Mr. Berkley estaba contento. No podía decir que le fuera bien, ahora regentaba un puticlub de poca monta en las afueras, ciertamente algo muy lejano al Silvery. Los clientes eran maleducados y tenía que tener siempre un arma preparada bajo el mostrador. No tenía secretaría y las trabajadoras no eran tan guapas como antes. En realidad su vida se había ido a la mierda. Pero estaba contento. Principalmente porque conservaba la vida. Habiendo perdido 30 millones de los yakuza no era ningún mal resultado.
Berkely suspiro y se echó otra copa de whisky, la verdad es que había aprendido a manejar la botella muy bien a pesar de que tenía tres dedos menos. Al menos había alguna buena noticia.
...Y asi me rompi el brazo - termino Johnny.
La clase se quedo callada unos segundos, todavia impresionada por el relato de los ultimos momentos del capo italiano. Alguno no dormiria esa noche. La profesora carraspeo
Johnny... Llevo 20 años de profesora. Y en esos veinte años no habia oido una historia como esta.
Johnny se hinchio de orgullo. Iba para un Pulitzer por lo menos.
No he oido una historia como esta... QUE NOS TRATE A TODOS COMO AUTENTICOS IDIOTAS. - Johnny pego un respingo - Pero como te atreves a venir a contarnos esas mamandurrias? Que si un grupo de japoneses con katana, que si un irlandes que aplasta cabezas como latas de cocacola - la profesora miro a la pequeña Jessica que lloraba en su pupitre - Mira lo que has hecho! Voy a hablar muy seriamente con tus padres. No se puede mentir de esa manera
Usted me ofende! - le dijo Johnny - Yo que siempre he dicho que el artista que miente en su obra, enturbia las aguas del manantial del espiritu.
La profesora abrio la puerta.
Tira a ver al director. Artista.
Johnny suspiro mientras salia de clase. Es que nadie le creeria? Sus padres negaban que les habian atado en un armario mientras miraban con miedo a un lado y a otro. La vecina no les hablaba despues de haberla dejado en ridiculo en la tele. Y helena... Helena no habia venido a visitarle.
En fin - penso - Al menos aun tengo el proyecto del barco de playmovil
Era una tarde con ventisca en Seattle, el cielo estaba de un gris plomizo y caia una ligera pero incomoda llovizna.No habia nadie en el funeral. El robo habia soliviantado a las diferentes mafias y todos estaban ocupados intentando pescar en rio revuelto o evitar que les pescasen. Ademas, Jack tampoco habia sido un tio tan querido. Bueno, casi nadie. Al lado del pastor habia un hombre en gabardina y gorro que miraba apesadumbrado. No habian sido amigos pero no le parecia bien que nadie fuese a su funeral. No era correcto
El cura termino la oracion y mientras bajaban el feretro una rafaga de aire movio las copas de los arboles. Al visitante le parecio que traian consigo unos susurros del muerto
Gracias... - le parecio oir. El hombre sonrio y le deseo que descansase en paz - ... Calvo!
El visitante noto un escalofrio y se llevo la mano a la nuca como si alguien le hubiese dado una colleja. Salio de alli sin mirar atras mientras tapaban la tumba con tierra humeda
- Me podría servir otra margarita - pregunta la joven tirada en su hamaca mirando el Pacifico con calma desde algún lugar perdido probablemente isleño.
Volvía a llover al otro lado de la ventana, vaya mierda de día, bueno, digno de "El pene".
Creo que hoy era su entierro, bueno, no podré ir. La única fiesta a la que me han invitado es a mi vista con el juez... espero que no tarde mucho, la verdad, esta celda es una puta mierda.
Hiro:
Shamus, uno de los tarugos del agujero en el club va a acabar en el talego... quiero que te hagas su mejor amigo en el trullo y le saques dónde se han llevado mi dinero
Así que aquí me tienes, a mi edad de niñera de un capuyo. Aunque bueno, al final aquí no se está tan mal. Lo único a ver qué le cuento a este que he hecho para que me coloque dentro pero no enterrado...
- Chino, pa dentro, te esperan y tiene la cabeza cruzada, como el día. ¡Suerte!
- ¡Que no soy chino, hostia! QUe soy más irlandés que tú.
Un par de semanas después del trabajo, John tuvo un encuentro con una particular pareja. El balazo en su clavícula ya se había curado, por lo que no le causó demasiado problema cargar el bolso que le dieron. Saludó a los hombres y sin preámbulos se dirigió al aeropuerto. Nadie supo nada de él desde entonces.
Tony se mantenía recto y su mirada escaneaba al hombre frente a él, que le miraba nervioso, dejando caer su peso de un pie al otro.
Lo que desconocía el pobre infeliz era que no es que le pareciera sospechoso a la enorme mole frente a él, si no que la velocidad de sus procesos mentales iba al ritmo de un perezoso en hibernación.
Cuando finalmente Tony asintió y le abrió la puerta, la atronadora música del bar de striptease invadió el exterior. Al cerrarse, volvió a dejar a Tony con sus pensamientos. O, bueno, lo que realmente le acompañara por su cabeza en los momentos de soledad.
Tony abrió y cerró la mano izquierda, los huesos parecían haberse soldado bien, aunque el frío y húmedo del norte de Minnesota no era lo mejor para ello.
Pero, según decían, acabar de portero en un tugurio de Gemmell, la Atlantic City de Minnesota como se decían los lugareños, seguramente para consolarse, era bastante mejor que terminar en el fondo del Río Duwamish. Y tampoco es que Tony hubiera tenido mucho que opinar...