¿Qué es Alurnia? Para empezar, una tierra de promesas incumplidas. Hace muchos años cientos de miles de personas emigraron hacia allí en busca de una mejor vida. Alurnia es un gigantesco continente en el que no escasean las tierras fértiles y los bosques abundantes. Pero, lamentablemente, tiene tantas tierras como nobles ambiciosos y aristócratas guerreros.
Vosotros vivís en la Serena, una pequeña isla al sur de Alurnia a cinco días de viaje en barco. Nunca habéis pisado el continente ni os habéis alejado de vuestro pequeño hogar. Cada tanto, sin embargo, aparece algún comerciante, viajero o explorador que aprovecha la hospitalidad de la Serena para refugiarse unos días. Y esa gente trae noticias y rumores. Vuestras propias familias también os han contado cosas acerca de la historia de Alurnia. Todo esto es lo que a lo largo de los años habéis aprendido acerca de aquel lejano mundo.
El año 0 del calendario alurniense se marca con la conquista de Alurnia. El Profeta, un hombre que decía recibir la palabra de Dios Fenre, guió un éxodo masivo desde unas tierras lejanas y decadentes. Pueblos enteros se asentaron en el nuevo mundo e hicieron de él su hogar. El Profeta fundó el Santo Dicasterio, la iglesia que dirige el culto a Fenre y que sigue viva hasta el día de hoy.
Estamos en la primavera del año 1714. Alurnia está dividida en seis dominios distintos. Al oeste se alza el poderoso Imperio Antoniano. La dinastía Antonov gobierna con mano de hierro desde hace cinco centurias. La capital del Imperio, Antongrado, es la ciudad más poblada del continente, con dos millones de habitantes. La ciudad más bella e ilustre de Alurnia, dicen algunos, un faro civilizador. Un nido de víboras, dicen otros, un centro de intrigas palaciegas, puñales por la espalda y venenos mortales. Actualmente el Imperio está gobernado por Katya Antonova, quien sucedió a su padre, el Emperador Sergei, hace dos años.
Al noroeste encontramos las tierras del Dicasterio y su capital, Fenregrado. En teoría estas tierras son dominio del Imperio, pero la teoría no se ajusta a la realidad: el Dicasterio gobierna sus propios dominios. La iglesia está en manos de los obispos, quienes a su vez eligen a un Patriarca para comandar el destino de los fieles. Los sacerdotes comunes están desperdigados por el continente predicando la palabra de Fenre. Y vaya si tienen éxito: hoy por hoy no hay ninguna otra religión aparte del culto a Fenre. Sin embargo, hace más de un siglo que el Dicasterio no tiene la influencia sobre los gobiernos que solía tener.
Al suroeste nos toparemos con las islas Oceánides. Formalmente son parte del Imperio Antoniano, pero en la práctica el gobierno está en manos de las ambiciosas compañías comerciales marítimas. Es un territorio casi autónomo, al igual que las tierras del Dicasterio. En las Oceánides el único dios es el dinero: una buena bolsa de oro puede conseguirte todo lo que deseas y más. Pero ¡cuidado!, porque un descuido podría costarte la vida y esa bolsa de oro iría a parar a manos de alguno de los tantos piratas que pululan por los mares.
En el oriente están los tres grandes reinos feudales: Herenhout, Waidbruck y Brusgem, eternamente en guerra entre ellos. Cualquiera ajeno a estos dominios te diría que son guerras mezquinas y sin sentido, tan solo libradas para satisfacer la sed de sangre de una aristocracia tan opulenta como beligerante.
¿Cuáles son las últimas noticias de Alurnia?
En primer lugar, algo que ocurrió hace veinte años: la Rebelión de los Cortacaras. Nadie sabe bien cuáles fueron sus causas. Fue una serie de levantamientos campesinos en contra de las noblezas de todo el continente. Hay quien dice que en un principio fueron lideradas por un tal Criziek, héroe del puebo llano. Pero cuando Criziek fue ajusticiado por sedicioso, la rebelión explotó con toda su fuerza. El objetivo era simple: matar a cuanto señor se pueda y torturarles rajándoles la cara con un cuchillo. La rebelión fue aplastada a los pocos meses, pero sus secuelas son visibles: en Alurnia no es extraño encontrarse a aristócratas con espantosas cicatrices en el rostro.
En segundo lugar, y más reciente, la Guerra de los Destronados. Comenzó en 1703. Es casi lo único de lo que hablan los viajeros desde hace una década. El Imperio exigió a los reyes orientales que depusieran sus coronas, abandonaran sus tronos y se declararan súbditos de los Antonov. El Rey de Herenhout, Sigmund el Justo, se negó. Forjó una alianza entre los tres reinos e inició la guerra. Nueve años más tarde, el Imperio ha triunfado. La guerra llegó a su fin cuando el principal lugarteniente del Rey Sigmund, el Marqués de Gheresburg, lo traicionó y lo entregó al Imperio. Inmediatamente Sigmund fue colgado. Claro que él no fue la única baja de la guerra. Unos meses luego falleció el Emperador Sergei (¿de causas naturales?, las malas lenguas lo dudan). También murieron decenas de miles de soldados. Tantos hombres murieron durante los primeros dos años de guerra que empezaron a reclutarse mujeres para empuñar espadas y lanzas. Muchos campos han quedado devastados y no son pocos los alcanzados por el hambre.
Dos años luego del fin de la guerra empieza vuestra aventura.
La Serena es una diminuta isla al sur del Reino de Herenhout. Está a cinco días de viaje en barco. No tiene absolutamente nada de interesante: la vida allí es de una paz y una monotonía abrumadoras (algo que, para algunos, es en realidad una bendición). Allí habitan unas cuarenta familias que viven de la pesca. La rutina es interrumpida cada tanto con la llegada de algún viajero que trae noticias del continente.
La historia de la Serena tampoco es lo que se dice emocionante. Hace unos cien años personas de todas partes de Alurnia buscaron emigrar hacia lugares más quietos y pacíficos, sin señores feudales que te exprimieran hasta la última gallina y la última espiga de trigo. Algunos llegaron a la isla que es hoy vuestro hogar. Un lugar que le hace honor a su nombre, sin dudas.
De monstruos y maravillas: el bestiario más completo de Alurnia, con descripciones e ilustraciones de todas sus criaturas fantásticas
Un libro de 100 años, escrito hacia 1615. Es un clásico dentro de los estudios académicos sobre criaturas sobrenaturales. Su autor, el profesor Albert Vogel, fue quizás uno de los más respetados científicos de su tiempo. Con paciencia infinita se dedicó durante dos décadas de ir en busca de las criaturas, estudiar su hábitat y su comportamiento. Escribe sobre ello con excesivo detalle y con una prosa mor momentos aburrida. Lo más notable es el trabajo que se dio ilustrando a cada criatura que se encontraba: incluye dibujos del frente, dorso y lado de cada una.
El libro del profesor Vogel cada tanto da detalles acerca de la vida de su autor. Nació en el Reino de Waidbruck pero estudió en la Universidad de Oldenburg del Reino de Herenhout, donde se recibió como doctor en Medicina y Ciencias Lógicas. Si bien no adentra en detalles sobre su paso por la Universidad, sugiere que es un ambiente sumamente competitivo, en el que algunos no dudarán en recurrir al plagio para poder destacarse.