Aquí iremos escribiendo la información relativa a la ambientación: historia, geografía y ciencia conocidas, política, costumbres...
Hace sólo tres años que ha terminado la, por el momento, última guerra entre Francia y Gran Bretaña. Luis XV se vio obligado a ceder a Jorge III de Gran Bretaña y a Carlos III de España todas sus posesiones en la Norteamérica continental. Se han preservado como colonias francesas únicamente dos islas frente a la costa de Terranova: Miquelon y St. Pierre. Estas islas tienen una cierta importancia económica como puertos pesqueros, pero las intenciones francesas van más allá.
Las rutas marítimas hacia Asia pasan obligatoriamente por bordear Sudamérica o Sudáfrica, puntos bloqueados por las armadas de España y Portugal. Pero las exploraciones rusas de hace unas décadas llevan a la conclusión de que Asia y América están separadas en su extremo septentrional, por lo que todas las potencias europeas están interesadas en hallar una ruta que les permita llegar al Pacífico a través de las múltiples islas existentes al norte de la aún inexplorada Tierra que Dios Entregó a Caín, renombrada por los ingleses como Tierra del Príncipe Rupert (hoy Canadá).
St. Pierre es un puerto magnífico desde el que enviar expediciones en busca del Paso del Noroeste.
Expediciones como la del Erebus...
El buque Erebus es ciertamente viejo, pero sólido y recién reparado en los astilleros de Marsella. Tiene unas 20 varas de eslora y 5 de manga, y tres cubiertas. Es un antiguo galeón que se ha adaptado para una navegación más ágil: se han eliminado los paveses de protección de las bordas y casi todos los cañones, y se ha aumentado la capacidad de las bodegas para poder hacer travesías más largas. Es un barco bastante incómodo, como todos: un camarote para el capitán y otro para la oficialidad. La marinería duerme en la primera cubierta, usando hamacas. Lleva un único bote para reconocimiento, salvamento o eventual remolque.
La Corona de Francia financia la expedición. El objetivo: explorar las aguas y costas existentes al norte de Canadá (actualmente terra incógnita), cartografiarlas, describirlas y si es posible hallar una ruta a través de ellas hasta el océano Pacífico.
A bordo viajan seis oficiales (incluyendo algunos cadetes en formación), diez exploradores (antiguos soldados y guías indígenas) y quince marineros.
La difusión del alfabeto griego clásico fue tal que era lengua franca para los comerciantes de muchas partes del globo. Inscripciones y documentos en griego se encuentran desde la costa atlántica de África hasta ciudades de la India. Los mismos sabios romanos lo preferían a la hora de escribir sus tratados. Por esta razón, se utilizó en la liturgia cristiana anteriormente al latín, que terminó por desplazarla en todos los sentidos.
La primera de sus letras se llama alfa y la última omega, y cuando se colocan juntas (generalmente a los lados de un crismón) representan a Dios mismo, pues indican el Principio y el Fin de todas las cosas.
Durante la partida, pues, LeBrun las ha relacionado acertadamente con el Apocalipsis, aunque igualmente podría haberlas relacionado con el Génesis.
Aunque la expedición del Erebus es oficialmente de tipo mercantil y civil, a nadie escapa que extraoficialmente tiene carácter estratégico-militar.
En todos los buques franceses, especialmente en los de la armada, existe un escalafón que debe respetarse. En lo que a nosotros respecta, la cosa va más o menos así:
-El Capitán y la Oficialidad (incluyendo al contramaestre y a los cadetes), tienen el mando. Si lo desean, pueden solicitar o aceptar sugerencias, naturalmente.
-Los marineros y los soldados son cuerpos independientes, y mantienen una laxa jerarquía basada en la veteranía.
-Los lenguas nativos son el último mono, pero se les escucha siempre por una cuestión de sentido común.
-Los miembros científicos de la tripulación (incluyendo al médico) son civiles, y su situación es menos estricta. Técnicamente obedecen sólo al capitán y los oficiales, y no pueden dar órdenes a nadie. Otra cosa es que su categoría social –son nobles, al cabo-, les ponga por encima de la marinería y la soldadesca.
Tanto en la Armada como en el Ejército como en la Marina Mercante, la insubordinación se considera una falta muy grave. No mostrar el debido respeto (no saludar, no responder, malas palabras...) puede castigarse con trabajos extra, grilletes o latigazos. Desobedecer una orden directa se considera rebelión y puede terminar en la cárcel (al llegar a puerto) y hasta en la horca. El juez último será el capitán del navío, casi en todo caso, o un Consejo de Guerra para las situaciones más graves y peliagudas.
Para ilustrar esto, os recomiendo una breve visión de películas como Rebelión a Bordo, Master and Commander, La Isla del Tesoro y similares.
En casi todas las culturas primitivas (y algunas no tanto), muchas enfermedades son consideradas maldiciones de los dioses, hechizos de diablos o brujos malignos o bien posesiones espirituales. Es por tanto el sacerdote o brujo local quien debe encargarse de tratar a los enfermos a base de pócimas, danzas y conjuros expulsando así a los agentes causantes de la enfermedad, negociando con los dioses, apaciguando a los espíritus o rompiendo hechizos malvados. Es por esto que a los chamanes se les denomina muchas veces hombres-medicina. Por extensión, en el idioma de estos pueblos los vocablos medicina y magia suelen ser sinónimos (en ocasiones un único término designa a ambas), que en definitiva quieren significar todo aquello que es asunto del hechicero.
Todo esto porque parece estar habiendo algunas confusiones que, si bien resultan lógicas, conviene puntualizar.
Para ilustrar esto servirá cualquier tratado de antropología sobre tribus primitivas, o casi cualquier película del western clásico.