Partida Rol por web

—Anna, mí pequeña Anna... No sabía que dolería tanto dejarte ir. Pero tengo que hacerlo, ¿no? —sonríe con tristeza—. Después de todo, yo también me lancé a la aventura hace tantos años atrás. Sería un hipócrita si intentara prohibirte que te vayas. Lo mío fue distinto, claro... Yo lo hice con tu madre a mi lado. Espero que también encuentres a alguien así. Que vivas lo que yo viví.

Se levanta y en el silencio de su habitación rebusca algo en una pequeño cofrecito de madera medio oculto entre sus cosas. Saca de él un hermoso anillo de oro con incrustaciones de jade, rubí y lapislázuli.

—Era de ella. De tu madre. A ella se lo regaló su madre, tu abuela. Ellos... Bueno, ya sabes. Nobles. Les gustan las joyas. Ahora irás al Reino de Herenhout, pero si algún día viajas al Reino de Waidbruck, puedes pasarte por su castillo de su familia, el Fuerte Sombrazul.

Lo último que te dice tu padre, guiñándote un ojo, es:

—Y cuida de Bjorn, ¿eh?

Luego llega el momento de despedirte de Roman. Es un hombre severo pero aún así no puede camuflar un dejo de melancolía.

—Parece que llegó la hora de dar por terminado tu entrenamiento, ¿verdad, Annalise? Recuerdo la primera poción que armaste. Casi vuelas la taberna de tu padre por los aires. Eras una cría —dice sonriendo—. Y ahora eres una mujer. Quiero que te cuides de esos Faverstram. No me gustan los nobles de Herenhout. Yo nací en Waidbruck, ya sabes. Soy harina de otro costal. Las cosas en el continente no siempre serán agradables, Annalise. Si llegas a estar en problemas búscame. Yo... conozco gente. Contáctate con el gremio de alquimistas de Waidbruck. Ellos sabrán encontrarme. Nos volveremos a ver, Annalise. Y la próxima vez empezaremos con una nueva fase de tu entrenamiento.

Las palabras de su padre llegaron al corazón de Annalise, pese a que ninguna lágrima recorrió su mejilla. No es falta de sensibilidad, posiblemente sufría más de lo que cualquier persona pudo imaginar solo que de alguna manera costaba que se manifiesten, que cobren vida. Por ello asintió a la primer pregunta de su padre, segundos después respondió a todo lo demás incluso cuando aceptó aquel anillo. 

—Padre... Volveré—dijo muy segura—. Gracias, voy a cuidarlo pero no sé si me atrevo a pedir ayuda. Soy una desconocida para ellos pese a ser familia. 

No quería desilusionar a su padre, pero sería sin dudas la última opción a escoger si algún día las cosas se ponían muy mal en su vida. No obstante una vez guardó aquel anillo en su morral, abrió los ojos de par en par cuando hizo su padre aquel comentario sobre Bjorn. 

—¡Padre! —respondió muy avergonzada e intentó remediarlo—. Lo haré, es mi amigo. 

Ya cuando terminó aquella despedida, también le tocó otra dolorosa. Estar lejos de Román no era difícil, lo veía una vez al mes pero ahora era por tiempo indeterminado y eso le generó una pequeña espinilla en su corazón. 

—Roman...—dijo al mirar sus ojos—, gracias por todo. Sé que te debo mucho, pero no dudaré en buscarte cuando necesite ayuda, eres mi faro. 

Tan real, tan sincera con sus palabras porque Annalise apreciaba en verdad a aquel hombre y gracias a su sabiduría se convirtió en la alquimista que hoy está intentando ser. 

—Lo tendré en cuenta. 

Y así, fue su despedida. Llena de emociones, con su nido en la garganta y un silencio insostenible. 

Tres horas después estáis nuevamente en el puerto. Casi todos los isleños se han apiñado en aquel lugar para despedir a Andrei, Valerie, Bjorn, Annalise, Grigori, Egveni y Sophia, que ya están subidos a los botes y remando hacia el galeón. Dos muchachas saludan entre risitas a Andrei y le piden que vuelva pronto. Unos comerciantes se lamentan de que ya no quedará nadie que sea tan bueno con los números como Grigori. El tipo al que Bjorn robó esta mañana también está allí, preguntando si alguien vio un saquito de monedas perdido por algún lado. Las familias de Grigori y Valerie están en primera fila, saludando con las manos en alto y alguna que otra lágrima.

El tabernero Dante, con su vozarrón, es a quien más escucháis.

—¡Anna, no te olvides de escribirme! ¡Bjorn, no te metas en problemas y cuida a mi niña! ¡Grigori, cuando vuelvas haremos el inventario de la taberna de vuelta! ¡Andrei, mantén esa espada afilada y protégelos a todos! ¡Y Valerie... intenta beber lo menos posible!