Partida Rol por web

Por dentro la fragata es bastante limpia. No debe tener más de cuatro o cinco ratas dando vueltas por ahí. La tripulación del Rapaz consta de unos treinta y cinco hombres y unas pocas mujeres. Ninguno tiene cara de inocente. Ves cicatrices, dientes podridos, ojos amarillentos, tatuajes hechos en cárceles. Esta gente es peligrosa. Algunos te dan una brusca palmada en la espalda a modo de bienvenida, otros te miran con desinterés y también los hay que se ríen a tu paso. Escuchas algunas de las cosas que  hablan unos tripulantes con cara de brutos.

—Non tiene músculo. Este no va a durar ná—murmura uno.

—Jan el Bello ascuchó que sabe leer y ascribir —responde otro—. A lo mejor pode lier el libro del capitán Ludo.

—Ense libro está maldito. Por lier ese libro Ludo s'agarró la suerte mala y morió comido por sirenas.

—Non seáis edeotas, que eso son mentiras —interviene un tercero—. Los libros non dan suerte mala. Por algo las gentes que saben lier pasan mejor vida que nosotros, en castellos y con serventes lempiándoles los culos.

—En todo caso ahora habrá que alegir novo capitán.

—Suzanne será capitana, duda non cabe. La verdadera pregonta es quién será alegido segondo de a bordo, si Jan el Guapo o Hendrika...

—Grigori, ¿verdad? —dice Jan mientras te muestra la hamaca donde te toca dormir—. ¿Y dónde aprendiste las letras, Grigori? ¿Eres un noble? A veces hay nobles que se rebelan contra la mamá y se les da por hacerse piratas. ¿Eres uno de esos?

—Perdón, disculpas, perdón, permiso —dice un joven de unos veinte años mientras se abre paso entre las hamacas—. Hola, Jan. Hola —te dice—. Soy Alvin.

Tiene una insignia de Fenre colgando al cuello, igual a la tuya [1]. Es el símbolo del Dicasterio: un corazón atravesado por una espada. Parece tímido y no tiene pinta de pirata. Es flaco, torpe, camina encorvado y habla en voz baja, como si tuviera miedo de llamar la atención. Tiene unas manchitas de sangre en la cara.

—Perdón, es que estaba en la cocina cortando la carne para el caldo de esta noche. Suzanne me pidió que te traiga este libro.

Es un grueso tomo añejo de páginas amarillentas encuadernado con tapa de cuero. Como mínimo tiene cien años. En el lomo se lee el título LA FONTANA DE LOS ETERNOS.

Grigori asiente en silencio a cada palmada, a algunos sonríe, a otros no, pero evita intervenir en la conversación sobre el libro y la capitana. De todo lo que escucha sólo lo inquieta saber que Hendrika podía ser la segunda al mando, nada más.

Más tarde Jan el Bello viene a saludarlo. Parecía amigable, aunque Grigori no olvidaba que sería un criminal. - Me enseñó un hombre sabio. Pero no soy noble ni tengo dinero, de donde vengo todos tenemos para el día y poco más - la pacífica isla de pescadores era el último lugar para encontrar un noble. Tras un silencio, el joven de la cicatriz retomó la palabra pero en voz más baja - Escuché que pronto elegirán al segundo al mando, creo que le sentaría bien a este barco que fueses tú.

Tiempo después se acercó el cocinero, llevaba en el cuello el mismo símbolo que solía portar Alexei, y se presentó con una amabilidad que no había visto en nadie más. - Gracias Alvin - dijo tomando el libro y dejándolo sobre la hamaca que le correspondía a él - Suzanne me habló de ti, sabes? Me dijo que había alguien más que seguía a Fenre a parte de mi - entonces le sonrió y le extendió la mano para estrecharla.

- Cuando termines con tus tareas me gustaría hablar contigo, no he conocido muchos como tú y ciertamente que dos hombres de Fenre se junten en un barco pirata no es algo que pase a menudo como para desaprovechar la oportunidad - le dice, animándolo a que conversasen en los días por venir.

—Ah, menos mal que no eres noble. Esos nobles que quieren hacerse piratas son los peores. Insoportables. Siempre son los primeros en morir. Te lo digo por experiencia —te dice con una sonrisa—. Sí, ahora vamos a elegir capitán y segundo de a bordo. Te doy la razón, Grigori: yo también sería mejor que Hendrika en el cargo. Hendrika no es mala, en los asaltos siempre mata mucho y agarra buenos botines. Pero, ¿para qué voy a mentirte? Yo soy mejor —te guiña el ojo—. ¡Hola, Alvin! Bueno, yo de libros sé poco, y de Fenre sé menos. Voy a avisarle a la tripulación que se prepare para la votación.

Y te deja solo junto a Alvin.

—Adiós, Jan.

Te estrecha la mano con debilidad.

—Ah, no sabía que también eras fiel —ahora que le dijiste eso parece más animado—. Aquí todos creen en Fenre, bueno, más o menos, pero los que lo hacemos con devoción sincera somos yo y... nadie más. Bueno, ahora somos dos.  Yo, bueno, terminé en este barco, digamos, por casualidad. Ahora tengo que volver a la cocina, a preparar el estofado. Cuando termine podemos hablar.

Alvin vuelve a la cocina y te deja en tu hamaca. Durante unas pocas horas tienes tiempo para sacarte el cansancio de encima. Suzanne incluso tiene la amabilidad de enviarte al "médico" de la tripulación, que de médico tiene poco, y es más bien un viejo pirata que recibió tantos tiros en su vida que ya se hizo un experto en curar heridas. Te revisa el hombro con sorprendente delicadeza y luego se da maña para extraerte la bala. Es un procedimiento tedioso y doloroso.

—Salió —dice, mostrándote en unas pinzas la bola de plomo ensangrentada—. Y suerte que también pude sacarte el pedazo de tela que se metió dentro de la carne. Si no, se te hubiera pudrido el brazo y... —te hace un gesto de serruchar.

Una vez te ponen más ron en el hombro y te vendan, te quedas a solas con el libro. Viéndolo por encima, no te suena de nada. Nunca escuchaste sobre este tomo. Por lo que llegas a leer, es el testimonio de un sacerdote, Bogdan, que dice haber formado parte de un expedición a una cierta Isla del Sueño Ahogado.

Empiezo este manuscrito advirtiéndote, lector, que todos los que viajaron conmigo a la Isla del Sueño Ahogado han perecido allí, dice la primera página del libro. Todos menos yo. Pero yo tampoco sé cuánto me queda. Hemos perturbado el sueño de quien no debe despertar jamás. Y ahora viene por mí...

El ruido que hacen los demás piratas interrumpe tu lectura. En la cubierta se están preparando para elegir al nuevo capitán. Afuera la tormenta terminó.

—Hola de nuevo —te dice Alvin, que viene a buscarte desde las cocinas—. ¿Vamos a la votación? Van a elegir a Suzanne, eso es seguro, pero bueno, hay que ir igual. Te estaba contando que terminé aquí por casualidad. O casi casualidad. Yo era marinero en un buque ballenero, en la Oceánides. Nos interceptó Ludo y nos abordó. Nos rendimos sin luchar porque peleadores no éramos. Se puso a revisar la cocina del buque y encontró la sopa de tiburón que yo había preparado la noche anterior. Le gustó mucho y dijo que iba a llevarse al cocinero al Rapaz. Y bueno, aquí estoy, trabajando en la cocina. Tuve suerte. Al resto de los que eran mis compañeros los mataron. Es difícil estar entre piratas, pero bueno, Fenre me ayuda a sobrellevarlo. Mis padres eran muy devotos y me enseñaron la fe. ¿Alguna vez viajaste a Fenregrado? Dicen que es una ciudad hermosa.

La hamaca le resulta cómoda, la amabilidad de Jan y de Alvin lo hacen sentir a gusto, y el gesto de Suzanne de enviarle un médico para sanar sus heridas terminó de enseñarle que esos piratas no eran lo que parecían ser. Agradeció al viejo que le había sacado la bala y la tela, tal vez le debía el brazo o la misma vida a ese hombre - Gracias, que Fenre te bendiga por lo que hoy has hecho por mi. Cómo te llamas? - le dijo antes que se fuese.

El libro cuenta el testimonio de un sacerdote y eso enciende el interés de Grigori de inmediato, sus ojos recorren las páginas con avidez y así descubre que habla acerca de una isla de la que nunca escuchó, y de algo que había despertado y no debió haberlo hecho. La curiosidad fue interrumpida por la presencia de Alvin y los ruidos fuera.

El tímido cocinero debía ser bueno porque Ludo lo había dejado con vida y bien sabía Grigori de lo que era capaz de hacer ese pirata, nada le impedía haber hecho lo mismo con él de lo que hizo con el resto de los tripulantes del Oceánides - No he ido allí aún, un sacerdote amigo me contó acerca de la ciudad, y me gustaría visitarla algún día. Tal vez podamos ir juntos, qué dices? - le pregunta va acompañada de una sonrisa cómplice, animándolo a que acepte la propuesta.

Avanzaron juntos hacia la zona de la votación, Alvin no tenía modo de saber que su existencia había sido crucial para que Grigori aceptase quedarse en el barco en lugar de huir con la ondina, tampoco podía imaginar cuán lejos pensaba llegar el joven de cicatrices para limpiar ese barco de monstruos y convertirlo en un instrumento de su dios. Pero todo ese futuro por venir dependía en gran medida de quienes fuesen elegidos para liderarlos.

—Podríamos ir —y la propuesta parece animarlo un poco—. Me gustaría. Yo conozco a un sacerdote, el sacerdote Avel. Es un buen hombre. Mi familia se confesaba con él. Lo último que supimos de él es que el Dicasterio estaba tan contento con su rol como predicador en las islas Oceánides que lo nombraron obispo. Ahora vive en Fenregrado. A lo mejor nos deja quedarnos en su casa, como visitantes —suspira, como saliendo de un sueño—. Pero, bueno, para esto tendríamos que irnos del barco. No creo que los demás quieran ir a Fenregrado... Bueno, vamos a la votación.

En la cubierta de la fragata están los treinta y cinco tripulantes reunidos. Ves a Suzanne, Jan el Bello, Hendrika, Jan el Feo, Roedor, Aullador, Eva, el médico que te atendió (que antes de marcharse te comentó que se llamaba "Amputapatas") y todos los demás. En la asamblea pirata hay jolgoria y expectativa. Suzanne está en medio de su discurso a todos los presentes.

—...y serví durante diez años como segunda de a bordo del capitán Ludo, ¡que el mar lo tenga en la gloria! —y los demás repiten, al unísono, "¡Que el mar lo tenga en la gloria!"—. ¡Mil batallas viví y mil tesoros le ayudé a traer al Rapaz! ¡Y no sólo eso, sino que durante nuestro expedición a la Selva de Saatnam me di el lujo de sobrevivir al ataque de dos tigres! ¡Já! Lo recuerdo como si fuera ayer: me saltaron encima en medio de la noche cuando estaba desprevenida. ¡Pero ni un rasguño me hicieron! ¡El estilete a la yugular del primero y la pistola a la cabeza del otro, y en menos de diez segundos ya estaban muertos ambos! 

Los piratas corean "¡Matatigres, Matatigres, Matatigres!".

—Junto a Ludo os traje oro y plata. ¡Y eso mismo voy a seguir haciendo! ¡Os prometo oro, plata, platino, rubí, jade, lapislázuli, zafiro y diamante! ¡Fortuna y gloria para el Rapaz, y que nuestros nombres haga temblar el culo de los nobles del continente! ¡¿Quién me elegirá para ser la capitana de este barco?!

La euforia alcanza su pico máximo con todos los tripulantes alzando sus espadas y gritando "Rapaz" y "Matatigres" por igual. Suzanne, con una amplia sonrisa adornándole el rostro, es confirmada como capitana. Hay aplausos, risas y felicitaciones. Cuando los ánimos se calman vuelve a hablar.

—Y ahora quiero proponer a dos candidatos para servir como mi segundo de a bordo. ¡Hendrika! ¡Jan el Lindo! ¡Un paso adelante, hablad y que la tripulación elija al mejor!

—¡Ya todos me conocéis! ¡Tengo la sangre de los Van Haas en las venas y para el Rapaz no hay nada mejor que un Van Haas al lado de la capitana Suzanne! ¡Vamos a hacer realidad todos los sueños de Ludo!

Suzanne, como capitana, se abstiene de votar. Dieciséis personas alzan la mano para elegir a Hendrika. 

Entre los que votan a Hendrika se encuentra Alvin.

—Hendrika no me parece tan mala —te dice en voz baja—. Jan a veces me da mucho miedo.

—¿Por qué contentarnos con lo que quería Ludo? —responde a Hendrika—. Fue un gran capitán y todos lo amamos. ¡Y ahora vayamos más allá! ¡Nuestra hermosa capitana Suzanne os dará oros, platas, rubíes, zafiros y esas cosas tan brillantes y bonitas! ¡Y a su lado, yo haré mi parte trayendo mujeres y grog! ¡Una buena vida, eso nos espera si soy elegido para acompañar a Suzanne! ¡Alzad vuestras manos, y os enseñaré lo que es la belleza de verdad!

Los piratas levantan la mano. Se cuenta y recuenta la cantidad de manos alzadas... y son dieciséis. Es un empate entre Jan y Hendrika.

—Ah, bueno, Hendrika. Siempre lo podemos resolver con un duelo amistoso, ¿no? —le dice con una sonrisa—. A primera herida, no hace falta que sea a muerte... si no quieres.

—No hace falta un duelo —anuncia Suzanne antes de que Hendrika pueda responder a la provocación—. Hay alguien que todavía no voto.

Te señala con la espada, y de pronto todos los ojos se posan en ti.

Grigori asiente hacia Alvin cuando éste acepta su propuesta de conocer la ciudad, y vuelve a hacerlo cuando menciona la necesidad de salir del barco para llegar hasta allí. Mientras avanzan los murmullos se hacen gritos, la voz de Suzanne se alza por sobre el resto y enardece a la tripulación, que al grito de "Matatigres" la elige Capitana. 

La elección del segundo al mando resulta más difícil y las opiniones divididas. Le sorprende que el cocinero tema más a Jan el Bello que a la sobrina de Ludo, la primera impresión que se había llevado de ellos era la opuesta. Acaso hay algo peor que un Van Haas? se preguntó. Media tripulación pensaba de un modo, la otra mitad diferente, y tras el empate la nueva Capitana señaló a Grigori para definir el destino de ese barco. Sus ojos se abrieron de par en par, sorprendido.

Cuanto más lejos estuviese Hendrika del mando, mejor, eso pensaba tras los disparos hacia las ondinas. Jan parecía tener problemas con los nobles, ser codicioso, presumido, narcisista y hablar mucho, probablemente pocas de sus palabras fuesen verdad, y de algún modo lograba que Alvin sintiera temor. Dijese lo que dijese, el candidato iba a ser un pirata y nada bueno podía salir de ninguno de los dos. Los ojos se posaban sobre él, expectantes, y entonces recordó porqué estaba allí, el porqué no había huido.

- Gracias Capitana, es un honor que me cuente entre los suyos - dice en voz alta - Soy nuevo aquí, apenas los conozco y poco es lo que puedo hacer como pirata. Pero Fenre me bendice, por eso Ludo me invitó, por eso sobreviví a las ondinas, por eso las balas no acabaron conmigo, por eso ya somos dos devotos en el barco, por eso produjo este empate para que a través de mi voto su bendición los alcance a todos. 

Entonces señala al hombre rubio - Jan, si prometes seguir los preceptos de Fenre de ahora en adelante, él te bendecirá con el cargo del segundo al mando - dice convencido - si lo rechazas, será Hendrika quién ocupe ese lugar - sentencia como si fuese un profeta, dejando la elección final al pirata.

—¡Esto es ridículo! ¡Hace menos de medio día que ese está con nosotros! No tiene por qué votar. Jan, acepto tu propuesta. Batámonos a duelo. Con pistolas. A tres metros de distancia. A muerte o no, no me importa.

—No, Hendrika. Ya escuchaste a Grigori. ¡Fenre me habla! —dice con los brazos al cielo y con un tono teatral—. Dice que me quiere como segundo de a bordo. Grigori, acepto: voy a seguir los preceptos de Fenre. ¡Ya me siento bendecido!

No estás muy convencido de que realmente vaya a ser así, pero Jan se lo tomó como que tu voto fue para él, y los demás piratas reaccionan de la misma manera. Ni siquiera estás muy seguro de que Jan sepa cuáles son los preceptos de Fenre. Vas a tener que hacer un largo trabajo para adoctrinar a esta banda de piratas...

—Si le asignamos hamaca en el barco tiene un voto, Hendrika. Son las reglas —a Hendrika se le salen rayos de los ojos pero no dice nada—. ¡Tenemos segundo de a bordo! ¡Tres hurras por Jan el Hermoso!

La tripulación grita los hurras y lo felicita.

—¡Y ahora, gusanos! ¡Este va a ser mi primer acto como capitana, já! Estamos bajos de provisiones. Tenemos poca agua dulce, poca pólvora, el pan que nos queda está más duro que una piedra y cada vez que como el queso de la despensa siento que estoy masticándole la cara a un leproso. Vi una aldea pesquera cerca de aquí, en las afueras de Faverstram. Vamos ahí a aprovisionarnos.

Un tripulante le pregunta a Suzanne si van a saquear la aldea. Suzanne se lo piensa un rato.

—No, mejor no. No quiero que llamemos la atención. Suficiente escándalo hicimos atacando al galeón. Veinte personas se quedarán a bordo de la fragata para custodiarla. Los otros quince bajaremos a la aldea a comprar lo que nos falta. Quiero me acompañen los que tengan menos cara de criminales: Alvin, Eva, Roedor, Hendrika, Jan el Bello, Grigori, Jef, y el otro Jef también, no, ese no, el que tiene las dos orejas, ¿dónde está?, sí, tú, Azabache, Govert, Arnout, Renacuajo, los hermanos Burkart y Ria. Todos los que no nombré se quedan en la fragata. Aullador, te dejo a cargo hasta que volvamos.

Ya es bien de noche cuando la fragata llega a destino. Durante el viaje hay fiesta en el barco, corre cerveza, ron y grog y se hace difícil concentrarte para leer. El destino en cuestión es una diminuta aldea pesquera de mala muerte llamada Wasserland. Consiste en algunas chozas sueltas, unas decenas de habitantes y un pequeñísimo puerto construido por gente que nunca más en su vida debería volver a construir un puerto. La fragata es la embarcación más grande que hay ahí. Todo lo demás son botes. Suzanne baja junto a los que nombró y da órdenes de que se aprovisionen sin violar, matar o robar: hay que comprar al menor precio posible madera y clavos para reparar algunos daños, agua, comida y pólvora si hay. Ante los lugareños Suzanne se presenta como Sara, y dice que esto es un barco "de comercio" que está haciendo una "parada técnica".