que investigar.

En un viejo libro de geografía te encuentras con que el pueblo está situado a unos 60 km al norte de Silver City y en otro libro de historia hay una leve reseña la cual habla de la fundación del pueblo por un noble caballero español, allá por el año 1680, llamado Bernardo de Díaz.

El único mapa que hay es un gran mapa de todo el estado de Nuevo México que realmente no te sirve de gran ayuda y es más aparatoso que útil.

Con todo eso te diriges hacia la estación de tren con tu equipaje y los billetes del tren que va a Alburquerque que Margareth te proporciona.

El viaje desde Boston hasta Alburquerque promete ser demoledor, prácticamente un día, puede que más si hay cualquier complicación metido en un compartimente diminuto con la única compañía de un libro y mi desgana por aquel viaje.

Varias veces miré en el mapa del Nuevo Méjico, más por aburrimiento que por otra cosa, revisé el equipaje otras tantas veces, y limpié cada pieza de mi cámara con esmero, peor nada hacía que las horas pasaran más rápido y mi mirada se perdía junto a mis pensamientos por la ventana del vagón.

Un pasajero irrumpe en el departamento. Es un hombre de unos cuarenta años que viste un traje sobrio y lleva unas lentes colgando de la nariz.

-Ruego que me disculpe. -Dijo a modo de saludo. -¿Podría por favor apartarse para que pueda colocar mi equipaje? -Preguntó al tiempo que empezaba a levantar su pesado equipaje para colocarlo en el portaequipajes que se encontraba sobre sus cabezas.

En un primer momento me resulto molesto, aquel hombre me había sacado del apacible duermevela en el que estaba cayendo después de horas de viaje. Pero al fin y al cabo aún quedaba algo de viaje y un poco de compañía podría hacer pasar las horas de modo más ameno. Al menos parecía un caballero.

Si claro, ¡quiere que le ayude? —digo por cortesía seguro de su negativa. —¿Me llamo Parker, Allan Parker, periodista del Boston News, dígame, se dirige usted también a Alburquerque?