—¿Un hombre-lobo? —repitió Jezal casi a la vez que Uli, como si estuviera tan sorprendido como él—. Entonces siendo así, ¿es que esto poco tiene que ver con remover el pasado?
Jezal se llevó una mano al morro, planteándose la situación. ¿Había sido casualidad entonces que justo cuando empezaban a meter la nariz en cosas del pasado ocurriera ese asesinato? El mundo estaba lleno de casualidades, pero no hay nada más humano que buscar motivos. Todo lo que no se entiende es explicado de cualquier manera, incluso si tiene que ser por la providencia divina. Y aquello no era diferente. Pese a todo, Jezal estaba convencido de que había una relación, incluso si era una que todavía era incapaz de ver.
La única pregunta era cúal.
Miró a Dannar. Por suerte, la bruja era una profesional, que se preocupaba más por el precio que por la causalidad. Aunque si ella opinaba que la criatura debía llevar mucho tiempo en la zona... ¿cómo era que no había atacado antes? ¿Quizá los había seguido? No comentó más, en su lugar esperando las respuestas del alcalde y los comentarios que pudieran hacer el resto de sus compañeros. Si hablaba él, lo único que podría hacer sería confundir más las cosas.
El alcalde suspiró y trató de calmarse. Sus ojos iban de Dannar al resto y volvían de nuevo a la bruja buscando algo de consuelo y esperanza en su profesinalidad. La situación era grave, tener un monstruo como aquel rondando el pueblo no era plato de buen gusto. Era probable que, como decía la bruja, el hombre lobo no se plantara en Belmonte ya que nunca antes lo había hecho, pero el temor del alcalde no estaba del todo fuera de lugar. ¿Y si ahora que había probado la sangre Belmonteña le daba por ir a por más? ¿Y si olfateaba el rastro que habían dejado tras de sí los hombres que habían huido de él?
—Está bien, está bien... —dijo sacudiendo la cabeza para quitarse todas esas ideas funestas—. No mandaré a nadie más por el sendero. Supongo que Ysentrud puede esperar un poco más. Ni tan siquiera permitiré que nadie use el camino que sube al monte, y los leñadores irán en grupos y les diré que tienen prohibido separarse.
Uli se había calmado considerablemente, pero aún así no podía permanecer del todo tranquilo charlando como si nada sabedor de que una horrible bestia se encontraba a unas pocas horas de camino de su pueblo. El alcalde se movía inquieto, cambiaba el peso del cuerpo de una pierna a la otra, se secaba las palmas de las sudorosas manos en el pantalón y respiraba agobiado.
—¿Bombas? La única que sabe en este pueblo de alquimias es Aedelheid, y dudo que haya hecho alguna vez una bomba.
Una vez más, el nombre de Aedelheid volvió a salir. Si alguien más aparte de Dannar sabía algo acerca de cómo derrotar a un hombre lobo, tenía que ser ella. Entonces, a Martem se le ocurrió una cosa. Quizá algo absurdo; a fin de cuentas, él no sabía nada de esos asuntos. Pero por algún motivo, pensó que podía valer la pena preguntar.
—Has dicho que es una maldición —repitió en un tono monocorde, pensativo, mientras miraba a la bruja con el ceño fruncido—. ¿Una maldición se puede levantar? ¿O hay que matar al monstruo y ya está?
Perdón por el post tan corto, pero ahora mismo no veo más margen de avance :/.
Suspiró, pero no pareció sorprendida. Ni siquiera era un gesto de decepción, únicamente aceptaba los hechos—. Me lo imaginaba. Eso complicará las cosas, nada más; deberá valer con lo que tengo.
Se quedó un momento pensativa, puede que valorando opciones, o tal vez sus posibilidades, hasta que habló Martem; le miró a él y, de paso, al resto, dándose cuenta de que era el centro de atención. Hasta ese momento no se le había ocurrido que, tal vez, quisieran participar en aquella arriesgada empresa, pero en seguida comprendió que la posible recompensa seguramente habría animado a alguno; en su opinión era un error, aunque cualquier ayuda sería bien recibida dado el enemigo al que se enfrentaban. Eso si, pretendía disuadirles de cualquier locura.
—Tal vez se pueda, pero no hay una forma universal, de hecho, ni siquiera sé como. Son resistentes al acero, se curan fácilmente, así que hay que usar plata. Golpear rápido y golpear fuerte para matar al monstruo antes de que él te mate a ti, lo que resulta más difícil de como suena, porque son rápidos y muy fuertes. —Volvió a pasear la mirada por los presentes y frunció el ceño—. ¿Alguno está pensando en venir?
A pesar de la cuantiosa y jugosa oferta que les ponía encima de la mesa el alcalde, Rion no pasaba por alto que Dannar hubiese mencionado que la criatura que había atacado a los guardias se tratase de un hombre-lobo. Si ya algún animal salvaje podría traer complicaciones para los aventureros, encarar a alguien maldito con una fuerza sobrehumana no era el mejor de los panoramas.
—Por Melitele que no me apasiona volver a ese bosque a husmear entre sus arbustos y mucho menos si es para enfrentarme a un hombre-lobo... —dijo, poniéndolos en situación, por si aún no se habían enterado del problema—. Sin embargo, he de reconocer que pese a que seáis un tanto rancios —sonrió con ligereza al soltar dicha palabra; no era un comentario hecho con maldad—, sois lo mejor que me podría haber deparado el camino hasta aquí. Porque marchar yo solo a la aventura por mi cuenta no parece tampoco muy seguro.
Guardó silencio un instante, mirándolos a todos mientras meditaba lo que iba a añadir. El bardo frunció la boca un ápice. No quería decirlo, pero tenía que hacerlo.
—Estoy dentro.
Morkam, al igual que el resto de los presentes, posó su mirada en la bruja. Estaba claro, dadas las miradas inquietas de sus compañeros, que todos pensaba que aquello no era algo natural. A pesar de ello, las palabras de Dannar cayeron con fuerza sobre su estómago. De manera involuntaria, su mente fue acosada por pensamientos intrusivos, en los que el herrero era atacado por la bestia. Vio sus vísceras caer y desparramarse, así como sus piernas fallar, para poco después caer de rodillas.
Desde joven, cuando sus padres transcribían y copiaban, gruesos y polvorientos tomos, el adusto artesano dedicaba su tiempo a leer. Sus libros favoritos eran aquellos que contaban las épicas aventuras de los héroes de antaño, así como los feroces relatos en los que relataban como un brujo acababa con una abominación. Sin embargo, aquello no era una historia, era algo real.
Las palabras del alcalde tampoco ayudaron a calmar los nervios que comenzaban acuciar sus entrañas. Confuso y aterrado miró a sus compañeros sin saber muy bien que hacer o decir. Por fortuna, un ligero camino se abrió ante él, cuando la fémina del grupo comentó la posibilidad de poner en juego sus conocimientos de alquimia.
—Ps a ver, si consiguiéramos la reseta de las bombas, meh parece que argo puedo hace en to esto— balbuceo el enano tratando de mantener la compostura.
» Si Aedelheid no conoce la reseta, quizás esta se encontre en arguna bibleoteca, si ejque terneis argo así— respondió al alcalde con cierta esperanza.
Por otra parte, cuando Uli sugiria sus medidas a tomar, Morkam bufó incredulo. ¿Acaso iba a permitir que los leñadores se adentraran en el bosque en grupo? Las garras de aquella criatura debian ser afiladas, además de ser fuerte y veloz. La superioridad numérica no iba representar nada en absoluto.
—¿Con plata? — preguntó con cierta sorpresa—. Si me dais argo de tiempo, puedo hablare con el herrero y forjar argo decente. Puñales y flechas.
» Yo no se si estoy dentro o no. Por er momento ofreco mes manos para trabajar el ferro y los metales arquimistas— ofreció a continuación del bardo.
Desde que era pequeño había soñado con participar en una aventura como aquella, pero claro, aquello eras sueños de un simple infante que no conocía el dolor y la muerte. Por otra parte, la promesa del dinero provoco que su corazón se envalentonara ligeramente. Con la recompensa anterior y la de aquella empresa, Morkam podría abrir una forja en un pueblo y comenzar una vida. Podría incluso regresar a sus tierras con tal riqueza.
Tirada oculta
Motivo: Cultura
Tirada: 1d10
Resultado: 8(+15)=23 [8]
Esto de no tener diagramas ni recetas es un putadon eh? T_T
Que Rion aceptara antes que nadie fue la primera sorpresa. Cuando el bardo habló, Dannar se le quedó mirando fijamente hasta el punto de resultar incómodo, y entonces asintió. No sabía que ayuda podría ofrecer, sinceramente, pero aquél hombre demostraba valentía y no iba a menospreciarle ahora; además, si iban a matar a esa bestia sin lo necesario, cualquiera sería bien recibido, aunque fuera como cebo para poder hacer ella su trabajo. Intentaría que no muriera ninguno.
Tras el juglar, habló el enano. A pesar de sus buenas intenciones, se temía que no iban a tener demasiado tiempo para que el artesano ejerciera su oficio.
—No creo que la anciana conozca la receta, ni que la encuentres en una biblioteca de pueblo. Posiblemente ni en una ciudad sea fácil; esos esquemas son exóticos y poco habituales, y no tenemos margen para buscarlos. Las armas de plata, en cambio... Puede que nos sirvan de algo. ¿Cuánto tardarías si tuvieras los materiales? —Miró a Uli—. ¿Y hay plata suficiente aquí? Descuéntalo de la recompensa si es necesario.
Morkam medito durante unos instantes mientras con sus gruesos dedos frotaba su espesa barba. Su ceño se frunció y las arrugas de su frente se acentuaron, reflejando que se tomaba en serio aquel asunto.
—Lo cierto es que tardaría varios días — declaró finalmente —. Nunca he realizado tal proceso. Tendría que hacer un par de pruebas y familiarizarme con la técnica, pero como mínimo tardaría varios días, puede que una semana.
Cuando el artesano pronuncio aquellas palabras, los allí presentes sintieron la desilusión en el tono de su voz. Sin duda, el herrero quería ser de utilidad de alguna manera en aquella cruzada contra el hombre lobo.
Post cortito, pero bueno, así Dannar puede rechazar la proposición del enano y continuamos con la historia ^^
—Y eso suponiendo que en el pueblo nos consigan plata suficiente. Si hay que ponerse a fundir cucharas, no acabaremos nunca. —Negó—. Lo siento, no podemos perder tanto tiempo aquí.
No lo dijo, pero es que, aunque confiaba en que el hombre lobo no apareciera por el pueblo, tampoco las tenía todas consigo. ¿Y si había permanecido en el bosque por la falta de presas y, ahora que había probado la sangre humana, la seguía? En realidad no era una idea tan descabellada, una teoría que no quería poner a prueba, así que había que lidiar con la bestia cuanto antes.
Miró a Martem, a Jezal y a Alberich; especialmente la ayuda del último les vendría muy bien, aunque eso supondría tener que delatar lo que era, cosa que no sabía si le haría mucha gracia. En cualquier caso, eran los tres que verdaderamente habían demostrado habilidades prácticas en el combate; esperaba que tuvieran las mismas ganas de ayudar que el bardo y el enano.
—¿Vosotros qué decís? Ya sabéis a qué nos enfrentamos, y no puedo prometer nada, pero es una buena recompensa. Y si, como decías —se dirigió al nilfgardiaano—, a lo mejor es culpa nuestra por remover el pasado, aunque no sé como se podrían relacionar ambas cosas. —Sé menos de lo que me gustaría sobre este asunto.
Martem no se sintió tan estúpido cuando Dannar le respondió que sí, que podría existir una manera de romper la maldición del hombre lobo. Sin embargo, encontrar el modo exacto de hacerlo podría ser como buscar una aguja en un pajar, así que era bastante probable que tuviese que acabar enfrentándose a la bestia. Quizá por eso le sorprendiese tanto que, de entre todos sus compañeros, fuese precisamente Rion el primero en declarar sin reservas que acompañaría a la bruja a dar caza al monstruo. El cidario estuvo a punto de preguntarle si hablaba en serio, pero finalmente decidió mantener la boca cerrada. No era cosa suya alentar o desanimar a nadie. A fin de cuentas, el bardo ya era lo bastante mayor como para decidir esas cosas.
Tras una breve conversación acerca de aspectos técnicos de la caza entre Morkam y Dannar, que dio como conclusión el hecho de que poca ayuda más iban a tener más allá de los medios con los que ya contaban, la bruja preguntó directamente «qué decían» los demás. Por decir, Martem podría haber dicho muchas cosas. Que no tenían por qué hacer aquello, por ejemplo. Que podrían limitarse a irse de allí y buscar mejor fortuna en otro lugar. Que no le debían nada ni a Uli ni a Belmonte, que solo estaban de paso. Y todo eso era cierto, y quizá habrían sido las palabras más sensatas. Pero también era verdad que estaba cansado de huir a solas, de enfrentarse al peligro en solitario, y sobre todo, de la incertidumbre que traía consigo la precariedad de medios. En pocas palabras, necesitaba compañía y dinero. Y cada vez parecía más claro que asegurarse ambas cosas pasaba por apuntarse a aquella misión.
—Si no hay más remedio… —dijo, pasándose una mano por la cara mientras su mirada se paseaba distraídamente por la estancia—. Pero si es más peligroso durante el día, quizá lo mejor sea ir a buscar su escondrijo mientras el sol brille alto. En caso de que lo encontrásemos, ¿habría forma de saber si es él aunque no estuviese transformado?
«Transformado». Qué raro se le hacía hablar en aquellos términos, dando por hechas cosas que hasta aquel momento solo habían existido en su imaginación y en los cuentos que había oído cuando era niño.
Dannar se encogió de hombros, sin afirmar ni desmentir que ese fuera el plan; realmente no tenía ninguno. A la pregunta, por desgracia, no podía hacer tampoco otra cosa que elucubrar.
—Si ha atacado de día, es posible que nos encontremos un espécimen convertido continuamente. No tengo ni idea, la verdad. Pero en caso de que no... Supongo que si nos topamos con alguien en medio del bosque cerca de dónde la bestia atacó al guardia, ese será el hombre-lobo; no es que en forma humana tengan colmillos, orejas peludas y ojos inyectados en sangre. Los que sufren la maldición son como tú, nada los distingue hasta que se transforman.
Jezal escuchó al resto hablar, con los brazos cruzados. El comentario de Dannar no había ayudado a que se sintiera más seguro: Si aquello de verdad estaba relacionado con la forma en la que habían husmeado sobre el pasado, entonces también era su responsabilidad lidiar con las consecuencias. O eso pensaba él, y eso que siempre había sido un tipo más bien irresponsable, tan alejado de la palabra deber que un guardia mal pagado.
—Cobarde sería quedarme para lo fácil y esconder la cabeza cuando la cosa se complica —musitó, negando ligeramente—. Cuenta conmigo pues, y que sea lo que haya de ser. Más sin armas de plata, ¿de verdad podemos ser útiles contra tal criatura? ¿No te molestaremos?
—Bueno, aunque sea, al verse rodeado, dudará sobre a por quien ir y tendré una oportunidad. Además... —Posó la mirada en Alberich breve pero intensamente—. Sabéis defenderos bien, seríais de gran ayuda.
—También puedes contar conmigo— dijo con voz queda.
Alberich se encontraba apoyado en su bastón, como si necesitara descansar y tomarse un respiro tras la visita a Aedelheld y lo ocurrido en el exterior, junto a toda la información que se estaba revelando en esos momentos. Un hombre lobo no era una cuestión menor. Esperaba no tener que revelar su auténtica naturaleza, aunque bien era cierto que aquel grupo de exiliados que habían formado daba muestras de ser de bastante confianza. Aún así, nunca se sabía.
Pnjotizado
La situación había dado un giro inesperado cuando el regreso de los hombres que el alcalde había mandado para recoger a la senil Ysentrud había alterado a todo Belmonte. Aquellos hombres, movidos por la urgencia que Uli les había transmitido por el bien de la anciana, en lugar de tomar el camino normal por el que el grupo de extranjeros había llegado anteriormente, utilizaron el atajo que supuestamente acortaba el viaje entre la cabaña de la anciana y el pueblo de leñadores. Pero allí, dos de ellos encontraron la muerte. El primero murió en el acto, mientras que el segundo todavía resistió para regresar a Belmonte corriendo para desfallecer a la entrada misma del pueblo y teniendo que ser cargado por sus compañeros para morir en pleno pueblo, justo donde se había armado todo el revuelo. Los dos que lograron sobrevivir, se habían dado la vuelta con tanta rapidez para huir del peligro que ni siquiera se habían fijado en qué clase de bestia los había atacado. Y tampoco se les podía culpar, ninguno de ellos estaba preparado para enfrentarse a criaturas que muchos consideraban simples cuentos de vieja para asustar a los niños que no se quieren ir a dormir.
El alcalde intentó poner orden, pero los rumores de que un monstruo andaba suelto se extendieron más rápido de lo esperado aun incluso en un pueblo en el que, en palabras del leñador Paw, uno no podía ni tirarse un pedo sin que atronara el valle entero. Y no sería de extrañar que ya se hubieran enterado de que era un hombre-lobo la criatura que acechaba en el lugar, aunque Uli mantuviera la máxima discreción.
Afortunadamente, una bruja se encontraba entre esos extranjeros recién llegados a Belmonte. Y con ella un grupo de valientes que se atrevieron a ayudarla en tal empresa. Uli se deshizo en agradecimientos y les prometió una gran suma de oro si conseguían librar al pueblo del peligro que los amenazaba. En tales circunstancias, la historia de Pyrrha había pasado a un segundo plano.
Fin de escena. Pasamos a El cuento del Lobo