Partida Rol por web

—Dejemos que se maten entre ellos —propone Hendrika—. Luego matamos a los sobrevivientes.

Adentrados en el bosque, cuando la noche llegaba a su fin, la Capitana los llama a silencio y señala hacia adelante. Había frente a ellos un combate, entre la gente Grigori pudo reconocer a muchos de los que estuvieron en el galeón, y en especial a sus amigos.

El joven se pone a un lado del segundo al mando y le susurra en voz baja - Ellos son, los amigos que quiero liberar. Están por matarlos, necesitan nuestra ayuda... es el momento de cumplir tu promesa, Jan el Divino. Cuento contigo.

Henrika parecía ser una mujer tan fría como práctica, la vida de toda esa gente no le interesaba en lo más mínimo. A Grigori si, y por eso intervino de inmediato cuando escuchó el comentario - Ese no es un buen plan, así podemos perder el botín - dijo mirando a la joven y también a Jan y a Suzanne - Si el bando de Otto pierde puede que él muera también y entonces nunca tendremos el cofre. Si el bando de Otto gana, entonces puede darse a la fuga y tampoco tendremos el cofre. Es mala idea.

Entonces se centró en la Capitana - Esa el Hulda, la mujer de la que te hablé, y es la líder de los que enfrentan a Otto, confía en mi Suzanne, puedo con ella, si la convenzo todo ese grupo no será un problema para nosotros.

Entonces volteó hacia Jan - Otto es lo importante, hay que secuestrarlo con vida para tener el tesoro, pueden pasar a cuchillo a sus guardias y a los bandidos que están aliados con él, del otro grupo me encargo yo.

Volvió a mirar a Henrika - Eres buena con la pistola y aún no nos descubrieron, por qué no balean a esos guardias y delincuentes a modo de bienvenida? Sería una buena entrada no les parece? Eso si, sin herir a los de Hulda, que si alguno de los suyos sale herido se enojará conmigo y tiene peor carácter que tú - dijo con una sonrisa irónica mirando a la sobrina de Ludo.

De las sombras, a espaldas de los que combatían, se escucharon disparos. Muchos, docenas, y todos dirigidos hacia los luchadores. De entre los árboles salieron algunas siluetas con armas en las manos, su paso era rápido y decidido, iban directo al grupo comandado por Hulda, nada parecía distraerlos de su destino. El que iba adelante tenía una capucha y el rostro lleno de cicatrices, su aspecto intimidante contrastaba con el arma que llevaba en sus manos, una simple daga.

Grigori se acercó lo más rápido que pudo - Son ellos, ayúdenme a protegerlos - le dijo a los piratas que lo acompañaban. Buscó con la mirada a sus viejos amigos, Annalise y Andrei, y luego se cruzó con los otros dos isleños, Valerie y Bjorn, más atrás los soldados del Galeón, sólo unos pocos estaban de su lado, entre ellos Hulda y el borracho que conservaba sus dedos gracias a su intervención. Quiso abrazarlos pero no era momento, estaban en medio del combate y cualquiera podía morir allí, ya había perdido a un compañero en el mar, no quería perder a ningún otro.

Se puso lo más cerca que pudo de Annalise con la daga en su mano y como único escudo la protección de Fenre - No los puedo dejar solos! - dice con ironía y se coloca delante de su amiga, amenazando con su daga a quién estaba frente a ella.

—¿Dejar que se maten entre ellos? —la burla Jan, que está confabulado con vos—. Somos piratas, no observadores. ¡Suzanne, es la hora de llevarnos la gloria!

Suzanne suele ser reflexiva. Pero cuando hay batalla le gana la adrenalina. Sonríe, saca la pistola. Señala a tus amigos y a Hulda, aquellos a los que Jan le indica que no hay que dañar.

—A los demás sí... ¡FUEGO!

Las detonaciones abaten a tres soldados de Otto y a dos bandidos. Suzanne desenfunda el sable.

—¡A LOS SABLES! ¡A LOS SABLES! —y los piratas salen de su escondite y se arrojan a la batalla.