Partida Rol por web

- Thelarion siguió al grupo... aquellos nombres apuntados yacían es de suponer sin vida, aunque algunos podrían seguir vivos o no, según los habitantes de aquel castillo. En busca de Fara Thelarion siguió la trayectoria ... Abandonando la estancia hasta el siguiente torreón. Desde allí observó el patio interior con el acompañamiento de la lluvia que caía, lo que parecía a punto de derrumbarse ahora se fue recomponiendo otra vez. - ¡Mirad!, el castillo se está reconstruyendo... ¿será buena o mala señal?, ¿de dónde habrá cogido el poder la bruja? Unas ideas confusas se albergaban en su pensamiento sin querer llegar hasta el final. - No, no quería pensar en algo malo y siguió avanzando...

Una gran piedra salió despedida no se sabe de dónde y dió al elfo... Este cayó debido al empuje pero una garra amiga lo sostuvo. Thelarion se apoyó en la garra y vio en aquellos ojos lobunos el alma de su amigo Erik que estaba preso por la maldición de la bestia. Aún así vio en sus acciones, al alma de su amigo, que aún preso por la apariencia lobuna pareció haber sido capaz de controlar a la bestia que ahora se representaba en su físico. El susurro de un gracias procedió  después de la acción de Erik, y una vez incorporado puso su mano en el hombro de la bestia como signo amigo.

Siguiendo... por fin se adentran en el salón del reino, allí empapados ven al emisario de la reina... el hombrecillo sentado con su gran libro le recuerda al libro de Kaelyn... Thelarion en un arrebato de furia se acerca al anciano... para cogerle el libro y la vela y separarse para quemarlo.

El olor de la muerte no era desconocido para el guerrero. Ese aroma dulzón, desagradable y penetrante, que siempre cubría a su padre cada vez que volvía de una batalla. Pero nunca antes lo había sentido tan fuerte, tan cercano. Y cuando descubrieron los cadáveres de aquellas niñas, la cosa fue a peor. El repugnante hedor de la carne en descomposición le revolvió el estómago. Sólo la inmensa furia que empezó a rugir en el interior de su pecho le impidió ponerse a dar arcadas y a vomitar. Eran tan sólo unas niñas. Unas chiquillas inocentes con toda la vida por delante, asesinadas sin piedad. Igual que su hermana.

Erik ya no necesitaba ver más. Sólo quería encontrar a la "Reina" y hacerle pagar por todos sus crímenes. Y mejor hacerlo rápido, ya que la tormenta estaba desgajando el castillo piedra a piedra. De hecho, se estaba volviendo muy peligroso recorrerlo, siendo Thelarion el primero en sufrir un accidente. De no haber reaccionado con rapidez, el elfo estaría despeñándose en esos momentos. El licántropo asintió cuando el agradecido clérigo le palmeó el hombro amistosamente. Aunque tuviera ese aspecto canino, Erik seguía siendo Erik. Y eso implicaba que no pensaba dejar en la estacada a sus amigos.

Siguieron recorriendo el castillo, cada vez acercándose más a la Reina. Y debían estar en el buen camino, ya que al entrar en un ornamentado torreón, se encontraron a una especie de anciano escriba que les dijo que la monarca les esperaba, aparte de preguntar sus nombres. Pues buena la había hecho, que él no podía hablar. Dio un par de ladridos intentando presentarse, con la vana esperanza de que el viejo pudiera comprenderle. No podían perder el tiempo con ese anciano. Tenían que ir a por la Reina ya.

Cuando el sacerdote recoge el libro de la mesa derrama la tinta negra situada a su lado sobre la última página del libro y parte de la mesa. El anciano sorprendido reaccionó a las violentas acciones del sacerdote, se tomó un segundo y respondió pausadamente.

- A pesar de los años que he vivido siempre existen "seres" que me sorprenden. Hoy en día ya no existe la educación...¿Donde han quedado los modales?. (Al escuchar la "presentación de Erik") Lamento querido no poder ayudarte con ese "problemilla" no tengo ni idea de como ayudarte pero si la diosa lo ha querido así, ¿Quién soy yo para cuestionar su voluntad?

- Sólo soy un mero guardián de palabras, espero que os hayáis preparado, mi señora está casi lista y no tendrá piedad con los que se interponen en su camino, nunca la ha tenido...

Al observarlo más de cerca, este se muestra su rostro a la luz tenue de la estancia, sus ojos son grises y ancianos. Es evidente que no puede ver lo que está delante de el pues hace ademán de tocar su la mesa en la búsqueda de su libro.

Observando el colgante que comenzó a iluminarse minutos atrás trato de examinarlo ahora que estamos en calma para determinar si esconde algún secreto. Escuchó pacientemente la respuesta del anciano y apartó con cuidado el libro de las manos del sacerdote.

- No creo que hacer arder lo que encontremos sea de ayuda Thelarion. Por supuesto de nada nos servirá dar sepultura a este hombre, no parece peligroso.

Después se acercó a la mesa con el libro en la mano sobre el que estaba escribiendo el anciano hace escasos momentos para examinarlo con más detenimiento. Después chasqueó los dedos acompañado de unas palabras para volver a colocar la tinta que se había derramado sobre la mesa.

Acto seguido puso el libro encima de la mesa para que todos lo pudieran ver y colocó el colgante a su lado.

- Sería conveniente que examinemos este libro, el anciano podría ser testigo de muchas cosas, aunque parezca que no pueda ver nada, existen otras vías para ver...

Ptolomeo apoya el colgante que continúa brillando sobre la mesa junto al libro que sostenía el anciano. Algo ha cambiado en el antiguo tomo, al abrirlo por la página que sostenía el marcador se encuentra una enorme mancha de tinta, sospecháis que el tintero con el que trabajaba se ha derramado sobre las páginas manchando gran parte de su contenido. 

Únicamente se pueden leer las últimas palabras, que parecen nombres femeninos; Mitra, Araela, Dahliah, Inma, Nathalia, Sonja y por último Fara, lográis deducir que ese último nombre es de la pequeña a la que buscáis aunque la "a" que termina está arrastrada sobre el papel como si aún no se hubiera terminado de escribir. De pronto el anciano continúa su discurso tratando de levantarse, pero apenas puede y vuelve a caer en el suelo.

- Sólo yo tengo el honor de acceder al contenido de tan majestuosa escritura, mirad lo que habéis logrado, ese tomo ha vivido innumerables años, espero que la Furia de mi señora caiga sobre vosotros.

- Viejo te has equivocado de bando y todo tu trabajo ha quedado en balde, así es cuando se sirve a la señora oscura. El mago le había quitado el libro pero no la vela así que se acercó con la vela y quemó una de sus hojas al acercarlo. - Los impuros arderán en el fuego y aquellos que fueron co-participes de lo ocurrido aquí también serán castigados por su impasividad. Comentó Thelarion con ojos alocados mientras miraba los ojos del viejo y no quitaba el fuego de la vela de las hojas del libro.

- Bueno, quizás eso sea una buena noticia. Puede que sea la primera que tenemos desde que llegamos aquí. Dice la druida señalando las últimas palabras escritas en el libro.

- Si ese libro es poderoso de algún modo, quizás el hecho de que la última página esté manchada de tinta y con un nombre mal escrito puede que sea algo malo para esta "Reina". De hecho, quizás signifique que todavía haya una oportunidad para la pobre Fara.

Se gira hacia sus compañeros mientras sostiene con fuerza su escudo. Su cuerpo delgado parece un resorte a punto de saltar.

- Quizás todavía podemos salvarla. Pero no vamos a lograrlo aquí, hablando con un sirviente. Señala de nuevo, pero esta vez al anciano. Vamos!! La Reina parece ansiosa de que nos presentemos ante ella. Yo digo que no la hagamos esperar.

Erik no podía estar más de acuerdo con sus compañeros. Es más, tenía el presentimiento de que aquel anciano no era más que una distracción para darle tiempo a la Reina de completar el horrible ritual en el que estuviera metida de patas. Y aunque en el fondo no le parecía especialmente honorable dejar a un viejo ciego (o casi ciego) tirado en el suelo, la vida de Farah le importaba bastante más.

Soltando una especie de ladrido como única respuesta a la arenga de la druida, el licántropo avanzó sin dilación, abriendo la marcha para sus compañeros. Los temas de libros embrujados o palabras escritas prefería dejárselos a los magos y eruditos del grupo, aunque por lo que se había dicho, quizás la fortuna les sonriera un poquito. Quisieran los dioses que llegaran a tiempo de salvar a la niña.